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Un gran baño de sangre y la primera fecha de la historia de la Iglesia alemana




 

Pronto pasó Clodoveo de Soissons a Parí s, que se convirtió en la ciudad má s importante y, al menos desde el siglo vil, en el verdadero epicentro del reino franco, y en la que tambié n está n enterrados casi todos los reyes merovingios. Hacia el añ o 493, cuando ya Clodoveo habí a avanzado desde er Sena hasta el Loira convirtié ndose en soberano de toda la Galia septentrional y en vecino directo de los visigodos (los cuales dominaban, junto con los burgundios, la Galia meridional), llegó a ser indiscutiblemente el primero de todos los prí ncipes francos, y el que mayor interé s despertó entre los cató licos, a la vez que é stos despertaron el suyo. Desposó entonces a la ¿ oven princesa burgundia, Clotilde, hija del señ or territorial Chilperico II y sobrina del rey Gundobad, la cual a diferencia de. sus hermanos era cató lica y fue venerada como santa. '"

Probablemente esa boda la habí an ya arreglado dos santos: san Avi-to y san Remigio. Dado que la tá ctica cató lica era ganarse con las consortes a los prí ncipes germanos y a su pueblo, muy bien pudo ocurrir que Clotilde, «la reina creyente», desde el mismo dí a de su boda «importunase al rey» —como dice el cronista— para que abrazase la fe ortodoxa y abandonase «los í dolos, que nada pueden aprovechar ni a sí mismos ni a los demá s», y hasta puede que se burlase de Jú piter como de un «perro cochino», que habí a acosado a su hermana. Pero Clodoveo no cambió de opinió n «en un á pice». Su estirpe simplemente no estaba todaví a dispuesta para la conversió n, «hasta que finalmente entró en guerra con los alemanes». Gregorio escribe «finalmente», porque su Estado casi siempre se fortaleció con las catá strofes de los demá s. Só lo en medio de un «enorme bañ o de sangre», en el que los salios y los franco-rrenanos aliados degollaron a los alemanes paganos, cuando ya su ejé rcito retrocedí a y estaba casi aniquilado, lo visitó «la gracia decisiva» y «con lá grimas» formuló esta invocació n: «Jesucristo, tú, de quien dice Clotilde que eres el Hijo de Dios vivo... », y apenas la habí a pronunciado, cuando los alemanes volvieron la espalda y empezaron a huir. "

Esto es pura leyenda. O, mejor, una historia de la Iglesia cató lica, que recuerda las mentiras de los padres de la Iglesia tras la victoria de Constantino sobre su colega de imperio Majencio. Pero está claro que la conversió n de Clodoveo se relaciona con la guerra de los alemanes, con


la que extendió su Estado depredador por el curso medio y superior del Rin, sometiendo probablemente ya a su control el territorio renano oriental.

Los alamanes (o suevos), a los que se nombra por vez primera en 213, habí an emigrado de la regió n del Elba y probablemente a fines del siglo u se habí an hecho fuertes en la regió n del Main mediante diversas incorporaciones de emigrantes y soldados germano-occidentales. Su nombre de «alamanes» significarí a lo que todaví a hoy puede entender cualquiera que sepa algo de alemá n: todos varones (alie Manner). Los alamanes, que presionaban sobre el Rin y la lí nea de fortificaciones de la frontera del imperio romano, irrumpieron el añ o 406, acompañ ados en parte por vá ndalos y alanos, dispersá ndose por Galia e Hispania. La mayorí a de ellos habí a conquistado Aisacia y una buena parte de la Suiza actual, así como el territorio entre Iller y Lech. 12

Cuando desde allí intentaron avanzar hacia el noroeste, chocaron con los francos, y en particular con los francorrenanos, que dominaban la regió n del Mosela. É stos se habí an aliado ya hacia 475 con los burgun-dios frente a los alamanes, sin que se impusieran claramente hacia 490 en una batalla cerca de Colonia, donde cayó herido en una rodilla el reyezuelo local Sigiberto. Motivo suficiente para que Clodoveo atacase: hacia 496-497 morí a en el campo de batalla de Toibiacum (no localizado con precisió n, aunque probablemente en Aisacia) el rey alamá n de nombre desconocido hasta hoy. Clodoveo avanzó sobre la Alemania de la orilla derecha del Rin y aniquiló a buena parte de sus moradores todaví a paganos.

Cierto que una dé cada despué s, hacia 506, volvieron a levantarse; pero de nuevo sufrieron una derrota sangrienta, probablemente en las cercaní as de Estrasburgo, muriendo otra vez en la batalla el rey alamá n. Perseguidos por los francos, huyeron hacia el sur hasta las regiones prealpinas: la Raetia prima (provincia de Coira) y la Raetia secunda (provincia de Augsburgo), territorios bajo la influencia del rey ostrogodo Teodorico, que contuvo a su cuñ ado Clodoveo y que asentó a los fugitivos en Retia, Panonia y el norte de Italia. Pero en Aisacia, en la parte meridional del Hessen renano, en el Palatinado y en las cuencas del Main y del Neckar los alamanes fueron ví ctimas de la prepotencia directa de Clodoveo. Y desde allí los francos se extendieron má s tarde hacia el este hasta el Saale, el Main superior y casi hasta la Selva de Baviera. 13

No se sabe con certeza cuá ndo se hizo bautizar Clodoveo. Santa Clotilde llamó oportunamente «y en secreto» al santo obispo Remigio, el cual ya habí a contactado con Clodoveo, cuando todaví a los arrí anos intentaban ofuscar el «espí ritu fuerte» del rey. Y ahora, segú n escribe san Gregorio, la santa consorte procuraba por medio de san Remigio


 

«infundir la palabra de salvació n en el corazó n del rey», su esposo.

Y, como el juego andaba entre tantos santos, al final ocurrió una especie de milagro, segú n era frecuente: «Todo el pueblo clamó a la vez...: Abandonamos los dioses mortales, rey clemente, y estamos dispuestos a seguir al Dios inmortal, que Remigio predica». Y junto con sus hermanas Lantechilde (una arriana, que ahora reconoce o al menos «confiesa que el Hijo y el Espí ritu Santo son de la misma naturaleza que el Padre») y Albofledis, que se hizo monja, y en unió n de unos 3. 000 francos, probablemente guerreros, el rey Clodoveo se hizo bautizar en Reims con gran pompa y con la asistencia de numerosos obispos. Segú n unos, corrí a el annus 496-497, segú n otros el 498-499; mientras que segú n algunos investigadores, que ponen en el 506 la guerra contra los alamanes, habrí a que pensar en los añ os 506-508. «Es la primera fecha de la historia de la Iglesia alemana» (Kawerau). Curiosamente el hecho enlaza con un gran bañ o de sangre y constituye uno de los acontecimientos má s importantes de comienzos de la Edad Media. El destino de los francos de Europa quedó fijado no tanto porque Clodoveo se hiciera cristiano, cuanto porque se hizo cristiano romano-cató lico; a travé s del imperio de Cariomagno ello condujo a una estrecha vinculació n con el papado y al «Imperio sacro romano de la nació n alemana». 14

 

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