Главная | Обратная связь | Поможем написать вашу работу!
МегаЛекции

La colaboración con la potencia «herética» de ocupación




Cuando el á malo irrumpió en Italia persistí a, desde el Henotikon, el
cisma entre este y oeste, es decir la enemistad entre Constantinopla y
el papa. Ello encajaba perfectamente en los planes del godo, quien pen-
saba en primera lí nea en su propia influencia en Roma y menos en la del
emperador. De hecho, la misma Constantinopla atribuí a las dificultades


para entenderse con Teodorico a la escisió n eclesiá stica. Movido, tal vez,
menos por una tolerancia de principio que por cá lculo polí tico, el á malo
practicó una polí tica amistosa para con los cató licos. De todos modos,
los soberanos arrí anos, tanto los visigodos como, y de modo especial, los
ostrogodos, eran bastante transigentes, exentos de cualquier prurito de
convertir a los demá s. Los romanos no fueron forzados a la conversió n.
Ellos mismos alabaron la magnanimidad de los godos, que, ciertamente,
no era resultado del arrianismo, sino herencia germá nica como lo indica-
ba este proverbio: si se ha de pasar entre un altar pagano y una iglesia, no
hay mal alguno en mostrar veneració n por ambos lados. El clero amano,
que só lo viví a en celibato a partir del grado de obispo y no ofrecí a cabida
al monacato, no intentaba ganar ningú n ascendiente sobre el propio go-
bierno ni activar la misió n entre los vecinos cató licos. Nadie podí a repro-
char al mismo rey el haber hecho nunca amano a un cató lico, ni el haber
perseguido a un solo obispo. Su madre, Hereleva, se hizo cató lica siendo
bautizada con el nombre de Eusebia. El papa Gelasio estaba en contacto
con ella, pero no querí a por su parte que los obispos viajaran a la corte
real sin su placel. En Roma, donde Teodorico apareció por vez primera el
añ o 500 siendo recibido por el pueblo, el senado y por el papa al frente
de sus sacerdotes, acudió primero -300 añ os antes que Carlomagno- a la
basí lica de San Pedro a rezar «con gran devoció n y como un cató lico» ante
la (supuesta) tumba del apó stol, a quien donó dos candelabros de plata
que pesaban setenta libras. Tambié n con los judí os fue tolerante, como lo
habí a sido Odoacro. «Por respeto a la civilizació n -decí a- no debe pri-
varse de los beneficios de la justicia a aquellos que persisten en los erro-
res de fe. » O bien: «No podemos imponer una fe por decreto, pues nadie
puede ser forzado a creer contra su voluntad». En varias ocasiones de-
fendió a los judí os contra el clero de Roma, donde el añ o 521 la sinagoga
judí a, tres siglos má s antigua que San Pedro o el Laterano, fue reducida a
cenizas por los cató licos. Todo indica que fue un acto de venganza por el
castigo de algunos cristianos que mataron violentamente a sus señ ores
judí os. Desde luego, los romanos ya habí an devastado la sinagoga en nu-
merosas ocasiones y por ú ltima vez la habí an quemado reinando Teodo-
sio. Tambié n en Ravena incendiaron los cristianos una sinagoga. Y fueron
tambié n cató licos quienes en esa ciudad arrancaron el cadá ver de Teodo-
rico de su tumba para ultrajarlo. Eso sí, para los paganos practicantes, el
godo mantuvo en vigor la pena de muerte en seguimiento del derecho
penal de los emperadores Marciano y Valentiniano. 59

Como rey de Italia, Teodorico ejerció su jurisdicció n sobre la Iglesia,
no só lo el derecho de supervisió n general, sino tambié n la judicatura ci-
vil y criminal. Tambié n los papas, que sacaron provecho de su reinado
aumentando aú n má s su propia influencia le reconocieron como regente
legí timo. Cuando menos se vieron forzados «a mostrar ante el todopode-


roso arriano la má scara de sentimientos amistosos, aunque ello contribu-
yese, quizá s, a acrecentar su odio interno» (Davidsohn). Pues eran preci-
samente los cató licos italianos los que nunca se avinieron a la idea de que
sus dominadores, los godos, fuesen herejes.

Con todo, los papas, que por lo demá s habí an combatido el arrianismo
hasta su exterminio, nunca se insubordinaron a la sazó n contra el arria-
nismo, estando ellos mismos, como era el caso, bajo el dominio de los
arrí anos. Tampoco a Gelasio, el papa má s relevante del siglo, despué s de
Leó n, le paso por la mente el propó sito de predicar contra el poder «heré -
tico» de los ocupantes. En casi toda Italia habí a obispos arrí anos ejer-
ciendo sus cargos junto a los cató licos. Al igual que en Ravena, tambié n
en Roma habí a iglesias amanas y ningú n paladí n de la fe cató lica osó to-
carlas: ¡ lo que podí an, en cambio, eso sí, era incendiar sinagogas! ¡ Pues
los judí os no eran quienes gobernaban! ¡ No dependí an de ellos! Obispos
cató licos tan prestigiosos como Epifanio de Paví a y Lorenzo de Milá n
eran estrechos colaboradores del á malo. Y el mismo Gelasio contactaba
con el «poderoso Señ or» mediante cartas donde se le mostraba má s bien
como devoto suyo. Es má s, en un pleito (relativo a cuestiones financieras)
con el conde gó tico Teya, un hombre que, como el papa escribí a, «perte-
necí a, sin duda, a la otra comunidad», se permití a amenazar a aqué l alu-
diendo a su propio «hijo, el rey mi Señ or [... ] pues como, en su sabidurí a,
no quiere oponerse en nada a los asuntos eclesiá sticos, es justo que quien
viva bajo su mandato imite el ejemplo del poderoso Señ or para no susci-
tar la apariencia de que obra contra su voluntad». De igual modo, Gela-
sio, pese a su feroz polé mica contra la Iglesia opositoria del este y contra
Acacio, trataba delicadamente al emperador, encarecié ndole, incluso, que
«tampoco» su predecesor Fé lix III habí a «ofendido en lo má s mí nimo» el
nombre del emperador. Y é l, por su parte, celebraba «cuan grande era el pí o
celo que su clemente majestad mostraba en su vida privada». 60

En Oriente, entretanto, no só lo habí a muerto, en noviembre de 489, Aca-
cio, cuya sede fue ocupada por Fravita durante tan só lo cuatro meses -é l
mismo murió en marzo siguiente- sino tambié n Zenó n, en abril de 491.
El papa Fé lix, fenecido en febrero del añ o 492, habí a solicitado ú ltima-
mente su favor, pero de un modo frí o, por así decir -sin ser correspondi-
do-, presentá ndolo como ví ctima de su inepto patriarca. Ariadna, la im-
perial viuda, se alió ahora con un funcionario de la corte entrado en añ os,
que se habí a encumbrado bajo Zenó n y habí a sido tres añ os antes, tras la
muerte de Pedro Fullo, pretendiente a la sede patriarcal de Antioquí a.
Ahora se convirtió en emperador: Anastasio I (491-518). 61


Поделиться:





Воспользуйтесь поиском по сайту:



©2015 - 2024 megalektsii.ru Все авторские права принадлежат авторам лекционных материалов. Обратная связь с нами...