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Las incoherencias de la noble teología Cristiana: ¿quien es el mayor de entre los nacidos de mujer?




Las incoherencias de la noble teologí a Cristiana: ¿ quien es el mayor de entre los nacidos de mujer?

Las incoherencias de la noble teologí a Cristiana: ¿ quien es el mayor entre los nacidos de mujer? El Evangelio cristiano cita a Jesú s (paz sea con é l) diciendo: “No juzgué is, para que no seá is juzgados…” (Mateo 7: 1). Y tambié n dice en otro lugar: “De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer, no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista…”- Mateo 11: 11. Pero, por el otro lado, el Evangelio cita a Juan el Bautista, juzgando y condenando a Herodes, dicié ndole: “¡ … No te es lí cito tener la mujer de tu hermano! (es decir, tener la mujer de su hermano Felipe)” – Marcos 6: 18.
¿ En que quedamos? ¿ Como pudo Juan juzgar a Herodes (desobedeciendo así a Jesú s, quien prohibió que juzgá semos a nadie), y a la misma vez ser el mayor de entre los que nacen de mujer? ¿ No dice el Evangelio que, solo aquel que este “libre de pecados” puede tirar la piedra?: “… El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en arrojar la piedra…”- Juan 8: 7.
¿ Como es posible que, siendo Jesú s el Mesí as, y habiendo nacido de una mujer, sea Juan (y no Jesú s) el mayor de los que nacen de mujer? De hecho, si Jesú s era en efecto mayor que Juan, ¿ por que fue Juan (un hombre pecador, e imperfecto) el que sintió que estaba suficientemente libre de pecados, como para “tirar la piedra a Herodes”? ¿ Por que no lo hizo Jesú s? ¿ No dice el Evangelio que Jesú s estaba libre de pecados? Como esta escrito: “¿ Quié n de vosotros me redarguye de pecado? ” – Juan 8: 46.
¿ Que significan todas estas contradicciones? Pues significan que, el Evangelio, es un ingenioso ardid; una ingeniosa [y bien sazonada] “ensalada religiosa”, que combina con astucia y sagacidad lo que en efecto es la Palabra de Dios (la Ley), con lo que no es sino la palabra del hombre. Las anteriores contradicciones (entre muchas otras) significan que la Torah tenia razó n, al afirmar que, es la Ley (y no ningú n libro futuro), la que es perfecta.
Como esta escrito: “La Ley (Torah) de י ה ו ה es Perfecta…”. Y, ya que la Ley es perfecta (y lo que es perfecto no puede ser anulado ni sustituido por algo mejor), concluimos que el Evangelio es irrelevante [es decir, no tiene mayor valor teoló gico, que el que podrí a tener el Talmud, o cualquier otro comentario Bí blico].
¿ Que debe entonces hacer el creyente? Pues volver a la Ley de Dios, y comenzar a practicar el mandato Divino que le ordena diciendo: “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de dí a y de noche meditará s en é l, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en é l está escrito; porque entonces hará s prosperar tu camino, y todo te saldrá bien”- Josué 1: 8.
Medite dí a y noche en la Ley de Dios; ponga especial é nfasis en el Libro de los Salmos, y י ה ו ה (bendito sea) no fallara en bendecir su vida, en ennoblecerla, y en darle un maravilloso propó sito y sentido.

 

¿ Es la maldad existente en el universo prueba absoluta de que no existe un Dios omnipotente?

Suponga usted que existe un universo donde todo es justo y bueno; donde no hay dolor, ni sufrimiento; no hay muerte; no hay mentira; no hay enfermedad, angustia, hambre, sed, dolor, ni cansancio. Pero los perfectos e inmortales seres que allí habitan no pueden realmente apreciar lo que poseen. ¿ Por que? Pues porque no tiene un punto de referencia para el bien y el mal.
Es decir, nunca han experimentado otra cosa fuera de la perfecció n existencial que siempre han poseí do- no saben lo que es experimentar limitació n alguna; ignorancia, olvido, dolor, temor, incertidumbre, mentira, maldad, sufrimiento, ni muerte. Un dí a, estos seres deciden obtener ayuda de su infinito y omnipotente Creador, quien contesta sus ruegos creando otro universo; uno donde existe la maldad, la duda, el olvido, la ignorancia, la muerte, la incertidumbre, y el dolor.
De este modo, sus inmortales hijos pueden escoger [voluntariamente] entrar en ese universo, experimentar el mal, y regresar a su celestial hogar con una mejor apreciació n de lo maravillosa que es la perfecció n existencial que su Creador les ha concedido. ¿ Y donde esta ese universo de maldad que ha de servir de escuela para estas curiosas almas inmortales? ¡ Pues es el universo en el cual ahora mismo nos encontramos!
Así, el que la maldad exista en nuestro universo, no es prueba absoluta de que no exista un Dios omnipotente. De hecho, si nuestro universo estuviese libre de toda maldad, quizá s harí amos [erradamente] el mismo reclamo- que el que la maldad no exista en nuestro universo, es prueba de que no existe un Dios omnipotente.

 

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