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La revuelta de Gundowaido y los obispos desertores




 

Con la muerte de Chilperico rá pidamente se hundió todo su ré gimen. La direcció n pasó provisionalmente en 584 al reino de Burgundia. Pero el rey Guntram entró en competencia con el pretendiente Gundowaido en la Galia meridional, que afirmaba ser hijo de Clotario I, quizá de algú n matrimonio oculto del rey. Como quiera que fuese tanto Clotario como su hijo Sigiberto le habí an cortado su larga cabellera. Ahora, sin embargo, los traidores austrios lo pusieron de nuevo en primer plano.

De su exilio en Colonia Gundowaido, que evidentemente seguí a aferrado a su opinió n, habí a huido (antes de 568) a refugiarse junto a Narsé s en Italia, y má s tarde a Constantinopla. Allí le «invitó » en 581 una embajada, presidida por el duque Guntram Boso, un rebelde intrigante, que regresase a Galia. Abundantemente pertrechado por el emperador Tiberios I, Gundowaido desembarcó en septiembre de 582 en Marsella. Cierto que, só rdidamente traicionado por Guntram Boso, hubo de refugiarse primero en una isla provenzal, ganá ndose despué s muchos seguidores especialmente en el sur y oeste del reino; pero en todo ello ya se echó de ver la creciente influencia de la alta nobleza, que iba a determinar el curso de la historia.

La revuelta de Gundowaido fue bien acogida por muchos. Se le unieron prí ncipes y condes tanto de Neustria como de Burgundia y de Austria. Entre é stos cabe mencionar a Desiderio, duque de Toulouse, y al duque de Bladst, dos grandes de Chilperico I; a Eunio Mummolo, un duque del rey Guntram y su mejor comandante en jefe; a Guntram Boso, duque de Childeberto II; y a Waddo, mayordomo de la hija del rey Rigunthe. Tambié n fueron muchos los prelados que se pasaron de campo.

Inmediatamente despué s de desembarcar Gundowaido en Marsella lo recibió con los brazos abiertos el obispo del lugar Teodoro, acogié ndolo «con la má xima benevolencia» y poniendo a su disposició n una mesnada de caballeros. Los obispos Nicasio de Angoulé me y Antidio de Agen se pasaron asimismo a Gundowaldo. Se le unió tambié n un tal obispo Epifanio (de dió cesis desconocida), por lo que Guntram lo puso en prisió n, donde «tras muchos sufrimientos murió ». Cada vez fueron má s los magnates que engrosaban las filas de Gundowaido. Hizo grandes donaciones y pronto se adueñ ó de casi toda Aquitania. El obispo Sagitario de Gap se contó entre sus confidentes má s allegados. Igualmente el obispo Bertram de Burdeos, que —de nuevo segú n el testimo-


 

nio de Gregorio de Tours— «estuvo unido al rey con estrecha amistad», pese a ser pariente (por parte de madre) del rey Guntram, por lo que é ste le echó en cara que hubiese introducido en la propia parentela la peste extranjera (pestem extraneam).

Tambié n mantuvo el obispo Bertram de Burdeos una estrecha amistad con la reina Fredegunde; parece ser que el prí ncipe de la Iglesia la consoló mucho. É l y el obispo Paladio de Saintes se echaron en cara en la mesa real, y para satisfacció n de muchos, sus lascivias, adulterios y perjurios.

Y tambié n el obispo de Saintes, «que ya habí a engañ ado frecuentemente al rey», mediante un triple perjurio, así como el abad de Cahors, a quien Guntram harí a despué s azotar y encarcelar, apoyaron al rebelde. En el este muy probablemente el obispo Egidio de Reims se pasó a su vez a los conjurados. Segú n Fredegar, en Burgundia lo hicieron sobre todo el obispo Siagrio de Autum y el obispo Flavio de Chalon-sur-Saó ne. 16

En diciembre de 584 se proclamó rey al pretendiente en Brives-la-Gaillarde (Limousin) mediante la elevació n sobre el escudo. Pero a comienzos del añ o siguiente hubo una nueva aproximació n entre Guntram y Childeberto II, que a sus quince añ os habí a alcanzado la mayorí a de edad. El mayor de la dinastí a merovingia renovó el nombramiento de Childelberto como heredero suyo, movilizó un ejé rcito y penetró hasta el Paí s Vasco. En el extremo meridional de Aquitania, en St-Bertrand-de-Cominges (Lugdunum Convenarum), ya en la regió n prepire-naica, Gundowaido fue sitiado por sus secuaces, a cuyo frente figuraban el duque Eunio Mummolo y el obispo Sagitario, traidores una vez má s, y en un intento de evasió n fue asesinado alevosamente. Cariatto, el portaespada de Guntram, que —segú n cuenta Fredegar— «habí a fomentado todo este asunto, obtuvo como recompensa la sede episcopal de Ginebra». El cadá ver de Gundowaldo fue profanado y dejado insepulto.

Los traidores, «los hombres má s prominentes de la ciudad», arramblaron con todos los tesoros, incluidos «los vasos sagrados de las iglesias», y despué s mandaron abrir las puertas. El ejé rcito de Guntram irrumpió en la ciudad y degolló «a todo el pueblo»; «a los sacerdotes del Señ or con sus acó litos los mataron al pie de los altares de las iglesias. Despué s de que todos hubiesen sido aniquilados sin que quedase ningú n varó n, pegaron fuego a la ciudad con las iglesias y demá s edificios hasta no dejar piedra sobre piedra».

La acció n de san Guntram (su fiesta el 28 de marzo), que sin embargo mantuvo las mejores relaciones con los obispos, la elogia Gregorio de Tours como «bondadosa y siempre inclinada a la compasió n», y a é l se le exalta como «rey y sacerdote». De hecho Guntram pudo actuar sin misericordia contra los grandes rebeldes o contrarios, hacié ndolos degollar o lapidar sin previa investigació n. Se adueñ ó entonces de una


 

gran parte de Aquitania y juzgó con dureza a los señ ores civiles que se habí an apartado de su obediencia, mientras que curiosamente se mostró clemente con los prelados asimismo desertores. Al comandante en jefe Eunio Mummolo y al obispo Sagitario les mandó matar. 17

 

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