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El extraviado engaño de las teologías Adventistas Y Russelistas acerca de la “mortalidad” del alma




El extraviado engañ o de las teologí as Adventistas Y Russelistas acerca de la “mortalidad” del alma

Hablando acerca de la experiencia donde el rey Saú l habla con el espí ritu del difunto profeta Samuel [algo prohibido por la Ley Divina], la Escritura dice [en tres ocasiones distintas] que fue el mismo Samuel quien habló con Saú l. Como esta escrito: « Y Samuel dijo… entonces Samuel dijo… por las palabras de Samuel » (1 Samuel 28: 15-20).
Antes de nada, debemos recordar que tanto la Escritura Hebrea como la Cristiana afirman categó ricamente que la Ley de Dios es la verdad (Salmo 119: 142). Y tanto para Judí os como Cristianos lo anterior significa que no hay mentira alguna en las palabras adscritas tanto a la Ley, como a los Salmos y los Profetas.
Desafortunadamente, Sataná s siempre intenta oponerse a las verdades Divinas reveladas en la Ley de Dios. Por eso, si la Ley dice [en tres ocasiones, segun el texto en 1 Samuel 28: 15-20] que fue Samuel quien habló con Saú l [demostrando así que hay vida despué s de la muerte]; entonces viene Sataná s y utiliza a personas como Elena G. De White o Charles Taze Russell (que en paz descansen), para negar la Escritura, y decir en cambio que no fue el profeta Samuel [sino un Demonio] quien habló con el rey Saú l.
¿ Y por que niega Sataná s esta verdad tan auto-evidente? Pues para extraviar al hombre; es decir, a fin de que el pecador se sienta envalentonado a continuar pecando; no teniendo temor alguno de que, inmediatamente despué s de su muerte, tenga que enfrentar el castigo por sus pecados.

 

Apá rtese de toda conducta ilegal, o criminal

Quien viola la Ley de los hombres, se inmiscuye en actividad ilegal. Y si la violació n es de tal naturaleza que el castigo prescrito por la Ley es pena capital, es porque la gravedad de tal conducta amerita que sea considerada un crimen. Y lo mismo sucede con la Ley de Dios, que prescribe castigos ligeros (confesió n, restitució n, multas, azotes, etc) para las violaciones menores, pero prescribe la pena capital para aquellas violaciones cuya naturaleza es tan seria y/o corrupta que amerita sean consideradas como criminales (el secuestro, la esclavizació n, el incesto publico, el publico adulterio, la abierta homosexualidad, etc).
Y ya que, a diferencia de la ley de los hombres, nadie puede violar la Ley de Dios quedando impune, el creyente debe entonces alejarse de toda conducta ilegal (que viole lo ordenado en las dos tablas de piedra), así como de toda aquella conducta que la Ley Divina considere ser criminal (la idolatrí a, el ocultismo, el fraude, el adulterio, el incesto publico, la pedofilia, la zoofilia, la homosexualidad, el lesbianismo, etc)

 

¿ Como se practican los valores del Samaritanismo Reformado?

Primero que nada, dirí jase a todos respetuosamente, utilizando el articulo de " usted"; es decir, muestre a otros el mismo respeto que desearí a que otros le mostrasen a usted mismo. Segundo, siempre que tenga que juzgar o criticar a su pró jimo, haga una pausa para decir: " Aunque, en el ú ltimo aná lisis, ¿ quien soy yo para juzgar o condenar a nadie? ". Tercero, cuando salude personalmente a alguien, trate siempre de inclinarse ligeramente hacia el frente, mientras une sus dos manos(en señ al de sumisió n a los diez mandamientos) y dice: " ¡ Bendiciones! " (Shalom). Una vez haya incorporado estas tres reglas bá sicas de conducta, haga su mas honesto y sincero esfuerzo por observar lo siguiente:

1) Creer en la existencia de Adonai Yah (י ה ו ה ), Creador del universo, y Juez de toda la tierra; el Dios del pacto de circuncisió n hecho con Avraham, con Isaac, con Jacob, y con toda la casa de Israel.
2) No tener otro Dios fuera de Adonai Yah; Entender que, si bien tenemos el deber de honrar y respetar a quienes han hablado en nombre de Dios (Moisé s, Jesus, Muhammad, El Dalai Lama, etc. ), nadie fuera de Adonai, es digno de absoluta obediencia y pleitesí a, pues fuera de Adonai, no hay nadie perfectamente bueno. Entender que, el hombre que demanda la absoluta obediencia y pleitesí a de su pró jimo, se exalta exageradamente a si mismo, y “roba” una gloria y una honra que solo pertenecen a Adonai. Con esta aptitud, ese hombre comete el pecado de idolatrí a, pues demanda pleitesí a para quien no es el verdadero Dios.
3) No hacer con nuestras manos (ni con nuestra mente) ninguna imagen fí sica de Adonai Yah; no rendir pleitesí a a ninguna figura o imagen, pues esto conduce a la falsa idea de que Dios está solamente allí, donde se encuentra aquella imagen.
4) No postrarnos en oració n ante ningú n otro ser, fuera de Adonai Yah; no dar a ningú n otro ser la suprema pleitesí a y obediencia que se nos ha ordenado dar solamente a Yah.
5) No Tomar el Nombre de Adonai en Vano; Reverenciar el significado oculto de su nombre (י ה ו ה ), pronunciá ndolo como " Adonai Yah" (el Señ or, el nombre por medio del cual reina sobre toda su Creació n), Elohim (el nombre por medio del cual juzga al Universo), " Ha Shem" (palabras que literalmente significan “El Nombre”), " El Shaddai" (el Suficiente, Omnipotente Proveedor), " El Padre Celestial", " El Eterno", “El Creador”, “El Dios de Avraham”, “El Escudo de Israel”, etc.
6) Santificar el Shabbat (dí a Sá bado), no invirtié ndolo en obtener beneficio material alguno, sino purificando con agua nuestras vidas; mostrando misericordia hacia los que sufren; compartiendo nuestra comida y nuestra bebida; abstenié ndonos de toda contienda y disensió n; y estudiando juntos los mandamientos y leyes de Adonai Yah.
7) Honrar y respetar a nuestros Padres (los padres fí sicos, los espirituales, y los nacionales), a fin de aprender a respetar y honrar a todos los hombres; dando siempre prioridad a la honra y el respeto debidos a Adonai Yah.
8) Obedecer el orden moral establecido por Adonai: Abstenerse del adulterio, de la fornicació n, y de la homosexualidad. Abstenerse de las practicas que promueven esa inmoralidad: la ropa corta, ajustada y provocativa; el lenguaje profano, y el doble sentido; respetar la debida separació n de los sexos, tanto en la adoració n publica, como en la vida privada. Que el joven deje crecer su barba, y cubra su cabeza. Así mismo, que la joven cubra su cabeza, y vista ropa larga y holgada.
9) No robar los bienes de nadie; no robar (por medio de la calumnia o la difamació n) el honor de ningú n hombre piadoso; no tomar ventaja de la bondad de nuestro pró jimo, ni hacer al pró jimo (ya sea con nuestros hechos, o con nuestras aptitudes) aquellas cosas que no nos gustarí a que nos hicieran a nosotros mismos. Abstenerse de todo tipo de fraude, usura, y oportunismo.
10) No mentir; No decir algo que, si bien podrí a ser cierto, no busca en realidad glorificar a Dios, promoviendo la justicia, la misericordia, y la humildad; sino el que la gente nos rinda pleitesí a, adulació n, o sometimiento. No decir una cosa con la boca, pero otra con el corazó n. Hablar lo menos posible, y nunca asentir externamente con nada que nuestra conciencia dicte ser injusto, cruel, arrogante, o contrario a lo ordenado en las dos tablas de piedra.
11) No codiciar las propiedades fí sicas, la posició n social; ni el orden natural que ha dado Dios a nuestro pró jimo: Que el que tiene ojos negros, no codicie tener ojos azules; Que el que es de piel oscura, no codicie ser de piel blanca; Que la que tiene el rol de mujer, no codicie el rol del hombre; ni el que es hombre, codicie el rol de la mujer; Que el que es corto de estatura, no codicie ser alto de estatura; Que el que es descendiente de Hebreos Españ oles, no codicie ser descendiente de Hebreos Alemanes. Estar satisfecho con lo que nos ha dado Adonai; sabiendo que, el ú nico tesoro realmente duradero, es la recompensa que nos dará Yah por todo el bien que hagamos durante nuestro peregrinaje en este mundo. Entender que, el aprender, el vivir, y el enseñ ar a otros lo ordenado en las dos tablas de piedra, es el tesoro que Dios anhela que todos codiciemos.
12) Nunca aceptar como inspirado ningú n libro, ninguna doctrina, ni ningú n mensajero que niegue (o ponga en tela de juicio) la vigencia del mandato Divino que nos exhorta a guardar los diez mandamientos, y a meditar en ellos dí a y noche; como está escrito, «Nunca se apartara de tu boca este libro de La Ley, sino que de dí a y de noche meditaras en el, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en el está escrito; porque entonces hará s prosperar tu camino, y todo te saldrá bien» -Josué 1: 8. Nunca dejar de alimentarnos espiritualmente del Creador, postrá ndonos ante É l en oració n (tres veces al dí a), escudriñ ando su Torah, y rogando que su " Ruaj Ha Kodesh" (Espí ritu Santo) repose sobre nuestras vidas, tal y como lo hizo sobre Moshe Ravenu (nuestro maestro Moisé s).

 

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