Главная | Обратная связь | Поможем написать вашу работу!
МегаЛекции

Falsificaciones de los Evangelios bajo el nombre de Jesús




Falsificaciones de los Evangelios bajo el nombre de Jesú s

Varios de los Evangelios ficticios circulan directa o indirectamente
bajo el nombre de Jesú s, como por ejemplo el Pistis Sophia.

Falsificado en Egipto en el siglo m, «registra» la colecció n de los tres
primeros libros de charlas de Jesú s con discí pulos y discí pulas en los
doce añ os siguientes a su resurrecció n mientras que el cuarto, algo poste-
rior e independiente de los anteriores, lo hace el dí a despué s. Jesú s, lla-
mado tambié n Aberamentho, se comunica en primera persona. «Padre de
toda la paternidad de los infinitos, pré stame oí dos por el amor de mis dis-
cí pulos [... ] para que crean en todas las palabras de tu verdad [... ]. » Y en
otro pasaje: «Eximio Felipe, querido. Ven, sié ntate y escribe [... 1 e inme-
diatamente Felipe se sentó y escribió ». De este modo debió ser realmente
un levantamiento de actas. 222

Lo mismo que el Pistis Sophia, otros Evangelios o escritos similares
aparecen directa o indirectamente bajo el nombre de Jesú s: el Sophia
Jesu Christi,
el Diá logo del Redentor, los dos Libros de Jeü. Jesú s utiliza
aquí tambié n la primera persona al hablar, pronuncia en ocasiones dis-
cursos má s largos y le interrumpen los apó stoles y tambié n las «mujeres
santas», las «ví rgenes», Marí a, Marí a Magdalena, etc. En el Diá logo del
Redentor
se responden del mejor modo posible todas las preguntas de los
deseosos de saber y todas las explicaciones de Jesú s se introducen con la
fó rmula: «Y el Señ or dijo» o «respondió ». En los dos Libros de Jeü falsi-
ficados apela a los discí pulos para que mantengan secretas sus revelacio-

 


nes y que se las transmitan só lo a quienes lo merezcan. «No se lo brin-
dé is al padre o la madre, ni al hermano, ni a la hermana, ni a los parien-
tes, ni por comida o por bebida, ni por una mujer, ni por oro o plata, ni
por nada en este mundo. Guardadlo y no se lo brindé is a nadie por el bien
de todo este mundo. »223

El Testamentum Domini nostri Jesu Christi no aparece hasta el si-
glo v. En dos libros los apó stoles Juan, Pedro y Mateo -con firma y se-
llo- explican las instrucciones orales de su Señ or, aunque este mismo las
comunica cuando se trata por ejemplo de los tiempos del fin del mundo o
sobre la composició n de la presidencia de una Iglesia: «Nos dijo Jesú s:

porque habé is preguntado sobre una disposició n eclesiá stica, os transmi-
to y os explico có mo debé is ordenar y emplear al cabeza de la Iglesia y
có mo é l debe preservar completa, correcta y auté ntica la disposició n que
ha satisfecho a mi Padre, el que me ha enviado». 224

Evangelios u otros escritos falsificados bajo el nombre de un ú nico apó stol

Entre estas producciones se cuentan el Evangelio segú n Matí as, el
Evangelio de Judas, el Evangelio de Tomá s o el Libro de Tomá s el Atle-
ta, que lo ha escrito entero,
descubierto en Egipto despué s de la segunda
guerra mundial y en el que el falsificador afirma tambié n: «Las palabras
secretas que el Redentor dijo a Judas Tomá s y que yo. Mateo, he escrito,
y que he oí do mientras que ambos hablaban». Es una falsificació n el
Evangelio de Felipe, en el que consignan sus declaraciones un grupo de
personas que se denominan «apó stoles hebreos»; hay tambié n «tres»
mujeres santas que caminan «constantemente con el Señ or»: «su madre
Marí a y su hermana [... ] y Magdalena, que se llama su compañ era (Jkoi-
nonos)».

Está asimismo falsificado el Apocrifon de Juan, tan antiguo como de
gran é xito, procedente del siglo u. Se conservaron numerosos ejemplares
y se utilizó en algunas comunidades gnó sticas hasta el siglo vni. Se tiene
igualmente el Apocrifon de Santiago, que tambié n procede del siglo n,
que presenta las enseñ anzas del Resucitado, con largas recomendaciones,
avisos amenazantes, hasta la anunciació n: «Aquí debo acabar [... ] y aho-
ra vuelvo a ascender [... ]». Santiago y Pedro escucharon al parecer los
himnos «que me esperan en los cielos. En efecto, hoy debo sentarme a la
derecha del Padre [... I». Y los apó stoles aseguran haber «escuchado con
nuestros oí dos y visto con nuestros ojos el clamor de la guerra [... 1 el so-
nido de las trompetas [... ] y un gran desconcierto», aunque tambié n
«himnos y oraciones de los á ngeles. Y los á ngeles y las majestades del
cielo se alegraron». 225


Del Evangelio de Pedro no se conocí a ni una cita hasta el descubri-
miento de un fragmento en Akhmim (Alto Egipto) en 1886, Allí estaba
(junto con fragmentos del Apocalipsis de Pedro y el Libro de Enoc) en la
tumba de un monje cristiano de comienzos de la Edad Media.

Tambié n este Evangelio se ha falsificado claramente bajo el nombre
de Pedro, suponié ndose que en Siria, a mediados del siglo n. Destripa a
voluntad a todos los antecesores canó nicos, imputa a los judí os y a Hero-
des toda la culpa en la muerte del Señ or, exonera por completo a Pilatos,
incluso le hace testigo de la divinidad de Jesú s y, a diferencia de todos
los relatos cristianos, describe una resurrecció n milagrosa a la luz pú bli-
ca, delante de los soldados paganos y de los jerarcas judí os. El autor in-
siste en ser testigo ocular, en el cortí simo fragmento habla dos veces en
primera persona y se llama: «Pero yo. Simó n Pedro, y mi hermano An-
dré s tomamos nuestras redes y fuimos al mar». 226

A un hombre tan importante como el prí ncipe de los apó stoles los
cristianos le honraron con multitud de falsificaciones. Por ejemplo con el
Kerygma Petrou, del que só lo se han conservado unos restos í nfimos,
que combate tanto la adoració n del Dios de los judí os como el politeí smo
pagano. No obstante no está claro si querí a ser obra del propio Pedro. Al
menos así lo entendió Clemente Alejandro en las postrimerí as del si-
glo u, aunque no albergó apenas dudas sobre la autenticidad del escrito y
toma de é l diversas citas. 227

En nombre del princeps apostolorum se falsificó tambié n el llamado
Apocalipsis de Pedro; junto a los de Pablo, Juan, Tomá s, Esteban y Ma-
rí a es uno de los Apocalipsis «apó crifos» má s importantes. Surgido en la
primera mitad del siglo u, desde 1910 se tiene completo este escrito seu-
dopetrisí a, divergiendo de manera muy notable el texto etí ope del frag-
mento griego encontrado en 1886-1887 en la tumba del citado monje;

Seudo-Pedro se dirige tambié n desde sus primeras palabras contra los
muchos «seudoprofetas», la «infinidad de doctrinas que predican la per-
versió n [... I». Y puesto que é l naturalmente hace lo contrario, junto con
los restantes discí pulos pronto verá al Señ or Jesucrito. Le piden que les
«muestre a uno de nuestros justos hermanos que han abandonado el mun-
do». Y el Señ or les deja ver a dos de ellos en toda su gloria. «No podí a-
mos -relatan los Doce- mirarles directamente pues de ellos partí a un haz
como el del Sol y brillante eran sus vestiduras, como nunca hombre algu-
no las habí a visto [... ] sus cuerpos eran má s blancos que la nieve y má s
rojos que una rosa. »

Pedro puede echar incluso un vistazo al cielo, muy breve, pero tiene
el placer de poder disfmtar mucho má s tiempo del infierno. En la «palma
de la mano derecha de Pedro ilustra Jesú s lo que sucederá el Dí a del Jui-
cio Final [... 1 y có mo los malos será n aniquilados para toda la eternidad»,
siempre una gran esperanza para muchos cristianos. El Salvador describe


tambié n muy grá ficamente los futuros horrores (hasta en el infierno debe
haber orden) segú n los tipos de pecadores: «algunos estaban allí colga-
dos de la lengua. Eran los que hablaron mal de la justicia y bajo ellos ar-
dí a un fuego y les martirizaba. Y habí a allí un gran lago, lleno de lodos
ardientes en los que se encontraban aquellas personas que violaron la jus-
ticia y habí a á ngeles que les amenazaban y torturaban. Pero habí a allí
tambié n otros: mujeres, que estaban colgadas de los cabellos sobre esos
lodos burbujeantes. Eran las que habí an cometido adulterio. Y aquellos
que se habí an mezclado con ellas en la vergü enza del adulterio estaban
colgados de los pies y tení an la cabeza metida en el lodo [... ]».

De este modo informativo la revelació n continú a hasta el final del
fragmento. El engañ o gozó antañ o de gran respeto, incluso en cí rculos
eclesiá sticos. El Apocalipsis de Pedro se difundió por las Iglesia de Orien-
te y de Occidente, Clemente Alejandrino lo aceptó e incluso comentó,
Metodio lo consideró inspirado, en el Canon Muratori estuvo al lado del
Apocalipsis de Juan en el Nuevo Testamento e incluso quedó registrado
en el canon de libros bí blicos y todaví a en el siglo v se leí a el Viernes
Santo en las iglesias de Palestina. Continuó ejerciendo influencia en mu-
chas obras cristianas hasta la Edad Media, entre otras en la Divina Come-
dia
de Dante. 228

Lo mismo que se falsificó un Apocalipsis de Pedro, se falsificó asi-
mismo, en las postrimerí as del siglo iv, un Apocalipsis de Pablo. El fa-
bricador de é sta conocí a y aprovechó aquella otra falsificació n anterior.
La suya fue tambié n interpolada en diversas ocasiones. En 2 Cor 12, don-
de Pablo cuenta que «fue arrebatado al tercer cielo» el fantasioso autor
añ ade «arrebatado en el Paraí so» en el que entra en varias ocasiones sien-
do saludado por numerosos personajes importantes. Ve a los niñ os de Be-
lé n asesinados por Herodes, ve y escucha tambié n a David cantar alelu-
yas en un elevado altar. A lo largo de varios capí tulos emprende asimis-
mo una inspecció n del infierno y de sus diversas salas de tortura. Quien
habló en la iglesia debe morderse la lengua. En rí os de fuego está n los
impí os, hombres y mujeres, segú n la gravedad de su pecado hundidos en
la corriente de fuego hasta la rodilla, el ombligo o hasta la coronilla. En
otra expí an sus culpas incluso clé rigos, lectores, diá conos, presbí teros,
obispos. ¿ Despertó compasió n en «Pablo» la visió n del clero? ¡ Por su in-
tercesió n y el ruego de los á ngeles, el buen Cristo concede a los condena-
dos la liberació n de todos los tormentos el domingo! Y finalmente. Pablo
visita el Paraí so, donde antañ o Adá n y Eva pecaron... 229

Agustí n condenó esta falsificació n ya que «no es reconocida por la
sensata (! ) Iglesia y está llena de no sé que fá bulas». ¡ Pero có mo confí a
este mismo Agustí n en las fá bulas del Antiguo y del Nuevo Testamento!
¡ Có mo cree en milagros, resurrecció n de muertos y en todo tipo de malos
espí ritus! Y el Apocalipsis de Pablo falsificado es, no obstante, buen ca-


tó lico. Segú n la hipó tesis de Bardenhewer, tiene «como autor a un bie-
nintencionado monje de un monasterio cercano a Jerusalé n». Lo creye-
ron tambié n muchos otros monjes, que lo aplaudieron, gozó de gran
aprecio en la Edad Media y se hicieron de é l numerosas revisiones y tra-
ducciones. Y en opinió n de importantes investigadores, el autor de la Di-
vina Comedia
no só lo conoció la falsificació n -que segú n una breve nota
previa, o quizá una nota final, se descubrió en la é poca del emperador
Teodosio, por indicació n de un á ngel, debajo de la antigua vivienda de
Pablo en Tarso, en una cá psula de má rmol-, sino que se remitió expresa-
mente a ella (Inferno 2, 28). 230

Поделиться:





Воспользуйтесь поиском по сайту:



©2015 - 2024 megalektsii.ru Все авторские права принадлежат авторам лекционных материалов. Обратная связь с нами...