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Teodosio II, ejecutor de «todos los preceptos del cristianismo»




El hijo de Arcadio, Teodosio II (408-450), contaba al iniciar su regen-
cia siete añ os de edad. Por ese motivo, el gobierno lo llevó primero el
prefecto pretoriano Antemio, un militar antigermá nico, que ya habí a edu-
cado a Arcadio. En 414, la beata y dominante hermana del emperador le
relevó de su cargo. 60

Santa Pulcheria, que durante toda su vida ponderó la virginidad -aun-
que en el añ o 450 contrajo matrimonio, «no consumado», con el viejo
militar Marciano-, estaba sujeta a la influencia de obispos y monjes y al-
canzó un gran poder sobre Teodosio. Tambié n sufrió é ste la influencia
igualmente fuerte, aunque temporal, de su hermosa esposa Eudocia
(Alheñ á is), hija de un profesor pagano de retó rica de Atenas, que tras su
bautismo por el obispo Á tico de Constantinopla se convirtió en una acti-
va prosé lita y competidora de Pulcheria ante el emperador. En 441, qui-
zá s expulsada, abandonó la corte y vivió sus dos ú ltimos decenios en
Jerusalé n, construyendo iglesias, escribiendo obras de alabanza a Dios e
incitando revueltas; los bizantinos posteriores lo considerarí an como un
destierro. A sus consejeros espirituales, el sacerdote Severo y el diá cono
Juan, los hizo asesinar el piadoso monarca por medio de Saturnino, su
comes domesticorum enviado a Palestina, tras lo cual, la piadosa Eudocia
mató a é ste, quizá s con sus propias manos. 61

Rodeado de ambiciosas beatas y curas faná ticos, Teodosio II «cum-
plió con exactitud todos los preceptos del cristianismo», como pondera el
historiador de la Iglesia Só crates, y «superó a todos en piedad y humani-
dad». Tan ensalzado por su fe, atacó de tal modo a «herejes», paganos y
judí os que en abril de 423 incluso se certificó legalmente: «Conocidos
y extendidos por doquier son nuestros decretos y los de nuestros antece-
sores, en los que reprimimos la ideologí a y el atrevimiento de los abomi-
nables paganos, judí os y tambié n herejes». Pero ahora se hace má s evi-
dente la tendencia a apoyar al catolicismo a la fuerza y con la violencia;

el comportamiento de los heterodoxos es una «enfermedad» que é l, el
emperador, como «mé dico», debe abortar. Su primera obligació n es preo-
cuparse por la «vera religio», la fe verdadera, condició n previa del bien
comú n. Los «herejes» eran para é l, sin excepció n, «una perfidia». 62

Por lo que respecta a los paganos, Teodosio supone en el añ o 423 que
ya no existen. Un deseo piadoso. En realidad, desde 415 se les habí a se-
parado de los puestos elevados y del ejé rcito. En 416 se expulsó a todos
los no cristianos de los cargos estatales, en 423 se castigaba la participa-
ció n en sacrificios con el destierro y la confiscació n de bienes, en 43, 5
y 438 se penaba la celebració n de^cultos pacanos con la muerte, atribu-


yendo incluso las malas cosechas y las epidemias a los cultos idó latras.
«Prohibimos todos los execrables sacrificios de animales y las condena-
bles libaciones de la criminal ideologí a pagana, y todo lo ya prohibido
por la autoridad de disposiciones má s antiguas. Mandamos por disposi-
ció n oficial que se destruyan todos sus santuarios, templos y lugares sa-
grados, si queda todaví a alguno que haya pasado desapercibido, y que
sean redimidos erigiendo el signo de nuestra venerable religió n cristiana.
Todos han de saber que si puede alguien ser llevado ante el juez compe-
tente con pruebas adecuadas de haber transgredido esta ley, deberá casti-
gá rsele con la muerte. »

El cató lico emperador, que con tanta furia ordenaba la destrucció n de
los templos y la redenció n (exorcismo) con la cruz, debió de ser sin em-
bargo un «monarca de buen corazó n, totalmente absorbido por la vida fa-
miliar» (Thiess). En cualquier caso, los hechos son que la legislació n im-
perial que promulgó en el añ o 438 -tras cuya publicació n los monarcas
del Imperio de Oriente apenas volvieron a enviar decretos al de Occidente,
y los de é ste dejaron de hacerlo por completo- contiene entre 381 y 435
no menos de 61 decretos contra «herejes»; antes de 381 só lo cinco. 63

El prí ncipe hizo quemar en el añ o 418, cuando só lo contaba diecisiete
añ os de edad, todas las obras anticristianas. A finales del siglo iv y en el
siglo v se destruyó de manera casi sistemá tica la prá ctica totalidad de la
literatura no cató lica, y ya en 398 la posesió n de tratados «herejes» se
amenazaba con la muerte. En 418, bajo Teodosio, fueron a parar al fuego
los ú ltimos ejemplares de los quince libros de Porfirio Contra los cristia-
nos,
despué s de que Constantino hubiera ya ordenado en el Concilio de
Nicea (325) la quema de las obras de dicho autor. 64

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