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CAPITULO 5. «Somos cristianos, no petrianos.». Ni Jesús instituyó el papado ni Pedro fue obispo de Roma




CAPITULO 5

LA PRIMACÍ A PAPAL O LA «PETRA SCANDALI».
EL TRIUNFO DE LA SUBREPCIÓ N
Y DE LA AMBICIÓ N DE PODER

«Pero cuando Kephas [Pedro] vino a Antioquí a, me opuse a é l en su
cara. »

pablo, EL «APÓ STOL DE LOS PUEBLOS»1

«Entre nosotros no hay ningú n obispo de obispos. »

san CIPRIANO2'i »f

«Somos cristianos, no petrianos. »

san agustí n^.

«Para quien mantiene la sobriedad de juicio, que es en todos sitios el
primer precepto de la investigació n, la leyenda de Pedro, el fundador y
primer obispo de la Iglesia romana, sigue siendo lo que es: un mito sin
nú cleo histó rico, poesí a sin verdad. »

johannes HALLER4

' «La promesa de Pedro, Mt, 16, 17-19, constituye una trama posterior.
^Una trama [... ]; en su forma actual no son palabras del " Jesú s terrenal",
¿ l sino una creació n del evangelista. » «Sobre la primací a especial del
obispo de Roma, los textos del Nuevo Testamento, en los que se
acostumbra basar hasta la fecha dicha primací a, no señ alan nada. Este
curso argumentativo tradicional es exegé tico e insostenible
histó ricamente. »

josef blank, TBÓ LOOO CATÓ LICO5

«A pesar del intento del ú ltimo concilio de integrar al papa en la Iglesia,
en el Vaticano II se habla má s y con mayor frecuencia del papa que en
el Vaticano I. La Nota Praevia que se agregó a la constitució n
eclesiá stica remitiendo a una " autoridad má s alta", ha expresado el poder
papal, que, al menos en cuanto a formulació n, va mucho má s allá del;

Vaticano I. Establece que: " El papa, como pastor supremo de la Iglesia,
puede ejercer su poder en todo momento a discreció n (ad placitum), tal
como se lo exija su cargo". »

walter kasper, TEÓ LOGO CATÓ LICO6 ?

«Somos totalmente conscientes de que el papa es el mayor impedimento
en el camino hacia el ecumenismo. »
papa pablo VI (1967)7

«Somos Pedro. »
papa pablo VI (1969)8


Ni Jesú s instituyó el papado ni Pedro fue obispo de Roma

La Iglesia cató lica basa la fundació n del papado y de ella misma en el
pasaje de Mateo: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra \petrus\ edificaré
mi Iglesia [... ]» (Mt, 16, 18).

En enormes letras de mosaico dorado aparecen estas palabras, las má s
discutidas de la Biblia, en la cú pula de San Pedro construida por Miguel
Á ngel. Pero faltan en tres de los cuatro Evangelios, sobre todo en Mar-
cos, el má s antiguo de los evangelistas. De hecho. Jesú s no las pronunció
nunca, eso es hoy «resultado cierto de la exé gesis bí blica» (Brox). Exis-
ten al respecto toda una serie de motivos convincentes que ya he recopi-
lado en otro lugar. 9

A pesar de ello, la Iglesia cató lica sigue manteniendo su «fundació n
divina». Tiene que hacerlo; lo ha afirmado durante dos mil añ os. Sin em-
bargo, no pocos de sus teó logos capitulan ahora. Muchos de ellos -si-
guiendo con retraso a protestantes bastante conservadores- desarrollan
un lenguaje que «cientí ficamente» les hace conservar a medias la cara y
les permite no perderlo todo ante sus superiores. Parafrasean la falta de
autenticidad de las «palabras de fundació n de la Iglesia» de la siguiente
manera: Mateo no se refiere a ello histó ricamente sino que lo compone
teoló gicamente. O bien dicen que la «piedra» es un encargo hecho des-
pué s de la «resurrecció n». Los que menos rodeos dan explican la «pro-
mesa de Pedro» como una intercalació n posterior, simplemente como un
invento de los evangelistas. 10

Sin embargo, quizá s Pedro tuviese una especie de primací a, una cier-
ta funció n directora. Pero tal vez só lo de manera temporal y en determi-
nados campos, no, desde luego, despué s del «concilio de los apó stoles».
Pablo, que se opone a Pedro «en su cara» en Antioquí a, le insulta llamá n-
dole hipó crita y, de manera abierta, en diversas circunstancias pone en
tela de juicio las exigencias directoras de Pedro. En otras partes de las
«Santas Escrituras» aparecen asimismo tendencias «antipetrianas». Y que
Pedro conservara su primací a, si es que la tuvo, aunque só lo fuera un in-


vento del «partido petrista», no aparece en ningú n lugar del Nuevo Testa-
mento. No se dice nada. "

Sin embargo, incluso en el caso -que debe excluirse por muchas razo-
nes- de que las «palabras de primací a» procedieran de Jesú s, la Iglesia
no podrí a explicar có mo se transmiten de Pedro a los «papas», pues no
só lo rigen para el apó stol sino tambié n para sus «sucesores en el cargo».
Ni la Biblia ni ninguna otra fuente histó rica indican que Pedro nombrara
a su sucesor.

Má s de un cató lico encuentra la «discusió n exegé tica» «notablemente
diferenciada», y a la vista de los hallazgos «se ve en apuros cuando in-
tenta explicar desde un punto de vista histó rico y crí tico la fuerza de los
fundamentos bí blicos para el papado» (Stockmeier). Los teó logos má s
^animosos admiten que «no hay nada» de una sucesió n de Pedro (De
Vries), que «en el Nuevo Testamento no se la puede constatar en ningú n
sitio» (Schnackenburg). En efecto, JosefBlank cree que la funció n de ci-
miento-roca de Pedro no só lo es ú nica, intransferible, no intercambiable
e irrepetible, sino que en la idea de unos cimientos en constante creci-
miento ve, siquiera sea en sentido figurado, una imposibilidad interna.
Por lo tanto, tampoco puede considerarse al papado como la roca de Pe-
dro. Lo que este cató lico asegura con franqueza es: «Mirando hacia la
historia de la Iglesia, podrí a má s bien decirse: tampoco el papado [... 1 ha
podido destruir a la Iglesia». Y finalmente, el teó logo se pregunta có mo
entendí a esta sentencia la cristiandad primitiva. ¿ Se referí a a Roma o a la
primací a del obispo romano como sucesor del apó stol Pedro? «La res-
puesta es, simple y llanamente: ¡ No! »12

La apologé tica se basa en má s palabras e indicaciones de Jesú s a Pe-
dro: que pesque a los hombres, que tome las llaves del reino de los cie-
los; que todo lo que é l una o desuna en la tierra, será unido o desunido en
el cielo; finalmente: «Fortalece a tus hermanos», «Apacienta mi rebañ o».
Sin embargo, otros muchos paralelismos evangé licos o del Nuevo Testa-
mento demuestran que las cinco disposiciones de Jesú s no iban ligadas
en principio a Pedro. Y sobre todo, de un sucesor, incluso de un superior
de la comunidad romana como director de una Iglesia global, no se habla
en absoluto en ningú n texto paleocristiano. 13

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