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Descalabro en Espaсa, o «aquн empiezan las cruzadas»




En Espaсa rivalizaban distintos grupos бrabes de poder. El hombre fuerte era el ъltimo omeya Abd al-Rahman ben Muaya. El 750 al hacerse con el poder en Damasco los abasidas -los descendientes del tнo del profeta Mahoma, que asesinaron sistemбticamente a los omeyas-huyу a Espaсa, donde el 756 se hizo con el poder convirtiйndose en emir de Cуrdoba. No dejу de combatirle, sin embargo una oposiciуn simpatizante de los abasidas, y entre sus adversarios mбs peligrosos figuraba Suleimбn Ibn al-Arabi, gobernador de Barcelona y de Gerona. Sublevado desde hacнa ya tiempo y bajo la grave amenaza de su enemigo, Suleimбn habнa acudido en compaснa de otros opositores destacados el 777 a la dieta de Paderbom para pedir ayuda al rey franco. Siempre dispuesto y ganoso de intervenir, Carlos no vacilу y emprendiу una abierta guerra de conquista contra el emir omeya, con la que pretendнa dilatar la frontera de su reino hasta el Ebro, objetivo que mantuvo aun despuйs de la derrota.

Ъnicamente le impulsaban motivos polнticos. Poseнa sin duda un ejйrcito curtido en las batallas, pero que sуlo podнa mantener su alto nivel operativo con la lucha constante. Las campaсas aportaban ademбs botнn, y casi nada era mбs necesario. «De cuando en cuando los grandes tenнan que recibir su premio para mantenerlos bien dispuestos, y sуlo mediante la generosidad podнan ganarse nuevos vasallos» (De Bayac). Desde su comienzo el Estado carolingio fue un Estado depredador, y continuу siйndolo incluso con una tendencia creciente. Precisamente bajo Carlos «el Grande» no se viviу mбs que de rapiсa... y de la ayuda de Dios.

Ahora bien, al otro lado de los Pirineos, en el noroeste montaсoso de la penнnsula ibйrica, en Asturias y Galicia, quedaba todavнa un pequeсo territorio en manos cristianas. Pero los cristianos disfrutaban entonces la libertad religiosa y de un trato amable por parte de «los infieles». Y hay que decir en general que «en Espaсa los бrabes siempre practicaron una tolerancia mayor de la que ellos recibieron mбs tarde por parte de los cristianos» (Mьhibacher). Sуlo cronistas cristianos posteriores presentaron a sus compaсeros de fe gimiendo «en Espaсa bajo el yugo de los sarracenos» y a Carlos «acudiendo en ayuda de la Iglesia perseguida». En realidad el piadoso soberano nunca llevу ayuda al reino cristiano de Asturias, fundado en tiempos por los visigodos. Mбs bien empezу atacando a una ciudad cristiana, y su ъltima experiencia hispana, ya de regreso, fue el escarmiento sangriento que le infligieron los vascos cristianos. 16

Con un ejйrcito extraordinariamente fuerte -segъn los informadores, el mayor de cuantos jamбs habнa reunido- marchу a comienzos del invierno del 777 y cruzу los Pirineos «con la asistencia de Dios», segъn escribнa el 840 un biуgrafo de Luis el Piadoso. «Pues el sentimiento del rey... no querнa ser ni menor que Pompeyo ni mбs indolente que Anнbal, quienes con gran esfuerzo y daсo para sн mismos y para los suyos supieron superar en tiempos las dificultades de aquella regiуn. » Cierto que, segъn Einhard, Carlos conquistу todas las ciudades y burgos a los que puso cerco; mas no pudo avanzar mбs allб de Zaragoza. El valн o gobernador al-Husaнn le cerrу allн las puertas, y a lo que parece Carlos emprendiу la retirada a los pocos dнas, sin que se sepa hasta hoy quй le decidiу a interrumpir dolorosamente «la expediciуn militar sin duda mбs grande de su vida» (Braunfeis).

De retirada destruyу la ciudad vasca de Pamplona. Y, cuando en agosto del 778, su ejйrcito armado hasta los dientes y formando una fila casi interminable volvнa a pasar por los estrechos desfiladeros de los densos bosques pirenaicos, los vascos guiados por los hijos de Suleiman -que liberaron allн a su padre- cayeron sobre la retaguardia de Carlos, empujaron a los soldados cogidos totalmente por sorpresa y presas del pбnico hasta el valle, «abatiйndolos hasta el ъltimo hombre en la carnicerнa que siguiу» (Einhard). Era el 15 de agosto, y tal vez en Ron-cesvalles, lugar en que la leyenda sitъa la batalla.

Allн perecieron muchos de los francos mбs ilustres, y entre ellos el trinchante del rey Ekkehard -cuya inscripciуn funeraria es la ъnica que da la fecha del 15 de agosto-, el comandante de la guardia palatina, el conde Anselmo, y el gobernador de Bretaсa, margrave Hruotland (Roldan), al que en el siglo xn cantaron y exaltaron la antigua epopeya nacional francesa, conocida como Chanson de Roland, y la alemana Ruo-lantesliet (Canciуn de Roland) del clйrigo ratisbonense Konrad, cuyo hйroe se alza todavнa hoy en piedra delante del suntuoso ayuntamiento de Bremen. Einhard se lamenta: «Hasta hoy no ha podido vengarse el desgraciado suceso, pues el enemigo despuйs de cometer el hecho se dispersу de tal modo, que no hay indicio alguno de dуnde pueda encontrarse». Y los Anales del reino consignan: «Esta pйrdida se extendiу como una nube sobre el corazуn de rey ocultando una gran parte de los йxitos en Espaсa». Ranke, en cambio, hace esta observaciуn: «Puede decirse que aquн empezaron las cruzadas». 17

El intermezzo hispбnico de Carlos habнa fracasado. Incluso lo que habнa ganado pronto volviу a perderlo y todos cuantos habнan colaborado con el enemigo, fuesen cristianos o sarracenos, se pasaron al omeya. De ahн que el rey intentase con mayor ahнnco desquitarse con los sajones.

 

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