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La lucha de Honorio contra «herejes», paganos y judíos




Pocos añ os despué s de la desaparició n de Estilicen, de su familia, sus
oficiales y sus soldados, Honorio hizo ejecutar cruelmente a Olimpio, su-
cesor de Estilicó n y beneficiario de sus bienes, que se encontraba fugiti-
vo en Dalmacia. Lo mismo sucedió, recordamos, en Mincio al usurpador
Constantino III, al que habí an reconocido Bretañ a y Galia y, de manera
transitoria, el propio emperador, que habí a prometido bajo juramento res-
petarle. El hijo menor de ese mismo Constantino, Juliano, fue tambié n
asesinado; el comes afrí cae Heracliano, que habí a dirigido el apresa-
miento y la decapitació n de Estilicó n, le mató con su propia mano, y des-
pué s, en 413, su añ o de consulado, atacó Italia con una gigantesca flota
de al parecer 3. 700 navios. Tambié n el magister militum Alobico fue ase-
sinado en Rá vena, en agosto de 410; asimismo (por medio del visigodo
Ataú lfo), el usurpador galo Sebastiano; otro tanto le sucedió a su herma-
no Jovino, que habí a extendido su dominio tambié n por Bretañ a antes de
que el praefectus praetorio Dardanus le matara personalmente en Narbo-
na, a comienzos del añ o 413. Las cabezas de ambos fueron enviadas a
Constantinopla, lo mismo que la de Constantino III. Igualmente, su anti-
guo adversario Má ximo cayó bajo la hoja del verdugo despué s de que
en 422 se le llevara en triunfo con motivo del tricenal de Honorio. Y Atta-
lus, fugitivo con los visigodos hacia el sur de la Galia, nombrado de nue-
vo emperador en 414 por Ataú lfo, fue finalmente capturado en el mar, le
cortaron las manos y le desterraron a las islas Lipá ricas. 53

Sin embargo, el joven emperador Honorio era piadoso y especialmen-
te accesible a las insinuaciones clericales. Viví a «las dos ideas a las que
debí a su ascenso al trono: la legitimidad hereditaria y la adhesió n inque-
brantable a la Iglesia cristiana» (Ranke). Aumentó su protecció n y sus
derechos, hasta que finalmente dio a los prelados una influencia casi ili-
mitada en la confecció n de las leyes. Y precisamente sus edictos de religió n
-a diferencia de los de los emperadores Valentiniano I o Graciano- no


son ya un intento de definir la «herejí a» y la «ortodoxia», sino que supo-
nen poderosos apoyos de la ortodoxia, una identificació n con sus objeti-
vos, «puras disposiciones ejecutivas para su realizació n» (Antó n). Ahora
el monarca ya no só lo pretende el derecho a castigar a los heterodoxos,
sino tambié n a cambiar su fe. 54

El 23 de marzo de 395 sanciona todos los privilegios que sus antece-
sores habí an concedido al clero. Obliga a los llamados matemá ticos a
quemar sus libros ante los ojos de los obispos y a entrar en la Iglesia ca-
tó lica. Los que se oponen son expulsados, y los que se muestran especial-
mente renuentes, desterrados. 55

Es probable que Olimpio iniciara ya una orden imperial que señ alaba
la «fe cató lica» como la ú nica permitida. El decreto del 12 de febrero
de 405 amenazaba a todos los donatistas; el del 22 de febrero de 407 a
los priscilianistas y los maniqueos, un edicto que probablemente inspiró
el papa Inocencio I. Identifica la conducta «hereje» con un «crimen pú -
blico» (crimen publicum), y el «bien comú n» (salus communis) con el «pro-
vecho de la Iglesia cató lica»; mutatis mutandis, el principio en el que ya
se basaban las persecuciones contra los cristianos por parte de los sobera-
nos paganos. El 15 de noviembre de 407 se dispone la destrucció n de to-
das las imá genes de culto y altares paganos, así como la confiscació n de
los templos todaví a no embargados, junto con todos sus bienes y rentas.
El 14 de noviembre de 408, poco despué s del asesinato de Estilicen, todos
los no cató licos, todos los «enemigos de la religió n cató lica» {catholica
secta),
son excluidos del servicio en la corte, y se promulgan las disposi-
ciones má s fuertes dirigidas contra los donatistas. Al mismo tiempo, una
ley retira a los templos la totalidad de sus rentas para destinarlas espe-
cialmente a los soldados «fieles», por supuesto los nacionales, mediante
los que el gobierno antigermá mco habí a hecho degollar en las ciudades
de Italia a las familias de los mercenarios germanos. Se señ ala tambié n
que hay que hacer desaparecer las imá genes de í dolos que «todaví a» que-
dan en los templos, «puesto que esto, como ya sabemos, ha sido dispues-
to en diversas ocasiones por orden imperial». Deben eliminarse tambié n
las festividades paganas, y los propietarios de capillas privadas deben
destruir é stas. Toda una serie de disposiciones dictadas contra los paga-
nos y los «herejes» siguieron el 24 y 27 de noviembre de 408, el 15 de
enero de 409 y el 1 de febrero, 1 de abril y 26 de junio de 409. 56

El gobierno de Rá vena promulgó en el añ o 415 una disposició n espe-
cialmente dura contra las «perversas supersticiones». El Estado confisca-
ba ahora todos los bienes raí ces de los templos. Todas las rentas que
correspondí an antañ o a «las supersticiones con justicia malditas» deben
pertenecer ahora «a nuestra casa». Se suprimen asimismo todas las cere-
monias de cará cter pagano, se prohiben ciertas asociaciones infieles sur-
gidas quizá s- para proteger los templos y se amenaza con la muerte a sus


dirigentes, los quiliarcas y los centó nanos. Por ú ltimo, el 7 de diciembre
de 415 se prohibe por primera vez por ví a legislativa el empleo de infie-
les en el servicio estatal. Ya no tienen acceso a ningú n puesto de la admi-
nistració n, de la justicia ni de la milicia. De hecho, frente a los 47 altos
cargos cristianos habí a entonces só lo tres que no lo eran. En los ú ltimos
añ os del gobierno de Honorio, desde 418, ya no hay ningú n alto funcio-
nario de confesió n pagana. 57

Por manifiesta iniciativa de los obispos africanos, mediante un decre-
to desacostumbradamente riguroso, Honorio exigió en 418 tambié n la
persecució n contra los «herejes» Pelagio y Celestio, ordenando la bú s-
queda de ambos y de sus seguidores, y su deportació n. Ese mismo añ o la
Iglesia logra la exclusió n de los judí os, a los que el emperador equipara
con paganos y «herejes», de todas las dignidades y cargos. Se les sepa-
ra asimismo del ejé rcito. En la isla de Menorca se producen incluso bau-'
tismos obligatorios de judí os. Cientos de ellos son catolizados a la fuer-
za; a cientos de miles se les forzará má s tarde, tambié n en Españ a. Sitó
embargo, esta acció n del añ o 418 fue la primera de su especie. 58

Mientras tanto, Honorio habí a hecho có nsul a Constancio (III), un
oficial de Naisus (Niza) ascendido, y tambié n magister militum, y le ha-
bí a dado por esposa a su hermana Gala Placidia -en contra de la voluntad
de é sta-, en agradecimiento por sus servicios contra el usurpador Cons-
tantino III, contra los visigodos en 417 y contra los paganos y los «here-
jes», a los que combatió sin tregua. Constancio, un cristiano al que le
gustaba decidir en cuestiones eclesiá sticas, que en 412 habí a llevado a la
silla episcopal de Arles a su amigo y confidente Patroclo y que en 418
colocó en Roma a Bonifacio I, habí a expulsado allende los Pirineos, un
añ o despué s de la boda, al (primer) marido de Gala Placidia, Ataú lfo, el
cuñ ado y sucesor de Alarico. Ataú lfo fue asesinado en Barcelona, y en-
tonces su sucesor, el rey Valia, habí a enviado a Placidia, en 416, a Rá ve-
na. El 8 de febrero de 421, Honorio ascendió a Constancio III al cargo de
augusto. Sin embargo, Oriente no le reconoció, y Constancio inició los
preparativos para la guerra, en lo que sin duda desempeñ aron un cierto
papel las reivindicaciones papales sobre la prefectura ilí rica, que polí tica-
mente pertenecí a al Imperio de Oriente y eclesiá sticamente estaba sujeta
a la sede de Constantinopla. Sin embargo, Constancio III murió el 2 de
septiembre de 421 en Rá vena, donde tambié n fallecerí a má s tarde Hono-
rio, el 15 de agosto del 423. El hijo de Constancio, Valentiniano III, de
cuatro añ os de edad, se convirtió ahora en emperador de Occidente. Has-
ta el añ o 437 (hasta su matrimonio con Eudoxia, hija de Teodosio II), go-
bernó por é l su piadosa madre Gala Placidia. Esta era augusta desde 421,
pero enemistada má s tarde con Honorio, a principios de 423, huyó a
Constantinopla con sus hijos Honoria y Valentiniano, donde Teodosio II
nombró augusto a Valentiniano y de nuevo augusta a Gala Placidia. 59


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