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CAPÍTULO 1




Karlheinz Deschner

Historia criminal del cristianismo

Desde la querella de Oriente
hasta el final del periodo justiniano

Colecció n Enigmas del Cristianismo

Ediciones Martí nez Roca, S. A


Traducció n de Anselmo Sanjuá n
Cubierta: Geest/Hü verstad

 

Ninguna parte de esta publicació n, incluido el diseñ o
de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida
en manera alguna ni por ningú n medio, ya sea elé ctrico,
quí mico, mecá nico, ó ptico, de grabació n o de fotocopia,

sin permiso previo del editor.

Tí tulo original: Kriminalgeschí chte des Christentums

© 1986, Rowohit Verlag GmbH, Reinbek bei Hamburg

© 1992, Ediciones Martí nez Roca, S. A.

Provenca, 260, 08008 Barcelona

ISBN 84-270-1561-5

Depó sito legal B. 41. 827-2000 ,

Fotocomposició n: Pacmer, S. A.

Impresió n: Liberdú plex, S. L.

Encuademació n: Reinbook, S. A.

Impreso en Españ a - Printed inSpain


.


Dedico esta obra, especialmente, a mi amigo Alfred Schwarz. Asimismo
deseo expresar mi gratitud a mis padres, que tanto me ayudaron en todo
momento, y a todos cuantos me prestaron su colaboració n desinteresada:

 


Wilheim Adier

Prof. Dr. Hans Albert

Lore Albert

Klaus Antes

Else Amold

Josef Becker

Kari Beerscht

Dr. Wolfgang Beutin

Dr. Otto Bickel

Dr. Dieter Bimbacher

Dr. Eleonore Kottje-Bimbacher

Kurt Birr

Dr. Otmar Einwag

Dr. Kari Finke

Franz Fischer

Klá re Fischer-Vogel

Henry Gelhausen

Dr. Helmut Há u^ler

Prof. Dr. Norbert Hoerster

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Dr. Stefan Kager y Frau Lena

Hans Kalveram

Kari Kaminski y Frau

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Dr. Klaus Katzenberger

Hilde y Lothar Kayser

Prof. Dr. Christof Kellmann

Dr. Hartmut Kliemt

Dr. Fritz Kó ble

Hans Koch

Hans Kreil

Ine y Ernst Kreuder

Eduard Kü sters

 

Robert Má chier

Jü rgen Mack

Volker Mack

Dr. Jó rg Mager

Prof. Dr. H. M.

Nelly Moia

Fritz Moser

Regine Paulus

Hildegunde Rehie

M. Renard

Germá n Rü del

Dr. K. Rü gheimer y Frau Johanna

Heiz Ruppel y Frau Renate

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Hedwig y Willy Schaaf

Friedrich Scheibe

Else y Sepp Schmidt

Dr. Wemer Schmitz

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Dr. Gustav Seehuber

Dr. Michael StahI-Baumeister

Prof. Dr. Wolfgang Stegmü ller

Almut y Walter Stumpf

Artur Uecker

Dr. Bemd Umiauf

Helmut Weiland

Klaus Wessely

Richard Wiid

Lothar Willius

Dr. Eisbeth Wolffheim

Prof. Dr. Hans Wolffheim

Franz Zitzisperger

Dr. Ludwig Zollitsch


 


í ndice

1. La lucha por las sedes obispales del este durante el siglo v

y hasta el Concilio de Calcedonia...................................................................  13

El alboroto de los monjes y el cambio de bando de Teó filo. . ……………… 17
El Doctor de la Iglesia Jeró nimo y sus socios hacen

de «oficiales de verdugo» al servicio de Teó filo

y contra el Doctor de la Iglesia Juan........................................................ 20

Sobre la humildad de un prí ncipe eclesiá stico........... ……………….. 24

El Padre de la Iglesia Epifanio, el Sí nodo «ad Quercum»:

Asesinato y homicidio en el palacio del patriarca.......................... 25

Hagia Sophia arrasada a fuego: El final de Juan

y de los johannitas............................ …………………. …………….. 27

El patriarca Cirilo hace frente al patriarca Nestorio............................ 30

Las escuelas teoló gicas de Antioquí a y Alejandrí a........ …………….. 33

Comienza la lucha por la «Madre de Dios»............. ………………….. 34

El Concilio de Efe so del añ o 431: El dogma obtenido

mediante el soborno........................... ………………………………. 43

La «Unió n» o el increí ble chanchullo de la fe: La bribonada

entre Cirilo y el monje Ví ctor...................................................... …. 56

San Cirilo como perseguidor de «herejes» e iniciador.

de la primera «solució n final»............................................. ………. 61

Shenute de Atripe (hacia 348-466), abad de monasterio.... …………. 66

El santo Shenute como adalid antipagano: Robos,

arrasamientos y asesinatos...................... …………………………… 69

La controversia eutiquiana........................ ……………………………… 74

El «Latrocinio de É feso» del añ o 449................. ………………………. 79

El Concilio de Calcedonia, o sea: «Gritamos en aras. de la piedad»..... 86

El canon 28........, ……………………………………………......................... 93

2. El papa Leó n I (440-461)...................................................................... 97

Leó n predica su propiapreeminencia y la humildad a los legos…….... 99

El verdadero rostro de Leó n........................ …………………………………. 102


San Leó n contra san Hilario....................... …………………………… 103

El papa Leó n atribuye al emperador la infalibilidad

en cuestiones de fe, imponié ndose a sí mismo el deber

de proclamar la fe profesada por el emperador......

113
119

Contrapartida: «Servicio militar en el nombre de Cristo... ». . .
Colaboració n para el exterminio de los «herejes» al amparo

de la «exaltació n de la dignidad del hombre».........

Leó n I persigue a pelagianos, maniqueos y priscilianistas,

pero predica el amor a los enemigos................

Leó n Magno da al diablo a los judí os.................

La hora «estelar de la humanidad».... .. . . .. .........

3. La guerra en las Iglesias y por las Iglesias hasta la é poca

del emperador Justino (518)........................ 127

Oriente arde en llamas, o bien: «[... ] El diablo, tú y Leó n»... ………… 129
El papa Leó n azuza los á nimos contra los «demonios»

cristianos de Oriente........................... ………………………………. 133

Tampoco bajo el emperador Leó n I deja el papa Leó n

de exigir la violencia contra «los criminales» y de rechazar

cualquier negociació n......................... ………………………………. 135

Los cristianos batallan entre sí por la fe............... ……………………. 138

El papa Hilario, el emperador Antemio y algunas farsas

grotescas entre cristianos asaltantes del trono............................. 140

El papa Simplicio corteja al usurpador Basilisco

y al emperador Zenó n.......................... ……………………………… 144

El «Henotikon», un intento de unificació n religiosa

combatido por Roma, crea divisiones aú n má s profundas

en el Imperio y la cristiandad.......,,,, ………………………. ……….. 147

Se inicia el cisma acaciano. Alta traició n eclesiá stica........................ 149

Teodorico conquista Italia: «¿ Dó nde está Dios? »........ ……………… 154

La colaboració n con la potencia «heré tica» de ocupació n.. 158
El emperador Anastasio y el papa Gelasio bajan a la palestra. . 161
La teorí a de los dos poderes, o el Estado como esbirro

de la Iglesia................................. ,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,, 164

El papa Gelasio en lucha contra la «pestilencia»

de los cismá ticos, «heré ticos» y paganos..................................... 167

Un papa pacifista no puede gozar de un largo pontificado... ................ 170
El cisma laurentino con su acompañ amiento de luchas

callejeras y de batallas en las iglesias. …………………………….. 170

Las falsificaciones de Sí maco....................... …………………………. 174

Alineamiento de las fuerzas en combate: El reino godo

y Roma contra Bizancio. . , ...................... ………………………… 176


4. Justiniano (527-565): Un teó logo en el trono imperial. . …............. 183       
Justino y la subversió n total: De porquero

a emperadorcató lico (518-527)............................................................. 185.

La persecució n de los monofisitas bajo Justino I.............. .............. 188

El «Lí bellus Hormisdae»................................................................... 190

Roma abandona a Ravena y se pasa al bando bizantino. . . ………192

Las cruzadas tempranas y toda í ndole de historias sacras

ará bigo-etí opes........................................................................... 195

El emperador Justiniano, dominador de la Iglesia............................ 197

Justiniano emula la humildad de Cristo y «pone en orden

las guerras y los asuntos religiosos».......................................... 198

Exprimir a los seglares para privilegiar a los obispos. . , , …………200
Teodora, amante de criados y patriarcas (? )... y esposa

del emperador........................................................................... 204

La revuelta Nika............................................................................. 208

El emperador Justiniano persigue a los cristianos disidentes

«para que perezcan mí seramente»............................................ 209.

«Una especie de procedimiento inquisitorial»

para los paganos........................................................................ 212

Para los judí os, «un destino de ignominia»..................................... 214

Justiniano extermina a los somá ntanos.......................................... 216

Los vá ndalos, o «contra aquellos que son objeto

de la ira de Dios…………………………………………………219

Elarriano Genserico persigue a los cató licos................................... 223

Hunerico y el clero amano dedicados a la expropiació n,

las proscripciones y las masacres............................................ 228

El clero cató lico a favor de «una especie de cruzada»

contra los vá ndalos................................................................... 232

«¡ Os traemos la paz y la libertad! »................................................ 234

Parabienes papales por la «expansió n del Reino de Dios»,

o «Todos ellos sumidos en la indigencia»................................ 238

Sobre la «gran batida contra los godos» y otras cuestiones

marginales................................................................................ 240

La gran beneficiarí a de todo aquel infierno: La Iglesia

romana...................................................................................... 250

 Algunas comedias de enredo entre este y oeste, o el papa

asesino Vigilio.......................................................................... 256

Notas…............................................................................................... 265


CAPÍ TULO 1

LA LUCHA POR LAS SEDES OBISPALES
DEL ESTE DURANTE EL SIGLO V
Y HASTA EL CONCILIO DE CALCEDONIA

«Las luchas y la escisió n no perdonaron tampoco a la Iglesia romana
[... ], pero no alcanzaron nunca el grado de apasionamiento ni sangrienta
ferocidad que estaba a la orden del dí a en Oriente. »

J. haller"

«La lucha en torno a Orí genes desembocó en una guerra formal
entre las dos capitales de Oriente y sus poderosos obispos: Teó filo
de Alejandrí a y Juan de Constantinopla. »

J. STEINMANN2

«Aliados a los coptos y, en cuanto ello era posible, a Roma, Teó filo,
Cirilo y Dió scoro traicionaron al componente helé nico en el
cristianismo para cimentar y aumentar el poder del patriarca de
Alejandrí a. Pero fue una victoria pí rrica [... ]. El ocaso del cristianismo
griego se hizo ya patente en el momento mismo en el que Teó filo,
forzado por los coptos, ordenó el maltrato del origenista Ammonio con
las palabras " Maldice a Orí genes, hereje". Aquello constituyó,
simultá neamente, la sentencia de muerte definitiva sobre los griegos
de Egipto. »

C. schneider, TEÓ LOGO3


Así como Alejandrí a poseí a, por lo pronto, el rango má s elevado entre
las ciudades del Imperio de Oriente, tambié n el metropolitano alejandri-
no desempeñ ó por mucho tiempo el papel principal en la Iglesia oriental.
Su patriarcado era desde sus inicios el má s compacto de Oriente. Tení a
gigantescas posesiones en bienes raí ces y hasta el Concilio de Constanti-
nopla (381) mantuvo allí un primado indiscutible. Lo mantuvo, al menos
de facto, hasta 449, añ o del «Latrocinio de É feso», contando ocasionalmen-
te con el apoyo de Roma. Paulatinamente, sin embargo, se vio desplaza-
do en la jerarquí a de los patriarcados orientales por el de Constantinopla,
con larga trayectoria ascendente. Los patriarcas de Alejandrí a deseaban
ver colegas dé biles e ineptos en la capital, pues ellos mismos aspiraban a
un papado oriental. Fueron, tal vez, los primeros obispos de rango supe-
rior en adoptar el tí tulo de «arzobispos» (archiepiskopos) y como mí ni-
mo desde el siglo ffl, y de forma preferente, tambié n la denominació n de
«papa» (papas) que mantuvieron de forma continua. El uso de la deno-
minació n de patriarca se fue imponiendo muy lentamente a lo largo del
siglo iv. Incluso de parte cató lica se concede que, desde la fundació n de
Constantino «la sede alejandrina padeció de celos casi ininterrumpidos
respecto a la de Constantinopla» (Wetzer/WeIte). Para derribar a sus riva-
les de la capital, los alejandrinos se valieron, sin embargo, de la contro-
versia teoló gica en aquella é poca de «luchas a muerte por la formulació n
de los dogmas». 4

Ello lo puso de manifiesto con toda virulencia la lucha por el poder
entre los patriarcas Teó filo de Alejandrí a y Juan Crisó stomo de Constan-
tinopla. Hací a ya un siglo que la sede obispal alejandrina vení a siendo
ocupada por personas incursas en la mejor tradició n del santo Doctor de
la Iglesia, Atanasio. O sea, que en su lucha contra el Estado «se serví an
brillantemente de las bien probadas té cnicas: soborno, manipulació n de
la opinió n pú blica, intervenció n de la propia guardia personal, o bien
de bandas de marineros y monjes armados» (F. G. Maier). Los obispos de
Alejandrí a mantení an una tropa de choque militar, compuesta por cente-
nares de porteadores de enfermos con la que asaltaban templos y sinago-
gas, expoliaban y expulsaban a los judí os y combatí an, en general, por


el terror todo cuanto les causaba estorbo, incluidas las autoridades impe-
riales.

Con todo, el patriarca de Constantinopla, la «segunda Roma», seguí a
acrecentando paulatinamente su prestigio e influencia. Finalmente, el se-
gundo concilio ecumé nico de Constantinopla (añ o 381) le concedió la
preeminencia honorí fica entre todos los obispos orientales (Canon 3). Es
má s, el cuarto concilio ecumé nico de Calcedonia le equiparó el añ o 451
al papa, a despecho de la á spera protesta de este ú ltimo. Es natural que,
en consonancia con ello, aumentasen tambié n las posesiones y los ingre-
sos del patriarcado cuyos inmuebles y empresas (dominios, viñ as, moli-
nos) estaban diseminados por todo su territorio y experimentaron conti-
nuos incrementos gracias a donaciones y legados. 5

Los jerarcas alejandrinos no estaban, sin embargo, dispuestos a acep-
tar voluntariamente su postergació n, sino que se aprestaron a la lucha
usando todos los medios. Su intento de entronizar en Constantinopla a un
alejandrino, ya durante el concilio del añ o 381, fracasó. Tras la muerte
del obispo Nectario (397) -que contó con el favor del emperador Teodo-
sio I, pero con la hostilidad del papa Dá maso- se frustró asimismo el pro-
pó sito del alejandrino Teó filo de imponer a su candidato en la capital.
Era é ste el presbí tero alejandrino Isidoro, con quien ya nos topamos ante-
riormente (vé ase vol. 2) a raí z de su fatal misió n polí tica y cuya funció n
no era ahora otra que la de mantener ocupado el puesto para el sobrino del
patriarca, Cirilo, demasiado joven aú n. Veinte añ os má s tarde, sin embar-
go, la suerte sonrió a Teó filo (385-412). Este sacerdote tan culto como
carente de escrú pulos, auté ntico faraó n de los territorios nilotas, que as-
piraba a convertirse en una especie de primado de todo Oriente, consi-
guió a la sazó n y con la ayuda de la corte derribar a Juan Crisó stomo,
soberano de la iglesia constantinopolitana, y enviarlo al desierto y a la

muerte. 6

Apenas dos decenios antes de que Juan tomase posesió n en Constan-
tinopla (398-404) aú n perduraba allí la furia de las feroces pugnas con
los amañ os. Ahora tan só lo halló allí a un obispo adjunto, Sisinio, pastor
supremo de los novacianos, ú nica secta que Teodosio toleró junto a los
cató licos. Sisinio apenas causó disgustos al patriarca; gozaba tambié n del
aprecio de los «ortodoxos», particularmente de los de la corte. Era hom-
bre de verbo fá cil e ingenioso. Só lo el hecho de que cada dí a acudiese
dos veces a las termas resultaba algo chocante, tanto má s cuanto que los
novacianos se caracterizaban por un estricto ascetismo. La ré plica de
Sisinio acerca de su doble bañ o termal cotidiano fue, desde luego, chis-
peante: ¡ Una tercera vez no me sienta bien! 7

El Doctor de la Iglesia Crisó stomo, nacido en Antioquí a como hijo de
un alto oficial del ejé rcito, que murió tempranamente, era, segú n el me-
nologion,
libro litú rgico de la iglesia bizantina, chocantemente pequeñ o,


extremadamente flaco, de cabeza, orejas y nariz grandes y barba rala. Des-
pué s de unos añ os de monacato en el desierto, una dolencia estomacal
(causada por la ascesis) le llevó el añ o 386 a ser presbí tero en Antioquí a,
llamado, presumiblemente, por el obispo Melecio. El posterior y fatal
traslado a la sede patriarcal de Constantinopla se lo debí a al anciano Eu-
tropio. Pues cuando el emperador Arcadio, tras la muerte de Nectario se
hallaba indeciso acerca del nombre del sucesor, el supremo eunuco de la
corte y todopoderoso ministro hizo llamar por medio de correos extraor-
dinarios al ya famoso predicador (antijudí o), Juan. Teó filo quiso impe-
dirlo, pero enmudeció apenas se le hizo una indicació n referente al ma-
terial reunido contra é l, ya má s que suficiente para un proceso criminal.
jY no fue otro sino el reluctante alejandrino quien tuvo que consagrarlo
como obispo en enero de 398! 8 Con todo. Teó filo no cejó en sus planes,
sino que usó la batida casi universal dirigida contra el origenismo, aquel
conflicto entre «origenistas» y «antropomorfistas» que desgarraba espe-
cialmente al monacato oriental, para fomentar su propia polí tica eclesiá s-
tica, aprovechá ndola por tanto como arma de batalla contra el patriarcado
de Constantinopla.

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