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Falsificaciones para apoyar la historicidad de Jesús




Falsificaciones para apoyar la historicidad de Jesú s

Los cristianos falsificaron una serie de escritos para disponer de me-
jores testimonios para la -hasta ahora sin demostrar pero tampoco refuta-
da- historicidad de Jesú s, para su vida y su resurrecció n, pues en la lla-
mada literatura profana no se decí a nada al respecto. 273


Se crearon así documentos falsos de escritores no cristianos sobre la
vida de Jesú s, en los que por ejemplo no só lo se interpolaban las Antigü e-
dades judí as
del judí o Josefo, el llamado Testimonium Flavianum, sino
que incluso se hací a a Josefo autor de libros cristianos enteros. Objetivos
aná logos perseguí an los escritos cristianos de Pí lalos, en tanto que las
historias paganas sobre é l, a las que los cristianos opusieron contrafalsifi-
caciones, se convirtieron a comienzos del siglo iv en un instrumento de
propaganda de los gentiles contra los cristianos, que incluso se utilizaba
en la escuela. 274

Apareció una carta falsificada de Pilatos al emperador Tiberio, una
falsificació n que dio pie a otras má s con una intenció n ya claramente
apologé tica. Sobre todo, mediante el falso Pilatos se consiguió un renom-
brado testigo pagano para la, en palabras del historiador de la Iglesia
Eusebio, «maravillosa resurrecció n y ascensió n a los cielos de nuestro
Salvador». No pasó tampoco desapercibido el nacimiento de la virgen.
En el tratamiento benigno de los romanos no faltaron tampoco los ata-
ques antisemitas. «Así, la palabra salvadora iluminó, de una vez y con la
obra del cielo, como un rayo de sol todo el mundo» (Eusebio). 275

Existe toda una serie de otros «escritos de Pilatos» que surgen a lo
largo de varios siglos. Muestran unos rasgos cada vez má s «legenda-
rios», con una tendencia má s proclive a los romanos y hostil a los judí os.
En uno de ellos Nicodemo dice de Pilatos: «Es el abogado de Jesú s», y el
procó nsul lo confirma. Se falsificó una correspondencia entre un Teodo-
ro y Pilatos, una «carta de Pilatos a Claudio», en la que Pilatos habla del
nacimiento de la virgen, cuenta los numerosos milagros de Jesú s y acusa
a los sumos sacerdotes: «y acumulando mentira sobre mentira declaran
que es un nigromante y que se opone a sus leyes». Pilatos menciona la
muerte y resurrecció n de Jesú s y finaliza: «Pero esto se lo he presentado
a tu majestad para que otros no mientan y supongas que has de creer en
las habladurí as falsas de los judí os». Al mentir uno mismo, como tan a
menudo, se echan en cara a los demá s las mentiras. Se falsificó un inter-
cambio epistolar de Pilatos con Herodes, hasta con Augusto, que hací a
ya dos dé cadas que habí a muerto cuando crucificaron a Jesú s. Se falsifi-
có tambié n un Evangelio de Gamaliel, en el que Pilatos testifica la resu-
rrecció n de Jesú s. Y los cristianos de aquel tiempo (entre ellos un Grego-
rio de Tours) consideraron «en general tales [... ] escritos como fuentes
histó ricas» (Speyer). La Paradosis de Pilatos hace del procurador casi un
má rtir cristiano. Las Iglesias copla y etí ope le veneran como un santo.
Por el contrario en Cura sanitatis Tiberii, en el que este emperador figura
como un cristiano creyente, en la Mors Pilati, debe pagar por su culpa en
la crucifixió n. 276

Una correspondencia falsificada en el siglo vi entre el (tres veces se-
parado y desterrado) obispo Cirilo de Jerusalé n (348-386) y el papa Julio


de Roma debí a determinar la fecha del nacimiento y el bautizo de Jesú s.
Sin embargo, con ello no se pretendí a hacer aceptable la historicidad de
Jesú s, sino que lo fuera para Oriente, en especial Palestina, la nueva fe-
cha occidental de su nacimiento. De igual modo, cristianos ortodoxos
elaboraron falsificaciones en el curso de la disputa por el cá lculo de la
fiesta de la Pascua. 277

Falsificaciones para resaltar la autoridad cristiana frente a judí os y paganos

Los cristianos facilitaron a menudo su lucha contra los judí os por me-
dio de falsificaciones, restaron fuerza a Sus reproches mediante engañ os
literarios con el fin de hacer brillar má s su fe y, en ú ltima instancia, para
dar un testimonio tanto má s claro de Jesú s como Mesí as prometido y
tambié n como hijo de una virgen.

Esto se hizo al principio con la inclusió n de numerosos pá rrafos fal-
sos, vinié ndoles especialmente a propó sito a los cristianos los seudoepí -
grafes judí os. Interpolaron así las profecí as sibilinas, el cuarto libro
del Esra, el Apocalipsis má s difundido en la Antigü edad, el martirio de
Isaí as, el Bamch griego, los Apocalipsis de Abraham, Elias, Sofoní as,
los Paralipomenas de Jeremí as, la vida de los profetas, los testamentos de
Adá n, Abraham, Isaac, de Ezequí as, de Salomó n, de los doce patriarcas,
etc. Los cristianos falsificaron sentencias de los profetas y con su ayuda
intentaron convertir a los judí os hasta la Edad Media. Pero tambié n falsi-
ficaron escritos completos bajo los nombres de personas del Antiguo
Testamento, como la ascensió n a los cielos de Isaí as, el Apocalipsis de
Zacarí as, distintos Apocalipsis de Daniel, los Apocalipsis del Esra, el
quinto y el sexto libros del Esra, en los que no solamente habla en prime-
ra persona Esra sino tambié n Dios, el Señ or, falsificaciones de las que in-
cluso pasajes como el 5 Esra 2, 42-48, entraron í ntegramente en el siglo ü
a formar parte de la liturgia oficial cató lica romana.

Los cristianos falsificaron a menudo para reforzar documentalmente
la virginidad de Marí a, que poní an en tela de juicio los judí os y los ju-
deocristianos «herejes» (que naturalmente llamaban a José el padre bio-
ló gico de Jesú s), como por ejemplo en los orá culos sibilinos cristianos,
en el Protoevangelio de Santiago o, en la é poca del emperador Justinia-
no, en el escrito El sacerdocio de Cristo, un diá logo judeocristiano. En
este escrito, Jesú s debe ingresar en el colegio sacerdotal en sustitució n de
un sacerdote judí o fallecido. Se tienen así datos personales precisos de su
madre y se escriben en el có dice del templo. Los cristianos falsificaron
las obras de los escritores profanos judí os tales como Filó n y Josefo. Con
cierta frecuencia interpolaron tambié n los mismos escritos durante varios


siglos. La investigació n de los ú ltimos decenios ha descuidado el esclare-
cimiento en este campo y no existe ninguna historia de la «literatura in-
terpolativa». 278

En los siglos m y iv se falsificó tambié n toda una correspondencia en-
tre el apó stol Pablo y el estoico Sé neca (4 a. C. -65 d. C. ).

Redactado en un horrible latí n, esta chapucerí a fue un escrito propa-
gandí stico que pretendí a recomendar las epí stolas de Pablo a los ilustra-
dos de Roma, que las menospreciaron a causa de su estilo. Esta corres-
pondencia increí blemente primitiva, ocho cartas de «Sé neca» y seis de
«Pablo» (siendo Erasmo de Roterdam el primer erudito que lo declaró
como falsificació n), deberí a haber afianzado la autoridad de Pablo, pues
muchos de sus pensamientos coincidí an tanto con la filosofí a estoica de
la é poca imperial, que Tertuliano pudo afirmar: «Sé neca saepe noster».
La falsificació n trasgiversa la relació n de dependencia, enalteciendo Sé -
neca al apó stol («Salve, mi querido Pablo [... ]») como portavoz del cielo,
como un «hombre al que Dios ama de todos modos», incluso certificá n-
dole que «el Espí ritu Santo está en ti», mientras que Pablo só lo de modo
ocasional y en tono de superioridad anima al filó sofo a continuar en sus
esfuerzos. Las falsificaciones eran, como atestigua san Jeró nimo, é l mis-
mo un gran falsificador ante el Señ or, «a plurí mis leguntur». Y no só lo é l
mismo las tomó por auté nticas, y despué s tambié n Agustí n, sino que ba-
sá ndose en este engañ o Jeró nimo incluyó entre los santos cristianos al
pagano Sé neca. El Padre de la Iglesia escribe: «L. Annaeus Sé neca de
Có rdoba [... ] llevó una vida muy sobria. No le habrí a incluido en el regis-
tro de los santos si no me hubieran impulsado a ello las cartas, leí das por
tantos, de Pablo a Sé neca y de Sé neca a Pabio». 279

El intercambio epistolar falsificado, que se conserva en una cantidad
inhabitual de manuscritos, se mantuvo durante la Edad Media e influyó
sobre Pedro de Cluny, Pedro Abelardo e incluso Petrarca. 280

Muchas veces, los cristianos no encontraban só lo cartas y correspon-
dencias sino tambié n discusiones pú blicas completas, como por ejemplo
los llamados diá logos de religió n en la corte de los sasá nidas.

El autor indica que su obra son las actas de un debate sobre Cristo y el
cristianismo mantenido en Persia, las anotaciones de un testigo ocular y
auricular. Frente al fondo resplandeciente de la corte y el momento á lgi-
do del poder sasá nido, y bajo la presidencia de honor de un sasá nida, los
representantes de la Iglesia templan -naturalmente con é xito en toda lí -
nea- sus armas contra griegos, «herejes» cristianos, los magos persas y
los judí os. En ocasiones se ataca tambié n a los samaritanos, los budistas
y al estado romano; a los que menos y de manera má s liberal a los he-
breos helenizados, por así decir a los precursores del cristianismo, y con
má xima sañ a a los judí os.

El falsificador es cató lico. Elogia toda la divinidad y humanidad de


Jesú s, la magnificencia de Marí a, el triunfo de los obispos cristianos
frente a los magos persas con todo tipo de milagros, mediante la cura-
ció n de leprosos, la resurrecció n de un muerto y un azor de barro que
cobra vida. A nadie sorprenden los anacronismos histó ricos, las fuen-
tes fingidas, las apariciones del rey persa Arrinatus, al que intentó se-
guir el rastro sin é xito el bolandista G. Henschen en el siglo xvn, un
rey de fá bula (figurando tambié n en oí ros lugares) bajo el cual tiene
lugar la charla de religió n, que certifica los milagros cristianos y cierra
las conversaciones con un diploma. Prudentemente no todo es inventa-
do, hay dispersos tambié n datos histó ricos. Pero el autor permanece
anó nimo. Calla sobre sí mismo y sobre la é poca, y desvalija con todo
descaro los escritos de Felipe de Side, desconocido para la mayorí a, del
siglo v o vi. 281

La marea de falsificació n guarda una estrecha relació n con las anti-
guas persecuciones de los cristianos: cuanto menos má rtires auté nticos,
má s falsos.

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