Главная | Обратная связь | Поможем написать вашу работу!
МегаЛекции

Una especie de santa úlcera cancerosa




 

Esa é poca, en la cual se abre la historia alemana y europea como una ú lcera cancerosa, en la cual el cristianismo infecta el mundo germá nico y se forja el predominio de la nobleza franca y surge desde el siglo vil la tí pica sociedad medieval de realeza, iglesia y nobleza, fue una é poca que se caracterizó, como pocas antes lo habí an hecho, por pasiones desenfrenadas y atrocidades sangrientas, traiciones y crí menes sin cuento.

Intrigas palaciegas, querellas diná sticas, traiciones incesantes, la eliminació n sin escrú pulos de reyes y prí ncipes (la edad media de vida de los merovingios fue de 24, 5 añ os) así como las campañ as bestiales de eliminació n de familias enteras fueron realidades tan cotidianas como las borracheras y las epidemias, las hambrunas y los saqueos. La historia de Galia en el perí odo merovingio constituye una cró nica singular de la barbarie. La administració n, el comercio y la agricultura, todo se derrumbó en mayor o menor medida, triunfando plenamente el crimen.

Y, sin embargo, hay historiadores, que juzgan: «... por doquier no tan só lo una vida polí tica enormemente animada, sino tambié n un impulso consciente de avance de las diferentes fuerzas del Estado; pocas veces una casa reinante ha producido una serie ininterrumpida de talentos como la merovingia» (Schuitze). Primero, guerras por todas partes, con cuyos saqueos se forjó un reino poderoso (y violento); má s tarde, entre 561 y 613, una guerra civil casi incesante, por la que ese reino volvió a descomponerse, y unas atrocidades continuadas, incluso bajo los «rois fainé ants». ''

En teorí a los merovingios reinaron de acuerdo con la voluntad del «pueblo»; en la prá ctica, y ya desde Clodoveo, fueron soberanos absolutistas. Desapareció la asamblea popular en sentido polí tico, la potestad judicial pasó al rey, el cual adquirió cada vez má s derechos, y especialmente el de la no responsabilidad jurí dico-penal. ¿ No pudieron aquellos gobernantes hacer siempre lo que quisieron? «Pero, intré pido como era —y son palabras de Gregorio de Tours describiendo a un rey merovingio, palabras que en el fondo habrí a podido decir de cualquiera de ellos—, subió a su caballo, galopó hasta ellos y los tranquilizó con buenas palabras; pero despué s hizo apedrear a muchos de ellos. »

Ademá s, la Iglesia contribuyó notablemente al incremento del poder real. Cierto que entre tales gobernantes faltaron casi por completo los santos. Ú nicamente algunas reinas alcanzaron la santidad. Pero aú n hubo má s: Clotario I, por ejemplo, tuvo cinco «reginae»; Chariberto I, cuatro; y lo mismo Dagoberto I, y sin que se diera una poligamia «en sentido estricto», cual pretende un tanto optimista Ewig. Pese a lo cual la Iglesia exigió obediencia a quienes obtení an su autoridad «de Dios» y agregó a la potestad polí tica del rey «la dignidad regia entendida en un


 

sentido religioso y moral» (Tolksdorf); «los obispos precisamente partí an del supuesto de que el poder del rey era ilimitado» (A. Hauck). 8

Difí cilmente hubo jamá s en Europa un perí odo má s aná rquico que estos primeros siglos de la Edad Media. Y, sin embargo, el clero no pensó en prohibir que se interviniera. A los prelados no les incitaba demasiado el deseo del martirio. Y la misma Iglesia llegó a disfrutar de todos los saqueos y rapiñ as. Sus bienes raí ces, que ya habí an aumentado en el siglo IV, se incrementaron entonces en forma desmesurada. Ya en el siglo vi sus riquezas crecieron «hasta el infinito» (Dopsch). «Durante el perí odo merovingio jamá s estalló una rebelió n memorable de la autoridad eclesiá stica, simplemente porque la Iglesia no estaba en oposició n al poder civil, sino que colaboraba estrechamente con é l» (Bodmer). En efecto, los obispos francos participaron en las luchas por el poder entre reyes y grandes, «aunque con armas materiales y no espirituales» (Bund), llegando hasta «la usurpació n de facto... de instrumentos de poder estatales y militares» (Prinz). 9

En realidad el alto clero y la nobleza primera son claramente las fuerzas impulsoras de aquella inmensa confusió n- En medio del imperium establecen poderes semiindependientes haciendo que aqué l se tambalee ora hacia un lado ora hacia el otro en crisis permanentes, que desembocaron en el caos.

Al igual que el poder de los reyes, tambié n el de la nobleza se cimentó ya durante el perí odo merovingio no tan só lo en la polí tica y la economí a, sino tambié n en un «carisma de concepció n religiosa, que los subordinados le reconocieron». Esto condujo incluso a un nuevo ideal de santo noble, y por ende tambié n a una «justificació n del orden de los señ ores constituidos» (Bosi). 10

Ocho reyes sajones renunciaron a su corona e ingresaron en algú n monasterio. Jamá s hubo tantos santos, tal vez con la excepció n de la é poca martirial con sus escuadrones de supuestos testigos de sangre. Só lo en el siglo vil se han contado no menos de ochocientos. Má s aú n, «ese siglo merovingio, tan decisivo para el desarrollo de Occidente», encontró «una expresió n espiritual adecuada a la é poca en las vidas de santos», habiendo experimentado la hagiografí a «un incremento indudable».

Los santos gozaron de un elevado prestigio. Edificaron grandes monasterios con iglesias pomposas. Lo mismo que sus bió grafos mantuvieron una inequí voca actitud positiva frente a la monarquí a y la nobleza, siendo en su mayorí a oriundos de familias aristocrá ticas. Hasta casi se podrí a tener la impresió n de que «la nobleza era la antesala de la santidad», y podrí a hablarse de la «autosantifí cació n» de la sociedad nobiliaria merovingia (Prinz). A la Iglesia eso le resultó tan beneficioso como la casta de los señ ores. Su afá n de dominio polí tico-carismá tico, deterio-


rado por la apostasí a de la vieja fe, lo afianzó con los recursos de la fe nueva, dando a tal afá n una legitimació n cristiana. Pero al mismo tiempo la é poca, y especialmente el siglo vil, se caracteriza por un «florecimiento» de la hagiografí a y del gusto por lo milagrero; lo cual equivale «a la mayor falsificació n de la historicidad», desembocando consecuentemente en «el estado de postració n de la historiografí a occidental». Todo sumado, aquello «fue el resultado de una barbarizació n, despué s de que la corriente antigua se hubiera secado» (Scheibelreiter).

 

 

Поделиться:





Воспользуйтесь поиском по сайту:



©2015 - 2024 megalektsii.ru Все авторские права принадлежат авторам лекционных материалов. Обратная связь с нами...