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«Continъa la lucha, hijo queridнsimo..»




Baviera, donde Bonifacio reformу (739) la iglesia con ayuda del duque Odilo, despuйs de que evidentemente se habнan enfriado sus relaciones con Carlos Martell, ya habнa sido cristianizada mucho antes, aunque no romanizada. Pues allн hasta los territorios austrios, despuйs de Moa-via, «habнa peregrinado por Cristo» (peregrinare pro Christo) principalmente durante los siglos vil y vili la Iglesia predicadora por boca de

monjes irlandeses y escotos. Ni con ayuda de la espada hubo allн conversiones y bautismos en masa. Ni fue la sede episcopal el verdadero epicentro, sino mбs bien el monasterio, que habнa despreciado a la jerarquнa organizada provocando a menudo conflictos.

Ni siquiera las ordenanzas canуnicas de la Lex Baiuvariorum, redactadas muy probablemente por monjes del monasterio de Niederalreich (743) a instancias del mayordomo Pipino, reflejan huella alguna de influencia romana. E incluso entonces las sedes episcopales de Baviera oriental, Saizburgo y Passau, continuaron siendo ocupadas por dos ex monjes irlandeses, pese a la hostilidad de Roma. El obispo Virgilio de Saizburgo (767-784), un confidente de Pipino, en cuya corte permaneciу durante algъn tiempo, se burla en una cosmografнa de los bonifacia-nos. Durante 22 aсos dirigiу su diуcesis el abad sacerdote del monasterio de San Pedro, antes de hacerse consagrar obispo.

Asн, el cristianismo romano y el misionero eiroescocйs, «el primer " Movimiento de Los-von-Rom" » (Ўlejos de Roma! ) (Behn), «chocaron entonces violentamente» en Baviera (Schieffer). Pero allн y en Turingia Bonifacio, a instancias de GregorioII, eliminу en la medida que le fue posible aquel viejo cristianismo, que se habнa desarrollado sin violencia. Procurу sustraer las comunidades a los sucesores de estos eclesiбsticos y someterlas sin miramientos y con ayuda del poder estatal al yugo pontificio. Йl mismo informa: «Yo tengo, en efecto, las luchas mayores con sacerdotes falsos y con hipуcritas (hypocritas), que resisten a Dios y que se arruinan a sн mismos, que seducen al pueblo con muchos escбndalos y errores de toda нndole... ». Tan pronto como llegу a la corte en demanda de ayuda Bonifacio lamentу repetidas veces que no podнa evitar el trato con los «falsos sacerdotes y los hipуcritas».

Pero el legado papal combatiу tambiйn y especialmente al clero franco, que habнa preservado su autonomнa frente a Roma y cuyo reformador habнa evitado, cuando no combatido. En consecuencia hacia el 738 Gregorio III recomendaba vivamente a los obispos de Baviera y Suabia la obediencia a su hombre, a la vez que insistнa: «Debйis detener, impedir y aniquilar las costumbres y doctrinas paganas de los brita-nos que deambulan por todas partes o de sacerdotes falsos y herйticos y todas sus depravaciones». Y el 22 de junio del 744 escribнa el papa Zacarнas a Bonifacio sobre ciertos eclesiбsticos, «falsos cristianos», «servidores y precursores del Anticristo»: «Has hecho bien condenбndolos segъn la norma eclesiбstica {ecciesiasticam regulam) y metiйndolos en la cбrcel (damnavit et in custodiam misit)». Y el propio Zacarнas, que no deja de tronar contra «los servidores del diablo, y no servidores de Cristo», contra «los falsarios, vagabundos, adъlteros, asesinos, libertinos y pederastas», asн como contra «los sacerdotes falsos, apуstatas, asesinos y deshonestos», vuelve a escribir a Bonifacio el 31 de octubre del 745 con el tнpico lenguaje mojigato: «tu santa fraternidad atienda incesantemente a la oraciуn... y tras la preparaciуn de las azadas espirituales y la escarda de la cizaсa la retire para quemarla». 21

Bonifacio, que chocу con la «resistencia enconada» de muchos hombres libres (Epperlein), que en sus modales extemos era rudo, no tenнa miramientos y andaba siempre con una gran comitiva, era frente a Roma tan servicial como allн podнan desear y mбs papista que el papa. Nunca preguntу el porquй; simplemente habнa que obedecer, segъn le habнan inculcado. El que fue de hecho «el heredero de la Iglesia romana en Inglaterra» (Lortz). Y aunque iba de bajada servнa hacia arriba y continuaba dejбndose «adoctrinar» con gran escrupulosidad en las cosas de la fe, en las que observaba un enorme formalismo. Era a lo que estaba habituado desde pequeсo. 22

El «apуstol de los alemanes» estaba tan poco seguro de su fe y tan imbuido estuvo de por vida de su tendencia al pecado, que de continuo enviaba a Roma autйnticos cuestionarios, «cual si nos arrodillбsemos a vuestros pies», para recibir respuesta a las supremas cuestiones de conciencia y naturalmente tambiйn para que «convictos y vencidos sucumban los lobos salvajes (lupi rapaces)». Por ejemplo pregunta Bonifacio, «el combatiente en la carrera del espнritu» (Vita Bonifatii), quй ha de hacerse con los animales sospechosos de rabia. Y pregunta: їEs lнcito comer la carne de los sacrificios sobre la que se ha trazado la seсal de la cruz? їCuбntas cruces hay que hacer en la misa? їSe permiten varios cбlices o sуlo uno? їSe pueden comer grajillas, cornejas y cigьeсas? La carne de caballo salvaje o de caballo domesticado їpuede comerse? їQuй hacer con el tocino? їEstб permitido a las monjas lavarse los pies unas a otras? Etc., etc.

El 4 de noviembre del 751 le respondiу el papa Zacarнas: «Empiezas preguntando por las aves, cornejas, grajillas y cigьeсas. Los cristianos suelen abstenerse por completo de las mismas. Y con mayor cautela aъn hay que guardarse de comer castores, liebres y caballos salvajes». Acerca del tocino no cocido, el santo padre aconseja que «sуlo despuйs de la fiesta de Pascua». Y lo que es mбs: Bonifacio ni siquiera sabнa las cosas «necesarias» para el bautismo. (De todos modos, segъn el papa Zacarнas serнa vбlido, incluso si lo confiere un sacerdote que por ignorancia, y como ya habнa sucedido, emplea la fуrmula «Yo te bautizo en el nombre de patria et filia et spiritus sancti»). Y como un irlandйs dijese al «apуstol de los alemanes» que el bautismo era inъtil, йste pregunta por quй. Le preocupa incluso el diezmo de la Iglesia; pero Zacarнas le instruye para que «no se preocupe» y cobre «un solidus de cada palacio». Y como ni tan siquiera supiese si los vendos -para йl «el linaje humano mбs odioso e insignificante»- habнan de pagar tributo. Roma le respondiу con desabrimiento. Lo cual se comprende perfectamente, pues como pagadores de tributos saben «que esa tierra tiene un seсor». 23

Gregorio II, que el 22 de noviembre del 726 calmaba el afбn de preguntas de su apуstol, le hace saber «la posiciуn en nuestra Iglesia». Un ejemplo: si los padres ya en edad temprana han depositado a sus hijos o hijas «dentro de los muros del monasterio» (нnter septa monasterii), en ningъn caso podrбn йstos mбs tarde salirse y casarse. «Lo prohibimos terminantemente, porque es pecado aflojar las riendas del placer a unos niсos, que fueron consagrados a Dios por sus progenitores. »

Quй barbarie late en esa respuesta. O detrбs de esta otra: «Tambiйn has formulado la pregunta de si, cuando una enfermedad contagiosa o una mortandad invade una iglesia o un monasterio, quienes todavнa no han sido afectados pueden huir de aquel lugar para evitar el peligro. Eso parece totalmente necio, pues nadie puede escapar a la mano de Dios».

їTributario de su tiempo? ЎPero cuбntas tragedias han desencadenado siglo tras siglo esos tributos a su йpoca! ЎCuбntos destinos arruinados para siempre! Pero el papa no insiste de forma explнcita, sino mбs bien:

«No es que por nuestra cuenta establezcamos (non quasi ex nobis) cуmo debes comportarte, sino que lo impone aquel que abre la boca del mudo y hace elocuentes las lenguas de los infantes... ». 24

їTambiйn esto es un tributo a la йpoca? Efectivamente, lo es.

Y tambiйn la Primera y la Segunda Guerra Mundial, las cбmaras de gas, las bombas atуmicas sobre el Japуn, las matanzas de Vietnam y otras proezas de nuestro siglo orgulloso siempre podrбn calificarse, si asн se quiere, como tributos de la йpoca. Como todas las brutalidades que se darбn en adelante. Ad infinitum. ЎTodo estб ligado a la йpoca respectiva! No es casualidad por tanto que tal retуrica, tan gustosamente trabajada porque histуricamente todo lo hace «comprensible» y todo «disculpable» moralmente, forma parte del vocabulario preferido de los adaptadores programados o de los mentecatos (con frecuencia de unos y otros) y de los trucos apologistas definitivamente amontonados en los muladares. Esa retуrica tiene no siempre, pero con bastante frecuencia en la prбctica cotidiana, una funciуn de minimizaciуn, descarga y embellecimiento. Teуlogos e historiadores gracias a toda esa «vinculaciуn a la йpoca» no tienen necesidad de llamar crнmenes y criminales a los crнmenes y a los criminales de la Iglesia y del Estado.

Los eclesiбsticos (aunque no ellos solos) de las tribus alemanas fueron en su tiempo como lo serнan, con pequeсas limitaciones, muchos siglos despuйs: frecuentemente brutales, ignorantes y simuladores. Bonifacio encontrу en el reino franco clйrigos y obispos, que «esclavos de la lascivia cometнan crнmenes peores que los laicos»; «que no se abstenнan de la impureza y de los matrimonios prohibidos y que no tenнan sus manos limpias de sangre humana»; clйrigos y obispos «que desde su juventud vivieron siempre en adulterio, siempre en impureza y en toda suciedad»; y encontrу tambiйn «algunos obispos, que... eran borrachos y camorristas o cazadores y gentes, que combatнan armados en el ejйrcito y derramaban sangre humana, ya fuera de paganos o de cristianos».

El obispo Gewilip de Maguncia perpetrу con su propia mano una venganza de sangre contra el asesino sajуn de su padre durante la entrevista que mantuvo con йl en una isla del Weser. Hubo tambiйn los que servнan a dos bandos, asistнan a la liturgia cristiana y a la vez ofrecнan sacrificios a Wotбn; «comнan de los toros y machos cabrнos sacrificados a los dioses paganos», lo que en modo alguno podнa hacer daсo ni a Cristo ni a Wotбn. Se lamenta Bonifacio de los seudo-sacerdotes, que son mбs numerosos que los catуlicos, y son herejes y falsos profetas, orgullosos y arrogantes, supuestos obispos y sacerdotes, aunque ningъn obispo catуlico los ha ordenado. Eran apуstatas e impнos en sumo grado. Asegura que engaсaban al pueblo y de vuelta de Roma se reclamaban al papa; vagabundos de la peor calaсa, adъlteros, asesinos, hipуcritas libertinos y sacrilegos. Eran alcohуlicos y pendencieros, esclavos tonsurados, huidos de su Seсor, servidores del diablo, que se transforman en servidores de Cristo y que viven a su capricho... 25

Los sнnodos habнan cesado por completo desde el 695. «Las sedes episcopales -escribe Bonifacio- en su mayor parte estбn en manos de laicos codiciosos y de clйrigos deshonestos». Y no sin motivo exhortaba Zacarнas el 1 de abril del 743 a los prelados de Bьraburg, Wьrzburg y (tal vez) Erfurt -los tres obispados que Bonifacio pudo instituir sуlo con ayuda del mayordomo Carlomбn-: «No debйis osar penetrar uno en la diуcesis de otro o quitaros vuestras iglesias». En Reims el obispo destruyу las casas de sus propios eclesiбsticos y las malvendiу. En otras ciudades ocurriу algo parecido. Los prelados resolvнan por las bravas las querellas con el clero diocesano, al que oprimнan duramente por los motivos mas banales. Los obispos, por ejemplo, litigaban a menudo con sus canуnigos y robaban sus viviendas, palacios y prebendas, mientras que los canуnigos se levantaban contra los obispos.

A su vez otros pastores atacaban a los monasterios, para someterlos, sobre todo en el aspecto econуmico. Asн, Maldegario de Laon, aunque en vano, intentу que se le sometiese obediente un monasterio de monjas. Y asн incluso los discнpulos preferidos de Bonifacio contendieron durante aсos entre sн: se trataba del obispo de Maguncia y del abad de Sturmi de Fulda; en el 763 йste fue desterrado por tres aсos, siendo rehabilitado despuйs. Por el contrario, el abad Otmar de St. Gallen en disputa con el obispo Sidonio de Konstanz, fue llevado preso a Stein, un islote del Rin, donde pereciу. Mбs tarde Adriano I (772-795) informa de Jas luchas incesantes de los prelados lombardos por los lнmites de sus obispados.

Y el mismo papa litigу con el arzobispo Leуn de Ravenna por toda una serie de ciudades de la llanura del Po y de las costas adriбticas. Y mбs tarde aъn, hacia el aсo 800, el patriarca Paulino de Aquileya lamentaba que los obispos malbaratasen los bienes eclesiбsticos en guerras y en lujo, que fuesen «rapaces y belicosos», y que «instigasen e incitasen a otros a derramar sangre y cometer muchos crнmenes». 26

A un cierto Aldeberto de origen humilde y oriundo de Neustria, que enseсaba la inutilidad de las confesiones, las peregrinaciones a Roma y las dedicaciones de templos a los apуstoles y los mбrtires, lo hizo condenar Bonifacio en el sнnodo de Soissons (744), mandando quemar sus cruces y capillitas (oratoriola) en fuentes y campos. Y ello porque los milagros, por los que la gente corrнa tras йl, los «realizaba de una manera dolosa» (false fiebant) y -como asegurу el papa Zacarнas en el sнnodo de Roma (745)- porque «se habнa quedado... completamente loco». Tambiйn el obispo itinerante irlandйs. Clemente, enemigo del celibato y padre de familia, fue condenado en su tiempo y, al igual que Aldeberto, fue depuesto y encarcelado «de acuerdo con los prнncipes de los francos». Y, naturalmente, el papa Zacarнas veнa con razуn a «los obispos falsos y apуstatas» como servidores de Satбn, los condenу como precursores del Anticristo, los desposeyу de su ministerio y desenmascarу su «doctrina como impнa en extremo». «Todo ello lo tenemos por abominable y perverso. » Sin demasiado йxito se solicitу la intervenciуn del Estado, cuando los tales escapaban de la cбrcel del monasterio. (Segъn una tradiciуn posterior, en su huida de Fulda Aldeberto habrнa sido asesinado por un porquerizo. ) «Continъa la lucha, amadнsimo hijo, pуrtate virilmente y permanece vigilante en el servicio de Cristo... », escribнa el papa. 27

Asн las cosas, todos los papas se mostraron bien dispuestos con Bonifacio, y no sin buenos motivos. Habнa reorganizado, en efecto, segъn el modelo romano la iglesia nacional franca, que era casi autуnoma por completo; Roma acentuу allн su influencia, preparу la alianza entre papado y reino franco, que tanta importancia tendrнa para toda Europa y que habrнa de conducir a la creaciуn del poder polнtico de los papas, a la «gloria de la Edad Media» (Lortz). Todo ello apenas serнa imaginable sin «los arquitectos de Occidente» (Semmler). 28

 

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