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La fundación del reino visigótico en España




La fundació n del reino visigó tico en Españ a

 

Tras la derrota de Poitiers (507) a manos de Clodoveo, el gran reino tolosano se derrumbó por completo y los visigodos, expulsados casi por entero de Francia meridional, se concentraron en Españ a, donde habí an conquistado una provincia tras otra. Desde 473 eran dueñ os de toda la pení nsula, con excepció n del pequeñ o reino suevo del noroeste y de los territorios vascos del golfo de Vizcaya. Su nueva capital fue Toledo, que suplantó a Toulouse.

Pese a que los visigodos eran cristianos desde largo tiempo atrá s, habí an adoptado —segú n Gregorio de Tours— «la abominable costumbre de asesinar al rey que no les agradaba y poner el que les vení a en gusto». De hecho el regicidio hizo estragos, mientras que los homicidios y asesinatos «estaban a la orden del dí a» (Claude). Del total de 37 reyes visigodos, 17 fueron asesinados o depuestos. Al extinguirse la dinastí a de Eurico fueron pasados a cuchillo, uno tras otro, en la plaza mayor, en palacio, durante un banquete, Amalarico (531), Teudis (548) y Teudegi-sel (549).

Mas la Iglesia cató lica contó como la ú nica comunidad creyente ortodoxa y tambié n religiosamente pudo desarrollarse con toda libertad. «Aunque era un hereje —escribe Isidoro, obispo de Sevilla del rey Teudis—, salvaguardó la paz de la Iglesia y hasta otorgó permiso a los obispos cató licos... para que ordenasen en libertad y a su criterio lo que era necesario para la disciplina eclesiá stica. » Con excepció n de Eurico aquellos reyes arrí anos fueron tolerantes, y lo fue tambié n Agila, sucesor de Teudegisel. 3 Pero contra aqué l se rebeló en 551, apoyado principalmente por los cató licos romanos del sur, el noble godo Atanagildo. Y como no pudiera imponerse en la guerra civil contra el rey, llamó en su ayuda a las tropas del emperador cató lico Justiniano, «a las que despué s pese a todos sus esfuerzos no pudo ya alejar de su reino, y hasta el dí a de hoy continú an las luchas contra ellas», escribe el obispo Isidoro.

Ya en el verano de 552 desembarcó un cuerpo expedicionario a las ó rdenes del patricio Liberio. En breve ocupó toda la parte suroriental


 

 

de la pení nsula ibé rica: Má laga, Cartagena, Có rdoba... En 554, y en compañ í a de Atanagildo, infligió cerca de Sevilla una grave derrota al rey Agila, a quien sus partidarios acabaron asesinando en Emé rita (Mé rida) en la primavera de 555, para pasarse a Atanagildo (555-567), el primer antirrey legí timo en la historia visigó tica. Poco antes de morir Atanagildo, que habí a combatido repetidas veces contra los bizantinos, sus pasados asociados, muerte que ocurrió en Toledo en junio de 567 —siendo el primer rey visigodo desde Eurico que morí a en cama—, casó a sus dos hijas Brunichilde y Gaisvinta con los merovingios cató licos Sigiberto de Reims y Chilperico de Soissons, para mantener la paz con los francos. 4

Liuva I, sucesor de Atanagildo, elegido rey a finales de 567 por los nobles godos en la Narbonne septimana, nombró ya al añ o siguiente a su hermano Leovigildo (568-586) como su sucesor y correinante, quedando a su muerte como ú nico gobernante (572). Pero ya al añ o siguiente nombró corregentes a sus hijos Hermenegildo y Recaredo. 5

La refundació n del reino visigó tico la consiguió el arriano Leovigildo, no sin la correspondiente brutalidad. En esto bien podemos creer a los cronistas cató licos. «Asesinó a los má s notables y poderosos o les privó de todos sus bienes, despreciá ndolos y enviá ndolos al destierro», escribe el obispo Isidoro. Y Gregorio de Tours afirma: «Leovigildo mató a todos aquellos que estaban acostumbrados a eliminar reyes, sin dejar varó n alguno». 6

El gobernante cristiano prolongó la guerra añ o tras añ o. En 570-571 expulsó a los romanos de Oriente, las tropas de ocupació n bizantinas en el sureste de la pení nsula. En 572 tomó Có rdoba. Despué s eliminó una tras otra a todas las tribus sofocando cualquier autonomí a regional. En 574 sometió Cantabria, en 581 conquistó los territorios vascos y en 585 aniquiló el reino de los suevos. 7

 

La conversió n al catolicismo de los suevos

 

Los suevos, que inicialmente habitaban en el territorio del Havel y del Spree y a los que Cé sar menciona por vez primera, llegaron el añ o 409, al mando de su rey Hermerico, a Españ a con los alanos y los vá ndalos. Allí crearon en el norte y noroeste de la pení nsula su propio reino, con la provincia romana de Gallaecia (Galicia) como centro. Só lo hacia 450, en el reinado de Requier, se convirtieron al catolicismo, y en siglo y medio —perí odo del que sabemos muy poco— cambiaron cuatro veces de confesió n, hacié ndose arrí anos, otra vez cató licos y otra vez arrí anos, hasta que al disolverse entre los visigodos pasaron definitivamente al catolicismo el añ o 589. 8


El frecuente cambio de fe demuestra la poca importancia que la confesió n creyente tení a para los suevos. Cuando paganos no persiguieron al cristianismo, y de arrí anos tampoco persiguieron a los cató licos. Y de cató licos, en cambio, guerrearon como los gentiles o los arrí anos. Su primer rey cató lico, Requier (448-456), casó con una princesa arriana, una hija de Teodorico I, y llevó a cabo má s guerras y razzias que su padre pagano. Saqueó y asoló el Paí s Vasco, la regió n de Zaragoza, la provincia Carthaginensis y, de manera especial y repetidas veces quebrantando un tratado de paz, la provincia Tarraconensis, donde hizo gran cantidad de prisioneros. Finalmente fue batido por completo y ejecutado por el visigodo Teodorico II, al que repetidas veces habí a recurrido. 9

El añ o 457 los visigodos mataron tambié n al gobernador de los suevos, Agivulfo, que ellos mismos habí an nombrado, por haber intentado independizarse. Su antagonista el rey suevo Maldra, un fratricida, fue asesinado entre 458 y 460, probablemente por su sobrino Frumari, a quien a su vez intentó eliminar aunque sin é xito Remismundo, hijo de Maldra. 10

Un cristianismo estimulante, como en todas partes. Y tambié n entre los visigodos, entre los que Leovigildo tambié n oprimió a los campesinos desollados y rebeldes, asolando por doquier, conquistá ndolos e incorporá ndolos a su dominio.

 

 

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