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«Reliquias de contacto» y esqueletos viajeros




Dividiendo las reliquias se podí an satisfacer muchos deseos de los cris-
tianos y activar su vida religiosa, pues aunque se hubiera recibido una por-
ció n í nfima de cualquiera de ellas, el individuo particular o la iglesia por
ansias de renombre, o por lo que fuera, hablaban de tener al santo. Y pues-
to que se pensaba en sentido cuantitativo y varios santos proporcionaban
mayor protecció n que uno solo y se creí a que con la suma de porciones,
aunque fueran mí nimas, se obtení a una mayor gracia, se intentaba poseer
muchas. De este modo surgieron colecciones enteras de reliquias. 156

La divisió n de las reliquias se practicó sin lí mites sobre todo en el
Oriente cristiano. Se serraba, cortaba y partí a todo lo que podí a dividirse,
reducirse o multiplicarse de los santos. En Occidente, hasta los siglos vil
y vin se actuó con mayor reserva, aunque sin abstenerse por completo
como se creyó durante mucho tiempo todaví a en el siglo xx. Aunque una


rigurosa ley romana garantizaba la inviolabilidad de las tumbas, es evi-
dente que con frecuencia se la infringió. Se dividieron tambié n reliquias
corporales ya divididas o fá cilmente divisibles tales como sangre, cenizas,
dientes, pelo, etc., así como los cadá veres ya divididos que se importaban
de Oriente. Segú n Gregorio de Tours, en el equipaje de un peregrino de
Jerusalé n se encontró un resto de Juan Bautista, que tres obispos galos
quisieron trinchar una vez má s. 157

En Tours se conocí an tambié n muchos traslados. Igualmente, en el nor-
te de Italia se hicieron particiones bajo la batuta del genial descubridor e
inventor de má rtires Ambrosio. En particular las reliquias de sangre de
los má rtires «Gervasio» y «Protasio» que é l habí a descubierto invadieron
Occidente. El obispo Victricio de Rú an, amigo de Ambrosio, se dedicó a
adquirir afanosamente restos de má rtires orientales y del norte de Italia.
Y tambié n en el norte de Á frica los monjes vendí an esqueletos de má rti-
res verdaderos y falsos. 158

Pero por muchas divisiones y ventas de partí culas cada vez menores,
las reservas no eran suficientes, sobre todo porque al parecer Roma no
practicó durante mucho tiempo tales particiones, aunque no tuviera incon-
veniente en adquirir a los griegos reliquias divididas. A la hora de dar sa-
lida a sus propios santos, sobre todo aquellos considerados «principales»,
los papas eran bastante mezquinos, pero en cambio tanto má s generosos
con las reliquias que de modo baratí simo lograron fabricar gracias a un
truco. Crearon la categorí a de las reliquias de contacto, en virtud de la cual
cualquier objeto que estuviera en contacto con una reliquia, sobre todo
con la tumba de los santos, como por ejemplo la de Pedro (o má s tarde en
Tours con la de Martí n), se convertí a asimismo en reliquia cuando la fuer-
za sobrenatural de la «auté ntica» pasaba a la ahora ya «auté ntica». Sim-
plemente se colocaban junto al cuerpo de los santos pañ os dentro de cajas
de madera, marfil o metales nobles, afirmá ndose que tendrí an el mismo
efecto que las restantes reliquias, lo que sin duda sucedí a. Esto lo corrobo-
raron de manera expresa los grandes teó logos del catolicismo de los si-
glos iv y v, los Padres de la Iglesia Hilario, Basilio, Gregorio Nacianceno,
Juan Crisó stomo, Agustí n y otros. Muchas cosas, por no decir todas, podí an
ser reliquia, no só lo una diminuta partí cula del cadá ver de un santo sino
tambié n, por ejemplo, una esponja con la que se hubiera recogido sangre
del má rtir o un trozo de tela que hubiera estado en contacto con reliquias,
pues la fuerza de las «auté nticas» habrí a pasado de este modo a las nue-
vas, una idea fija en todo el orbe cristiano ya en el siglo iv. 159

Mediante las reliquias de contacto, que distribuyó por todo Occiden-
te, Roma afianzó tambié n su influencia en la polí tica eclesiá stica. Con
gran generosidad los papas enviaban en todas direcciones sus dá divas, que
no le costaban nada y que bajo muchos nombres entraron a formar parte
de la «historia de la religiosidad»: brandea, palliola, sanctuaria, memo-


riae, benedictiones, eulogiae, patrocinio. El papa Gregorio I (590-604),
llamado Magno, dirigió una pró spera venta de reliquias. Entre ellas habí a
curiosidades tales como crucifijos (enviados a reyes) con astillas de la
cruz de Jesú s o con pelos de Juan Bautista, que de modo milagroso deja
dos cabezas. Este papa enví o tambié n llaves para colgar contra la magia,
con limaduras de las cadenas del prí ncipe de los apó stoles. En Roma ya
no se retrocedí a ante las tumbas. El papa Bonifacio IV (608-615) hizo que
trasladaran a la ciudad numerosos esqueletos, sobre todo a la iglesia Santa
Marí a ad Martyres, consagrada a la virgen Marí a y a todos los má rtires, en
la que habí a transformado el Panteó n, el «santuario de todos los dioses».
Desde Paulo I (757-767) se enviaron al reino de los francos muchos «cuer-
pos de santos» (má s tarde só lo porciones pequeñ as); este papa solicitó en
repetidas ocasiones ayuda a Pipino contra los lombardos y Bizancio, por
lo tanto siempre podí an darse algunos cadá veres, de quien fuese. 160

La mayorí a de los esqueletos, huesos y huesecillos tuvieron una exis-
tencia mucho má s movida y famosa que en vida.

Las reliquias de san Vicente de Zaragoza, el archimá rtir españ ol y pa-
trono de Portugal, constituyen por sí mismas toda una historia, sea o no
histó rica su legendaria muerte. Parece ser que hasta el siglo vi todos sus
restos descansaron en Valencia, pero medio milenio despué s allí no queda
nada. En el añ o 542 Saint-Germain-des-Pré s, en Parí s, recibió la estola y
la dalmá tica del santo, la abadí a benedictina de Castres en 864 huesos dé -
las extremidades, Le Mans la cabeza, la iglesia de san Lorenzo en Colonia
igualmente la cabeza (ya la de Orfeo se encontraba segú n una tradició n en
Lesbos y segú n otra en Esmirna), Bari recibe la «reliquia del brazo» del
hé roe cristiano, huesos de las extremidades la iglesia de san Vicente de
los benedictinos en Metz, otro tanto tambié n Bresiau, donde en el siglo XI
Vicente ascendió a patrono del capí tulo catedralicio y segundo santo del
obispado, el cuerpo fue para Algarve, Portugal, el cuerpo asimismo para
Lisboa, reliquias tambié n en Zaragoza (855), Corí ona y la catedral de
Lausanne (hasta 1529). Finalmente, la cabeza robada en Colonia fue a
parar en 1463 a la catedral de Berna, donde san Vicente se convierte en
patrono de la ciudad y su imagen aparece en las monedas y los escudos. 161

Con la pintoresca historia de la «madre de Dios», sobre todo de sus
reliquias, podrí a escribirse un capí tulo completo o incluso todo un libro.

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