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El Alzheimer bíblico de la noble Fe Nazarena




En una ocasió n, una fiel y bondadosa hija iba junto a su anciana madre camino al hogar. De repente, la hija notó que su madre sacaba de su cartera una pequeñ a mantilla, y procedí a a cubrirse con ella el cabello de su cabeza. Entonces la hija procedió a preguntar: “Mamá, ¿ que haces? ” La mamá respondió: “Me cubro el cabello de la cabeza”; “¿ Por que? ”, pregunto las hija; “¡ Pues porque va a llover!... Toma esta otra mantilla, y cú brete tambié n el cabello”, respondió la mamá; “No mamá, gracias, pero no quiero... ”, dijo la hija; “¡ Eres una hija rebelde y desobediente”, repostó la mamá.
¿ Cual de estas dos fé minas tení a la razó n? ¿ La ló gica y prevenida madre?, ¿ o la rebelde y desobediente hija? La percepció n y la aptitud de la sabí a madre, habrí an hecho perfecto sentido... si no hubiese sido por el hecho de que, no solamente viajaban dentro de un auto que tení a las ventanas cerradas, y el acondicionador de aire encendido, sino que no habí a [en ese momento] ni una sola nube en el cielo.
La realidad es que, la anciana madre padecí a de Alzheimer, una enfermedad cerebral que causa perdida de memoria, así como una gradual desconexió n de la realidad. En otras palabras, el paciente de Alzheimer puede decir cosas que son perfectamente ló gicas, pero que simplemente no corresponden a la realidad.
De un modo similar, el creyente Hebreo que examina a fondo muchos de los grandes postulados de la noble fe Cristiana, percibe a menudo trazas de lo que podrí a respetuosamente describirse como “Alzheimer bí blico”; es decir, argumentos cuya ló gica parece [a primera vista] ser perfecta, si no fuese por el hecho de que está n simplemente desconectados del entorno é tico, histó rico, y teoló gico de la Escritura Hebrea.
Examinemos algunos ejemplos:

1) El evangelio de Juan, adscribe al maestro de Galilea (la paz y la bendició n de Yah sean sobre é l) haber dicho las siguientes palabras: “Pero yo no busco mi gloria; hay quien la busca, y juzga” (Juan 8: 50). En el anterior pasaje, Jesú s afirma que no tiene interé s alguno en auto-glorificarse. Pero, en el siguiente verso, se le atribuye decir: “De cierto, de cierto os digo que, el que guarda mi palabra, nunca verá muerte” (Juan 8: 51).
¿ Percibe usted la desconexió n? Es como si el Galileo dijese: “Miren, en realidad no busco auto-glorificarme... ¡ pero tengan presente que soy tan increí blemente grande, que el que guarde mi palabra nunca habrá de morir! (algo que ni siquiera el Creador prometió a ninguno de sus profetas! ). De paso, ¿ cuantos de aquellos que escucharon las palabras de Jesú s [y las guardaron], permanecen aú n entre nosotros, sin jamá s haber visto muerte?
Justo despué s de haber [supuestamente] dicho las anteriores palabras, Jesú s es nuevamente citado diciendo: “Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada es” (Juan 8: 54). De nuevo, el Galileo afirma que no desea auto-glorificarse. Pero entonces procede a decir: “De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, Yo soy” (Juan 8: 58). Note nuevamente la desconexió n: “Está mal que me alabe a mi mismo... Pero, ¿ saben que? ¡ Soy como Dios! ¡ Inmortal! ”.
2) La teologí a Cristiana, afirma que Dios dejo su trono de gloria [localizado en los Cielos], para venir a morar entre los hombres aquí en la Tierra [en la persona del maestro de Galilea]. A primera vista, esto aparenta ser una ló gica y hermosa idea... ¡ si no fuese porque durante siglos, la Escritura Hebrea enseñ o que Dios nunca ha abandonado la Tierra!
Como está escrito: “¿ A dó nde me iré de tu Espí ritu? ¿ Y a dó nde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí está s tú; Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú está s. Si tomare las alas del alba, Y habitare en el extremo del mar, aú n allí me guiará tu mano, Y me asirá tu diestra.
Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirá n; aú n la noche resplandecerá alrededor de mí. Aú n las tinieblas no encubren de ti, Y la noche resplandece como el dí a; Lo mismo te son las tinieblas que la luz” (Salmo 139: 7-12).
3) Jesú s es citado diciendo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí ” (Juan 14: 6). De nuevo, la anterior es una ló gica y hermosa idea, con un subyugante contenido emocional; ¿ Quien no se ha sentido en algú n momento lejos de Dios, y necesitado de alguien que posea este grado absoluto de certeza y seguridad?
De nuevo, el problema es que, aunque ló gica y hermosa, la anterior idea está simplemente desconectada de la realidad de la Escritura Hebrea. Vera, el hombre necesita “utilizar un camino”, solo cuando anhela alcanzar algú n lejano destino. Pero la realidad es que, como ya hemos demostrado, el Padre Celestial (Dios) está en todas partes.
Y, siendo que está en todas partes, siempre está cercano a los que le invocan. Como dicen las Escrituras: “Cercano está Yah a los quebrantados de corazó n; Y salva a los contritos de espí ritu” (Salmo 34: 18); “Cercano está s tú, oh Yah, Y todos tus mandamientos son verdad” (Salmo 119: 151); “Cercano está Yah a todos los que le invocan, A todos los que le invocan de veras” (Salmo 145: 118);
“Porque ¿ qué nació n grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Yah nuestro Dios en todo cuanto le pedimos? ” (Deut. 4: 7); “El ha exaltado el poderí o de su pueblo; Alá benle todos sus santos, los hijos de Israel, El pueblo a é l cercano. Aleluya” (Salmo 148: 14).
4) Los evangelios narran que Jesú s sanó a un ciego de nacimiento. Y se alega que esto no deja lugar a dudas acerca del origen Divino de su ministerio, así como de la necesidad de suscribirse a é l. El verso dice así: “Le volvieron a decir: ¿ Qué te hizo? ¿ Có mo te abrió los ojos? El les respondió: Ya os lo he dicho, y no habé is querido oí r; ¿ por qué lo queré is oí r otra vez? ¿ Queré is tambié n vosotros haceros sus discí pulos? Y le injuriaron, y dijeron: Tú eres su discí pulo; pero nosotros, discí pulos de Moisé s somos.
Nosotros sabemos que Dios ha hablado a Moisé s; pero respecto a é se, no sabemos de dó nde sea. Respondió el hombre, y les dijo: Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepá is de dó nde sea, y a mí me abrió los ojos. Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a é se oye. Desde el principio no se ha oí do decir que alguno abriese los ojos a uno que nació ciego. Si é ste no viniera de Dios, nada podrí a hacer” (Juan 9: 26-33).
De nuevo, note cuan emocionalmente subyugante, así como perfectamente ló gico, es el anterior pasaje: Dios no oye a los pecadores; y, si alguien obra un milagro que nadie haya jamá s realizado, pues es un seguro indicio de que tal individuo cuenta con la aprobació n Divina. ¿ Cual es el problema con esta ló gica? ¡ Pues que no corresponde a la realidad!
Vera, Moisé s no solamente dio ojos y vista a quien la habí a perdido de nacimiento, ¡ sino a quien nunca la tuvo! (su vara, la cual Moisé s convirtió en una serpiente, dá ndole así ojos para ver). Como está escrito: “Habló Yah a Moisé s y a Aaró n, diciendo: Si Faraó n os respondiere diciendo: Mostrad milagro; dirá s a Aaró n: Toma tu vara, y é chala delante de Faraó n, para que se haga culebra. Vinieron, pues, Moisé s y Aaró n a Faraó n, e hicieron como Yah lo habí a mandado. Y echó Aaró n su vara delante de Faraó n y de sus siervos, y se hizo culebra” (É xodo 7: 8-10).
De hecho, el milagro de convertir la vara en serpiente, es mayor que el milagro de la [alegada] resurrecció n del Galileo (paz sea con é l). Es que, resucitar un cadá ver, solo implica dar vida a un cuerpo inerte, sin cambiar necesariamente su naturaleza; es decir, lo que era un cuerpo humano, sigue siendo un cuerpo humano- mientras que, convertir la vara en serpiente, no solamente implica dar vida a un cuerpo muerto, sino cambiar su naturaleza (de cuerpo vegetal, a cuerpo animal).
De paso, note que no solamente es falso que nadie hubiese realizado con anterioridad un milagro tan grande como dar vista a alguien (o algo) que hubiese nacido ciego, sino que es tambié n falso que esto constituya prueba de la aprobació n Divina.
¿ Por que? Pues porque los hechiceros de Faraó n convirtieron tambié n sus varas en serpientes; y Dios, obviamente estaba opuesto a todos ellos: “Entonces llamó tambié n Faraó n sabios y hechiceros, e hicieron tambié n lo mismo los hechiceros de Egipto con sus encantamientos; pues echó cada uno su vara, las cuales se volvieron culebras; mas la vara de Aaró n devoró las varas de ellos. Y el corazó n de Faraó n se endureció, y no los escuchó, como Yah lo habí a dicho” (É xodo 7: 11-13).
¿ Significa lo hasta aquí dicho que la fe Cristiana no es un camino vá lido para acercarse a Dios? ¿ Significa acaso que la fe Samaritana es superior a la Cristiana? ¡ Absolutamente no! Lo que significa es que, las percepciones (mentalidades) Cristianas y Samaritanas, son intrí nsecamente distintas. Por un lado, el creyente Cristiano es como la persona que fija su mirada en un á rbol, y procede a analizar el á rbol dentro del contexto del propio á rbol.
Por otro lado, el creyente Hebreo es como quien fija su mirada en ese mismo á rbol, pero no limita su aná lisis al contexto del propio á rbol, sino que lo analiza dentro del contexto del bosque que circunscribe dicho á rbol, así como el de la montañ a que circunscribe a tal bosque.

 

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