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Los nietos de Clodoveo




 

A la muerte de Clotario I, el reino franco se dividió entre cuatro gobernantes, y a la temprana desaparició n del mayor de sus hijos fueron tres los soberanos, y dos a la muerte del hijo segundo.

De primeras, en 561 —al igual que medio siglo antes tras la muerte de Clodoveo I—, fueron cuatro los herederos que se repartieron el


reino. Por edad, de mayor a menor, tales herederos fueron los hijos de Clotario I.

Chariberto I de Parí s, que murió ya a finales de 567, despué s de haber repudiado a su mujer, la reina Ingoberga, haberse unido con las dos hermanas Meroflede y Marcovefa, una monja, y haberse casado por cuarta vez con Teodechilde, hija de un pastor de ovejas.

Guntram de Orleans (561-592), que gobernó alternativamente el territorio franco-burgundio del reino desde Chalon-sur-Saó ne y desde Orleans. Fue é l quien emitió el primer decreto medieval sobre la santificació n del domingo (588). Tambié n ordenó en ocasiones —hasta el punto de que «se le habrí a podido tener por un obispo del Señ or» (Gregorio)— rogativas, ayunos (exclusivamente a pan y agua) y vigilias y se mostró muy generoso con la Iglesia en general y segú n parece se mortificaba personalmente, aunque sin despedir a sus queridas. Guntram despidió a su concubina Veneranda para desposar a Marcatrude, hija de un tal Magnacar, pero a la que a su vez repudió por haber envenenado al hijo de Veneranda. Tomó despué s a una criada de Magnacar, Austrichilde, a cuyos dos hijos hizo asesinar por el «honor» de su esposa y cuyos bienes incorporó al «tesoro real». Y a ella, a Austrichilde, el prí ncipe piadoso, que rebosaba «fuerza admirable» y «bondad de corazó n» (Gregorio), y que ya en vida fue tenido por un santo, le prometió la ejecució n de los mé dicos que no habí an podido curarla. Y cumplió lo prometido. ¡ Má s tarde fue venerado como santo!, cuya fiesta es el 28 de marzo.

La escena polí tica la controlaron Sigiberto I de Reims (561-575), soberano del reino franco oriental, y el menor Chilperico I de Soissons (561-584), hermanastro de los otros tres, cuyas mujeres, Brunichilde y Gaisvinta, hermanas procedentes de la casa regia visigó tica, se pasaron al catolicismo al casarse con é l. 4

Cuando Chariberto I, nieto mayor de Clodoveo y rey de Parí s, murió en 567, su territorio, que comprendí a casi toda la mitad occidental de Galia, fue objeto de reparto. En vez de la divisió n cuatripartita se hizo una nueva del reino franco, que esencialmente constaba de Austria, Neustria —una y otra «Francia» en sentido amplio— y Burgundia. (En el perí odo longobardo tambié n la parte oriental del norte de Italia se llamó «Austria», y la occidental «Neustria». )

Auster, Austria (tierra oriental) llamada generalmente Austrasia y regida por Sigiberto, constaba de las cuencas del Maas y del Rin, así como de algunos otros territorios má s hacia el este, con una mayor participació n germá nica. La residencia fue primero Reims para pasar luego a Metz. Neustria (Niwister, Nuevo Territorio Occidental) comprendí a la parte occidental y era el nú cleo polí tico del reino merovigio, que los francos habí an conquistado desde el siglo v, y por tanto buena parte del antiguo territorio soberano de Siagrio^que se extendí a desde el Loira al


 

Sena y hasta Flandes. Esa «Francia» en sentido restringido, con una població n preponderantemente romana y con las capitales de Soissons y má s tarde Parí s, correspondió a Chilperico I; los propios neustrios gustaban de llamarse «franci» y a su tierra «Francia». La nueva Burgundia se habí a ampliado notablemente respecto de la antigua, siendo Chalon-sur-Saó ne la residencia real preferida de Guntram. Pero tambié n se repartieron Aquitania y Provenza.

El desmembramiento de la herencia de Chariberto tuvo como consecuencia toda una serie de guerras civiles por la supremací a. Los sangrientos conflictos entre los hermanos no acabaron hasta la muerte de Sigiberto, que a su vez capitaneó multitudes paganas: «la ferocidad de los pueblos» de la ribera derecha del Rin contra la buena tierra cató lica de Neustria. Desde 562, cuando los primeros enfrentamientos con los avaros en las cercaní as del Elba tuvieron atado a Sigiberto, el rey Chilperico, el má s joven y tal vez el má s acomodaticio de los hermanos que residí a en Soissons, llevó a cabo una serie de incursiones contra Austria e intentó adueñ arse de Reims, Tours y Poitiers, «arrasá ndolo y destruyé ndolo todo por completo» (Gregorio de Tours). Entretanto Sigiberto, promotor de la devoció n a san Medardo, patró n del obispado de Soissons y de Parí s, saqueó e incendió la mayor parte de las aldeas de la regió n parisiense y encarceló a sus habitantes; tambié n intentó, aunque inú tilmente, adueñ arse de la capital provenzal de Arles, que pertenecí a a su hermano Guntram. Pero el obispo diocesano Sabaudo, un digno pastor del Señ or, engañ ó al ejé rcito de Sigiberto, y lo recondujo con ardides ante las puertas de la ciudad, de modo «que se vio atacado por la espalda por las espadas de los enemigos y de frente por las paredes de los ciudadanos... » (Gregorio de Tours). 5

La lucha entre los hermanos Chilperico y Sigiberto se agravó aú n má s por una tragedia familiar, que halló eco en la leyenda de los nibelungos.

 

 

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