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Algunas de las razones por las cuales algunos creyentes cristianos abrazan secretamente la fe del Samaritanismo Reformado




Dios ama la verdad, así que cuando designaba a un “Mesí as” (o a un “ungido”), lo hacia de forma clara y pú blica, no dando lugar a inciertas conjeturas, ni a falsas especulaciones

La Escritura Hebrea muestra que, cuando el Dios de Israel se proponí a utilizar algú n personaje [a fin de llevar a cabo una tarea importante], era el mismo Creador quien identificaba de forma clara y explí cita a tal personaje. En otras palabras, el Creador mostraba claramente [y sin margen alguna para la conjetura o la especulació n], quié n habrí a de ser el representante ante Dios de su Pueblo; quié n habrí a de ser el sumo Sacerdote; quié n habrí a de ser el nuevo Juez; quié n habrí a de ser el Rey de Israel; quié n habrí a de ser el Profeta, o quié n habrí a de ser el Lí der ungido.
Así, vemos a י ה ו ה (Adonai Yah, el Dios de Israel) designando explí citamente a Moisé s como el mediador entre Dios y su Pueblo (“El sonido de la bocina iba aumentando en extremo; MOISÉ S HABLABA, Y DIOS LE RESPONDÍ A CON VOZ TRONANTE. Y descendió el Dios de Israel sobre el monte Sinaí, sobre la cumbre del monte; Y LLAMÓ EL DIOS DE ISRAEL A MOISÉ S A LA CUMBRE DEL MONTE... ”- É xodo 19: 19-20).
De igual modo, Adonai Yah designa explí citamente a Aaró n y a sus hijos, como jefes de los sacerdotes de Israel (“HARÁ S LLEGAR DELANTE DE TI A AARÓ N TU HERMANO, Y A SUS HIJOS CONSIGO, DE ENTRE LOS HIJOS DE ISRAEL, PARA QUE SEAN MIS SACERDOTES; a Aaró n y a Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar hijos de Aaró n.. ”- É xodo 28: 1).
Adonai Yah designa explí citamente a Bezaleel, como arquitecto del taberná culo de Dios (“Mira, YO HE LLAMADO POR NOMBRE A BEZALEEL HIJO DE URI, HIJO DE HUR, DE LA TRIBU DE JUDÁ; y lo he llenado del Espí ritu de Dios, en sabidurí a y en inteligencia, en ciencia y en todo arte”- É xodo 31: 2-3).
Adonai Yah designa explí citamente a Josué, como caudillo militar de Israel (“Yah tu Dios, É l pasa delante de ti; É l destruirá a estas naciones delante de ti, y las heredará s; JOSUÉ SERÁ EL QUE PASARÁ DELANTE DE TI, COMO YAH HA DICHO... Y Yah dijo a Moisé s: He aquí se ha acercado el dí a de tu muerte; LLAMA A JOSUÉ, Y ESPERAD EN EL TABERNÁ CULO DE REUNIÓ N, PARA QUE YO LE DÉ [PUBLICAMENTE] EL CARGO”- Deut. 31: 3, & 14).
Yah designa explí citamente a Samuel, como futuro profeta [y Juez] de Israel (“Llamando, pues, Elí a Samuel, le dijo... ¿ QUÉ ES LA PALABRA QUE TE HABLÓ [EL CREADOR]? Te ruego que no me la encubras... Y Samuel se lo manifestó todo, sin encubrirle nada... Y SAMUEL CRECIÓ, Y EL CREADOR ESTABA CON É L, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras. Y TODO ISRAEL, DESDE DAN HASTA BEERSEBA, CONOCIÓ QUE SAMUEL ERA FIEL PROFETA DEL SEÑ OR”- 1 Samuel 3: 16-20).
Adonai Yah designa explí citamente a David, como Rey de Israel («Entonces dijo Samuel a Isaí: ¿ Son é stos todos tus hijos? Y é l respondió: QUEDA AÚ N [DAVID] EL MENOR, QUE APACIENTA LAS OVEJAS... ENVIÓ, PUES, POR É L, Y LE HIZO ENTRAR... ENTONCES EL CREADOR DIJO [A SAMUEL]: LEVÁ NTATE Y Ú NGELO, PORQUE É STE ES [EL REY DE ISRAEL]. Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos»- 1 Samuel 16: 11-13).
Adonai Yah designa explí citamente a Elí as, como profeta de Israel (“Cuando llegó la hora de ofrecer el holocausto, se acercó el profeta Elí as, y dijo- Adonai Yah, Dios de Abraham, de Isaac, y de Israel, SEA HOY MANIFIESTO QUE TU ERES DIOS EN ISRAEL, Y QUE YO SOY TU SIERVO, y que por mandato tuyo he hecho todas estas cosas... ENTONCES CAYO FUEGO DE ADONAI, Y CONSUMIO EL HOLOCAUSTO, LA LEÑ A, LAS PIEDRAS Y EL POLVO, y aú n lamió el agua que estaba en la zanja. VIENDOLO TODO EL PUEBLO, SE POSTRARON Y DIJERON- ¡ YAH ES EL DIOS!, ¡ Yah es el Dios! ”- 1 Reyes 18: 36-39).
Adonai Yah designa explí citamente al rey Josí as, como la persona que habrí a de destruir el altar pagano construido en Betel por el rey Jeroboam (“He aquí que un varó n de Dios por palabra de Yah vino de Judá a Bet-el; y estando Jeroboam junto al altar para quemar incienso, aqué l clamó contra el altar por palabra de Yah y dijo: Altar, altar, así ha dicho Yah: HE AQUÍ QUE A LA CASA DE DAVID NACERÁ UN HIJO LLAMADO JOSÍ AS, EL CUAL SACRIFICARÁ SOBRE TI A LOS SACERDOTES DE LOS LUGARES ALTOS QUE QUEMAN SOBRE TI INCIENSO, Y SOBRE TI QUEMARÁ N HUESOS DE HOMBRES”- 1 Reyes 13: 1-2).
Finalmente, Adonai Ya designa explí citamente a el rey Ciro, como quien habrí a de re-edificar el Templo de Jerusalé n («Yo, el que despierta la palabra de su siervo... que dice a Jerusalé n: Será s habitada; y a las ciudades de Judá: Reconstruidas será n, y sus ruinas reedificaré... QUE DICE DE CIRO: “ES MI PASTOR, Y CUMPLIRÁ TODO LO QUE YO QUIERO, AL DECIR A JERUSALÉ N: SERÁ S EDIFICADA; Y AL TEMPLO: SERÁ S FUNDADO... ”»- Isaí as 44: 26-28).
De hecho, el Dios de Israel era tan meticuloso en dejar claro quienes eran sus instrumentos escogidos, que aú n para la realizació n de un simple censo, designa explí citamente el nombre y la familia de aquellos que habrí an de actuar como funcionarios. Como esta escrito: «Habló Yah a Moisé s en el desierto de Sinaí... diciendo: “TOMAD EL CENSO DE TODA LA CONGREGACIÓ N DE LOS HIJOS DE ISRAEL por sus familias... los contaré is tú y Aaró n... Y ESTARÁ CON VOSOTROS UN VARÓ N DE CADA TRIBU... ESTOS SON LOS NOMBRES DE LOS VARONES QUE ESTARÁ N CON VOSOTROS: De la tribu de Rubé n, Elisur hijo de Sedeur. De Simeó n, Selumiel hijo de Zurisadai. De Judá, Naasó n hijo de Aminadab. De Isacar, Natanael hijo de Zuar. De Zabuló n, Eliab hijo de Heló n. De los hijos de José: de Efraí n, Elisama hijo de Amiud; de Manasé s, Gamaliel hijo de Pedasur. De Benjamí n, Abidá n hijo de Gedeoni. De Dan, Ahiezer hijo de Amisadai. De Aser, Pagiel hijo de Ocrá n... ESTOS ERAN LOS NOMBRADOS [POR DIOS] DE ENTRE LA CONGREGACIÓ N, prí ncipes de las tribus de sus padres... »- Nú meros 1: 1-16.
¿ Que intenta mostrarnos el Creador por medio de los anteriores versos de la Escritura? Pues intenta mostrarnos que, el Dios de Israel (bendito sea), no es un Dios que sanciona la especulació n, la conjetura, la confusió n, la duda, ni la ambigü edad. En otras palabras, cuando el Creador desea exaltar a un Mesí as (y la palabra Hebrea que traducimos como “Mesias” literalmente significa “ungido”), para que Israel se someta al liderato de este ú ltimo, El Creador identifica claramente el nombre [y la genealogí a] de tal ungido, de suerte que Israel no tenga duda alguna acerca de la veracidad de su ministerio.
Y, aú n si se diese el caso de que alguien retase a tal ungido [como fue el caso con Coré, así como con los sacerdotes de Baal], Dios obra los milagros y los prodigios requeridos para que se disipen las tinieblas de la conjetura y de la incertidumbre, de suerte que brille en cambio la luz de la certeza y la verdad.
En resumen, si Israel duda de la veracidad del ministerio profé tico de alguien que haya reclamado ser un “Mesí as” ( o un “ungido”) de Dios, es probable que se deba al hecho de que Yah no ha mostrado de forma inequí voca su deseo de que Israel reconozca el liderato de tal ungido. ¿ Y por que? Pues porque el Creador quizá s no desea que el ministerio de tal persona sea dirigido hacia al pueblo Hebreo, sino en cambio hacia algú n otro Pueblo que lo necesite [como podrí a ser el caso con el pueblo Griego, el Pueblo Romano, el Pueblo Á rabe, etc].

 

Algunas de las razones por las cuales algunos creyentes cristianos abrazan secretamente la fe del Samaritanismo Reformado

A menudo, la lectura objetiva y sosegada de los nobles escritos Cristianos conduce a muchas personas a cuestionar seriamente la interpretació n que, tanto de las enseñ anzas del Maestro de Galilea (paz sea con é l), como de la Biblia Hebrea, articularon los compiladores de tales escritos. A continuació n consideraremos algunas de las contradicciones que conducen a algunos cristianos a abrazar [secretamente] la teologí a del Samaritanismo Reformado:

1) En el evangelio de Juan, capitulo 1, y verso 21, los escribas y fariseos preguntan a Juan el bautista, si este era Elí as, y Juan les contesta categó ricamente que no lo es. El texto dice así: “Y le preguntaron: ¿ Qué pues? ¿ Eres tú Elí as? Dijo: No soy. ¿ Eres tú el profeta? Y respondió: No”. Pero, a pesar de lo que dice el anterior texto, el verso en Mateo 11: 14 cita a Jesú s (paz y bendició n sean con é l) diciendo lo contrario, dando a entender que, en efecto, Juan era Elí as: “Y si queré is recibirlo, el es aquel Elí as que habí a de venir”.

2) En Juan 14: 9, Jesú s es citado diciendo: “El que me ha visto a mi, ha visto al Padre”. Pero, a pesar de estas palabras atribuidas al mismo Jesú s, casi 60 añ os mas tarde encontramos al apó stol Juan afirmando lo contrario, pues 1ra Juan 4: 12 dice así: “Nadie ha visto jamá s a Dios”.

3) En Gá latas 5: 2, el apó stol Pablo (que Dios se agrade de é l) es citado diciendo que, quien se circuncida, ya no obtiene provecho de Cristo. El texto dice: “He aquí, yo Pablo os digo que, si os circuncidá is, de nada os aprovechara Cristo”. Pero, a la vez que se cita al apó stol diciendo esto, se nos dice en Hechos 16: 3 que el mismo Pablo procedió a circuncidar a Timoteo, a fin de que este pudiera acompañ arle en sus viajes misioneros. El verso dice: “Este quiso Pablo que fuese con é l; y tomá ndole, le circuncidó por causa de los Hebreos que estaban en aquellos lugares; porque todos sabí an que su padre era Griego”.

4) En Romanos 3: 10-11 Pablo es citado diciendo que no hay ningú n hombre que sea justo- “... No hay justo, ni aú n uno; no hay quien entienda, No hay quien busque a Dios”. Pero este postulado contradice la escritura que por 1, 500 añ os habí a sido aceptada (aú n por el mismo Jesú s de Nazaret) como la incuestionable Palabra de Dios; y es que Gé nesis 6: 9 nos informa que Noé era justo. El texto dice así : “... Noé, varó n JUSTO, era perfecto en sus generaciones; con Dios camino Noé ”. No solo esto, sino que las palabras de Pablo contradicen el texto en 2da Pedro 2: 7, que aclara que Lot tambié n era justo. El texto dice: “… y libró al JUSTO Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados”. Las palabras de Pablo tambié n contradicen los Evangelios, pues en Mateo 1: 19 se nos dice lo siguiente: “José su marido, como era JUSTO y no querí a infamarla, quiso dejarla secretamente”. Tambié n contradicen las palabras en Lucas 1: 6, donde se nos informa que Zacarí as y Elisabeth eran ambos justos. El texto dice así: “Y eran ambos (entié ndase, Zacarí as y Elisabeth) justos delante de Dios, andando sin reprensió n en todos los mandamientos y estatutos del Señ or”.

5) Con respecto a la resurrecció n de los muertos, Pablo dice que el cuerpo que ha de resucitar no es uno carnal, sino espiritual pues, segú n el apó stol, la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios. 1ra Corintios 15: 44 dice así: “Se siembra cuerpo animal, resucitara cuerpo espiritual.... ”. Tambié n nos informa el apó stol, en 1ra Corintios 15: 20, que Cristo fue la primicia (el primero en resucitar) de entre los que durmieron (entié ndase, de los que murieron). El texto dice así: “Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos, primicias de los que durmieron es hecho”. Pero el anterior texto contradice el evangelio, que dice que Cristo resucitó en un cuerpo de carne y huesos. En Lucas 24: 39 se cita a Jesú s diciendo las siguientes palabras: “Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad y ved; porque un espí ritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo”.

6) En el Nuevo Testamento, el apó stol Pablo enseñ a que, sin derramamiento de sangre, no hay remisió n de pecados; y por ende, tampoco hay entrada en la vida eterna. Hebreos 9: 22 dice así: “... Y casi todo es purificado, segú n la ley, con sangre, y sin derramamiento de sangre, no se hace remisió n”. Es decir, Pablo enseñ a que para obtener el perdó n de los pecados se requiere de un sacrificio literal, donde alguien derrame su sangre por nosotros. Pero la realidad era que, en el contexto ritual de la Ley Hebrea, casi todo se purificaba con agua, y no con sangre. Es decir, cuando algo se habí a contaminado, hacié ndose por ello impuro para el servicio divino, se hacia purificació n sumergié ndolo en agua (aú n las personas que habí an sido declaradas impuras, obtení an la purificació n por medio de la inmersió n en agua). Un buen ejemplo de esto lo eran las mujeres, quienes, luego de su periodo de impureza, eran purificadas sumergié ndose en un bañ o ritual, o “mikveh”. No solo esto, sino que las palabras de Hebreos 9: 22 contradecí an el espí ritu de la Ley que encarnaba tal rito de purificació n en agua. Es que el agua era sí mbolo de las lá grimas, de suerte que lo que se intima es que el alma es purificada con las sagradas aguas [lá grimas] de sincero arrepentimiento. Y esta verdad estaba confirmada en el texto del Salmo 51: 17, que reza así: “Los sacrificios de Dios son el espí ritu quebrantado; al corazó n contrito y humillado no despreciaras tu, oh Dios”. Es que durante siglos las Escrituras Hebreas habí an enseñ ado que la manera en que el hombre obtení a el perdó n de sus pecados era humillá ndose ante Dios, y convirtié ndose de su mal camino; en otras palabras, arrepintié ndose de corazó n. Un claro ejemplo de esto era 2da Cró nicas 7: 14. Allí se nos dice lo siguiente: “Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos, entonces YO OIRÉ DESDE LOS CIELOS, Y PERDONARE SUS PECADOS, y sanare su tierra". De igual manera, Jeremí as 36: 3 enseñ aba que Dios perdona el pecado del corazó n arrepentido, sin necesidad de sacrificio alguno. Como esta escrito: “Quizá oirá la casa de Judá todo el mal que yo pienso hacerles, para volverse cada uno de su mal camino, y yo perdonaré su maldad, y su pecado”.

7) El Nuevo Testamento enseñ a que la entrada a la vida eterna no se obtiene por medio de hacer obra alguna, sino por confesar que Jesú s es el Señ or Dios, que resucito de los muertos. Romanos 10: 9 dice así: “Que si confesares con tu boca que Jesú s es el Señ or, y creyeres en tu corazó n que Dios le levanto de los muertos, será s salvo”. Pero este texto contradice las palabras del Galileo, quien en Mateo 7: 21 dijo que lo que anhelaba no era que se refirieran a é l como “Señ or”, sino que se obedeciera a Dios. El texto reza así: “No todo el que me dice Señ or, Señ or, entrara en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. Y con respecto a cual es la voluntad del Padre celestial, Lucas 10: 25-28 aclara que es amar a Dios y al pró jimo, es decir, vivir una vida de arrepentimiento. Como esta escrito: «… Maestro, ¿ haciendo que cosa heredare la vida eterna? El le dijo, “¿ Que está escrito en la Ley?, ¿ Como lees? ” Aquel, respondiendo, dijo: “amará s al Señ or tu Dios con todo tu corazó n, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu pró jimo como a ti mismo”. Y le dijo (Jesú s): “Bien haz respondido; HAZ ESTO Y VIVIRÁ S”».

8) El escritor del evangelio de Juan, capitulo 5, verso 18, nos dice que, al decir Jesú s que Dios era su Padre, Jesú s se estaba haciendo a sí mismo igual a Dios. El texto dice así: “Por esto los Hebreos aú n mas procuraban matarle, porque no solo quebrantaba el dí a de reposo, sino que tambié n decí a que Dios era su propio Padre, hacié ndose igual a Dios”. Pero el pro­blema con el texto que acabamos de leer es que contradice otros textos del mismo Nuevo Testamento, donde otras personas son llamadas “hijos de Dios”, sin necesariamente implicar que fuesen iguales a Dios. Uno de estos pasajes es Mateo 5: 9, donde se dice que todo hombre pacificador, es un hijo de Dios. El texto dice así: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos eran llamados “HIJOS DE DIOS”. Otro de estos pasajes es Lucas 3: 38, donde nos dice que Adá n era hijo de Dios. El texto termina diciendo así: ”... Hijo de Enó s, hijo de Set, hijo de Adá n, HIJO DE DIOS”.

9) Otro ejemplo en el cual el Nuevo testamento contradice las Escrituras es que en el libro de Hechos, capitulo 7, y verso 14, se nos dice que el numero de personas que subieron a Egipto con Jacob fue setenta y cinco. Pero Gé nesis 46: 27 dice que fueron setenta. Hechos 7: 14 dice así: “Y enviando José, hizo venir a su padre Jacob, y a toda su parentela, en nú mero de setenta y cinco personas”. Pero Gen. 46: 27 dice otra cosa. El texto dice así: “Y los hijos de José, que le nacieron en Egipto, eran dos: todas las personas de la casa de Jacob que vinieron a Egipto, eran setenta”.

10) Otra seria contradicció n es que en 1ra De Corintios 11: 14, el Nuevo testamento nos enseñ a que al hombre le es deshonroso dejarse crecer el cabello. El texto dice así: “La naturaleza misma ¿ no os enseñ a que al varó n le es deshonroso dejarse crecer el cabello? ”. Pero Jueces 13: 5 nos dice que cuando el á ngel le dijo a la mamá de Sansó n como debí a criar a su hijo, le ordenó que este debí a dejarse crecer el cabello. El texto dice así: “Pues he aquí que concebirá s y dará s a luz un hijo; y navaja no pasará sobre su cabeza, porque el niñ o será nazareo a Dios desde su nacimiento, y é l comenzará a salvar a Israel de mano de los filisteos”. No solo esto, sino que la presencia de Dios se apartó de Sansó n el mismo dí a en que su pelo fue cortado. El texto en Jueces 16: 19-20 dice así: «Y ella hizo que é l se durmiese sobre sus rodillas, y llamó a un hombre, quien le rapó las siete guedejas de su cabeza... Y le dijo: “¡ Sansó n, los filisteos sobre ti! ”. Y luego que despertó é l de su sueñ o, se dijo: “esta vez saldré como las otras y me escaparé ”. Pero é l no sabí a que El Señ or ya se habí a apartado de é l».

11) La imagen que a menudo proyectan los Evangelios, es una capaz de inducir en la psiquis de millones de lectores (gentiles), la idea de que los Hebreos (Judí os, Samaritanos, Esenios, Ebionitas, Karaí tas, etc) somos gente maligna y perversa; gente satá nica, capaz de realizar la mayor de todas las abominaciones- crucificar al Creador del Universo; quien, segú n el evangelio, se encarnó en la persona de Jesú s de Nazaret (paz sea con é l).
Y ya que el evangelio presenta a su hé roe (Jesú s) antagonizando contra todo lo que tenga que ver con los Hebreos, pues el lector se ve emocionalmente forzado a rechazar todo aquello que pueda identificarle con tales villanos; la Ley que los Hebreos guardaban, las fiestas sagradas (Yom Kippur, Pascua, Taberná culos, etc) que los Hebreos guardaban, y los mandamientos que los Hebreos guardaban.
Por eso, los evangelios citan a Jesú s diciendo, “Y en VUESTRA LEY está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero (es decir, en VUESTRA LEY, no en MI LEY)... ” - Juan 8: 1. Esto ú ltimo es afirmado en el pasaje de Juan 10: 34, donde se cita a Jesú s diciendo: “Respondió les Jesú s: ¿ No está escrito en VUESTRA LEY... ” (de nuevo, no en MI LEY, sino en VUESTRA LEY). Del mismo modo, el Evangelio dice: “Estaba cerca LA PASCUA, la FIESTA DE LOS JUDÍ OS (es decir, NO UNA FIESTA DE DIOS, ni de Jesú s y sus seguidores, sino DE LOS JUDÍ OS)” - Juan 6: 4.
Y, tambié n dice en otro lugar: “Estaba cerca LA FIESTA DE LOS JUDÍ OS; la de LOS TABERNÁ CULOS... (de nuevo, NO LA FIESTA DE JESÚ S y de sus seguidores, SINO LA DE SUS ENEMIGOS JUDÍ OS). De igual modo, los Evangelios distinguen entre, los mandamientos de Jesú s (el hé roe de la historia), y los mandamientos de los Judí os (los villanos de la narrativa). Acerca de Jesú s, el Evangelio dice: “El que tiene MIS MANDAMIENTOS, Y LOS GUARDA, aqué l es el que me ama; y el que me ama, SERÁ AMADO DE MI PADRE... ”- Juan 14: 21; Mientras que de los Hebreos dice: “Mas en vano me honran, Enseñ ando doctrinas y MANDAMIENTOS DE HOMBRES (DE LOS JUDÍ OS)” - Mateo 15: 9.
De este modo, el Evangelio hace de Jesú s (paz y bendició n sean con é l) el paradigma de todo lo que es bueno y noble; un hombre a quien aú n los espí ritus inmundos admiran y reconocen (“Y LOS ESPÍ RITUS INMUNDOS, al verle, SE POSTRABAN DELANTE DE É L, y daban voces, diciendo: ¡ TÚ ERES EL HIJO DE DIOS! ”- Marcos 3: 11). Pero, este mismo Evangelio, hace de los Hebreos algo peor que espí ritus inmundos (¡ los espí ritus inmundos tení an al menos suficiente “bondad” como para postrarse ante Jesú s! ).
El Evangelio presenta a los Hebreos como hijos de Sataná s; gente maligna y perversa; demonios asesinos y mentirosos, siempre dispuestos a hacer la voluntad de su padre el diablo. Como está escrito, “VOSOTROS (es decir vosotros LOS HEBREOS, con los cuales yo no tengo nada que ver) SOIS DE VUESTRO PADRE EL DIABLO, Y LOS DESEOS DE VUESTRO PADRE QUERÉ IS HACER. É L HA SIDO HOMICIDA DESDE EL PRINCIPIO, Y NO HA PERMANECIDO EN LA VERDAD, PORQUE NO HAY VERDAD EN É L. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque ES MENTIROSO, Y PADRE DE MENTIRA”- Juan 8: 44.
Así, el Evangelio implanta en el subconsciente de sus lectores (el mundo gentil), la idea de que los Hebreos son hijos del Diablo; que todo lo que los Hebreos predican, practican, y creen, está bajo maldició n Divina; no siendo otra cosa que el vano producto del engañ o y la mentira de aquellos que, en su dureza de corazó n, rehú san doblegarse ante el Dios encarnado en la persona de Jesú s.
Iró nicamente, esta mentalidad es en si misma la mayor de todas las vanidades; pues, en su inocente (pero extraviado) deseo de distanciarse de todo lo que evoque a los villanos de la narrativa, el gentil termina menospreciando la Ley de los Hebreos (que no es en realidad la Ley de los Hebreos, sino la Ley de Adonai Yah, el Dios de Israel; quien, luego de entregarla a los Hebreos, les ordenó guardarla)
De igual modo, terminan menospreciando las fiestas de los Hebreos (que no son en realidad las fiestas de los Hebreos, sino las fiestas de Adonai Yah, quien ordenó a los Hebreos guardarlas); termina menospreciando los mandamientos de los Hebreos (que, de nuevo, no son en realidad los mandamientos de los Hebreos, sino los mandamientos de Adonai Yah; quien luego de escribirlos en dos tablas de piedra, ordenó a los Hebreos guardarlos); y termina finalmente menospreciando a Adonai Yah, el Dios de los Hebreos (quien no es el Dios de los Hebreos, sino el Ú nico y Verdadero Dios, quien entregó a Israel la Ley, las Fiestas, y los Mandamientos), para ensalzar en cambio a Jesú s (el dios-hombre que, segú n los evangelios, no reconoció como suyas la Ley, las Fiestas, ni los mandamientos dados por Adonai Yah a Su pueblo Israel).

Así, los gentiles cristianos terminan sustituyendo la Ley de Adonai Yah, con la ley del Evangelio; las fiestas de Adonai Yah, con las fiestas del Cristianismo; los mandamientos de Adonai Yah, con los mandamientos de Jesú s y sus seguidores. Y, cuando llegan a esta etapa, se encuentra ya tan alejados de la verdad, que no pueden evitar sufrir el mismo extraví o que sufrieron antiguamente muchos de nuestros ancestros Samaritanos (que adoraban a má s de una deidad)- es decir, sirven a Adonai Yah (el Dios de Israel), a la misma vez que sirven a Jesú s (el hombre-dios de los gentiles).
Entonces, se cumple tambié n en ellos el verso que dice: «TEMÍ AN A ADONAI YAH, Y HONRABAN A SUS DIOSES (JESÚ S, PABLO, PEDRO, APOLOS, MARÍ A, ETC), segú n la costumbre de las gentes de donde habí an sido trasladados. Hasta hoy hacen como primero; que ni temen a Yah, ni guardan sus estatutos (los alimentos puros, la circuncisió n, etc), ni sus ordenanzas (las Fiestas Hebreas), ni hacen segú n la Ley (pues no siguen la Ley, sino el Evangelio) y los mandamientos (los diez mandamientos, que incluyen el Shabbat) que prescribió Adonai Yah (no Jesú s) a los hijos de Jacob (los Hebreos que el Evangelio maligniza), al cual puso el nombre de Israel; Con los cuales habí a Yah hecho pacto, y les mandó, diciendo:
“No temeré is a otros dioses, ni los adoraré is, ni les serviré is, ni les sacrificaré is: Mas a Yah, que os sacó de tierra de Egipto con grande poder y brazo extendido, a é ste temeré is, y a é ste adoraré is, y a é ste haré is sacrificio. LOS ESTATUTOS Y DERECHOS Y LEY Y MANDAMIENTOS QUE OS DIO POR ESCRITO, CUIDARÉ IS SIEMPRE DE PONERLOS POR OBRA, y no temeré is dioses ajenos. Y NO OLVIDARÉ IS EL PACTO QUE HICE CON VOSOTROS; ni temeré is dioses ajenos: Mas temed a Yah vuestro Dios, y É l os librará de mano de todos vuestros enemigos”. EMPERO ELLOS NO ESCUCHARON;
antes hicieron segú n su costumbre antigua. ASÍ TEMIERON A YAH AQUELLAS GENTES, Y JUNTAMENTE SIRVIERON A SUS Í DOLOS: y tambié n sus hijos y sus nietos, segú n que hicieron sus padres, así hacen hasta hoy»- 2 Reyes 17: 33-41. Pero afortunadamente llegara el dí a cuando estos extraviados creyentes vendrá n ante Adonai Yah, y confesará n la vanidad de lo que han heredado, diciendo: «Adonai Yah, fuerza y fortaleza mí a, mi refugio en el dí a de la angustia: desde los confines de la tierra vendrá n a ti las naciones (gentiles), y dirá n: “Só lo mentira heredaron nuestros antepasados; heredaron lo absurdo, lo que no sirve para nada”» (Jeremí as 16: 19).

12) Finalmente, quizá s la mas seria contradicció n del Nuevo Testamento es el hecho de que enseñ a que Jesú s, el Padre, y el Espí ritu Santo, son una misma persona. Por ejemplo, 1ra Juan 5: 7 dice así - “Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espí ritu Santo; y estos tres son uno”. El anterior texto desafí a la ló gica y el sentido comú n.
Veamos un ejemplo- Supongamos que usted entra en un cuarto solitario, y allí haya a un joven de unos 30 añ os, que se encuentra solo, pero hablando en alta voz. Usted le pregunta que está haciendo, y el joven le contesta que solo está hablando consigo mismo; ¿ No sospecharí a usted que este joven tiene problemas mentales? Ahora bien, si Jesú s y Dios son una misma persona, ¿ con quien hablaba Jesú s cuando oraba? ¿ Hablaba consigo mismo? ¿ tení a Jesú s (la paz y la bendició n sean con el) problemas mentales? ¿ O es que Dios no conoce sus propios pensamientos?
Otra contradicció n ló gica serí a la siguiente: Si Jesú s y el Padre son una misma persona, entonces se deduce que Jesú s es Dios, y si Jesú s es Dios, entonces no necesita Dios alguno fuera de sí mismo. Pero la realidad es que, luego de resucitar, encontramos a Jesú s confesando que su Dios es el mismo Dios de sus hermanos Hebreos. El texto está en Juan 20: 17, y dice de la siguiente manera: “... mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre Padre y a vuestro Padre, A MI DIOS Y A VUESTRO DIOS”.
De igual modo el texto en 1ra Juan 5: 7 contradice flagrantemente el texto en Efesios 1: 3, que reza de la siguiente manera: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señ or Jesucristo.... ”. Este ú ltimo texto nuevamente muestra con claridad meridiana que Jesú s tení a un Dios, y este Dios era el mismo Dios que adoraban los Hebreos. Quizá s esto explique el por que, en Mateo 19: 17, Jesú s rehú sa que le llamen “bueno”, señ alando que el ú nico “bueno” era Dios. El texto en Mateo reza así - “El le dijo: ¿ Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios.... ”.
Otro texto que contradice el concepto de la Trinidad que se menciona en 1ra Juan 5: 7 se encuentra en Lucas 24: 18-19. Allí se narra el testimonio que de Jesú s dan dos de sus seguidores presenciales. El texto dice así: “... Eres tu el ú nico forastero en Jerusalé n que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos dí as? Entonces El les dijo: Que cosas? Y ellos le dijeron: de Jesú s Nazareno, que fue varó n profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo... ”
¿ Pensaban estos discí pulos que Jesú s y Dios eran una sola persona? ¡ Absolutamente No!. Ellos veí an a Jesú s como un profeta, un hombre ungido por Dios para obrar en su viñ a. Ellos tení an claro que Jesú s y el Padre eran dos personas distintas, pues hacia solo unos pocos dí as le habí an oí do expresar personalmente su posició n de inferioridad con respecto al Padre. Estas palabras se encuentran en Juan 14: 28. El texto dice así: “... Si me amarais, os habrí ais regocijado porque he dicho que voy al Padre; PORQUE EL PADRE MAYOR ES QUE YO”.
Hay tambié n varios otros pasajes donde podemos ver que, con su misma conducta, Jesú s intima que adolece de los atributos de la Deidad. Un buen ejemplo se encuentra en Lucas 24: 41. Allí se nos dice lo siguiente: “Y como todaví a ellos, de gozo, no lo creí an, y estaban maravillados, les dijo: ¿ Tené is aquí algo de comer? Note que en este pasaje se nos dice que Jesú s ya habí a resucitado; Pero Jesú s tuvo que preguntar a sus discí pulos si tení an algo de comer.
¿ No se deduce por fuerza mayor que, si el Jesú s resucitado fuese uno con el Padre, sabrí a todas las cosas?, ¿ por que tendrí a Jesú s que preguntarles si tení an algo de comer? ¿ Por que no simplemente decirles- dadme de lo que tené is para comer?
Para que no quede duda alguna de lo errado y contradictorio que es afirmar que Dios y Jesú s son una misma persona, examinemos el texto en Juan 18: 16-18. El texto reza así: “Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero; porque no soy solo, sino yo y el que me envió, el Padre. Y en vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo: y da testimonio de mí el que me envió, el Padre”.
Note que Jesú s indica que, de acuerdo a la Ley, el Padre y é l son dos personas distintas. ¿ A que Ley se referí a Jesú s? Pues se referí a a que, en cualquier caso legal donde un hecho tuviese que ser establecido, la Ley decí a que el testimonio de un solo hombre no era suficiente; que se necesitaban al menos dos hombres distintos, que pudiesen atestiguar sobre la veracidad de un hecho particular. La ú nica excepció n a esta regla, era el caso de la muerte de un esposo, donde la mujer podí a obtener el divorcio en base al testimonio de un solo hombre que hubiese presenciado la muerte de su marido.
Note que la Ley no aceptaba el testimonio de una misma persona, con dos nombres distintos; Tampoco aceptaba el testimonio de un siamé s (es decir, dos hombres unidos por medio de un mismo cuerpo); tení an que ser dos personas distintas y separadas. Al hacer referencia a esta Ley, lo que Jesú s estaba afirmando de modo categó rico, era que el Padre y é l eran dos personas distintas, con conciencias separadas, tal como serí a el caso de dos Israelitas comunes.

¿ Significa lo que hasta aquí hemos expuesto, que debe usted abandonar completamente los escritos Neo-Testamentarios? ¡ Absolutamente No!. ¿ Significa acaso que debe dejar de creer en la figura del Nazareno? ¡ Jamá s! Lo que significa, es que la evidencia interna apunta al hecho de que los compiladores del “Nuevo Testamento” a menudo esbozaron teologí as que diferí an drá sticamente de las palabras y enseñ anzas atribuidas al Nazareno.
Es que Jesú s fue circuncidado al 8vo dí a (Lucas 2: 21); acostumbraba asistir el dí a Sá bado a la sinagoga Hebrea (Lucas 4: 16); hizo la peregrinació n anual al templo de Jerusalé n (Lucas 2: 42-43); dijo el Shema- “Escucha Israel, el Señ or tu Dios, el Señ or uno solo es... " (Marcos 12: 30); celebró la Pascua Hebrea (Lucas 22: 15); y dijo una bendició n sobre el pan y el vino (Lucas 22: 17& 19). Desde cualquier á ngulo que lo consideremos, tendremos que aceptar el hecho de que Jesú s nació, vivió y murió como un creyente Hebreo. En otras palabras, la religió n que practicó Jesú s, no fue la religió n Cristiana, sino la Hebrea.
Pero, si Jesú s no vino a traer una nueva religió n, ¿ Cual fue entonces su misió n? Su misió n fue sencillamente diseminar la buena nueva de que El Creador siempre estarí a dispuesto a perdonar al pecador que se arrepiente, segú n prometido en 2da de Cró nicas 7: 14, en Jeremí as 36: 3, y en Ezequiel 33: 14-16. Su misió n fue modelar al mundo lo que era la vida de arrepentimiento a la que debe aspirar todo hombre o mujer que ha sido “ungido” por Dios para, como se cita a Jesú s diciendo, “trabajar en su viñ a”.
La palabra Hebrea para “ungido” es “Mashiach”, o “Mesí as”. Y la traducció n al Griego de la palabra Mesí as, es “Cristo”. Al igual que enseñ aron tanto Moisé s como los profetas, Jesú s enseñ o que la vida de un ungido, o un “Mesí as”, es una donde nuestro servicio a Dios (por medio de nuestro servicio al pró jimo), nos conduce a identificarnos con el dolor del que sufre.
Antes de la llegada de Jesú s, el privilegio de ser ungidos (o Mesí as) de Dios, habí a recaí do en su abrumadora mayorí a sobre la comunidad Hebrea. Por ejemplo, en 1ra Cró nicas 16: 22, y refirié ndose a los Israelitas que habrí an de entrar a la tierra prometida, la Escritura dice así: “No toqué is dijo a mis ungidos (entié ndase, Mesí as), ni hagá is mal a mis profetas”.
Pero la realidad es que esta gracia no tiene que excluir al gentil. Es decir, habiendo Jesú s practicado la é tica y la religió n Hebrea, todo el que sigue sus enseñ anzas Hebreas está implí citamente invitado a ser parte de ese mismo pueblo; para tambié n convertirse en ungido (o Mesí as) y profeta de Dios, tal como lo fueron los antiguos Israelitas. Quizá s fue por eso que, sabiendo de antemano que muchos creerí an su ejemplo de lo que es vivir la vida de un Mesí as, Jesú s es citado diciendo las siguientes palabras: “De cierto, de cierto os digo, El que en mi cree, las obras que yo hago, el las hará tambié n, y aú n mayores hará, porque yo voy al Padre”(Juan 14: 12).
Todos estamos llamados a vivir la vida del Mesí as que Abraham, Moisé s, Jesú s, y los profetas modelaron. La escuela Hebrea de Hillel definí a esa vida con la siguiente expresió n: “Lo que es odioso para ti, no se lo hagas tu a los demá s”. Jesú s mismo lo parafraseó diciendo: “Así que, todas las cosas que querá is que los hombres hagan con vosotros, así tambié n haced vosotros con ellos, porque esto es la Ley y los Profetas” (Mateo 7: 12). En otras palabras, Jesú s decí a que la Ley se resumí a en hacer bien al pró jimo; y Hillel decí a que la Ley se resumí a en No hacer mal al pró jimo- ¡ Dos caras de una misma moneda!
Cuando Jesú s es citado diciendo, “... yo soy el camino, y la verdad, y la vida, nadie viene al Padre sino por mi” (Juan 14: 6), no estaba literalmente diciendo que era algú n tipo de intermediario entre Dios y los hombres; o que antes de poder clamar a Dios, habí a que clamar a Jesú s (esto quedaba claro del texto en Jeremí as 33: 3, que enseñ aba que siempre podemos clamar directamente a Dios, sin necesidad de intermediario alguno: “Clama a mí, y te responderé, y te enseñ aré cosas grandes y dificultosas que tú no sabes”).
Lo que Jesú s querí a intimar era que, si queremos llegar a Dios (si queremos conocer la Verdad Divina, si realmente anhelamos conocer el estilo de vida que Dios desea que vivan sus ungidos), tenemos que ir al que sufre. Fue por esto que Jesú s se identificó a sí mismo con los oprimidos tanto por el liderato polí tico, como por el religioso; se identificó con los pobres, con los marginados, con los enfermos, con la viuda, con el hué rfano, con el preso, y con quien sufrí a una muerte injusta.
¿ Que significa todo esto? Significa que, no podemos conocer a Dios, ni saber la vida que espera de nosotros, sin que, al igual que hicieron todos los profetas, estemos dispuestos a negarnos a nosotros mismos; es decir, renunciar a nuestro propio zona de “confort”, para identificarnos con el dolor de nuestro pró jimo.
De modo semejante, y como ya hemos aclarado, cuando Jesú s es citado diciendo: “Yo y el Padre uno somos” no está en realidad implicando que literalmente era uno con el Padre. Lo que Jesú s pretendí a hacer, era llamar la atenció n a su ejemplo vivencial: que si Dios pudiese encarnarse, no serí a el hombre poderoso, que impone a la fuerza su voluntad, y a quien todos temen y adulan; ¡ No!, si Dios pudiera hacerse hombre, no serí a el rico a quien todos respetan y exaltan;
¡ No!, si Dios pudiera hacerse hombre, serí a la persona humilde y desposeí da; serí a el pobre, el enfermo a quien nadie visita, serí a el hombre despreciado por el liderato polí tico y religioso, serí a el soñ ador en quien nadie cree, y del cual todos se burlan; serí a la viuda; serí a el hué rfano; serí a el preso; serí a el que hace bien, y tiene misericordia del pró jimo, aú n cuando este no pueda pagarle el favor; serí a el hombre que hace lo correcto, porque es correcto hacer lo correcto, no porque recibirá beneficio alguno por ello.
Si Dios fuese hombre, serí a aquel que da la vida por sus amigos, serí a aquel que perdona a quienes le hieren y humillan, serí a aquel que paga con bien a aquellos que le hacen mal. El mensaje del Samaritanismo Reformado de Jesú s, era que “el Mesí as” es la manifestació n de Dios en el Mundo; y que, esta manifestació n, se hará una realidad el dí a en que, al igual que hicieron Avraham, Moisé s, Jesú s, y todos los profetas, escojamos ser el hombre que el Creador mismo escogerí a ser, si pudiese encarnarse en un cuerpo humano. Esta es la esencia del Samaritanismo Reformado, la fe que vivieron y predicaron todos los sabios de Israel.

 

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