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Confesión de obediencia a los Diez Mandamientos De La Ley Divina (la Torah) 1 страница




Confesió n de obediencia a los Diez Mandamientos De La Ley Divina (la Torah)

1. Me comprometo con creer en la existencia y soberaní a de Yah ( י ה ו ה )
2. Me comprometo con no adorar, no orar, ni tampoco servir, a nada que tenga una imagen fí sica; ni a Dios alguno fuera de Adonai Yah
3. Me comprometo con no pronunciar en vano el nombre de Adonai Yah
4. Me comprometo con santificar el dí a de descanso (Shabbat)
5. Me comprometo con honrar y respetar a mis padres fí sicos y espirituales
6. Me comprometo con no matar ni dañ ar al hombre o a la mujer inocente
7. Me comprometo con alejarme de todo aquello que pueda inducirme a la fornicació n, al adulterio, al incesto, a la homosexualidad, o al bestialismo
8. Me comprometo con no secuestrar el cuerpo ni la mente de aquel que es mas dé bil o ingenuo que yo
9. Me comprometo con no mentir, difamando a mis semejantes, jurando falsamente, o dañ ando a mi pró jimo por medio de una falsa pieza de informació n
10. Me comprometo con no robar, ni intentar traer dentro de mi posesió n, cualquier cosa que ya pertenezca lí citamente a otra persona

 

«Adonai Yah dijo a Salomó n: “He aquí te he dado corazó n sabio y entendido, tanto que no ha habido antes de ti otro como tu, ni despué s de ti se levantara otro como tu” (1 Reyes 3: 12). El Creador (bendito sea) prometió a Salomó n que, en lo porvenir, no nacerí a hombre alguno con mayor sabidurí a que la suya (esto incluirí a a todos los hombres, sin importar si son profetas, mensajeros, maestros, reyes, o mesí as). Así, luego de experimentar el bien y el mal; la fama, el poder, el sexo, y las riquezas, el hombre mas sabio de todos, resumió la esencia de la Sabidurí a Divina, diciendo las siguientes palabras: “El discurso ha terminado. Ya todo ha sido dicho. Honra a Dios, y cumple sus (10) mandamientos, porque eso es el todo del hombre (todo lo demá s es secundario). Dios habrá de pedirnos cuentas de todos nuestros actos, sean buenos o malos, y aunque los hayamos hecho en secreto” (Eclesiasté s 12: 13-14, Biblia " Dios Habla Hoy" ). En resumen, la Sabidurí a Divina, consiste en reconocer que, por cuanto el Juez Supremo habrá de juzgar un dí a nuestras obras, debemos por tanto abandonar la maldad, para comenzar a hacer el bien que nos ha encomendado hacer, por medio de sus mandamientos. Esto, es todo lo que el hombre necesita para entrar en El Olam Ha-ba (La Vida Eterna); todo lo demá s, es secundario; solo comentario explicativo»

 

 

«Mira, yo he puesto delante de ti hoy la Vida y el bien, la Muerte y el mal; porque yo te mando hoy que ames a Yah tu Dios, que andes en sus caminos, y Guardes sus (10) Mandamientos, sus estatutos y sus decretos, para que vivas y seas multiplicado... » (Deut. 30: 15-16)

 

«Pesa exacta y justa tendrá s; efa cabal y justo tendrá s, para que tus dí as sean prolongados sobre la tierra que י ה ו ה tu Dios te da. Porque abominació n es a י ה ו ה tu Dios cualquiera que hace esto, y cualquiera que hace injusticia» (Deut. 25: 15-16)

 

«Nunca se apartará de tu boca este libro de La Ley, sino que de dí a y de noche meditará s en é l, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en é l está escrito; porque entonces hará s prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Yah tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas» (Josué 1: 8-9)

 

«Obedece mis mandamientos, y vivirá s (para siempre); Y, (guarda) mi Ley, como (a) las niñ as de tus ojos»- Prov. 7: 2.

 

«La lengua y el corazó n son las partes mas dulces del hombre; cuando su alma es pura, estando limpia de la injusticia, la crueldad, y el orgullo. Pero, La lengua y el corazó n son las partes mas amargas del hombre, cuando su alma es impura, estando contaminada con la injusticia, la crueldad, y la soberbia»

 

«Sacrifica a Dios alabanza, Y paga tus votos al Altí simo; E invó came en el dí a de la angustia; Te libraré, y tú me honrará s» -Salmo 50: 14-15

 

 

«Cuando el Dios de los menesterosos y quebrantados habite dentro de su corazó n, sera usted como las estrellas del cielo; pues la luz de sus buenas obras alumbrara la oscuridad moral de la noche que es el presente siglo»

 

La ancestral fuente de sabidurí a Hebrea que antecedió tanto al Judaismo Rabí nico, como al Cristianismo y al Islam

 

CAPÍ TULO 1

 

La Sabidurí a. don del Señ or

1: 1 Toda sabidurí a viene del Señ or Yah, y está con É l para siempre.

1: 2 ¿ Quié n puede contar la arena de los mares, las gotas de la lluvia y los dí as de la eternidad?

1: 3 ¿ Quié n puede medir la altura del cielo, la extensió n de la tierra, el abismo y la sabidurí a?

1: 4 Antes que todas las cosas fue creada la sabidurí a y la inteligencia previsora, desde la eternidad.

1: 5 El manantial de la sabidurí a es la Palabra de Dios que fue escrita en los Cielos; y sus canales son los Diez Mandamientos.

1: 6 ¿ A quié n fue revelada la raí z de la sabidurí a, y quié n conoció sus secretos designios?

1: 7 ¿ A quié n se le manifestó la ciencia de la sabidurí a, y quié n comprendió la diversidad de sus caminos?

1: 8 Só lo uno es perfectamente sabio, temible en extremo: Yah el Señ or, que está sentado en su trono.

1: 9 Es el Señ or Yah quien creo la sabidurí a; la vio y la midió, y la derramó sobre todas sus obras:

1: 10 la dio a todos los hombres, segú n su generosidad, y la infundió abundantemente en aquellos que lo aman.

 

El temor del Señ or, fuente y plenitud de la Sabidurí a

1: 11 El temor del Señ or es gloria y motivo de orgullo, es gozo y corona de alegrí a.

1: 12 El temor del Señ or Yah deleita el corazó n, da gozo, alegrí a y larga vida.

1: 13 Todo terminará bien para el que teme al Señ or Yah; en el dí a de su muerte, será bendecido con una gloriosa recompensa.

1: 14 El fundamento de la Sabidurí a, es obedecer los mandamientos de Yah, el Rey del Universo: la Sabidurí a es creada junto con los fieles, en el seno materno.

1: 15 Anidó entre los hombres para siempre, y permanecerá fielmente con su descendencia.

1: 16 La plenitud de la sabidurí a es temer a Adonai Yah, y ella embriaga a sus fieles de sus frutos:

1: 17 les colma la casa de bienes preciosos, y con sus productos llena sus graneros.

1: 18 La corona de la sabidurí a es el temor del Señ or Yah: ella hace florecer el bienestar y la buena salud.

1: 19 El Señ or la vio y la midió, hizo llover la ciencia y el conocimiento, y exaltó la gloria de los que la poseen.

1: 20 La raí z de la sabidurí a es el temor del Señ or, y las ramas del á rbol de la Sabidurí a, son una vida sin fin.

1: 21 El temor del Señ or aleja los pecados: el que persevera en é l aparta la ira divina.

 

La paciencia y el dominio de sí mismo

1: 22 Un arrebato indebido no puede justificarse, porque el í mpetu de la pasió n lleva a la propia ruina.

1: 23 El hombre paciente soporta hasta el momento oportuno, pero al fin se llenará de gozo:

1: 24 é l reserva sus palabras hasta el momento oportuno, y los labios de muchos proclamará n su inteligencia.

 

Condiciones para alcanzar la Sabidurí a

1: 25 En los tesoros de la sabidurí a está n los enigmas de la ciencia; pero, adorar a Adonai Yah, es algo que repugna al impí o.

1: 26 Si deseas la sabidurí a, obedece los mandamientos, y el Señ or te la dará abundantemente.

1: 27 Porque el temor del Señ or es Sabidurí a, y Torah: a é l le agradan la fidelidad y la mansedumbre.

1: 28 No seas reacio al temor del Señ or, ni te acerques a é l con doblez de corazó n.

1: 29 No seas hipó crita delante de los hombres, y presta atenció n a tus palabras.

1: 30 No te exaltes a ti mismo, no sea que caigas, y atraigas sobre ti el deshonor:

el Señ or revelará tus secretos, y te humillará en medio de la asamblea,

por no haberte acercado al temor del Señ or y porque tu corazó n está lleno de falsedad.

 

CAPÍ TULO 2

 

La constancia en medio de la prueba

2: 1 Hijo, si decides servir al Señ or Yah, prepara tu alma para la prueba .

2: 2 Endereza tu corazó n, sé firme, y no te inquietes en el momento de la desgracia.

2: 3 Ú nete al Señ or y no te separes, para que al final de tus dí as seas enaltecido.

2: 4 Acepta de buen grado todo lo que te suceda, y sé paciente en las vicisitudes de tu humillació n.

2: 5 Porque el oro se purifica en el fuego, y los que agradan a Dios, en el crisol de la humillació n.

2: 6 Confí a en Adonai Yah, y É l vendrá en tu ayuda, endereza tus caminos y espera en é l.

La confianza en Dios

2: 7 Los que temen al Señ or, esperen su misericordia, y no se desví en, para no caer.

2: 8 Los que temen al Señ or, tengan confianza en é l, y no les faltará su recompensa.

2: 9 Los que temen al Señ or, esperen sus beneficios, el gozo duradero y la misericordia.

2: 10 Fí jense en las generaciones pasadas y vean: ¿ Quié n confió en el Señ or y quedó confundido?

¿ Quié n perseveró en su temor, y fue abandonado? ¿ Quié n lo invocó y no fue tenido en cuenta?

2: 11 Porque el Señ or es misericordioso y compasivo, perdona los pecados y salva en el momento de la aflicció n.

2: 12 ¡ Ay de los corazones cobardes y de las manos que desfallecen, y del pecador que va por dos caminos!

2: 13 ¡ Ay del corazó n que desfallece, porque no tiene confianza! A causa de eso no será protegido.

2: 14 ¡ Ay de ustedes, los que perdieron la constancia! ¿ Qué van a hacer cuando el Señ or los visite?

2: 15 Los que temen al Señ or no desobedecen sus palabras y los que lo aman siguen fielmente sus caminos.

2: 16 Los que temen al Señ or tratan de complacerlo y los que lo aman se sacian de su Ley.

2: 17 Los que temen al Señ or tienen el corazó n bien dispuesto, y se humillan y se postran delante de é l:

2: 18 " Abandoné monos en las manos del Señ or y no en las manos de los hombres,

porque así como es su grandeza es tambié n su misericordia" .

 

CAPÍ TULO 3

 

Los deberes hacia los padres

3: 1 Hijos, escú chenme a mí, que soy su padre; hagan lo que les digo, y así se salvará n.

3: 2 Porque el Señ or quiere que el padre sea respetado por sus hijos, y confirmó el derecho de la madre sobre ellos.

3: 3 El que honra a su padre, expí a sus pecados

3: 4 y el que respeta a su madre, es como quien acumula un tesoro.

3: 5 El que honra a su padre, encontrará alegrí a en sus hijos; y, cuando ore, será escuchado.

3: 6 El que respeta a su padre, obtendrá vida eterna ; y, el que obedece al Señ or, da tranquilidad a su madre.

3: 7 El que teme al Señ or honra a su padre; y sirve como a sus dueñ os, a quienes le dieron la vida.

3: 8 Honra a tu padre de palabra y obra, para que Su bendició n descienda sobre ti,

3: 9 porque la bendició n de un Padre afianza la casa de sus hijos, pero la maldició n de una madre arranca sus cimientos.

3: 10 No busques tu gloria a costo del deshonor de tu padre, porque su deshonor no es una gloria para ti:

3: 11 La gloria de un hombre depende de la honra de su padre; y, una madre despreciada, es un oprobio para los hijos.

3: 12 Hijo mí o, cuida de tu padre en su vejez, y no le causes tristeza mientras viva.

3: 13 Aunque haya perdido la cabeza, sé indulgente con é l; no lo desprecies, tú que está s en la plenitud de tus fuerzas.

3: 14 La compasió n que muestres a tu padre, no será olvidada, y te servirá de reparació n por tus pecados.

3: 15 Cuando esté s en tribulació n, el Señ or se acordará de ti, y tus pecados se diluirá n como el hielo ante el calor.

3: 16 El que abandona a su padre, es como un blasfemo; y, el que irrita a su madre, será maldito por el Señ or.

La humildad

3: 17 Hijo mí o, actú a con dulzura en todo lo que hagas, y te querrá n mas que al hombre generoso.

3: 18 Cuanto má s grande seas, má s humilde debes ser, y así obtendrá s el favor del Señ or,

3: 20 porque el poder del Señ or es grande y é l es glorificado por los humildes.

3: 21 No pretendas lo que es demasiado difí cil para ti, ni trates de indagar lo que supera tus fuerzas:

3: 22 reflexiona sobre lo que te ha sido ordenado en las dos tablas de piedra, porque a ti no te conciernen las cosas secretas.

3: 23 No te ocupes de cosas que está n por encima de ti: lo que te ha sido revelado ya es demasiado para la inteligencia.

3: 24 Porque muchos se extraviaron por sus vanas especulaciones, y su imaginació n perversa falseó sus pensamientos.

3: 25 Si no tienes pupilas, te faltará la luz; y, si careces de ciencia, no garantices con certeza nada de lo que afirmas.

 

Contra el orgullo

3: 26 Corazó n obstinado, mal acaba; y, el que ama el peligro, perecerá en é l.

3: 27 El corazó n obstinado soportará muchos males, y el pecador acumula un pecado sobre otro.

3: 28 No hay remedio para el mal del orgulloso, pues el orgullo es una planta maligna, que ha echado en é l raí ces.

3: 29 El corazó n inteligente medita los proverbios y el sabio desea tener un oí do atento.

 

La limosna

3: 30 Así como el agua apaga las llamas del fuego, así la limosna en secreto expí a los pecados.

3: 31 El que devuelve los favores, piensa en lo que vendrá despué s, y cuando esté por caer, encontrará un apoyo.

 

CAPÍ TULO 4

 

La ayuda a los necesitados

4: 1 Hijo mí o, no prives al pobre de su sustento, ni hagas languidecer los ojos del que es indigente.

4: 2 No hagas sufrir al que tiene hambre , ni irrites al que está en la miseria.

4: 3 No te ensañ es con el que tiene un corazó n desesperado, ni retrases la ayuda al mendigo .

4: 4 No rechaces la sú plica del atribulado , ni vuelvas la espalda al pobre.

4: 5 No apartes tus ojos del indigente, ni des lugar a que alguien te maldiga:

4: 6 porque, si te maldice con amargura en su alma, su Creador escuchará su plegaria.

4: 7 Procura hacerte amar de la congregació n; e inclina tu cabeza ante tus superiores .

4: 8 Escucha al pobre con atenció n, y devué lvele el saludo con dulzura.

4: 9 Libra al oprimido del opresor , y no tengas miedo de hacer justicia.

4: 10 Sé un padre para los hué rfanos y como un marido para su madre:

así será s como un hijo del Altí simo y é l te amará má s que tu propia madre.

 

La pedagogí a y los dones de la Sabidurí a

4: 11 La sabidurí a educa a sus hijos, y cuida de aquellos que la buscan.

4: 12 El que la ama, ama la vida, y los que la buscan ardientemente será n colmados de gozo.

4: 13 El que la posee heredará la gloria celestial, y dondequiera que vaya, el Señ or lo bendecirá.

4: 14 Los que la sirven rinden culto al Santo y los que la aman son amados por el Señ or.

4: 15 El que la escucha juzgará a las naciones y el que le presta atenció n habitará seguro.

4: 16 El que confí a en ella, la recibirá en herencia, y sus descendientes tambié n la poseerá n.

4: 17 Al comienzo, ella lo conducirá por un camino sinuoso, le infundirá temor y estremecimiento y lo hará sufrir con su disciplina, hasta que tenga confianza en é l y lo haya probado con sus exigencias.

4: 18 Despué s, volverá a é l por el camino recto, lo alegrará y le revelará sus secretos.

4: 19 Si é l se desví a, ella lo abandonará y lo dejará librado a su propia caí da.

 

La prudencia y la justicia

4: 20 Ten en cuenta el momento y cuí date del mal, y no te avergü ences de ti mismo.

4: 21 Porque hay una vergü enza que lleva al pecado, y hay otra vergü enza que es gloria y gracia.

4: 22 No te perjudiques por tener en cuenta a los demá s, y que la vergü enza no provoque tu caí da.

4: 23 No dejes de hablar cuando sea necesario, ni escondas tu sabidurí a.

4: 24 Porque la sabidurí a se reconoce en las palabras, y la instrucció n, en la manera de hablar.

4: 25 No digas nada contrario a la verdad ; y avergü é nzate de tu falta de instrucció n.

4: 26 No tengas vergü enza de confesar tus pecados ni pretendas oponerte a la corriente de un rí o.

4: 27 No te sometas a un hombre insensato ; ni seas parcial, favoreciendo al hombre poderoso.

4: 28 Lucha hasta la muerte por la verdad , y el Señ or Dios luchará por ti.

4: 29 No seas atrevido con la lengua , ni perezoso y descuidado en tus acciones.

4: 30 No seas como un leó n con tu familia , pero miedoso y apocado con tus servidores.

4: 31 No tengas la mano abierta para recibir y cerrada cuando hay que dar.

 

CAPÍ TULO 5

 

La falsa seguridad del rico y del pecador

5: 1 No te fí es de tus riquezas ni digas: " Con esto me basta".

5: 2 No dejes que tu deseo y tu fuerza te lleven a obrar segú n tus caprichos.

5: 3 No digas: " ¿ Quié n podrá dominarme? ", porque el Señ or da a cada uno su merecido.

5: 4 No digas: " Pequé, ¿ y qué me sucedió? ", porque el Señ or es paciente.

5: 5 No esté s tan seguro del perdó n, mientras cometes un pecado tras otro.

5: 6 No digas: " Su compasió n es grande; É l perdonará la multitud de mis pecados",

porque en É l está la misericordia, pero tambié n la ira, y su indignació n recae sobre los pecadores.

5: 7 No tardes en convertirte al Señ or Yah; no lo dejes de un dí a para otro, porque la ira del Señ or se enciende de repente; y, en el dí a del castigo, perecerá s.

5: 8 No te fí es de las riquezas adquiridas injustamente: de nada te servirá n en el dí a de la adversidad.

 

Contra los pecados de la lengua

5: 9 No te dejes llevar por todos los vientos, ni vayas por cualquier camino: así obra el pecador que habla con doblez.

5: 10 Mantente firme en tus convicciones y que tu palabra sea una sola.

5: 11 Está siempre dispuesto a escuchar y sé lento para responder.

5: 12 Si sabes, responde a tu pró jimo; de lo contrario, qué date callado.

5: 13 Las palabras traen gloria o deshonor, y la lengua del hombre puede provocar su caí da.

5: 14 Que no tengan que llamarte chismoso, y no enredes a los demá s con tu lengua, porque la vergü enza cae sobre el ladró n, y una severa condena sobre el que habla con doblez.

5: 15 No faltes ni en lo grande ni en lo pequeñ o, y de amigo, no te vuelvas enemigo

 

CAPÍ TULO 6

 

6: 1 porque la mala fama heredará vergü enza y oprobio: esta es la suerte del pecador que habla con doblez.

 

Contra los arrebatos de la pasió n

6: 2 No te dejes arrastrar por el impulso de tu pasió n , no sea que te desgarre como un toro:

6: 3 devorarí as tus ramas, perderí as tus frutos y te convertirí as en un tronco seco.

6: 4 Una pasió n violenta, pierde al que la tiene, y hace que sus enemigos se rí an de é l.

 

La verdadera y la falsa amistad

6: 5 Las palabras dulces multiplican los amigos, y un lenguaje amable, favorece las buenas relaciones.

6: 6 Que sean muchos los que te saludan; pero, el que te aconseja, sea uno entre mil.

6: 7 Si ganas un amigo, gá nalo despué s de la prueba, y no tengas prisa en confiarte de el.

6: 8 Porque hay amigos ocasionales, que dejan de serlo en el dí a de aflicció n.

6: 9 Hay amigos que se vuelven enemigos, y para avergonzarte, revelan el motivo de la disputa.

6: 10 Hay amigos que comparten tu mesa y dejan de serlo en el dí a de tu aflicció n.

6: 11 Mientras te vaya bien, será n como tú mismo y hablará n abiertamente con tus servidores;

6: 12 pero si te va mal, se pondrá n contra ti y se esconderá n de tu vista.

6: 13 Sepá rate de tus enemigos, y no te fí es demasiado de tus amigos.

6: 14 Un amigo fiel es un refugio seguro : el que lo encuentra, ha encontrado un tesoro.

6: 15 Un amigo fiel no tiene precio, no hay manera de estimar su valor.

6: 16 Un amigo fiel es un bá lsamo de vida, que encuentran los que temen al Señ or.

6: 17 El que teme al Señ or encamina bien su amistad, porque como es é l, así tambié n será su amigo.

 

El aprendizaje de la Sabidurí a

6: 18 Hijo mí o, desde tu juventud, busca la instrucció n, y hasta en tu vejez, encontrará s la sabidurí a.

6: 19 Acé rcate a ella como el que ara y el que siembra, y espera pacientemente sus buenos frutos: al cultivarla, te fatigará s un poco, pero muy pronto comerá s de sus productos.

6: 20 ¡ Qué dura parece la sabidurí a a los ignorantes! El insensato no se mantiene fiel a ella:

6: 21 ella lo oprime como una piedra pesada y no tarda en sacá rsela de encima.

6: 22 Porque la Sabidurí a hace honor a su nombre y no se manifiesta a muchos.

6: 23 Escucha, hijo mí o, acepta mi doctrina y no rechaces mi consejo .

6: 24 Mete tus pies en sus cepos, y tu cuello en su collar.

6: 25 Doblega tus espaldas, y carga con ella, y no te irrites por sus cadenas.

6: 26 Acé rcate a ella con toda tu alma, y permanece en sus camino con todas tus fuerzas.

6: 27 Sigue sus huellas, y bú scala: la Sabidurí a se te dará a conocer, y una vez que la poseas, no la dejes,

6: 28 porque al fin encontrará s en ella el descanso de tu alma, y ella se convertirá en tu alegrí a.

6: 29 Sus cepos será n un refugio poderoso, y sus collares, un manto de gloria.

6: 30 Su yugo será un adorno de oro , y sus cadenas, un tejido de jacinto.

6: 31 Te revestirá s de ella como de un manto de gloria y te la ceñ irá s como una corona de jú bilo.

6: 32 Si quieres, hijo mí o, será s instruido, y si pones empeñ o, sabrá s desenvolverte.

6: 33 Si te gusta escuchar, aprenderá s, y si prestas atenció n, llegará s a ser sabio.

6: 34 Frecuenta las reuniones de los ancianos y si hay algú n sabio, adhié rete a é l.

6: 35 Procura escuchar todo lo que se refiera a Dios, y que no se te escapen las má ximas profundas.

6: 36 Si ves a un hombre inteligente, ve en seguida hacia é l y que tus pies gasten el umbral de su puerta .

6: 37 Examina detenidamente los preceptos del Señ or, y medita sin cesar sus mandamientos:

É l mismo afirmará tu corazó n, y te dará la sabidurí a que deseas.

 

CAPÍ TULO 7

 

La conducta en la vida pú blica

7: 1 No hagas el mal, y el mal no se apoderará de ti;

7: 2 apá rtate de la injusticia, y ella se apartará de ti.

7: 3 No siembres, hijo mí o, en los surcos de la injusticia, no sea que coseches siete veces má s.

7: 4 No pidas al Señ or un puesto importante, ni al rey un sitial de honor.

7: 5 No quieras pasar por justo delante del Señ or, ni te hagas el sabio delante del rey.

7: 6 No aspires al cargo de juez, no sea que no puedas extirpar las injusticias

o te dejes intimidar por un poderoso, y así pongas en peligro tu rectitud.

7: 7 No ofendas a la asamblea de la ciudad, ni te degrades delante de la multitud.

7: 8 No incurras dos veces en pecado, porque ni uno solo quedará impune.

7: 9 No digas: " El Señ or apreciará la multitud de mis dones; cuando los presente al Dios Altí simo, é l los aceptará ".

7: 10 No dejes de orar confiadamente ni te olvides de dar limosna.

7: 11 No te burles del hombre que está amargado, porque hay Alguien que humilla y tambié n exalta.

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