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«Semblanzas del mundo femenino bíblico»




Entre las singularidades del Antiguo Testamento está la oposició n
má s o menos fuerte que encontró desde siempre en el cristianismo, pues
esta parte de la «palabra de Dios», que es la má s amplia, no só lo rebosa-
ba de una enorme crueldad guerrera sino que consagraba el engañ o, la hi-
pocresí a, el asesinato a traició n: por ejemplo las heroicidades de Pinnas,
que se introduce a hurtadillas en la tienda y atraviesa con una espada los
genitales a una pareja de amantes; las acciones sanguinarias de Judit de
Beí ulia, que entra en el campamento de los asirlos y mata alevosamente
al general Holofemes; el golpe mortal de Jael, que atrae amistosamente a
Sisera, al capitá n fugitivo del rey de Chazor, que se encuentra agotado, y
le asesina por la espalda. 51

Estos y otros actos similares cuentan con má s de dos mil añ os. Y no
só lo aparecen allí sino que se les justifica y se les ensalza a travé s de los
tiempos. Todaví a en el siglo xx el arzobispo cardenal de Munich y exper-
to en el Antiguo Testamento, Michael Faulhaber, prior castrense del em-
perador, seguidor de Hitler y post festum luchador de la resistencia, elo-
gia pomposamente «el acto de Judit», la acció n de una mujer que, segú n
dice é l mismo, primero ha «mentido», despué s «ha tejido una red de men-
tiras conscientes» y finalmente «ha matado de modo alevoso a un dur-
miente». Sin embargo, «como guerrera del Altí simo, Judit se sentí a de-
positarí a de una misió n divina [... ]. La lucha por las murallas de Betulia
era en ú ltima instancia una guerra de religió n [... ]». 52

Pero si hay en juego algo «sagrado», los jerarcas consideran siempre
vá lida cualquier acció n diabó lica, con tal de que vaya tambié n en interé s
de la Iglesia, es decir, del suyo propio. En consecuencia, Friedrich Hebel,
vehemente detractor del cristianismo («la raizjie toda_ discordia», «el vi-
rus barió lico de la humanidad»), con su Judith (1840), que le hizo famo-
so, es descalificado por presentar só lo una «triste caricatura de la Judit
bí blica». Otro poeta, en cambio, mereció un dictamen mucho má s favo-
rable por parte de ese mismo prí ncipe eclesiá stico. Despué s de que Faul-
haber recordara la proeza de Jahel con las palabras de la Biblia («y tomó
así una estaca y cogió un martillo y se le acercó silenciosamente, colocó
la estaca en su sien y le golpeó con el martillo, atravesando el cerebro
hasta el suelo»), dice no obstante que esto es «indigno, pé rfido, hipocre-
sí a y asesinato». Pero la Biblia glorifica a esta mujer como «heroí na na-
cional» a travé s del himno de la profetisa y juez Dé bora. Y así lo celebra
durante dos milenios todo el orbe cató lico y tambié n su autor má s famo-
so, Calderó n, «en uno de sus autos sacramentales [... ] dio a la juez Dé bo-
ra las figuras alegó ricas de la prudencia y la justicia y a Jahel las otras
dos virtudes cardinales, la templanza y la fortaleza [... ]. Jahel, que destro-
za la cabeza de los enemigos de la revelació n se convierte en proyecció n


de la Inmaculada, que segú n palabras de la Biblia latina aplasta la cabe-
za de la vieja serpiente. De ahí sus palabras mientras que destroza la ca-
beza de Sisara: " Muere, tirano, con estas armas que albergan un profun-
do secreto". Bajo las manos de Calderó n, toda la historia de Dé bora se
convierte en una pequeñ a doctrina mariana». 53

¡ Bonita expresió n esa de la «pequeñ a doctrina mariana»! Al menos
para quien sepa (pues la gran masa de los cató licos no es la ú nica en igno-
rarlo) que Marí a no es só lo la Inmaculada, la casta, la reina, la dominadora
triunfante de los impulsos, sino la sucesora en cabeza de Jano de su antigua
predecesora, Istar, la Atenea virgen, la Artemisa virgen, tambié n la gran
diosa cristiana de la sangre y de la guerra; no só lo «nuestra amada Señ ora
del Tilo», «del verde bosque» sino tambié n del asesinato y de las masacres,
desde comienzos de la Edad Media hasta la primera guerra mundial, donde
Faulhaber publica el 1 de agosto de 1916, el «dí a de conmemoració n de la
madre de los Macabeos», en «edició n de guerra», la tercera edició n revisa-
da de su Charakterbilder der biblischen Frauenweit (Semblanzas del mun-
do femenino bí blico) para «llevar al mundo femenino alemá n en sangrien-
tos y graves dí as a los ejemplos todaví a vivos de sabidurí a bí blica, a las
fuentes que todaví a emanan fuerza espiritual, a altares aú n flameantes de
consuelo supraterrenal». Pues las mujeres podrí an «aprender mucha sabi-
durí a de guerra» de estas mujeres bí blicas, «mucho sentido de valentí a»,
«mucho espí ritu de sacrificio». «Incluso en los dí as de guerra la palabra
de Dios sigue siendo una luz en nuestro camino. » Y en sexta edició n, el
cardenal Faulhaber presenta sus Semblanzas, antes de la é poca hitleriana,
en 1935 y ensalza a Dé bora como «una heroí na de ardiente patriotismo»,
«que hace renacer en su pueblo la libertad y una nueva vida nacional». 54

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