Главная | Обратная связь | Поможем написать вашу работу!
МегаЛекции

Casi todas las listas de obispos para demostrar la tradición apostólica fueron falsificadas




Apoyar las pretensiones directivas con ficciones histó ricas era natu-
ralmente una vieja cuestió n. Un ejemplo antiguo: el historiador griego y
mé dico de cabecera del rey de los persas Artajerjes II (404-358 a. C. ),
Ctesias. En sus 23 libros Persika -muy utilizados como fuente principal
para la historia de Oriente, tambié n, como se ha podido demostrar, por
Isó crates, Plató n y Aristó teles- falsificó a partir de los archivos persas
toda una dinastí a de su soberano a travé s del imperio de los medos ane-
xionado en 550 a. C. 306

Se conocí an sucesiones y cadenas de tradiciones en las escuelas filo-
só ficas, entre los plató nicos, los estoicos, los peripaté ticos, se conocí an
en las religiones egipcia, romana y griega, que a menudo se remontaban
a un mismo dios, se las conocí a desde hací a mucho tiempo, mucho antes
que en casi todos los paí ses cristianos la afirmació n de la sucesió n ininte-
rrumpida en el cargo de los obispos desde el dí a de los apó stoles, la pre-
tendida sucesió n apostó lica, condujera a grandes maniobras de engañ os.
Pues precisamente por alejarse cada vez má s dogmá ticamente de los orí -
genes, se buscaba conservar la apariencia de semper í dem, se engañ aba
por doquier con falsificaciones drá sticas de una tradició n apostó lica, que
prá cticamente nunca existió.

La doctrina de la successio apostó lica en aquellas antiguas sedes
episcopales fracasaba simplemente porque en muchas regiones, siempre
que es posible determinarlo, al comienzo de la cristiandad no habí a nin-
gú n cristianismo «ortodoxo». En gran parte del Viejo Mundo, en el cen-
tro y el este de Asia Menor, en Edesa, Alejandrí a, Egipto, Siria, en el ju-
deocristianismo fiel a las leyes los primeros grupos cristianos no son or-
todoxos, sino «heterodoxos». Claro que allí no constituí an una situació n
sectaria, no eran una minorí a «hereje», sino el cristianismo «ortodoxo»
preexistente. 307

Sin embargo, por la ficció n de la transmisió n apostó lica, para poder
legitimizar en todos sitios el obispado mediante una sucesió n ininterrum-
pida, se falsificó, sobre todo en las sedes episcopales má s famosas de la
Iglesia antigua. Casi todo es simple arbitrariedad, se ha inventado a pos-
teriori y se ha construido con evidentes manipulaciones. Y naturalmente,
la mayorí a de los «herejes» se sirvieron de otras falsificaciones, como los
artemonitas, los arrí anos, los gnó sticos como Basí lides, Valentino o el Pto-
lomeo valentiniano. Los gnó sticos incluso se remitieron a la transmisió n


antes que la futura Iglesia cató lica, que creó sus primeros conceptos de la
tradició n para combatir a la má s antigua de las «herejes», ¡ asumiendo pre-
cisamente el procedimiento justificativo gnó stico! 308

Por lo que respecta a Roma, la falsificació n de la serie de obispos de
la ciudad -hasta el añ o 235 todos los nombres son inciertos y para los
primeros decenios producto de la pura arbitrariedad- se hizo en relació n
con la aparició n del papado (lo mismo que con la falsificació n de Sima-
quiano). Y puesto que con el recuerdo de Pedro y con la falsa lista de
obispos basada en é l Roma obtuvo unas ventajas colosales, Bizancio se
opuso a la falsificació n romana, pero bastante tarde, ya en el siglo ix. Un
falsificador se presentó entonces como un editor que vivió en el siglo vi,
Procopio, y encontró los í ndices de un literato del siglo iv, Doroteo de
Tiros. El embaucador intentó demostrar que el patriarcado de Bizancio
era fundació n del apó stol André s. Ya que no podí a derivar las reivindica-
ciones de un apó stol, hizo llegar a André s en un viaje hasta Bizancio
y allí nombrar como primer obispo a un cierto Stachys; un engañ o muy
burdo que fingí a todas las listas de apó stoles y de sus discí pulos así como
los nombres de los obispos, con objeto de reivindicar la misma categorí a
que Roma, para poder afirmar que André s fue el primer obispo de Cons-
tantinopla y que tambié n murió allí. 309

La Iglesia cristiana de Alejandrí a pretendí a haber sido fundada por
Marcos, el presunto discí pulo y acompañ ante de Pedro. Pero la lista de
obispos alejandrinos, que cita diez desde Marcos hasta finales del siglo n,
es una invenció n evidente del escritor de la Iglesia Julio Africano, un
cristiano que en su Bordados (Kestoi) muy probablemente falsificó tam-
bié n a Hornero con toda desfachatez. En el siglo iv Eusebio adoptó la lis-
ta alejandrina, si no es que é l mismo la hizo. En cualquier caso «falta
toda tradició n acompañ ante», tenemos «un desconocimiento casi com-
pleto de la historia del cristianismo en Alejandrí a y Egipto [... ] hasta el
añ o 180» (Hamack); aunque los diez primeros nombres de esta lista de
obispos despué s de Marco «carecen de importancia para nosotros. Y difí -
cilmente la han tenido alguna vez» (W. Bauer). Marcos debe haber fun-
dado la comunidad cristiana de Alejandrí a. Pero a pesar de los inconta-
bles textos en papiros procedentes de los siglos i y n, no se encontraron
rastros de cristianos en aquella ciudad. El primer obispo de Alejandrí a
confirmado histó ricamente fue Demetrio (189-231) y habiendo tan pocos
cristianos «ortodoxos» en su tiempo en Egipto, fue el ú nico obispo en
todo el paí s, aunque despué s nombró a otros tres. 310

La Iglesia de Corinto y Antioquí a pretendí a proceder de Pedro; tam-
bié n aquí se le consideró el primer obispo. Pero todo lo que se relata con
posterioridad a la fundació n de la comunidad en la é poca apostó lica «se
basa en gran parte, si no en su totalidad, en invenciones» (Haller). Tam-
bié n los nombres de los obispos de Antioquí a hasta mediados del siglo ü


los sacó del aire el Padre de la Iglesia Julio Africano a comienzos del si-
glo ni. Y cuando debido a la mayor antigü edad de la fundació n «apostó li-
ca» de Antioquí a, el patriarca Petrus Fullo pretendió dominar Chipre, el
arzobispo Anthemio contraatacó afirmando que acababa de encontrar a
tiempo las piernas de san Bernabé debajo de un algarrobo y que: ¡ Sobre
su pecho estaba el Evangelio de Mateo y una inscripció n autó grafa de
Bernabé! «Gracias a este subterfugio, los chipriotas consiguieron que su
metró polis fuera independiente y dejara de depender de Antioquí a»
(Theodoros Anagnostes). En cambio, hubo tambié n otro falsificador que
pretendió que el obispado de Tamasos fuera la sede episcopal má s anti-
gua de Chipre. 311

El obispo Juvenal de Jerusalé n intentó en el añ o 431 durante el Conci-
lio de Efeso, y mediante documentos falsificados -que aunque fue descu-
bierto no dejó de tener un cierto é xito -, hacer valer sus reclamaciones
sobre Palestina, Fenicia y Arabia frente al patriarca Má ximo de Antio-
quí a, que por su parte falsificó a su favor las actas del Concilio de Calce-
donia. 312

Todo querí a y debí a ser «apostó lico». Los armenios pretendieron un
origen apostó lico a travé s de los apó stoles Tadeo y Bartolomeo, incluso
la fundació n por el propio Cristo. 313

Un sospechoso intercambio epistolar, que debió ser falsificado alre-
dedor de 300, entre el Toparchen (prí ncipe) Abgar Ukkama de Edesa (se
refiere a Abgar V, 9-46 d. C. ) y Jesú s, con su propia firma y sello (! ), no
pretendí a otra cosa que datar en la é poca apostó lica la fundació n de la
Iglesia de Edesa. 314

El «padre de la historia de la Iglesia», el obispo Eusebio de Cesá rea,
nos ha conservado esta curiosa correspondencia que «se ha conservado
hasta nuestros dí as en los archivos de Edesa [... ] entre los documentos
oficiales que allí se encuentran». En efecto, el famoso historiador preten-
de haber sacado é l mismo del archivo estatal de Edesa este epistolario
y de haberlo traducido literalmente del sirio. «Abgar Ukkama, el prí ncipe,
enví a su saludo a Jesú s, el buen Salvador, que ha aparecido en Jerusalé n.
He tenido noticias tuyas y de tus curaciones y he sabido que é stas las has
hecho sin medicamentos ni hierbas. Tal como se cuenta, has hecho ver a
los ciegos, andar a los impedidos, sanar a los leprosos, expulsas los malos
espí ritus y demonios, curas a quien desde mucho tiempo llevan sufriendo
enfermedades y despiertas a los muertos. Por todas estas noticias me dije;

o eres Dios y obras estos milagros porque has bajado del cielo, o porque
lo haces, eres el hijo de Dios. Por eso te dirijo esta carta con el ruego de
que me atiendas y me cures de mis males. Tambié n he oí do que los judí os
murmuran contra tí y te quieren hacer mal. Yo tengo una ciudad muy pe-
queñ a y digna que es suficiente para nosotros dos. »315

Jesú s acoge favorablemente la carta. Contesta y enví a su respuesta a


travé s de Ananí as, el correo del prí ncipe. «Eres bienaventurado porque
crees en mí, sin haberme visto. Se ha escrito que aquellos que me han
visto no creen en mí, y que los que no me han visto creen y vivirá n. Con
respecto a tu invitació n escrita para ir a verte, has de saber que es necesa-
rio que primero cumpla todo aquello para lo que he sido enviado a la Tie-
rra y despué s, cuando esté cumplido, regrese a quien me ha enviado.
Despué s de la ascensió n a los cielos te enviaré a uno de mis discí pulos
para que te cure de tus males y os conceda a ti y a los tuyos la vida. »316

En efecto, relata Eusebio, tras la ascensió n llega el apó stol Tadeo y
cura al prí ncipe, que creí a tanto en el Señ or que «estarí a dispuesto a ani-
quilar a los judí os que le habí an crucificado», a no ser porque el dominio
de los romanos se lo impedí a. Naturalmente, Tadeo curó tambié n «a mu-
chos otros ciudadanos [... ], realizó grandes milagros y predicó la palabra
de Dios [... ]». 317

Todo el «caso Tadeo», intercambio epistolar y relato final de los mila-
gros, apareció evidentemente en tiempos de Eusebio y es probable que
proceda del cí rculo del obispo Kú né de Edesa, que con ello querí a poner
lí mite a los fuertes cí rculos «heré ticos» y tambié n fijar un nexo de unió n
con el apó stol, con objeto de conseguir autoridad apostó lica para su Igle-
sia. La cró nica de Edesa cita a Kú né como primer obispo de Edesa (falle-
cido en 313) y no es improbable que el propio Kú né haya puesto en ma-
nos de Eusebio las «actas». En cualquier caso, gracias a esta ficció n, ya
en el siglo iv Edesa era un famoso centro de peregrinaje. Durante mucho
tiempo la obra conseguida como por arte de magia brilló sobre las puer-
tas de la ciudad como el paladio, como si fuera una divinidad protectora.
Sin embargo, en é poca de Eusebio, que fue el primero en poner sobre la
mesa la misteriosa correspondencia, la població n de Edesa no sabí a nada
al respecto. 318

Tambié n a favor de Edesa se falsificaron las Acta Thaddaei, en las que
el resucitado come y bebe durante «muchos» dí as con los doce apó stoles,
y la Doctrina Addai siria (de finales del siglo iv a comienzos del v), con
objeto de garantizar una fundació n apostó lica para la ciudad de manos
del apó stol Tadeo, o por Addeo, uno de los 70 o 72 discí pulos. Pero en
realidad, y aunque muchas veces se haya afirmado lo contrario, alrededor
del añ o 200 no se detecta todaví a en Edesa'ningú n cristianismo con una
organizació n eclesiá stica. En la cró nica de Edesa, la serie de sus obispos
no se inicia hasta el siglo iv. 319

En las actas de Tadeo, que constantemente se «revisaron», se relata,
entre otras cosas, có mo en Edesa se construyen iglesias, se consagran sa-
cerdotes y se destruyen «altares de í dolos». Tambié n, a petició n escrita
de Abgar, el emperador Tiberio ejecuta a algunos dirigentes judí os como
castigo por la crucifixió n de Jesú s. Se puede leer aquí asimismo la histo-
ria del hallazgo de la santa cruz, pero no por santa Helena, la madre de


Constantino, que es larversió n general, sino por Protonice, la mujer del
emperador Claudio. Una «versió n» mucho má s reciente, quizá para eli-
minar esta contradicció n, hace que la cruz la encuentren Protonice y He-
lena. 320

La maravillosa carta de Cristo quedó eclipsada, casi olvidada, por una
imagen de Cristo que surgió de manera milagrosa, tambié n en Edesa. ^
Durante el asedio de la ciudad en 544 por los persas, en el momento de
má ximo peligro la salvó «la imagen hecha por Dios, que no habí an fabri- ¿
cado manos humanas, sino Cristo, que Dios enví o a Abgar, puesto que
é ste deseaba ardientemente verle» (Evagrio); y los enemigos, dirigidos
por Khosrev, cercanos ya de la victoria, se retiraron sin gloria. 321

Las imá genes de dioses procedentes del má s allá las habí a desde ha-
cí a mucho tiempo entre los griegos, como el Paladió n de Troya, la ima-
gen de Palas Atenea que se consideraba Diipetes, creada por Zeus.
La creencia en tales Diipetes estaba muy extendida. En Roma se cono-
cí a, por ejemplo, la historia del escudo, el ancile, caí do del cielo gracias a r
las plegarias de Numa, y hasta que no desaparecieron las imá genes de; '
los dioses no se desarraigó la creencia en las imá genes procedentes del
cielo. 322                                                     ; ''

Pero tambié n las «cartas del cielo» proliferaron en el mundo precris- ^
dañ o y cristiano, siendo muy llamativas las coincidencias existentes en-
tre las cristianas y las paganas, que por parte de las primeras eran ó rdenes
de Dios para santificar los domingos, mantener la celebració n del rosa-
rio, fundar un convento, etc. Desde el siglo iv o v se divulgaron manus-
critos griegos, latinos, sirios, etí opes y á rabes de una carta de Jesucristo
caí da del cielo. Una versió n griega que asevera solemnemente que la carta
no la ha escrito mano humana sino la mano invisible del Padre, maldice
a todo charlatá n y enemigo del Espí ritu Santo (pneumatomachos) que lo
ponga en duda. El fin ú ltimo de la falsificació n era fortalecer la creen-
cia en la resurrecció n de Jesú s y explicar la autorizació n del juramento,
la necesidad del domingo y la abstinencia de carne (el dí a de Venus [los
viernes], segú n una versió n latina, só lo verduras y aceite: son mensajes
del má s allá ). ¡ Y el Señ or tambié n ordena, bajo terribles amenazas de
castigo, pagar los diezmos a los obispos! 323

Má s tarde, las «cartas del cielo» caen cada vez con mayor frecuen-
cia. En la Edad Media se las utiliza con fines de falsificació n y los mí s-
ticos las emplean para documentar sus encuentros con Jesú s. Alcanza-
ron un gran futuro como medio protector contra el fuego y la guerra,
hasta el punto de seguir teniendo importancia durante los conflictos del
siglo xix. 324                                                  ^j

Volvamos ahora a la entrada en boga generalizada de la adulteració n
de la tradició n apostó lica. Desde el siglo v se falsifica en muchas ciudades;

episcopales de Españ a, Italia, Dalmacia, los paí ses del Danubio y Galia,


hasta Bretañ a, para demostrar la fundació n apostó lica de la correspondien-
te sede; algo muy importante por motivos de prioridad. 325

La lucha entre los obispados de Aquilea y Rá vena y de Aquilea y
Grado por los derechos metropolitanos estuvo acompañ ada de falsifica-
ciones polí ticas y eclesiá sticas.

Por medio de la leyenda de Marcos o de Hermagoras, el obispado de
'; ¡ Aquilea pretende un origen apostó lico y el tí tulo de patriarca, lo que con-
l duce a un prolongado cisma con Roma. Aquilea intenta hacer prevalecer
sus pretensiones directivas frente a los obispos de Rá vena recurriendo a
una falsificació n, pero en Rá vena se falsifica tambié n, y el arzobispo Mau-
ro (642-671) consigue la autonomí a de Rá vena en la disputa con Roma
mediante un falso privilegio atribuido a Valentiniano III y la pasió n, asi-
mismo falsificada, del presunto discí pulo de Pedro, Apolinario. De igual
modo, en la disputa por los derechos de la administració n metropolitana
entre los obispados de Aquilea y Grado se producen falsificaciones. Y
tambié n mediante falsificaciones se hace a Bernabé fundador del obispa-
do de Milá n y a Domnio, discí pulo de Pedro, fundador del obispado de
Salona, en Dalmacia. 326

A comienzos del siglo v el obispo Patroclo de Arles pretende la pri-
i matura de Galia, mediante unos datos que desde el punto de vista histó ri-
¿ co son relativamente inofensivos.

Patroclo (412-426), un Padre de la Iglesia sin duda tan taimado como
ansioso de poder, fue el beneficiario de un cambio de gobierno en Galia,
que provocó el destierro de su predecesor, el obispo Heros de Arles, y le
colocó a é l en la sede episcopal de la rica y floreciente ciudad. Puesto
que Tré veris se encontraba amenazada, Arles, la «Roma gala», se convir-
tió en la prefectura de las Galias, una especie de segunda capital de Occi-
dente, y Patroclo en metropolitano, siguiendo una ví a bien tortuosa pero
no inhabitual.

Por medio de Patroclo, Zó simo habí a ascendido en Roma al papado
y cuatro dí as despué s le nombró metropolitano con autoridad sobre las
tres provincias galas, Viennensis y Narbonensis I y II (los actuales Pro-
venza y Delfinado). Los obispos de Marsella, Narbona y Vienne protes-
taron y en la lucha que se desencadenó, Patroclo se remitió a la funda-
ció n apostó lica de su sede por san Tró fimo. Una interpelació n posterior
del episcopado galo al papa Leó n I, en el añ o 449, declara expresamente
que san Tró fimo de Arles es discí pulo del propio san Pedro. Pero eso no
se produjo hasta que no llegó Patroclo. Habí a descubierto a Tró fimo, al
que hasta entonces nadie conocí a, hasta el punto de que en el siglo ix su
nombre no aparecí a en el catá logo de obispos de Arles. Y lo mismo que
aquí Patroclo y Arles, otros obispados intentaron por espacio de muchos
siglos asegurar sus reivindicaciones de derechos metropolitanos y de pri-
mací a mediante falsificaciones, que primero eran hagiográ ficas, las lla-


madas leyendas, y má s tarde documentos falsificados de origen apostó -
lico. 327

Lo mismo que casi todas las dió cesis, tampoco las renanas poseí an
una «apostolicidad» o una tradició n. Por eso se las falsificó durante los
tres primeros siglos recurriendo a biografí as inventadas, y siempre con
é xito. Metz se remitió a Clemente, Tré veris reivindicaba para sí los discí -
pulos de Pedro, Valerio, Eucario y Materno, Maguncia a Crescente, dis-
cí pulo de Pablo. Tambié n se falsificó la lista de obispos de Spira, junto
con todas las actas del concilio que se celebró en Colonia en el añ o 346
contra el arrianismo. Pero en realidad, estas actas aparecieron 400 añ os
despué s en Tré veris, que intentaba por todo los medios impedir que Co-
lonia fuera sede metropolitana. 328

Todas estas trampas que se iniciaron en la Antigü edad, continuaron
durante varios siglos en la Edad Media y sin conocer fronteras, produ-
cié ndose lo mismo en Renania que en Austria, Españ a, Italia, Dalmacia,
Francia o Inglaterra. El engañ o literario se vuelve habitual primero só lo
en las grandes sedes arzobispales, los viejos patriarcas, pero despué s,
poco a poco, se extiende a los obispados má s pequeñ os e incluso a los
monasterios; «en todos los paí ses del orbe cristiano», «se ven por do-
quier embaucadores trabajando, que fabrican sus documentos por ansias
de poder polí tico en la Iglesia» (Speyer), por todos sitios «se falsificaba
sin inhibirse por los principios de la tradició n» (C. Schneider). 329

¡ Todaví a en pleno siglo xx un teó logo cató lico -con imprimá tur ecle-
siá stico- miente «por el pueblo cristiano»!: «Allí donde hay una sede
episcopal puedo demostrar que su primer obispo fue un apó stol o el dis-
cí pulo de un apó stol, o bien un sucesor directo del apó stol ha recibido la
bendició n y la misió n de su cargo». 330

En el curso de la turbulencias dogmá ticas de los siglos v, vi y vn sur-
gieron infinidad de falsificaciones. 331

Las disputas cristoló gicas condujeron al engañ o por todo los lados y
por todos los medios.

En el siglo iv se comenzó falsificando los propios escritos, auté nticos
pero ya no a la altura de los tiempos, es decir, de la evolució n de la doc-
trina, interpolá ndose los «Padres» del siglo u. Los llamados ortodoxos y
los llamados herejes inventaron durante las interminables disputas tam-
bié n las actas de los concilios. Y a partir del siglo v se puso cada vez má s
en boga, por la «verdadera» fe, introducir citas falsas en los florilegios.
Só lo en las disputas con motivo del famoso Concilio de Calcedonia (451),
los ortodoxos y los monofisitas hicieron infinidad de falsificaciones, algo
que ya se sabí a en la Antigü edad. El abad Anastasio Sinaí ta, un apasiona-
do luchador contra los «herejes», en particular contra los monofisitas y
los judí os, testifica un florilegio al papa Leó n que é l mismo falsifica en
nombre de Flaviano. En la lucha contra los monofisitas se fabricaron


ocho cartas de personalidades, por lo general ficticias, dirigidas a Petras
Fullo. Juan Rhetor, patriarca de Constantinopla (fallecido en 577), editó
textos bajo los nombres de Petrus Iberus y Teodosio de Jerusalé n. 332

Las disputas con el clero de las ó rdenes aparecidas en el siglo iv, las
luchas entre los monasterios y los obispados, produjeron tambié n nuevos
engañ os, y dieron lugar en la Edad Media sobre todo a infinitas manipu-
laciones de documentos. E igualmente a partir del siglo iv, se favore-
ció la aparició n del culto a los santos mediante numerosas falsificaciones
de culto litú rgico y patriotismo local. Varias localidades de Egipto pre-
tendieron ser el lugar de huida de la sagrada familia, algo que los monas-
terios de aquellos lugares demostraban mediante historias inventadas, o
dicho má s suavemente: con leyendas tendenciosas. Se relataron tambié n
diversas versiones del Transitus Marí ae, la muerte y llegada de Marí a al
cielo, falsificadas probablemente en provecho de Jemsalé n. A favor de
los intereses de Lydda se falsificó un relato del que debí a ser autor José
de Arimatea, pero que en realidad apareció seiscientos añ os despué s. «La
tradició n de finales de la Antigü edad a travé s de la vida de los santos si-
rios, en especial de los grandes monjes santos de los siglos iv y v, está
llena de invenciones, que sirvieron para el ensalzamiento de algunos mo-
nasterios» (Speyer). 333

Lo mismo que se crearon vidas de santos ficticias, tradiciones apos-
tó licas ficticias, cartas del cielo ficticias o martirios fictios, igualmente
y como analogí a a los usos paganos de la é poca precristiana, se crearon
infinidad de milagros y reliquias, como se muestra en el capí tulo si-
guiente.

Pero primero contemplaremos las falsificaciones protocristianas a la
luz de la moderna apologé tica, así como la tolerancia del engañ o «piado-
so» en el cristianismo hasta la actualidad.

Поделиться:





Воспользуйтесь поиском по сайту:



©2015 - 2024 megalektsii.ru Все авторские права принадлежат авторам лекционных материалов. Обратная связь с нами...