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¿Que significa el verso que dice que “los muertos” nada saben (Eclesiastés 9:5)?




¿ Que significa el verso que dice que “los muertos” nada saben (Eclesiasté s 9: 5)?

La Escritura Hebrea, dice así: «Porque, “los que viven”, saben que han de morir; pero, “los muertos”, nada saben» (Eclesiasté s 9: 5, Biblia Hebrea). ¿ Que intenta decirnos con esto la Escritura? ¿ Por que se nos presenta [como si fuese una gran revelació n divina], algo que aun el mas tontos de los pecadores conoce [que, todo aquel que vive, algú n dí a tendrá que morir]? Pues lo hace para mostrarnos una verdad mas profunda.
Es que, cuando el verso habla de “los vivos”, no esta refirié ndose a aquellos cuyos cuerpos está n vivos, sino a los justos [aquellos cuyas almas está n vivas, pues ya tienen vida eterna]. Estos “vivos”, saben que sus cuerpos habrá n de morir, pero no tienen temor, pues saben que sus almas vivirá n para siempre.
Por el otro lado, cuando el verso habla de “los muertos”, esta refirié ndose a los injustos [aquellos que se oponen a la Ley de Dios], cuyos cuerpos está n vivos, pero cuyas almas está n “muertas en vida”. Es que, el alma que no se fundamenta en la Ley Divina, esta “muerta”, y “nada sabe” de las verdades de Dios. Y, si esta alma esta muerta, aun cuando su cuerpo esta vivo, ¿ cuanto mas no estará muerta cuando su cuerpo haya fallecido?

“Do good, and live every single day as if it were your last one [avoiding evil, knowing that you will soon have to give an account of your life in this Earth]. Doing so, you will become a good Samaritan; a son of God who is light in the midst of moral Darkness”

La triste historia del evangelista William Marrion Branham (citado de los escritos del Rev. Moises Dayan, concilio evangé lico de Antioquia)

El orgullo y la auto-exaltació n, son dos de los mas graves pecados. ¿ Por que? Pues porque, estos ú ltimos, son la raí z de todos los otros pecados. ¡ Peor aú n!; El hombre orgulloso comienza exaltá ndose a sí mismo (haciendo un Dios de su propia persona). Luego, Dios le abate (a fin de mostrarle el error de su extraví o), y finalmente le llama al arrepentimiento. Pero el orgullo hace que este hombre rehú se humillarse a sí mismo. Entonces, Dios no tiene otro remedio que entregarle al quebranto de su enemigo, esperando que, en el ú ltimo minuto, se vuelva de su mal camino.
El anterior, fue el proceder de Sataná s; el proceder de Eva; el proceder de los constructores de la torre de Babel; el de los Sodomitas; el de Faraó n, y el de Nabucodonosor. Todos estos se exaltaron a sí mismos, y luego rehusaron humillarse en arrepentimiento ante el Creador.
Pero, el mensaje que hemos recibido los que servimos a Dios, es distinto: “Porque cualquiera que se ensalza (a sí mismo), será humillado; y el que se humilla (a sí mismo), será ensalzado” (Lucas 14: 11).
Si queremos disfrutar de paz y bendició n en nuestras vidas, tenemos que seguir el ejemplo de quien nos exhorta diciendo: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazó n; y hallaré is descanso para vuestras almas” (Mateo 11: 29).
Por eso encontrará usted que, la persona orgullosa, a menudo sufre de serios y frecuentes problemas mentales y/o emocionales; como dice la Escritura que sucedió con el Rey Saú l; quien, a pesar de ser el ungido de Dios, dejó que el orgullo llenara su corazó n, y procedió a exaltarse a sí mismo, en vez de exaltar a aquel Dios que le habí a escogido como Rey. Como dice la Escritura, «Saú l respondió: “He pecado, pero TE RUEGO QUE ME HONRES AHORA DELANTE DE LOS ANCIANOS DE MI PUEBLO Y DELANTE DE ISRAEL…”» (1ra Samuel 15: 30).
A fin de persuadirle del error de su extraví o, Dios tuvo que permitir que Saú l fuese atormentado por un mal espí ritu (un quebranto mental y/o emocional). Como nos dice la escritura: “El Espí ritu del Señ or se apartó de Saú l, y un espí ritu malo de parte del Señ or le atormentaba” (1ra Samuel 16: 14).
Aú n así, Saú l rehusó humillarse, y Dios no tuvo otra remedio que castigar su soberbia, entregá ndole en manos de su enemigo, sufriendo de ese modo un trá gico final, pues no solamente perdió a sus hijos y a sus hombres, sino que terminó suicidá ndose. La Palabra describe esta triste escena diciendo así: “…entonces tomo Saú l su propia espada, y se echó sobre ella” (1ra Samuel 31: 4). Y mas adelante añ ade lo siguiente: “Así murió Saú l en aquel dí a, juntamente con sus tres hijos, y su escudero, y todos sus varones” (1ra Samuel 31: 6).
Pero, por la gracia de Dios, Saú l fue salvo, pues en los ú ltimos segundos de su vida procedió a humillarse, y a arrepentirse. Fue debido a esto que, el dí a anterior, Samuel le habí a profetizado a Saú l las siguientes palabras: “…y mañ ana estaré is conmigo (en el paraí so) tú, y tus hijos” (1ra Samuel 28: 19).
Es que, cuando al igual que el rey Saú l el hombre ha sido ungido por Dios para ser prí ncipe en medio de su pueblo, ese hombre tiene que diariamente tirarse de rodillas, y clamar ante Dios, dicié ndose a si mismo: ¡ QUE SIERVO UNÚ TIL SOY! (Lucas 17: 19). ¿ Por que? Pues porque Sataná s se encargará de visitar a tal hombre, para susurrarle dulcemente al oí do las siguientes palabras: “¡ Varó n De Dios! ¡ Pero que siervo tan ungido eres! ¿ Quien como tu?, ¿ Quien puede luchar contra ti? ” (Apocalipsis 13: 4).
En mi cará cter personal, he realizado una investigació n minuciosa acerca de la vida y la predica del hermano Branham, así como de la iglesia que sigue sus enseñ anzas. Y he encontrado, para mi agradable sorpresa, que la inmensa mayorí a de los seguidores de este mensaje son gente noble y sencilla, gente de profunda fe, y absolutamente comprometidas con obedecer lo que se les ha mostrado ser la revelació n de Dios para este tiempo. A menudo, estos hermanos está n dispuestos a, literalmente “ir la milla extra”, cuando de servir a Dios se trata, pues no es raro que esté n dispuestos a viajar largas distancias, a fin de asistir a sus servicios de adoració n. De hecho, hay en sus servicios religiosos (y particularmente en su adoració n) una humildad y una sinceridad que es difí cil de hallar en otras denominaciones cristianas.
En resumen, la bendició n de Dios definitivamente descansa sobre estos hermanos. Y esto es có nsono con Las Escrituras, que prometen que Dios será hallado de los que le buscan: “Y serviré is allí a dioses hechos de manos de hombres, de madera y de piedra, que no ven, ni oyen, ni comen, ni huelen. Mas si desde allí buscares al Señ or tu Dios, lo hallará s, si lo buscares con todo tu corazó n y con toda tu alma” (Deuteronomio 4: 28-29).
Con todo, la doctrina a la que está n expuestos estos amados hermanos, esta plagada de serias y graves desviaciones Escriturales, que es necesario reseñ ar, a fin de enderezar lo torcido, sanar lo cojo, y volver al Camino aquello que, ya sea por descuido, ya sea por ignorancia [o aú n simplemente por negligencia], se ha descarriado del camino recto.
Primero que nada, y en mi cará cter personal, pienso que el hermano Branham fue en realidad un hombre escogido por Dios para ser prí ncipe de Su Pueblo; un hombre sencillo, que tení a dones extraordinarios, y que sirvió al Creador del mejor modo que tanto su entendimiento como sus circunstancias le permitieron. Dicho lo anterior, tengo que tambié n decir que, cuando lo analizamos de forma objetiva, serí a un error mayú sculo el poner al hermano Branham al nivel de un á ngel o de los grandes profetas de la antigü edad. No porque el hermano Branham no hiciera obras tan extra-ordinarias como las de ellos, sino por que (como pretendo mostrar a continuació n), al igual que sucedió con el Rey Saú l, el hermano Branham tuvo que batallar toda su vida (de forma no siempre victoriosa) con el mismo espí ritu de auto-exaltació n y orgullo con que luchó el Rey Saú l.
Quizá s el hermano Branham nunca estuvo consciente de ello, pero Dios le advirtió de antemano cual serí a su lucha. ¿ Como lo hizo? Pues por medio del mensaje oculto en su propio apellido. Verá, la Palabra de Dios fue inicialmente escrita en Hebreo. En este idioma, la frase “B’ramah am” significa “con altura (exaltá ndose a si mismo) se hace pueblo” o, “entre el pueblo elevado (orgulloso)”;
B’ramah-am —> B’ramaham—> Bramaham—> Bramham—> Branham

Veamos a continuació n los elementos de la vida y del ministerio del hermano Branham que debieran ser objeto de ponderació n y/o mejora:

1) El hermano Branham permitió entre sus seguidores el uso rampante de imá genes. Estas imá genes fueron la imagen del hermano Branham (con un halo sobre su cabeza), la imagen del Señ or Jesú s, y la imagen de una misteriosa nube. Este uso de imá genes, es una flagrante violació n del mandamiento Divino que dice: “No te hará s imagen ni ninguna semejanza de lo que esta arriba en el cielo (Nubes), ni abajo en la tierra (hombres), ni en las aguas debajo de la tierra” (É xodo 20: 2).

El hermano Branham no tuvo la sabidurí a de entender que, una vez permitiese que sus seguidores mantuvieran imá genes de su persona, tanto en sus casas como en sus templos, seria imposible que esa pleitesí a no terminase degenerando en una deificació n de la figura del hermano Branham, como mas tarde sucedió, cuando varios de sus seguidores comenzaron a reclamar que, el hermano Branham, habí a sido la encarnació n fí sica del Dios que se manifiesto en Jesú s de Nazaret. El pecado es doble, pues cuando en alguna casa de adoració n se muestran conjuntamente la imagen del Señ or, junto a la del hermano Branham, se esta provocando a ira al Dios que dijo: “Yo el Señ or, é ste es mi nombre; y a otro no daré mi gloria…” (Isaí as 42: 8)
2) Aunque inicialmente rehusó seguir las revelaciones que a menudo recibí a, finalmente el hermano Branham (descanse en la paz del Señ or) prestó oí do a las palabras de una astró loga, que le dijo que su ministerio era inevitable; que tení a que suceder, pues estaba destinado por las Estrellas. Esta astró loga, le enseñ ó al hermano Branham que, cada cierta cantidad de siglos, un grupo de estrellas se alineaban y, como resultado de ello, un “regalo de Dios” era enviado a este mundo. Ella le dijo que ese “regalo de Dios” para esta é poca, no era otro sino el mismo hermano Branham. Aunque el profeta alega no haber aceptado la “profecí a” de esta astró loga, añ os mas tarde la incluyó en su testimonio personal, a manera de corroborar la validez de su ministerio.
En otras palabras, el hermano Branham equiparó el reconocimiento que de su ministerio dio esta astró loga, con el de la joven que, estando poseí da por un espí ritu de adivinació n, reconoció el ministerio de Pablo, así como el de sus compañ eros de predica. En esto, el hermano Branham cometió dos graves errores. El primero, es que el mensaje de La Escritura es que nuestro futuro no esta escrito en las estrellas, ni en ninguna algú n otro lugar. Es nuestra obediencia (o desobediencia) a Dios, lo que enseñ an la Escritura ser aquello que determinara si nuestras vidas recibirá n maldició n, o recibirá n en cambio bendició n. Deuteronomio 28: 1-2 dice lo siguiente:
“Y sucederá que, SI OBEDECES diligentemente AL SEÑ OR TU DIOS, cuidando de cumplir todos sus mandamientos que yo te mando hoy, EL SEÑ OR TU DIOS TE PONDRÁ EN ALTO sobre todas las naciones de la tierra. Y TODAS ESTAS BENDICIONES VENDRÁ N SOBRE TI y te alcanzará n, si obedeces al Señ or tu Dios…”.
Por el contrario, Deuteronomio 20: 15 advierte acerca de las consecuencias de desobedecer al Creador: “Y será, SI NO OYERES LA VOZ DEL SEÑ OR TU DIOS, PARA CUIDAR DE PONER POR OBRA TODOS SUS MANDAMIENTOS Y SUS ESTATUTOS, que yo te intimo hoy, que VENDRÁ N SOBRE TI TODAS ESTAS MALDICIONES, y te alcanzará n”.
El segundo y gran error en cuanto al asunto de la astró loga, fue el igualar a esta ú ltima con la joven que en el libro de Hechos “valido” el ministerio del apó stol Pablo. No solo fue inapropiado por parte del profeta Branham el compararse a sí mismo con el apó stol Pablo, sino que muestra un poco de arrogancia. De todos modos, no cabe comparació n alguna, pues Pablo no solo habí a comenzado su ministerio mucho antes de este evento, sino que, a diferencia del profeta Branham, no tuvo necesidad alguna de que esta joven, ni nadie fuera del mismo Señ or, validase el origen divino de su ministerio. De hecho, no es Pablo quien escribe el relato de los Hechos (¡ lo escribió Lucas! ). En adició n, se nos dice que a Pablo le molestó la aptitud de la joven, y procedió a echar fuera al espí ritu que en ella moraba, de modo que callase para siempre (Hechos 16: 16-18). ¿ Hizo lo mismo el hermano Branham?
Igual sucedió con Jesú s, quien mando a callar y a salir fuera a aquellos demonios que clamaban diciendo: “Tu eres el Hijo de Dios” (Lucas 4: 41). Alguien podrí a preguntarse- pero, ¿ que de malo hay en que los demonios den testimonio del ministerio de un enviado de Dios? La respuesta es a esta pregunta es muy sencilla: los demonios nunca dan a Dios la gloria que solamente a É l pertenece; Y, cuando aparentan hacerlo, lo que en realidad hacen es incitarnos al pecado. ¿ Cual pecado? Pues el mas grave de todos- el pecado del orgullo y la auto-exaltació n. Es que el demonio siempre susurra al oí do del hombre de Dios, diciendo: “¡ Muchacho!, ¡ pero que forma tan maravillosa es esa en la que te usa el Creador! ¡ Eres lo ultimo! ¡ No hay otro siervo mas grande ni mas ungido que tu! ”.
Y los hechos corroboran lo anterior, cuando nos muestran que, el nombre que dio el hermano Branham al templo que personalmente dirigí a fue: “Branham’s Tabernacle”, lo que en Castellano significa “El Templo de Branham” (Note que no se llamaba “El Templo De Dios”, sino ¡ De Branham! ). De hecho, predicando allí desde el altar, en ocasió n de su futura mudanza al oeste, el hermano Branham habló a “su iglesia”; y el té rmino que literalmente utilizó fue “mi iglesia” (en vez de “la iglesia del Señ or”).
En esa ocasió n, y mientras se dirigí a a la congregació n, el profeta dijo que una de sus seguidoras (la hermana “Steffy”) habí a tenido un sueñ o donde vio a un venerable anciano con una barba blanca (denotando con ello sabidurí a), y vestido de ropas blancas (denotando santidad). Cuando la hermana miró, se le mostró que este anciano era EL INMORTAL PROFETA ELÍ AS, que estaba parado sobre el tope de una montañ a, y mirando hacia el este.
En el sueñ o, cuando la hermana Steffy se acerca al profeta Elí as, descubre para su sorpresa que el anciano Elí as no era otro sino el hermano Branham. Note usted la irresistible seducció n de grandeza y auto-exaltació n a la que estaba sujeto el hermano Branham- por medio del sueñ o de esta inocente hermana, Sataná s clama dicié ndole a Branham: “Eres sabio”; “eres santo”; “eres inmortal”; “¡ eres Elí as! ” (es decir, lo mas cercano a aquel que es la encarnació n de Dios); “¡ estas parado sobre una cima alta y gloriosa (eres lo má ximo, lo mas grande)! ”.
Cuando recibimos con beneplá cito estas palabras (cuya verdadera intenció n no es otra sino inflamar nuestro vano y pecaminoso ego), nos estamos haciendo có mplices de Sataná s, pues comenzamos a competir con Dios, apropiá ndonos de la gloria que, en justicia, solo corresponde a nuestro Creador.
Desafortunadamente, quien visite alguna de las iglesias que siguen al hermano Branham, podrá corroborar la veracidad de lo anteriormente expuesto, pues encontrará que, entre sus seguidores, el desarrollo histó rico de la figura del hermano Branham ha sido el siguiente: primero, se le aceptó como un gran evangelista; luego, como un gran profeta; luego, como la encarnació n de Elí as; luego, como la manifestació n carnal de la Palabra Divina; y, finalmente, muchos lo ven hoy en dí a como la encarnació n fí sica del mismo Creador, tal y como fue el caso con Jesú s de Nazaret. Dentro de estas iglesias, la exaltació n del hombre [para suplantar a su Creador] ha llegado al punto donde es comú n que el pastor predique con la Biblia en un lado del pú lpito, y los escritos de Branham en el lado opuesto, citá ndolos a ambos como la infalible palabra del mismo y ú nico Dios.
De hecho, no nos sorprenderí a que, en un futuro cercano, los escritos del hermano Branham sean reverenciados aú n por encima de las mismas Escrituras, de suerte que la Biblia se comience a interpretada a la luz de las palabras del hermano Branham, en vez de las palabras del hermano Branham ser interpretadas a la luz de la Escritura.

3) Hay un sin numero de errores adicionales que podrí amos atribuir a las enseñ anzas del hermano Branham (descanse en la paz del Señ or) pero quizá s el error que mas abomina a Dios es el uso de imá genes; en particular la imagen (cuadro) que pinta los rasgos fí sicos de Dios (Jesú s). ¿ En que modo ofende esto al Creador? En que, cuando hacemos cualquier imagen fí sica del Creador, estamos indirectamente negá ndole. Es que, hacer una imagen de Dios, es limitar al Dios omnipotente, que trasciende el tiempo, el espacio, y la materia; es limitarle a ser hombre, pero no mujer; anciano, pero no joven; anglosajó n, pero no asiá tico; blanco, pero no negro; grande, pero no pequeñ o; aquí, pero no allá. Pero la realidad es que el Dios de la Biblia no esta limitado; El aparece en las Escrituras manifestá ndose como un anciano de Dí as, pero tambié n aparece como un valiente y joven guerrero; aparece como una columna (palabra femenina) de fuego, pero tambié n aparece como el agua que brota de la peñ a; como una zarza que arde en fuego, pero tambié n como una oscuridad de nube (cargadas de agua); es prefigurado como un á guila, pero tambié n como una paloma (¡ un animal femenino! ).
La realidad es que, en su mas intima naturaleza, Dios no solamente es invisible; es decir, poseedor de una forma que no podemos ver, ¡ sino que Dios no tiene forma fí sica! Es solo nuestra humana y limitada imaginació n, la que nos lleva a pensar en Dios como siendo un ser invisible, pero con partes corporales.
Otro problema con el uso de las imá genes en la iglesia es que, cuando se pinta a Creador y a su profeta como gente blanca, se esta dando la equivocada impresió n de que Dios es blanco; de que la gente blanca tienen mas presencia de Dios en sus vidas, o está n mas cerca de Dios, que lo que esta la gente negra, o la gente de color cobrizo. La realidad es que, si Dios tuviese en realidad preferencia por algú n color de piel, seria por la piel roja. La razó n es que, si estudiamos el original Hebreo en el que se escribieron las Escrituras, encontraremos que, el nombre que se le da al primer hombre (Adam), tambié n significa “Rojo”.
Una cosa si es segura; que, ya que Adam fue creado de la tierra, su piel (el ó rgano mas grande de su cuerpo) no pudo haber sido blanca, pues la tierra blanca simplemente no existe. Sin embargo, la tierra roja sí existe (le llamamos “barro”). De hecho, hay una interpretació n bí blica que dice que, la marca dada por Dios a Caí n [como castigo por haber derramado la sangre de su hermano Abel], fue cambiarle el color de su piel- su natural color rojo, fue cambiado a un color blanco. ¿ Por que se ve esto como un castigo? Pues porque, el color blanco, es el color de la lepra, que a su vez es tanto sí mbolo del pecado, como de la muerte que este pecado acarrea. Note como, cuando deja usted de ver [durante mucho tiempo] a algun amigo saludable, si durante el trascurso de este tiempo su amigo ha adquirido algun cancer, cuando vuelve usted a verle halla que la piel de su amigo se ha tornado blanca como un papel; y esto es señ al de que “la vida” de su amigo (su sangre) se esta acabando.

4) El mensaje del hermano Branham, es uno que insiste en decirle a sus seguidores que, cuando de conocer la verdad y hallar la voluntad de Dios se trata, el raciocinio no sirve para nada. Se les enseñ a que la verdad de Dios solo puede conocerse por medio de “revelació n divina”. El grave efecto que tiene esto sobre sus seguidores, es que traducen esta enseñ anza en una aptitud de pasiva, sumisa e incuestionable aceptació n de todo lo que se les enseñ a. El razonamiento es que, si la verdad de Dios se obtiene solo por medio de revelació n divina, ¿ quien mejor capacitado para recibirla que la persona mas espiritual de la congregació n (el lí der, o el pastor)? Así, es extremadamente raro ver que algú n miembro de la congregació n cuestione jamas nada de lo que se le enseñ a, tanto en la clase dominical, como en la pré dica congregacional. ¡ Aun peor! - la gente deja de pensar por si misma
Por ejemplo, si al concluir un servicio, usted se acerca a cualquier miembro de edad madura (40 añ os o mas) y le hace alguna pregunta que requiera cualquier cosa mas allá de un conocimiento superficial de las Escrituras, encontrará que tal persona no se sentirá suficientemente segura como para manejar la pregunta, e inmediatamente la referirá al pastor, de modo que sea este ú ltimo quien provea la contestació n. Este “seguir sin cuestionamiento” es un tipo de “suicidio intelectual” que, como recuerdan los eventos del “People’s Temple” en Guyana, del “Heaven’s Gate” en California, y del “Branch Davidian Compound” de Wacco Texas, puede dar lugar a situaciones sumamente peligrosas. De hecho, el profeta Branham dijo en una ocasió n: “…. Es la inteligente e intelectual sabidurí a; y la sabidurí a es precisamente la cosa que te aleja de Dios”.
Pero en esto el hermano cometió un grave error, pues Oseas dice así: “Mi Pueblo es destruido por falta de conocimiento” (Oseas 4: 20). No solo esto, sino que el libro de los Proverbios fue escrito precisamente con la intenció n de inspirarnos a adquirir sabidurí a e inteligencia, pues estas son el ú nico y verdadero “á rbol de vida”. El texto en Proverbios, dice de la siguiente manera: “Bienaventurado el hombre que halla la sabidurí a, Y que obtiene la inteligencia: Porque su mercaderí a es mejor que la mercaderí a de la plata, Y sus frutos má s que el oro fino. Má s preciosa es que las piedras preciosas; Y todo lo que puedes desear, no se puede comparar a ella. Largura de dí as está en su mano derecha; En su izquierda riquezas y honra. Sus caminos son caminos deleitosos, Y todas sus veredas paz. ELLA ES Á RBOL DE VIDA a los que de ella echan mano; y bienaventurados (felices) son los que la mantienen”-(Proverbios 3: 13-18).

5) El hermano Branham enseñ o a sus seguidores que, la palabra de Dios, fue escrita primeramente en los signos del Zodiaco (las estrellas). Esto fue un grave error, pues contradice la Palabra de Dios, que dice: “No esta en el cielo, para que digas: ¿ Quien subirá por nosotros al cielo, y nos la traerá y nos la hará oí r para que la cumplamos? ”-(Deuteronomio 30: 12) Lo que significa el anterior verso es que, si bien es cierto que las estrellas (al igual que el resto de la creació n), pueden servir para comunicarnos grandes y sublimes verdades acerca de nuestro Dios, La Palabra Divina no se encuentra entre ellas, ni tampoco entre aquellos que las estudian (los astró logos). ¿ Por que? Pues por que si así fuera, Dios habrí a sido injusto con quienes nacieron ciegos, y por ende nunca pudieron ver el mensaje que atesoran las estrellas. Pero entonces ¿ donde esta la Palabra de Dios? Pues esta en la boca y el corazó n de quienes obedecen sus mandamientos, dá ndole toda la gloria y toda la honra al ú nico que es digno de ella- al Creador del universo. Como dice la Escritura: “Pues la palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazó n…” (Deuteronomio 30: 14).

6) En una ocasió n, hablando acerca de la naturaleza de Dios, el hermano Branham llegó a negar (involuntariamente) a Dios. Sus palabras textuales, fueron las siguientes: “¿ Que es Dios? Dios es el gran Eterno. En el principio, mucho antes de que hubiera un principio, EL NI SIQUIERA ERA DIOS. ¿ Sabí an ustedes esto? Un dios, es un objeto de adoració n; y, en aquel entonces, no habí a nada (ni nadie) que le adorara; El viví a solo. Y en El, habí a atributos. ¿ Que es un atributo? Es un pensamiento”. La anterior cita del hermano Branham, muestra que el profeta tení a una viva imaginació n. Para é l, Dios no fue Dios sino hasta despué s que creó al mundo, y con ello a los seres humanos que luego habrí an de adorarle.
El hermano propone una interesante tesis: que, inicialmente, el Creador consistí a de atributos, o ideas. Es decir, que las ideas tienen una vida propia, que no depende ni de la creació n, ni de los seres humanos. Cabe señ alar que seguramente el hermano tomó esta idea de la literatura Cabalista (el credo mí stico Judí o), que desde tiempo inmemorial ha postulado que la primera manifestació n del Creador fueron 10 atributos (o, “Sefirot”). De estos atributos, el primero es llamado “Chokmah” (Sabidurí a), y el segundo es llamado “Binah” (entendimiento). Estos dos atributos son el fundamento de las ideas. Independientemente de si lo que postula la Cá bala Judí a es cierto o no, la aseveració n del hermano Branham no esta en armoní a con las Escrituras, que enseñ an que el Creador siempre ha sido Dios. Como esta escrito: “Antes que los montes fueran engendrados, y nacieran la tierra y el mundo, DESDE LA ETERNIDAD Y HASTA LA ETERNIDAD, TÚ ERES DIOS” (Salmo 90: 2).

7) El hermano Branham enseñ ó que hay seres humanos que literalmente son hijos (o “descendientes”) de la serpiente mencionada en el libro de Gé nesis. Esta es una antigua idea Judí a, que aparecí a ya en el Talmud Babiló nico. Esto ú ltimo es un tipo de “Enciclopedia Judí a”, que fue editada por ultima ocasió n en el añ o 499 de la era Cristiana. Y este Talmud dice [en Avodah Zarah 22a] lo siguiente: “Cuando la serpiente vino a Eva, infundió en ella una sucia lujuria”. Otra cita del Talmud de Jerusalé n (Kiddushim, final del capitulo 4, y Masekhet Sofrim, al final del capitulo 15), cita al rabino Shimon Bar Yohai (quien vivió en el segundo siglo de la era cristiana) diciendo lo siguiente: “En tiempo de guerra, al mas justo de los gentiles- ¡ matalo!, a la mejor de las serpientes- ¡ aplastale la cabeza! ”. No cabe la menor duda de que el hermano Branham interpretó la anterior tradició n judí a como enseñ ando que la razó n por la cual Dios ordeno a los Israelitas destruir a las naciones de Canaá n, fue el que estos ú ltimos eran el producto de la impregnació n de Eva por parte de aquella serpiente antigua.
Pero, aparte de ser una enseñ anza originada fuera del Cristianismo, ¿ que maldad puede hber en esta enseñ anza? La respuesta es que la anterior enseñ anza presenta una imagen de Dios que difiera de la imagen que presentan las Escrituras, pues sugiere (entre lineas) que Dios esta predispuesto a favorecer a aquellos que son “sus hijos naturales”; y a rechazar a aquellos que son (literalmente), “hijos del Diablo” (o de la serpiente). Pero la realidad es que, ya sea que haya una simiente, o dos, o aú n cincuenta simientes, es absolutamente irrelevante; pues, si hay algo que la Escritura enseñ a con claridad meridiana, es que DIOS NO HACE ACEPCIÓ N DE PERSONAS- ante É l, no hace diferencia si somos blancos o negros; Griegos o Judí os; libres o esclavos; hijos de Fulano, o hijos de Mengano. A É l solo le interesa que le temamos, y que hagamos justicia (Miqueas 6: 8). El apó stol Pedro dió testimonio de esto mismo, cuando en Hechos 10: 34-35 dice lo siguiente: «Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: “En verdad comprendo que Dios no hace acepció n de personas, sino que en toda nació n se agrada del que le teme y hace justicia”».

8) El evangelista Gordon Lindsay [quien, de paso, fue un gran admirador del hermano Branham], escribe en la autobiografí a de este ú ltimo que, poco antes de morir (1965), el hermano Branham confeso que “habí a sido un neuró tico toda su vida”. Hasta apenas un par de meses antes de su muerte, el hermano Branham (que descanse en la paz del Señ or) sufrió de constantes y perió dicas crisis nerviosas y emocionales. No es que seamos quienes para juzgar la condició n espiritual del hermano Branham, pero si la Escritura dice “No hay paz, dijo mi Dios, para los impí os (Isaí as 57: 21)”, entonces tenemos que reconocer que, al igual que sucedió con el rey Saú l, quizá s habí a cosas en la vida del profeta que no agradaban del todo al Creador.

9) El hermano Branham no solamente fue boxeador (un deporte violento), sino que, en al menos dos ocasiones, y luego de ya ser pastor, intentó cometer suicidio; es decir, volarse la tapa de los sesos con su propio revolver. Note que el Rey Saú l tambié n intento (exitosamente) suicidarse. ¿ Pero lo hizo por que era “el ungido de Dios”, o lo hizo porque, aunque era “el ungido de Dios”, ya no tenia en su vida al Dios que le habí a ungido? ¿ Como no considerar seriamente estos incidentes, cuando la Escritura dice, “… y sabé is que ningú n homicida tiene vida eterna permanente en el” (1ra Juan 3: 15)?

10) El hermano Branham practicaba el deporte de la caza mayor. Esto de por sí mismo no necesariamente es pecado, pero no es una conducta propia de quien esta llamado a ser un maestro de las Escrituras [para sus seguidores]. Es que denota el desconocimiento del hecho de que, los ú nicos dos cazadores mencionados en las Escrituras (Nimrod y Esaú ) fueron personas violentas y/o de poca visió n espiritual. De hecho, no existe en la Biblia tal cosa como “un profeta cazador”. En este aspecto, el verso que hace referencia a Nimrod (Gé nesis 10: 8-9) dice así: “Y Cus engendro a Nimrod, quien llego a ser el primer poderoso (¿ tirano? ) en la tierra. Este fue vigoroso cazador…. ”. Por otro lado, una tradició n Judí a adscribe a Nimrod el haber sido el lí der de aquellos que se revelaron contra Dios, diciendo “…Vamos, edifiqué monos una ciudad…. y hagá monos un nombre…” (Gé nesis 11: 4).
En cuanto a Esaú, el verso pertinente dice así: “Y crecieron los niñ os, y Esaú fue diestro en la caza, hombre del campo…” (Gen 25: 27). Esaú fue un hombre sin visió n, y violento; que vendió su primogenitura por un plato de lentejas, y que planeó matar a Jacob, su ú nico hermano.

11) La Escritura dice: “Instruye al niñ o en su carrera: Aú n cuando fuere viejo no se apartará de ella” (Proverbios 22: 6). Desafortunadamente, el hermano Branham no tuvo el privilegio de ser instruido en las Escrituras durante su niñ ez. De hecho, no vino a tener una experiencia de conversió n sino hasta la edad de aproximadamente 22 añ os. A pesar de esto, ya a los 6 meses de su conversió n, estaba siendo ordenado como ministro, y a los 18 meses ya dividí a la iglesia en la cual perseveraba, para comenzar su propia congregació n. Tan pronto comienza su propio grupo, el hermano Branham comienza a tener visiones que le exaltan como el Elí as de este tiempo, el gran precursor del Mesí as.
Quizá s la pobre formació n que tuvo durante su niñ ez, o quizá s su [para aquel entonces] escaso conocimiento de las Escrituras, impidieron al hermano Branham ver nada malo con todo esto. Pero, en la Biblia, Pablo advierte a la Iglesia de É feso contra esta situació n, cuando [hablando a los creyentes acerca de las cosas que descalifican a quien anhela ejercer autoridad sobre la iglesia] menciona lo siguiente: “no un neó fito (un recié n convertido), no sea que, envanecié ndose, caiga en la condenació n del Diablo (usurpar la pleitesí a que solo corresponde al Creador)”- 1ra Timoteo 3: 6.

12) El é nfasis que se le da a las revelaciones recibidas por el hermano Branham, a menudo es desacertado; Es decir, las revelaciones no necesariamente eran claras y confiables, pues a menudo enfatizaban detalles secundarios, en vez de lo que era realmente importante. Por ejemplo, el hermano Branham tuvo una revelació n donde se le mostró que, el agua de una inundació n, llegarí a a 22 pies de altura en Jeffersonville (Indiana).
Pero esta profecí a omitió la parte mas importante del evento- el que el hermano Branham y su familia debí an alejarse de Jeffersonville; pues, tanto su esposa como su hija menor, morirí an a consecuencia de estar allí cuando ocurriese la inundació n. Otro caso similar fue el hecho de que, dos meses antes de morir, se le revelo al hermano Branham que “su enemigo, estaba muerto”, refirié ndose a que jamas volverí a a padecer de su frecuente y perió dica condició n nerviosa y estomacal. Esta ú ltima profecí a, resulto ser fú til; pues, independientemente de si el hermano Branham fue o no sanado, no tendrí a mucho tiempo para disfrutar de tal sanidad, ya que solo vivirí a un par de meses adicionales.
Otro ejemplo, es el hecho de que el hermano Branham aseguraba que un á ngel estaba siempre con é l, y no solo hacia las sanidades, sino que le revelaba al hermano Branham lo que estaba en los corazones de todos los hombres. Pero la realidad es que este á ngel falló en revelar al hermano Branham lo que habí a en el corazó n de la pareja de borrachos pecadores que habrí an de impactar mortalmente el automó vil que conducí a el hermano Branham. ¿ Que sucedió en esta ocasió n?
¿ Acaso la bendició n de una revelació n divina, que termina convirtié ndose en tragedia? Pero, ¿ Acaso no dice la Escritura que, “La bendició n de Dios es la que enriquece, Y no añ ade tristeza con ella” (Proverbios 10: 22)? De paso, tampoco pudo ese á ngel sanar al hermano Branham de las heridas recibidas en ese fatí dico accidente. Por demá s esta decir que, la muerte de quien muchos entendí an ser el profeta Elí as, sembró el desasosiego y la incertidumbre en los corazones de miles de sus seguidores, que creí an ciegamente en el poder sanador del profeta Branham. Aquí habrí a que ponderar hasta que punto los seguidores de Branham fueron culpables de echar a sus espaldas el consejo Divino que nos increpa diciendo: “Así ha dicho el Señ or- Maldito el varó n que confí a en el hombre, y pone carne por su brazo…” (Jeremí as 17: 5)

13) En una revelació n que recibió cerca de Tucson, y antes de visitar a su doctor (el Dr. Ravensworth), Branham dice que, estando en el campo, sintió la presencia de Dios. Estas son las palabras del profeta: «Sentí la presencia del Señ or. Me quité mi sombrero, y miré alrededor. Pensé, “El esta aquí, EN ALGUNA PARTE. Yo sé que El esta aquí ”. Pensé “¿ Que sucede? ” Di unos cuantos pasos mas. Dije, “Señ or, TU ESTAS AQUÍ, EN ALGUNA PARTE”».
Del anterior testimonio, podemos desprender que, el hermano Branham, tení a dificultad en comprender que el Dios de las Escrituras es Omnipresente; Es decir, DIOS NO ESTA “EN ALGUNA PARTE”; É L ESTA (CONTINUAMENTE) “EN TODAS PARTES”; ¡ SIEMPRE ESTAMOS DELANTE DE SU PRESENCIA! DE HECHO, AÚ N SI QUISIÉ RAMOS EVITARLO, NO PODRÍ AMOS HUIR DE SU PRESENCIA, como nos dice el salmista: “¿ Adó nde me iré de tu Espí ritu, o adó nde huiré de tu presencia? Si subo a los cielos, he aquí, allí está s tú; si en el Seol preparo mi lecho, allí está s tú. Si tomo las alas del alba, y si habito en lo má s remoto del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra” (Salmo 139: 7-10).

14) A pesar de lo sinceramente ungidas que son las pré dicas de quienes difunden el mensaje del hermano Branham, si alguien las escucha con objetividad, y durante algú n tiempo razonable, comenzará a percibir un patró n perturbador: el que, si el predicador se atiene al mensaje del hermano Branham, lo que inicialmente fue el propó sito de su predica (glorificar a Dios), terminara tomando un lugar secundario, para dar precedencia a un esfuerzo sincero (pero errado) de vindicar la teologí a y el ministerio del hermano Branham.
Es decir, el enseñ ar la teologí a del hermano Branham, absorbe de tal modo el mensaje (llená ndolo de pormenores teoló gicos), que el predicador puede hablar durante horas y horas, y aú n así no tener tiempo para exhortar a los hermanos siquiera una sola vez a amar al pró jimo, a perdonar a sus enemigos, a tener misericordia de los que sufren; a dar de comer al hambriento, a comprometerse con hacer lo que es justo, o a ser humildes.
Desafortunadamente, y muy a pesar de la buena intenció n del predicador, este estilo de pré dica comete el grave error de poner el honor del profeta Branham por encima del honor de Aquel que enseñ ó que, la verdadera teologí a que encarnan la Ley y los Profetas, no es otra sino el que hagamos el bien, el que amemos al pró jimo, y el que le tratemos como nos gustarí a que nos tratasen a nosotros mismos. Jesú s dijo: “ASÍ QUE, TODAS LAS COSAS QUE QUISIERAIS QUE LOS HOMBRES HICIESEN CON VOSOTROS, ASÍ TAMBIÉ N HACED VOSOTROS CON ELLOS; PORQUE ESTA ES LA LEY Y LOS PROFETAS” (Mateo 7: 12).
Note cuan profundo es el mensaje del Maestro de Galilea: El Maestro nos enseñ a que, el propó sito de la predica de todos y cada uno de los profetas (Elí as incluido), así como el de cada uno de los ritos de la Ley, no es el traer una misteriosa y oculta revelació n; ni el que creamos en algú n misterio esoté rico, o el que creamos alguna compleja teologí a. La Gran Verdad que trajeron (y deben siempre traer) todos los profetas, es que la voluntad de Dios no es otra sino que nos amemos los unos a los otros; que nos tratemos con amor, con justicia, con misericordia y con humildad. En fin, que entendamos que, en su infinita sabidurí a, el Dios de Amor ha decidido que, la religió n de sus hijos, sea en sí misma el Amor.
¿ Significa lo que hasta aquí hemos expuesto que, los seguidores del hermano Branham, se encuentran perdidos? ¡ Absolutamente No! Lo que significa es que, probablemente la pobre instrucció n religiosa que durante su é poca formativa tuvo el hermano Branham, haya sido una puerta utilizada por el enemigo con el fin de desvirtuar su predica, plagá ndola de graves y serios errores. Estos errores, no son sino el producto natural de poner el é nfasis en “EL SIERVO DE Dios”, y no en “EL DIOS DEL Siervo”.
Tengamos presente que, el ser un siervo ungido por Dios, no nos exime del error y el extraví o; Noé fue el hombre mas justo de su generació n, pero despué s de haber sido poderosamente usado para preservar la raza humana, se emborracha y se desnuda. Quizá s, al igual que el rey Saú l, el hermano Branham cometió serios y graves errores; pero no por eso se le quitó el honroso puesto para el cual fue escogido por el mismo Dios.
Los seguidores del profeta Branham son pueblo de Dios; linaje escogido, al cual el Eterno quiere seguir bendiciendo. Pero primero hay que corregir lo torcido, sanar lo cojo, y volver al Camino lo descarriado, a fin de que estos creyentes tengan libre acceso a la leche espiritual no adulterada, por medio de la cual puedan vivir vidas espiritualmente sanas y victoriosas. Es que Dios no es caprichoso, ni tiene delirios de poder; Si en el libro de Deuteronomio Dios nos exhorta a seguir su Ley (el amor al pró jimo), es porque sabe que el vivir por esta norma producirá en nuestros corazones la paz, la nobleza, la justicia, la misericordia, la humildad, y el bienestar que todos anhelamos.
Pero, si despreciamos su Ley, y seguimos exaltando al hombre (o a nosotros mismos), en vez de exaltar a Dios, nuestros corazones quedaran vací os, y esto solo producirá en nosotros maldició n, frustració n, ansiedad, turbació n, y locura; tal y como sucede en nuestro entorno, con tantos de aquellos que rehú san dejar que Dios ‘se siente el el trono de sus corazones”. Es que Dios diseñ ó el universo de forma tal que, si le damos la espalda a la Ley del Creador, nos exponemos a que se cumpla en nosotros la maldició n contenida en esa misma Ley: “Te herirá el Señ or con locura, con ceguera y con turbació n de corazó n” (Deuteronomio 28: 28).
Y lo anterior no es que Dios sea un Dios sá dico; lo que significa es que el producto natural de nuestro “darle la espalda a Dios, para seguir nuestro propio camino”, es la frustració n, la ansiedad, la depresió n, y la maldició n. Cuando nos alcanzan esto males, a nuestros ojos parecen como si hubieran venido de parte de Dios; pero en realidad son el producto de nuestro propio extraví o. Esta situació n espiritual, es muy similar a lo que sucede con nuestra alimentació n: si nos alimentamos solo con comida saludable, nuestros cuerpos se fortalecerá n; pero si nos alimentamos con “comida chatarra” (junk food), nuestros cuerpos se convertirá n en un desastre. Que La Paz, la Misericordia y El Amor de Dios sea con todos vosotros. Amen.

 

Reformed Samaritanism teaches that atheistic people are, for the most part, no better than religious fanatics. In other words, if your religion makes you proud and arrogant, then your religion is worthless. By the same token, if your atheism makes you proud and arrogant, then your atheism is equally worthless

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