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Ъltimas sublevaciones, guerra de aniquilaciуn y «la serena altura del bбculo»




Mientras el rey actuaba en el sur, los rumores continuaban en el norte. Cierto que en conexiуn con el anuncio del bautismo de Widukind se proclamу «Tota Saxonia subiugata est», ha quedado sometida toda Sa-jonia; pero, a pesar de toda la sangre, o quizб precisamente por ello, «no habнa paz». Como no habнa paz en Frisia, donde en el este estallaron nuevos tumultos durante los aсos noventa, con nuevas destrucciones de iglesias y nuevas expulsiones de misioneros. Tambiйn Liudger intentу escapar una vez mбs. Tan pronto como avanzaron los paganos huyу, y despuйs de la persecuciуn volviу -segъn una vieja prбctica que se remontaba a los comienzos del cristianismo- y prosiguiу con celo apostуlico la «obra de conversiуn»: borrу con furor fanбtico los ъltimos restos paganos, derribу los templos de los нdolos, devolviу la vista a los ciegos y, en una palabra, «enjugу las lбgrimas por doquier», «estableciу una paz reparadora», y hasta fue declarado santo. 25

Alentada por la guerra de los avaros, tambiйn en Sajonia-estallу una sublevaciуn. Esta se limitу, por lo demбs, al territorio del nordeste hasta entonces menos afectado, a los albingios septentrionales, sajones originarios, que habitaban en el Elba inferior y en el Holstein, asн como a la ancha masa del pueblo con un fuerte retraimiento de la nobleza.

«Como el perro que vuelve a su vуmito» (II Carta de Pedro 2, 22) -comentan los Anales de Lorsch-, «asн volvieron al paganismo del que antes habнan abjurado, abandonaron de nuevo el cristianismo y se aliaron con los pueblos paganos del entorno. Pero tambiйn enviaron emisarios a los avaros, y osaron rebelarse primero contra Dios y despuйs contra el rey y contra los cristianos... ». Tambiйn Pipino, el hijo mayor de Carlos aunque habido fuera de matrimonio, un joven hermoso aunque jorobado, se rebelу entonces. Mientras sus compaсeros fueron ejecutados unos y azotados y desterrados otros, Pipino tonsurado como un monje fue encerrado en el monasterio de Prьm, en el que muriу tras un encarcelamiento de casi veinte aсos (811).

Sin embargo, la guerra contra los sajones, que durу mбs de diez aсos, no afectу propiamente a la soberanнa extranjera de los francos, y ni siquiera al cristianismo como tal. Mбs bien apuntу sobre todo contra sus representantes e instituciones, contra la Iglesia, sus rigurosos ataques a la propiedad privada, su brutal recaudaciуn de los diezmos; de lo cual ya se quejaba Alcuino, el consejero anglosajуn de Carlos, que veнan en los misioneros a depredadores (praedones) mбs que predicadores (praedicatores). «Que los diezmos habнan destruido la lealtad y la fe» parece haber sido un dicho proverbial entre los francos. Los albingios del norte combatieron entonces a la Iglesia con la misma dureza que йsta habнa mostrado. En todas partes fueron destruidos los nuevos templos, fueron expulsados los eclesiбsticos y no pocas veces fueron asesinados los sajones cristianos siendo saqueadas sus posesiones. En resumen, toda la organizaciуn eclesiбstica al norte del Elba fue erradicada por completo.

La sublevaciуn creciу hasta convertirse en una guerra de aniquilaciуn de mбs de diez aсos, alcanzando una crueldad extrema por ambos bandos. La contraofensiva, que sуlo se reanudу en el otoсo del 794 y en la que Carlos llevу consigo una serie de reliquias, consistiу en simples incursiones de destrucciуn. Varias veces llegу incluso a utilizar eslavos paganos, como los wilzos y los obroditas, cuyo rey Witzin fue atacado y muerto por los sajones en la travesнa del Elba. Carlos saqueу, destruyу y asolу cuanto encontraba, recurriendo principalmente a los incendios y asesinando a miles de personas. Tras una victoria en Kiel parece que 4. 000 cadбveres sajones cubrieron el campo de batalla. Y aсo tras aсo hizo grandes cantidades de rehenes, tomando uno de cada tres varones -«tantos como quiso», segъn dice el cronista-, a la mayor parte de los cuales «regularmente matу» (Bullough). Hasta el 799 el «apуstol de los sajones», «el que predicу el evangelio con lengua de bronce» (Ber-tram), marchу anualmente contra ellos. En el 802 volviу a enviar otro ejйrcito, mientras йl pasaba todo el verano en las Ardenas dedicado a los placeres de la caza. En el 804 volviу todavнa personalmente al campo de batalla, donde los sajones sucumbieron definitivamente a su poderнo. 26

Para hacer imposible cualquier levantamiento acabу ordenando deportaciones masivas con espantosos trasplantes de poblaciуn en gran escala, como los que ya habнan practicado los cristianos bizantinos. «Sacу de allн a tal cantidad de rehenes, como jamбs se habнa visto ni en sus dнas ni en los dнas de su padre ni jamбs en los dнas de los reyes francos», comenta un cronista. El hombre que, ya en el 794, en el sнnodo de Frankfurt, se presentу abiertamente como «cabeza de la Iglesia occidental», a lo largo de los aсos 795-799 y 804 hizo que su soldadesca asentase a millares de sajones con sus mujeres y niсos, con un total de unas diez mil familias, sobre el antiguo suelo franco, a ambas orillas del Rin, en Galia y en Gemianнa, como pecheros de nobles eclesiбsticos y civiles. (Todavнa hoy recuerdan el suceso algunos topуnimos en suelo franco como Sachsenfahrt, Sachsenmьhie... ) A muchos de los deportados, sin embargo, se les recluyу en campamentos estrechamente vigilados debiendo pasar allн el resto de su vida. Una fuente habla incluso de un «exterminio total». Y no pocas sajonas, que ciertamente todavнa no habнan sido purificadas de toda la inmundicia pagana por el sagrado baсo del bautismo, fueron enviadas en el curso de la guerra a Verdun, el gran emporio de esclavos.

Con todo lo cual en el norte llegaron a cambiar por completo las relaciones de propiedad y posesiуn. Pues tambiйn el territorio robado en el Elba volviу a repartirlo Carlos entre obispos, sacerdotes y sus vasallos laicos. Y a lo largo del siglo ix se fundaron en Sajonia numerosos monasterios a expensas de nobles particulares. 27

De ese modo, mediante una guerra de treinta y tres aсos, Carlos habнa convencido a «los mбs paganos» de la idea «de que todavнa hay algo superior a la lucha y a la victoria, superior a la muerte en el campo de batalla», como nos asegura el cardenal Bertram, el alentador de dos guerras mundiales y asistente de Hitler; Carlos habнa «plantado la cruz victoriosa y benйfica en el suelo virgen del paнs sajуn». Y, finalmente, lo mбs importante: «la serena altura del bбculo actuу benйfica y mediadora junto al poder del cetro y de la espada reales». 28

 

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