¿Por que escucha Dios a aquellos que siguen falsas doctrinas?
Si la teologí a de una religió n particular (Judaí smo, Cristianismo, Islam, Noahismo, Budismo, etc) es incorrecta, ¿ Como explicamos el hecho de que El Creador a menudo conteste las oraciones de los adeptos de tales teologí as? La respuesta es que, si Dios contesta sus oraciones, es porque Yah no solamente es infinitamente misericordioso, sino perfectamente Justo; y, esa perfecció n, se manifiesta a traves del hecho de que, el Creador (bendito sea), “no se queda con nada de nadie”.
Es decir, no retiene la recompensa debida a todo aquel que ha efectuado alguna obra de justicia (hecho algú n tipo de bien), sin importar cuan pequeñ a haya sido la obra. ¿ Cuales son esas obras de justicia? Pues, la mayor de todas ellas, es tener un corazó n contrito y humillado; un espí ritu libre de falsas pretensiones, de altivez, y de soberbia; En otras palabras, es renunciar a nuestro auto engrandecimiento, anonadandonos a nosotros mismos con el compromiso de someternos a lo voluntad Divina, comenzando a vivir la vida de justicia que agrada a Dios, y que consiste en guardar sus mandamientos, y en renunciar a todo aquello que es bajo, y vil.
¿ Por que es tan importante tener un corazó n contrito y humillado? Pues porque Dios ha prometido contestar favorablemente la oració n del hombre que posee tal corazó n, como esta escrito: “Los sacrificios de Dios son el espí ritu quebrantado; Al corazó n contrito y humillado no despreciará s tú, oh Dios” (Salmo 51: 1).
Algunas de las otras cosas que la Escritura clasifica como obras de justicia son las siguientes: no hacer acepció n de personas (no favorecer arbitrariamente a una persona por encima de otra), socorrer (brindar ayuda) al hué rfano, a la viuda, y a los extranjeros. De hecho, estas obras son tan meritorias, que el mismo Creador nos ha dado ejemplo de su observació n (a fin de motivarnos a imitar la misma conducta), como esta escrito:
“É l es el Dios soberano de todos los dioses, de todos los reyes y de todas las naciones. Su poder hace temblar a todo el mundo. Cuando É l toma una decisió n, lo hace con justicia, y nadie lo puede sobornar. Dios es justo con los hué rfanos y con las viudas, y muestra su amor dá ndoles ropa y comida a los extranjeros que viven entre ustedes. Así que, muestren amor a los extranjeros, porque tambié n ustedes fueron extranjeros en Egipto” (Deuteronomio 10: 17-19).
Y esta casi demá s decir que, si Dios anhela que hagamos justicia (demos ropa y comida) a los extranjeros (aquellos que no conocemos, y con los cuales no estamos emparentados), ¿ cuanto mas no esperara que hagamos justicia con el hué rfano y con la viuda (que en efecto conocemos, y con los cuales quizá s estemos emparentados).
Siendo un Dios perfectamente Justo, El Creador (bendito sea) ama la justicia, como esta escrito: “Porque Yah es justo, y ama la justicia... ” (Salmo 11: 17). Y esta es la razó n por la cual ordena al hombre dar prioridad a la practica de las obras de justicia, como esta escrito: “La justicia, la justicia seguirá s... ” (Deut. 16: 20).
Así, siendo que la Tanak enseñ a que Dios nunca actú a de forma torcida ni injusta (“¿ Acaso torcerá Dios el derecho, O pervertirá el Todopoderoso la justicia? ” Job 8: 3), no debe sorprendernos que el Creador recompense (escuche) el clamor de todo aquel que obra lo bueno, sin importar el credo que la persona profese. Como esta escrito: “Yah me ha premiado conforme a mi justicia; Conforme a la limpieza de mis manos me ha recompensado... ” (2 Samuel 22: 21).
Dios no juzga a los hombres de acuerdo a la teologí a que siguen, sino de acuerdo a las obras que ejecutan; Y, el bien que no haya sido justamente recompensado en este mundo, sera recompensado en el mundo que ha de venir.
De igual modo, el mal que no haya sido justamente castigado en este mundo, lo sera en el mundo que ha de venir, como esta escrito: “Tú oirá s desde los cielos, y actuará s, y juzgará s a tus siervos, dando la paga al impí o, haciendo recaer su proceder sobre su cabeza, y justificando al justo, al darle conforme a su justicia (el bien que realizo)” (2 Cró nicas 6: 23).
¿ Hay alguna forma de asegurar que nuestras malas obras son castigadas en esta vida (donde el castigo es corto y limitado), y no en la vida que ha de venir (donde el castigo podrí a ser largo e ilimitado)? Afortunadamente la hay, y esta en la confesió n y la conversió n.
En otras palabras, cuando contristamos y humillamos nuestro corazó n, confesando pú blicamente nuestra maldad, la vergü enza que esa confesió n conlleva, equivale a todos los sacrificio expiatorios de la Ley, así como a todos los castigos en ella prescritos. Así, cuando el hombre hace confesió n publica, y conversió n, sus pecados son perdonados (expiados). Y esta es la razó n para que, como hemos dicho con anterioridad, la Escritura enseñ e que “los sacrificios de Dios, son el espí ritu quebrantado”.
Y es tambien la razó n para que la Escritura diga: “Si pecaren contra ti (pues no hay hombre que no peque), y te enojares contra ellos, y los entregares delante de sus enemigos, para que los que los tomaren los lleven cautivos a tierra de enemigos, lejos o cerca, y ellos volvieren en sí en la tierra donde fueren llevados cautivos; si se convirtieren, y oraren a ti en la tierra de su cautividad, y dijeren: Pecamos, hemos hecho inicuamente, impí amente hemos hecho; si se convirtieren a ti de todo su corazó n y de toda su alma> en la tierra de su cautividad, donde los hubieren llevado cautivos, y oraren hacia la tierra que tú diste a sus padres, hacia la ciudad que tú elegiste, y hacia la casa que he edificado a tu nombre; tú oirá s desde los cielos, desde el lugar de tu morada, su oració n y su ruego, y amparará s su causa, y perdonará s a tu pueblo que pecó contra ti” (2 Cró nicas 6: 36-39).
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