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De acuerdo con el crimen, de acuerdo con la santidad




«Karolus serenissimus augustus a Deo coronatus magnus pacificas» (Carlos, emperador serenнsimo, grande y pacнfico, coronado por Dios), como rezaba ya desde el 801 el comienzo de su tнtulo prolijo, aquel Cйsar pacificador, coronado por Dios y reinante tambiйn «per misericordiam Dei» (por la misericordia de Dios), el que desde el 802 se llamу tambiйn «imperator christianissimus» y que (supuestamente) muriу con las palabras del Salmo 31: «En tus manos, Seсor, encomiendo mi espнritu», aquel hombre habнa preparado una matanza tras otra, y en sus 46 aсos de gobierno -del 768 al 814- habнa guerreado casi de continuo con cerca de 50 campaсas militares, pues sуlo dos aсos (790 y 807) no combatiу... «Un perнodo feliz para la Iglesia» (Daniel-Rops). Nada tiene de extraсo que en las Chansons de geste -los poemas йpicos franceses de la alta Edad Media- cabalgue en la batalla ya «con mбs de doscientos aсos», acompaсado de sus paladines mбs valientes. Combatiу contra los longobardos, los frisones, los bбvaros, los avaros, los eslavos, los vascos y los бrabes en Espaсa, los bizantinos en Italia meridional, con guerras ofensivas planificadas casi con frialdad y con las que infligiу la muerte, una muerte a menudo cruel y terrible, a innumerables personas.

Y no sуlo matу en las guerras, sino que tambiйn hizo asesinar a 4. 500 prisioneros y desterrу a miles de familias. O, como se dice en una de las poesнas litъrgicas mбs antiguas en honor de Carlos: «Abatiу a millares, limpiу la tierra de la cizaсa [! ] pagana..., convirtiу a los infieles, quebrantу las estatuas de los dioses, expulsу a los dioses extranjeros». Para йl personalmente, segъn su biуgrafo Einhard, las guerras contra los sajones y los avaros fueron mбs importantes que todos los otros cometidos polнticos. Mбs aъn, para ciertos cнrculos eclesiбsticos del siglo x las guerras sajonas figuraban en primer plano como su obra mбs importante en favor de la misiуn cristiana. 47

No se trata sуlo, aunque ya es bastante, de que Carlos «el Grande» de hecho matase, subyugase y esclavizase sin pausa (exceptuados en general los inviernos), que no fuese mбs que guerrero, conquistador, asesino y depredador a escala mбxima -lo cual, segъn nos enseсan desde hace mucho los mбs eruditos de los eruditos, era entonces tan habitual, tan del «buen» estilo de la йpoca, que el criticarlo serнa un craso anacronismo, desde nuestro tiempo «ilustrado» (en realidad no menos conquistador, asesino y depredador), ademбs de que resultarнa arbitrario, rigorista, moralista y cuadriculado en extremo-. No, se trata ademбs de que Carlos «el Grande» llevу a cabo todo ese increнble derramamiento de sangre con la participaciуn mбs intensa del cristianismo y de la Iglesia de su tiempo. (ЎQue, naturalmente, tambiйn eran «hijos de su tiempo»! ) Y que esa Iglesia jamбs protestу, aprovechбndose mбs bien a fondo de todo ello. Se trata de que el Estado feudal cristiano y la Iglesia feudal cristiana formaron una sola cosa, y una sola cosa en el crimen precisamente.

Carlos, en efecto, cuyo verdadero «libro de Estado» fue la Biblia, y entre cuyas obras preferidas se encontraba la Ciudad de Dios de Agustнn, no sуlo gobernу y actuу como rey de los francos sino tambiйn cual protector ilustrado de la Iglesia, como interlocutor y aliado del papa, segъn lo prueban su legislaciуn, su correspondencia epistolar redactada por eclesiбsticos y sus colaboradores mбs cercanos. Aquel monarca fue una especie de rey-sacerdote, fue «rector et devotus sanctae ecclesiae defensor et adiutor im уmnibus» (guнa y devoto defensor y ayudante de la santa Iglesia en todas las cosas).

Imperio e Iglesia se entrelazaron indisolublemente en el imperнum christianum, sin que apenas se diferenciasen las dietas polнticas y los concilios eclesiбsticos. Carlos convocу sнnodos, cuya presidencia ostentу; eligiу obispos y abades a su arbitrio y en Sajonia instituyу los obispados que necesitaba. Cuando necesitу un arzobispado para sus ataques contra los avaros, hizo que el papa erigiese el de Saizburgo. Dispuso tambiйn de los bienes eclesiбsticos, enriqueciendo a los papas y a los obispos con territorios. Les otorgу numerosos privilegios de inmunidad y sancionу la violaciуn de la inmunidad eclesiбstica con la pena real duplicada de 600 sуlidos. Librу de impuestos a los obispos y les concediу el derecho de acuсar moneda. Castigу con pena capital el saqueo e incendio de las iglesias. Pero sobre todo impuso la obligaciуn universal del diezmo en favor del clero y exigiу a escala estatal los diezmos para las iglesias episcopales. Tambiйn legу a la Iglesia, de la que se preocupу especialmente en sus ъltimos aсos, tres cuartas partes de su dinero efectivo (mientras que a sus hijos y nietos en su conjunto sуlo les dejу la dozava parte, y otro tanto a la servidumbre palaciega). Y tambiйn los prelados dependieron por entero de йl, aunque la influencia de los mismos durante su reinado -considerбndole al menos todos los obispos francos como cabeza universal de la Iglesia- creciу notablemente: con Carlos marchaban a la guerra, actuaban como jueces al lado de los condes y estaban a la cabeza de la corte real. 48

Al cнrculo mбs estrecho de colaboradores y amigos del soberano pertenecieron el arzobispo Beornrad de Sens, Paulino el patriarca de Aquileya, Teodulfo obispo de Orlйans, y el anglosajуn Alcuino, primer director de la escuela monбstica de York y mбs tarde abad de Saint-Martin de Tours, quien tuvo una influencia casi decisiva en la polнtica imperial. Entre sus confidentes mбs cercanos, que controlaban especialmente la vida palatina, figuraron asimismo algunos otros abades, como su primo Adalhard, abad de Corbie, y su sucesor el abad Wala, tambiйn primo de Carlos. Mayor aъn fue la influencia que tuvo sobre el monarca Angilberto, abad de Saint-Riquier, quien ademбs hizo dos hijos a Berma, la hija menor de Carlos, a los quince y a los veinte aсos (que luego serian los historiadores Harnit y Nithard), y que, debido a los «milagros» acaecidos en su tumba, fue venerado como santo, y como santo aparece en una Vita del siglo xn.

Fuirad, abad de Saint-Denis, dirigiу al principio la capilla palatina como capellбn primero y fue «la figura descollante entre los colaboradores de Carlos de la primera йpoca». Su sucesor fue Angilram, que fue obispo de Metz y que en el 791 muriу en la campaсa contra los avaros, y el sucesor de йste el arzobispo Hildibaid de Colonia, que «en tiempos de Carlos ocupу el primer puesto en el palacio de Aquisgrбn» (Flec-kenstein). La capilla palatina, que en sн era una instituciуn puramente espiritual fue adquiriendo consecuentemente cada vez mбs peso polнtico. Su director, el archicapellбn (con rango de arzobispo sin cargo arzobispal) era el primer consejero del monarca y uno de los dignatarios mбs elevados del imperio. Durante el reinado de Carlos fueron exclusivamente eclesiбsticos los que desarrollaron la actividad administrativa escrita, los llamados referendarii, que con los merovingios habнan sido laicos por lo general. La capilla palatina estuvo asociada con el epicentro del gobierno, la cancillerнa palatina, la cual se clericalizу por completo bajo los carolingios y a cuyo frente estaba el canciller o archican-ciller, que habitualmente era un clйrigo. (Desde mediados del siglo ix en Alemania el cargo de archicapellбn y archicanciller lo ejerciу la misma persona. Y finalmente el primado del imperio, el arzobispo de Maguncia se convirtiу tambiйn en el funcionario supremo del rey). 49

Pero tambiйn fuera del gobierno central, de la capilla y de la cancillerнa reales en gran parte clericalizadas, el clero franco tuvo una influencia grande y mъltiple sobre la vida pъblica. Dignatarios eclesiбsticos ejercieron cargos puramente civiles. En el imperio, dividido en 300 condados, tenнan que mirar por sus intereses al lado de los condes. Viajaban tambiйn como emisarios reales (missi dominici), siendo un instrumento eficaz de centralizaciуn, aunque nada agradable, entre otras cosas por sus gastos elevados. (Un obispo en tales funciones podнa recabar al dнa para sн y sus acompaсantes cuarenta libretas de pan, tres jabalнes, un cochinillo, tres gallinas, tres modios de bebida y cuatro modios de pienso para los caballos. )

A finales del siglo ix y comienzos del x el cargo de emisario real para Italia estuvo asociado en principio al cargo episcopal. El discurso de uno de tales emisarios, que se nos ha conservado, empieza asн: «Nosotros hemos sido enviados por nuestro seсor, el emperador Carlos, para vuestra salvaciуn eterna, y os recomendamos que vivбis virtuosamente segъn la ley de Dios y justamente segъn la ley del mundo. Queremos haceros saber ante todo que debйis creer en el ъnico Dios, Padre, Hijo y Espнritu Santo... ». Tales missi dominici, cuya actividad en los respectivos lugares empezaba de ordinario con un servicio litъrgico, controlaban varias veces al aсo la actividad judicial, militar y administrativa, para lo que celebraban juicios inquisitoriales. A una con los condes tambiйn los obispos y abades participaban cada primavera en la dieta o asamblea imperial, que iba asociada a un reclutamiento de tropas, bien en la residencia real o en el respectivo territorio del avance militar. Obispos y abades tenнan que ocuparse tambiйn de asuntos militares y naturalmente afrontar asimismo contingentes armados, conducirlos a la batalla, en contra del derecho canуnico, y no pocas veces hasta tomar el mando de grandes ejйrcitos.

Y asн como el clero intervenнa en el Estado, asн tambiйn el rey intervenнa en la Iglesia. Con sus capitulares regulaba la santificaciуn del domingo, el canto eclesiбstico o la recepciуn de los novicios en los monasterios. Se ocupaba del mobiliario de los oratorios, de la ordenaciуn de la liturgia asн como de la formaciуn y conducta de los eclesiбsticos. En el 790 introdujo el Sacramentarium Hadrianum, es decir el ordenamiento bбsico de la misa romana. A menudo convirtiу las leyes canуnicas en leyes del imperio, y los crнmenes contra las leyes imperiales se castigaron con penas eclesiбsticas.

Carlos hasta se inmiscuyу en cuestiones dogmбticas, por ejemplo en la disputa adopcionista, y quiso «desarraigar por todos los medios la perniciosa peste» y hasta entregar a los «herejes» hispanos a los sarracenos. Actuу celosamente en la controversia de las imбgenes, en la que se enfrentу al papa, por lo que tambiйn un gran concilio de los obispos occidentales convocado por el rey en Frankfurt (794) condenу las doctrinas de los iconodulos. Como escribiу el papa Leуn III en su primera carta, Carlos se sentнa «representante de Dios, seсor y padre, rey y sacerdote, guнa y protector de todos los cristianos». Por la otra parte, el papa Adriano I ya en el 785 celebraba que Carlos, rey de francos y longobardos y patricio de los romanos, «llevando a cabo nuestras exhortaciones hubiese incorporado a su soberanнa a los bбrbaros de todo el Oriente y el Occidente».

Mбs aъn, «el Grande» fue tambiйn personalmente un fiel catуlico, que gustу de imponer a sus subditos la moral cristiana, inculcбndola vivamente a las pobres almas. Mas no sуlo titubeу en arrebatar a los hijos de su hermano Carlomбn la mitad del reino franco, sino que despidiу tambiйn a cuantas mujeres acabaron siйndole desagradables: a la franca Himiltrud, que ya antes de su primer matrimonio le habнa dado un hijo: el jorobadito Pipino; igual que a su primera mujer legнtima, la hija del rey longobardo. Despuйs tuvo otras tres esposas muriendo todas tres jуvenes de una enfermedad; y la cuarta, Lнutgard, compartiу su lecho cuando aъn vivнa la tercera, Fastrada. Y a ellas se sumaron -sin que el alto clero le hiciese el menor reproche- una serie de concubinas, a las que ya anciano mantuvo en su palacio (conocemos los nombres de cuatro, pero hubo otras). Con ellas tuvo ocho retoсos extramatrimoniales, cuatro hijos y cuatro hijas; los cuales vinieron al mundo antes, durante y sobre todo despuйs de que naciesen los once hijos de matrimonios canуnicos, cuatro varones y siete mujeres.

En la muerte de su adorada Hildegard (783), beata de la Iglesia, hasta «los corazones de bronce de los guerreros se conmovieron hasta el llanto y se vieron caer sus lбgrimas entre los escudos y espadas». ЎY cuбl no fue la conmociуn de Carlos! Casi aсo tras aсo, o al menos cada dos aсos, ella le habнa dado un hijo. (En tres historiadores he leнdo tres cifras diferentes: seis, ocho y diez hijos. ) Pero a los pocos meses ya desposу a la nъmero tres.

El mбs cristiano de todos los gobernantes, que tan a pecho se tomaba la(s) y virtud(es) de sus francos, en su propio hogar llevaba una vida relajada y hedonнstica. Mientras la Iglesia sуlo permitнa el comercio sexual dentro del matrimonio y exclusivamente para traer al mundo nuevos cristianos, sin interrumpir el coito y en una ъnica posiciуn, las hijas de Carlos fornicaban con sus amantes, y Alcuino advertнa contra «las palomas coronadas que revoloteaban por las estancias de palacio». Incluso habнa prostitutas en los palacios reales. їY por quй no, si satisfacнan tambiйn al ejйrcito franco y hasta a los peregrinos en los lugares de peregrinaciуn, como en Saint Martin de Tours? їPor quй no, cuando hasta en los monasterios habнa por entonces muchos «casos vergonzosos de lascivia», sin que faltasen los sodomitas entre los monjes? Quй distinto a este respecto el panorama entre los germanos gentiles.

Y, sin embargo, Carlos, «el padre de la Iglesia», como le llama ya en el aсo 800 Teodulfo de Orlйans, era personalmente un cristiano fervoroso, un catуlico practicante, que observaba con supuesto rigor los ayunos eclesiбsticos, que en sus viajes iniciaba regularmente su jornada acudiendo a la iglesia en cualquier lugar que se encontrase y asistiendo a misa cada dнa. Varias veces al dнa e incluso de noche visitaba la Marien-kirche de Aquisgrбn. Gustaba de hacerse leer De civitate Dei de Agustнn. Poseнan un amplio arsenal de reliquias. En un medallуn llevaba como talismбn «en vida e incluso en muerte» algunos cabellos de la Madre de Dios (naturalmente falsos). Llenу la basнlica de Aquisgrбn con (pretendidas) reliquias de apуstoles, mбrtires, confesores y vнrgenes, para protecciуn del imperio y remisiуn de sus pecados. Incluso bajo su trono de piedra pudieron deslizarse algunas reliquias y en su tumba se depositу un relicario.

La propia ciudad de Aquisgrбn fue designada en el siglo xii «sacra civitas» (ciudad sagrada) y en toda Alemania -las mбs de las veces enmarcada en leyendas- llegу a ser una «ciudad mнstica», una «especie de santuario nacional» (Meuthen), un lugar de peregrinaciуn importantнsimo, y en buena medida gracias a Carlos. La Iglesia lo exaltу por encima de las masas, presentбndolo como «rex et sacerdos», como rey y sacerdote, cual «seсalado con el nombre de Cristo» y su imperio como «corpus christianum», «imperium christianum». Mбs aъn, para los Librн Carolini, «nuestro rey» (noster rex), «nuestro emperador» (noster imperator) es el propio Cristo. «Cristo es vencedor, Cristo es rey, Cristo es emperador» decнa el estribillo de los laudes, de las letanнas, que a finales del siglo vin se cantaban en el reino franco en las grandes festividades de la Iglesia y en la presencia del rey. Y en Roma se hacнa memoria de йl en las oraciones de la misa, y en la liturgia del sбbado en tiempo de ayuno a la menciуn de su nombre se doblaba la rodilla por mandato del papa Adriano I. El sнnodo de Maguncia (813) le exalta como «el guнa piadoso de la Iglesia», y el monje Notker de Sankt Gallen (muerto en 912) cual «obispo de los obispos»; mбs aъn «cual imagen de Dios, no de palabra sino de hecho» (Lуwe). Y el arzobispo de Milбn Odilberto habla de йl como «iluminado por el Espнritu Santo». 50

Ni fue eso todo. Tras haber sabido que incluso se hablaba de curaciones de enfermos y de milagros en la tumba de Carlos, en 1165 el papa Pascual III, antipapa de Alejandro III, lo canonizу a instancias del emperador Federico I y de su canciller Reinaldo de Dassel. En favor de su canonizaciуn adujo Barbarroja los servicios de Carlos en favor de la Iglesia y de la fe: por su conversiуn de los bбrbaros llegу a ser un «verdadero apуstol» (verus apostolus) y su esfuerzo hizo de йl un «mбrtir» (eum martyrem fecit), y un hueso del brazo de san Carlos se conservу como reliquia en un relicario precioso. El papa Gregorio IX refrendу la canonizaciуn y los papas posteriores no la declararon nula asintiendo mбs bien las distintas iglesias a la veneraciуn del emperador Carlos como santo. En los devocionarios de la Edad Media aparece con su oraciуn propia. En Aquisgrбn se le nombrу patrуn de la ciudad y como tal se le veneraba todavнa en el siglo xvn. Incluso en 1899 el entonces canуnigo Adolf Bertram escribнa en su Historia del obispado de Hildesheнm que allн se «veneraba a Carlomagno grandemente como su primer fundador y como santo». 51

Un estudio del aсo 1967 enumera no menos de 109 «lugares de culto de san Carlos». Entre ellos figuran Aquisgrбn (donde todavнa hoy se celebra en la catedral el dнa de la muerte de Carlos, el 28 de enero, y en el que yo de niсo celebraba mi onomбstica), Bremen, Bruselas, Dortmund, Frankfurt («uno de los lugares principales del culto de Carlos»: Kуtz-sche), Fulda, Halle, Ingelheim, Colonia, Constanza, Lьttich, Maguncia, Minden, Mьnster, Nuremberg, Ratisbona, Estrasburgo, Trйveris, Viena, Wьrzburg y Zurich. Tambiйn es digno de atenciуn que Carlos recibiese veneraciуn cъltica en todo el territorio sajуn. 52

A lo largo de siglos Carlos «el Grande», Carlomagno, ha sido considerado como el modelo ideal de gobernante, y para muchos, para muchнsimos, lo sigue siendo todavнa hoy.

Voltaire y Gibbon estigmatizaron su barbarie y le negaron grandeza personal. Ranke, por el contrario, hasta lo encontrу «demasiado grande para una biografнa» calificando su actividad «tal vez como el gobierno mбs grandioso de cuantos se han dado»; y en su Weltgeschichte, en la que ni Alejandro ni Cйsar ni los hйroes cristianos Constantino y Otуn I adquieren tanta importancia ni merecen tanta atenciуn como Carlos, hasta ve vinculada al nombre de йste «irrevocablemente la idea de grandeza moral [! ] e histуrica».

A comienzos del siglo xix se exaltу a Napoleуn en todo su alcance como «un Carlomagno redivivo». Tras la fundaciуn del Reich alemбn en el siglo xix los alemanes redescubrieron la «germanidad» de Carlos y su espнritu belicoso y hasta los eruditos britбnicos reflexionaron si no habнa que llamarle «Karl» mejor que «Charles».

En la era fascista, cuando mediaba la segunda guerra mundial, se celebrу el 2 de abril de 1942 el 1. 200 aniversario del nacimiento de Carlo-magno, se le presentу como «Carlos el Unificador», «el europeo», en un sentido anticomunista y sobre todo antisoviйtico; tendencia йsta que retomу en los aсos de Adenauer, cuando se movilizу cada vez mбs el «Occidente cristiano» contra el «comunismo ateo». Curiosamente fue el cardenal Frings de Colonia, quien no sуlo fue el primero que defendiу abiertamente en Alemania el rearme de los alemanes sino que en septiembre del 1952 afirmaba: «La realizaciуn del ideal de alcanzar el imperio de Carlomagno nunca ha estado tan cerca como ahora». 53

El imperio carolingio, el «imperiun christianum», como lo llamу Al-cuino desde el 798, el «regnum sanctae ecclesiae» (Libri Carolini), se extendнa desde el mar del Norte hasta los Pirineos y hasta el Adriбtico. Abarcaba lo que hoy es Francia, Bйlgica, Holanda, Alemania occidental, Suiza, la mayor parte de Italia, la Marca Hispбnica y Cуrcega. Su extensiуn aproximada fue de 1. 200. 000 kilуmetros cuadrados, casi tanta como la del imperio romano occidental y la casi totalidad de cuanto quedaba al noreste y al sur de ese «reino de la Iglesia» fue presa de un expolio general. 54


 

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