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El fraude de los milagros. La mayoría de los milagros de la Biblia son tan increíbles como la mayoría de los demás milagros




EL FRAUDE DE LOS MILAGROS

En su Theologie des Wunder, el jesuí ta L. Monden escribe lo siguien-
te: «El hecho del " gran milagro" en la Iglesia cató lica debe mantenerse
incontestable para el investigador imparcial [... ]. Frente a un nú mero tan
considerable de milagros, basados siempre en testigos dignos de confian-
za y en percepciones objetivas, que se producen bajo las má s diversas
circunstancias de lugar, de tiempo y de cultura [... ] queda excluida cual-
quier duda sincera sobre la realidad del suceso». 8

Por si no fuera suficiente el ridí culo, Monden incluso se permite la
mentira: : «La presencia repetida, imprevisible pero regular del " gran mi-
lagro" en la Iglesia cató lica contrasta tanto má s con su ausencia en otras
confesiones cristianas y en las religiones no cristianas». 9

Milagro, no significa aquí naturalmente: las «siete maravillas del
mundo», los «milagros de la té cnica», el «milagro del Mame», «del Ví s-
tula», el «milagro de Dü nkirchen», el milagro del «20 de julio de 1944».
Tampoco quiere decirse el golpe de suerte que, segú n Bertrand Russell,
concedió Dios a los devotos predicadores Toplady y Borrow. Toplady ha-
bí a sido trasladado de una casa parroquial a otra, una semana despué s la
casa que habí a habitado se quemó con gran perjuicio para el nuevo pá rro-
co. «Toplady se lo agradeció a Dios; lo que no se sabe es lo que hizo
el nuevo pá rroco. » Borrow, el otro hombre de Dios, cruzó sin dañ os
un puerto de montañ a acechado por bandidos. Los siguientes viajeros
que cruzaron el paso fueron desvalijados y una parte de ellos asesina-
dos; «cuando Borrow se enteró, se lo agradeció a Dios lo mismo que
Toplady». 10

Lo que aquí quiere decirse son los llamados milagros sobrenaturales,
los milagros en contra de las leyes de la naturaleza (o que se desví an de
ellas), expresado escolá sticamente: milagro supra, contra, praeter natu-
ram.
Se quiere decir el milagro religioso en el crepú sculo de la concep-
ció n má gica del mundo, que envuelve a la humanidad primitiva y tam-
bié n al cristianismo, cuya fe no es ni siquiera una superstició n sui gene-
ris, como se demostrará en este mismo capí tulo. "


La mayorí a de los milagros de la Biblia son tan increí bles como la mayorí a de los demá s milagros

Los milagros no los hay só lo en el cristianismo. La historia de las re-
ligiones está llena de ellos. Pero ya que todos los Padres de la Iglesia atri-
buyen a los milagros cató licos poder demostrativo para la credibilidad
de la causa propia, y otro tanto los teó logos (cató licos) medievales y
postmedievales con rarí simas excepciones, apenas pueden admitirse los
milagros no cristianos, todos los no cató licos. Se les suele descalificar
sin má s ni má s como embustes, satá nicos, demasiado fantá sticos para
ser creí bles, y se ignora lo no menos fantá stico que son los milagros de
las propias «fuentes de revelació n», como por ejemplo el Antiguo Testa-
mento.

Pero ¡ qué milagro realiza Elias! Resucita al hijo de una viuda. Con
ayuda de su capa se dividen las aguas del Jordá n. Y cuando muere, bri-
lla en su ascensió n. ¡ Casi nada! ¡ Y primero Moisé s! «El Señ or habló a
Moisé s: ¿ Qué es esto que tienes en la mano? Y é l respondió: una vara.
Y el Señ or habló: ¡ Arró jala al suelo! Y é l la arrojó y se convirtió en
serpiente de la que Moisé s salió huyendo. Y el Señ or habló: ¡ Extiende
tu mano y tó mala por la cola! Y é l extendió su mano y la tomó: y se
volvió a transformar en vara. Para que te crean, habló, que se te ha apa-
recido el Señ or [... ]. Y de nuevo habló el Señ or: Hunde tu mano en tu
pecho. Y é l hundió su mano en su pecho y cuando volvió a sacarla esta-
ba blanca como la nieve. Y habló: ¡ Hunde de nuevo tu mano en tu pe-
cho! Y é l la hundió y volvió a sacarla y estaba como el resto de su car-
ne. » ¿ Hay algo má s fantá stico? Está n: las plagas de Egipto, el maná en
el desierto, el fuego que cae del cielo para el holocausto en el Monte
Carmelo, la burra que salva a Balaam, la salvació n de Judas Macabeo
por cinco jinetes celestiales, el cruce del mar Rojo, el cruce del Jordá n;

y en Gibeó n incluso el sol se queda quieto en el cielo durante todo un
dí a. ¡ Sí, y si esto no es fantasí a! ¡ Una cá mara de los horrores hí brida, la
«Sagrada Escritura»! i2

El Antiguo Testamento, lo mismo que despué s el Nuevo, enseñ a que
los milagros crecen en el curso del tiempo; las tradiciones má s recientes
incrementan el milagro. En el caso del grandioso «milagro del mar», la
tradició n J no dice nada del cruce del mar por parte de los israelitas. Los
perseguidores egipcios simplemente se ahogan. Pero en la tradició n P se
dividen las masas de agua y se disponen a ambos lados como un muro. 13

¿ Y no son tambié n fantá sticos en el Nuevo Testamento (donde los mi-
lagros se llaman dynamis, é rgon, semeí on, thaü ma, thaumasion, teros)
muchos de los hechos de Jesú s? ¿ El milagro del vino en Cana? ¿ El apa-
ciguamiento de la tormenta? ¿ El andar sobre las aguas? ¿ La grandiosa
producció n de pan? ¿ O las tres resurrecciones de muertos, en las que el


pobre Lá zaro ya despide olor a putrefacció n? O incluso un milagro apa-
rentemente tan insignificante, que se relata casi de paso, como el del im-
puesto del templo pescado del mar por falta de monedas: «y recoge el
primer pez que salga y cuando le abras la boca, encontrará s una moneda
[... ]». ¿ No es esto fantá stico? Por no hablar de la cima de todo el asunto:

la propia resurrecció n. 14

Pero incluso entonces fue tan poco convincente como hoy. En cual-
quier caso, los judí os permanecieron «incré dulos», como si no hubiera
pasado nada, por lo que Diderot afirma iró nico: «Hay que hacer valer
este " milagro", la incredulidad de los judí os, y no el milagro de la resu-
rrecció n». (Y Goethe: «Está abierta la tumba. ¡ Qué milagro, el Señ or ha
resucitado! ¡ Quié n se lo cree! Picaros, os lo habé is llevado». )15

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