Quien conoce la lengua Hebrea, entiende claramente que la Escritura muestra que la salvación del alma depende de la justicia personal de cada individuo
La lengua Hebrea fue la lengua en la cual se escribieron originalmente la mayorí a de los libros que comprenden la Biblia Hebrea (algunas cortas secciones está n escritas en Parsee y Arameo).
Esta lengua, era un idioma curioso, pues no solo se escribí a de derecha a izquierda, sino que (a diferencia de los idiomas modernos) utilizaba las letras de su alfabeto para designar sus nú meros.
En adició n, las palabras se escribí an sin incluir sus vocales (solo se escribí an sus consonantes). Esto hacia que, cualquier palabra escrita, pudiese tener varios significados (todos ellos igualmente validos).
Por ejemplo, la palabra que normalmente era traducida como “Adam” (el primer hombre) tambié n podí a vá lidamente traducirse como “Edom” (el color Rojo); Así, reconociendo la validez de ambas interpretaciones, los sabios de Israel postulaban que, el color de la piel de Adam (el primer hombre) habí a sido el color Rojo.
De igual modo, la palabra que normalmente se traduce como “vino” era “yayyin”; pero, esta ú ltima palabra, podí a vá lidamente interpretarse como una cifra, en vez de una palabra. ¿ Cual era el valor de esa cifra? Su valor era de “70”. Curiosamente, la palabra Hebrea que se traducí a como “secreto”, era la palabra “Sod”. Y, el valor numé rico de la palabra “Sod”, era tambié n “70”.
Así, los sabios de Israel encontraron en la equivalencia numé rica de estas dos palabras, el indicativo Divino de que, cuando un hombre bebe demasiado vino, revela demasiado de sus secretos (su vida intima). Esta riqueza de significado y flexibilidad que caracterizan al lenguaje Hebreo, hacen que, al creyente que conoce los rudimentos de esta lengua, le sea casi imposible aceptar el absolutismo dogmá tico que se desprende naturalmente de las traducciones que, de la Biblia Hebrea, se hacen a otras lenguas; especialmente cuando estas otras lenguas (incluida la lengua Castellana) carecen de la misma riqueza y flexibilidad.
Por ejemplo, cuando la noble fe Cristiana utiliza su traducció n Castellana de la Escritura, para afirmar que la salvació n es por fe en Jesus (paz y bendició n sean con é l), ya que (segú n ellos) la Biblia enseñ a que nadie puede salvar su alma haciendo el bien ordenado en los diez mandamientos (es decir, obrando justamente para con Dios y para con su pró jimo), el creyente Hebreo rechaza tal enseñ anza, pues sabe que el pasaje en Ezequiel 14: 14 puede vá lidamente interpretarse como un promesa de salvació n para el alma que obra justicia. La mayorí a de las Biblias Castellanas traducen este pasaje de forma similar a la siguiente:
«Si estuviesen en medio de ella estos tres varones; Noé, Daniel y Job, ellos POR SU JUSTICIA LIBRARÍ AN SUS VIDAS, dice Yah el Señ or». El Hebreo en que se escribió originalmente ese pasaje, dice así: «ve'hayu sheloshet ha-anashim ha-eleh be'tojah Noaj, Daniel, ve'Yiov hemah vetzide'katam ye-natz-tzlo nefeshem ne-um Adonai י ה ו ה ».
Así, vemos que la traducció n Castellana del anterior pasaje traduce la palabra “nefeshem” como “sus vidas”. “Nefeshem” es el plural indicativo (en tercera persona) de la palabra “Nefesh”. Y, “Nefesh” puede vá lidamente traducirse como “vida”; Pero, aunque esta traducció n es perfectamente valida, omite el hecho de que, siendo el Hebreo una lengua tan flexible, casi toda palabra tiene mas de un significado.
En el caso de la palabra “nefeshem”, esta puede tambié n traducirse vá lidamente como “alma”. Un buen ejemplo de esto, lo es el pasaje que se encuentra en Deuteronomio 13: 3. Allí dice de la siguiente manera: «lo tish'ma el div'rei ha-navi ha-hu o el jolem ha-halom ha-hu ki m'naseh י ה ו ה Eloheijem et'jem ladaat ha-yish'jem ohavim et י ה ו ה Eloheijem b'kol l'vav'jem u'v'jol nefeshejem».
La traducció n que a este pasaje dan la mayorí a de las Biblias Castellanas es: «No dará s oí dos a las palabras de tal profeta, ni al tal soñ ador de sueñ os; porque י ה ו ה el Dios de ustedes les está probando, para saber si aman a י ה ו ה Dios de ustedes, con todos sus corazones, y con todas SUS ALMAS».
Como podemos ver, el pasaje traduce la palabra Hebrea “nefeshejem” (que no es sino otra forma de “nefeshem”), como “sus almas”. Esto significa que, el pasaje en Ezequiel 14: 14, puede vá lidamente traducirse como: «... Noé, Daniel y Job, ellos POR SU JUSTICIA LIBRARÍ AN SUS ALMAS, dice Yah el Señ or». Y, esta ú ltima traducció n, claramente muestra que, la justicia que obra el hombre que teme a Dios, no solamente tiene el poder de salvar su vida (en este mundo), sino de salvar tambié n su alma (en el mundo que ha de venir).
Debemos concluir diciendo que, aunque conocer la lengua Hebrea es una excelente ayuda, a la hora de discernir lo que dice (y lo que no dice) la Escritura, este conocimiento no sirve de nada, si no tenemos un corazó n comprometido con la justicia, con la misericordia, y con la humildad. Es que, cuando la persona no es humilde, da excesiva importancia a recibir la gloria, la honra y la adulació n de aquellos que le rodean.
Y, esa misma arrogancia, le hace creer que, la conducta del Creador, debe ser semejante a la suya; que el Creador tambié n está obsesionado con tener toda la gloria, todo el honor, y toda la pleitesí a de los hombres.
Así, esta extraviada persona, termina sugiriendo que el Creador no puede permitir que nadie sea lo suficientemente justo (suficientemente temeroso de Dios) como para lograr salvar su propia alma; pues, el que la persona pueda “gloriarse” de haberse salvado (haciendo lo bueno), de algú n modo impide que El Creador reciba toda la gloria, y todo el Honor. El problema con esta extraviada teologí a, es que niega el fundamento mismo de la fe: que Adonai Yah es “Ejad” (Ú nico).
Esto significa que, en todo el Universo, no hay nada ni nadie igual al Creador. Así, Yah no tiene las necesidades que tiene el hombre (pues, de otro modo, al menos en este aspecto el hombre serí a igual al Creador, y entonces el Creador no serí a realmente ú nico). Yah no tiene los valores que tiene el hombre; ni tiene las prioridades que tiene el hombre.
El hombre necesita comida y bebida; necesita compañ í a; y necesita el honor de los otros hombres; Pero Adonai Yah (bendito sea) es ú nico, pues no necesita absolutamente nada.
Dios no necesita la gloria de los hombres; no necesita nuestra obediencia, nuestra pleitesí a, nuestro amor, ni tampoco necesita nuestro honor. Y esto queda demostrado por el hecho de que, despué s de haber ordenado diciendo: “Al Señ or tu Dios adoraras, y a El solo servirá s... ”, El Creador procedió a decir: “Honra a tu padre y a tu madre” (en otras palabras, Dios no tuvo reparo alguno en compartir su honor con nuestros padres).
La realidad es que Yah está completo, y reina como Regente Supremo del Universo. Nada de lo que el hombre haga, diga, o crea (sea bueno, o sea malo), aumentará (o disminuirá ) un á pice a la gloria de Yah; pues, sin completamente entenderlo, nuestro libre albedrí o nunca podrá impedir que el Universo cumpla incondicionalmente la voluntad de su Creador.
La Escritura dice que Faraó n se exaltaba a sí mismo como dios; y, en su blasfemia, se reveló arrogantemente contra Yah (creyendo que con ello demostraba su gran poder). Pero, lo que Faraó n no pudo jamá s imaginar, era que si Dios permití a que su corazó n continuase latiendo, no era porque Faraó n lograse imponer su propia voluntad, sino porque el Creador (bendito sea) utilizarí a esa arrogante y blasfema rebelió n para cumplir sus insondables y maravillosos propó sitos.
La realidad es que, sin importar lo que Faraó n haya dicho, hecho, o creí do; al final de la historia el Universo cumplió la encomienda dada por el Creador (glorificando de ese modo el nombre del Altí simo).
¿ Y cual fue tal encomienda? Pues dar a cada uno el mismo bien (o mal) que libre y voluntariamente haya escogido sembrar. Faraó n sembró muerte, ahogando a los Israelitas en el agua (del Rí o Nilo); y terminó segando la misma muerte que escogió sembrar, pues fue a su vez ahogado en el agua (del mar Rojo).
La realidad es que el verdadero Dios no tiene problema alguno con que sus siervos se glorí en en conocerle, servirle, y obedecerle. Como está escrito: «MAS ALÁ BESE EN ESTO EL QUE SE HUBIERE DE ALABAR: EN ENTENDERME Y CONOCERME, que yo soy Adonai Yah, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Adonai Yah» (Jeremí as 9: 24).
De hecho, aú n el mismo Rey David se glorió diciendo: «YAH ME HA PREMIADO CONFORME A MI JUSTICIA; CONFORME A LA LIMPIEZA DE MIS MANOS ME HA RECOMPENSADO. Porque yo he guardado los caminos de Yah, Y no me aparté impí amente de mi Dios. Pues todos sus juicios estuvieron delante de mí, Y no me he apartado de sus estatutos. Fui recto para con é l, y me he guardado de mi maldad, Por lo cual me ha recompensado Yah conforme a mi justicia; Conforme a la limpieza de mis manos delante de su vista» (Salmo 18: 20-24).
Así, los Escritos Cristianos cometen un grave error, cuando dicen: «POR QUE POR GRACIA SOIS SALVOS, POR MEDIO DE LA FE; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; NO POR OBRAS, PARA QUE NADIE SE GLORÍ E» (Efesios 2: 8-9). No solo no tiene el Creador problema alguno con que sus siervos se glorí en en haberle servido y obedecido, sino que ha prometido que esta será la recompensa de todo Israel (es decir, de todos los creyentes): «En Yah será justificada y SE GLORIARÁ TODA LA DESCENDENCIA DE ISRAEL» (Isaí as 45: 25).
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