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División del reino y rebelión de los señores de Auvernia




 

 

El reino de Clodoveo se dividió casi aequa lance, casi a partes iguales, pasando en principio a sus cuatro hijos: todos «reyes de los francos» por igual; todos herederos con los mismos derechos, segú n la norma germana de sucesió n; todos cató licos y todos —excepció n hecha de Teu-dorico I, el mayor, que Clodoveo tuvo hacia 485 con una concubina, que por lo demá s no desempeñ ó ningú n papel, pues era la sangre real del padre la que decidí a— con una santa por madre. Y todos llevaron tambié n una vida llena de crueldades espantosas, de guerras y campañ as militares. En la acreditada tradició n del padre ampliaron sistemá ticamente el reino y conquistaron Turingia (531), Burgundia (533-534) y Provenza (537). A las mencionadas anexiones se sumaron numerosas correrí as en busca de botí n, en un tiempo extraordinariamente revuelto, en una de las é pocas má s tenebrosas y sangrientas de la historia, rebosante de desó rdenes y brutalidad, fratricidios, guerras entre hermanos y traiciones, en una carrera desatada «por el poder y la riqueza» (Buchner), en un «insensato afá n de botí n y de matanzas» (Schulze). 3

Pero hasta los historiadores crí ticos se postran (agradecidos) de rodillas ante la «fundació n del reino» de los merovingios, ante el puente que tendieron «entre la Antigü edad y la Edad Media», ante su contribució n al triunfo «del cristianismo cató lico», a la alianza «entre trono y altar»... ¡ Como si todo ello no hubiese hecho mucho má s truculenta la historia!

Las fronteras de las cuatro particiones del reino no constan con suficiente precisió n.

La que mejor conocemos es la herencia de Teudorico I (511-533). El presunto Hugdietrich de la saga recibió la parte del leó n con la capital, Reims; un territorio en el que quedaba rudimentariamente inserta lo que má s tarde serí a Austria con su població n proponderantemente germá nica: todo el este, desde Burgundia hasta Renania, y tal vez ya incluso hasta la regió n de Fritziar y Kassel, así como grandes territorios que


habí an pertenecido a los alamanes, cual era el caso de la Aquitania oriental. Pero cada uno de los hijos obtuvo una parte de las tierras aqui-tanas al sur del Loira, de las que el padre se habí a adueñ ado; tres de ellas eran exclaves.

Clorario 1 (511-561), el menor de los hijos de Clodoveo, y tal vez sin haber cumplido todaví a los doce añ os, la edad sá lica para alcanzar la mayorí a, obtuvo principalmente el territorio de los francos salios con las ciudades reales de Tournai y Cambrai. Comprendí a por lo mismo el antiguo territorio franco entre la costa del Canal de la Mancha, el Som-me y la Selva carboní fera, aproximadamente con las mismas fronteras que tení a antes de las incursiones depredatorias de su progenitor. Como sede del gobierno Clorario eligió Soissons, en el extremo meridional. La Francia meridional y occidental correspondió a Clodomer y a Childeberto respectivamente.

Clodomer (511-524) tení a alrededor de quince añ os al morir su padre y gobernó como rey de Aquitania occidental, el territorio má s al norte del Loira medio, en Orleans. Y Childeberto I (511-558) controló las tierras costeras desde el Somme hasta Bretañ a; residió en Parí s, la capital indiscutible. 4

Poco es lo que se sabe sobre el primer perí odo de gobierno de estos cuatro reyes. Desde el comienzo existió entre ellos una rivalidad, favorecida por la estrecha proximidad de las cuatro residencias reales —Reims, Soissons, Parí s, Orleans— en el corazó n mismo del reino. Y curiosamente, lo que no deja de parecer bastante grotesco, simbolizaban su «unidad ideal». 5

Con una sublevació n en Auvernia, probablemente hacia 520, intentó Childeberto hacerse con el territorio de Teuderico, quien todaví a operaba en Turingia, pero que despué s aplastó la rebelió n y devastó Auvernia, incluida la dió cesis de san Quintiniano, obispo de Clermont. Llevó «la desolació n y la ruina por doquier», incendió burgos, profanó templos cató licos cometiendo en ellos «muchas maldades», como el asesinato del sacerdote Pró culo, al que mató «de manera infame sobre el altar de la iglesia». Mientras tanto Childeberto atacó a los visigodos y una parte de sus rapiñ as —entre las que hay que mencionar «60 cá lices, 15 patenas, 20 receptá culos de evangeliarios, todos de oro puro y adornados con piedras preciosas»— la donó «a las iglesias y templos de los santos» (Gregorio de Tours). Y aunque despué s firmó la paz con su hermanastro mayor Teuderico (asesino de parientes como su padre, aunque de calibre menor), é ste, pese al juramento y a la entrega de rehenes, pronto fue batido de nuevo y «muchos hijos de senadores fueron reducidos a esclavitud» (Fredegar). 6


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