Confesión de obediencia a los Diez Mandamientos De La Ley Divina (la Torah) 1 страница
Confesió n de obediencia a los Diez Mandamientos De La Ley Divina (la Torah) 1. Me comprometo con creer en la existencia y soberaní a de Yah ( י ה ו ה )
«Adonai Yah dijo a Salomó n: “He aquí te he dado corazó n sabio y entendido, tanto que no ha habido antes de ti otro como tu, ni despué s de ti se levantara otro como tu” (1 Reyes 3: 12). El Creador (bendito sea) prometió a Salomó n que, en lo porvenir, no nacerí a hombre alguno con mayor sabidurí a que la suya (esto incluirí a a todos los hombres, sin importar si son profetas, mensajeros, maestros, reyes, o mesí as). Así, luego de experimentar el bien y el mal; la fama, el poder, el sexo, y las riquezas, el hombre mas sabio de todos, resumió la esencia de la Sabidurí a Divina, diciendo las siguientes palabras: “El discurso ha terminado. Ya todo ha sido dicho. Honra a Dios, y cumple sus (10) mandamientos, porque eso es el todo del hombre (todo lo demá s es secundario). Dios habrá de pedirnos cuentas de todos nuestros actos, sean buenos o malos, y aunque los hayamos hecho en secreto” (Eclesiasté s 12: 13-14, Biblia " Dios Habla Hoy" ). En resumen, la Sabidurí a Divina, consiste en reconocer que, por cuanto el Juez Supremo habrá de juzgar un dí a nuestras obras, debemos por tanto abandonar la maldad, para comenzar a hacer el bien que nos ha encomendado hacer, por medio de sus mandamientos. Esto, es todo lo que el hombre necesita para entrar en El Olam Ha-ba (La Vida Eterna); todo lo demá s, es secundario; solo comentario explicativo»
«Mira, yo he puesto delante de ti hoy la Vida y el bien, la Muerte y el mal; porque yo te mando hoy que ames a Yah tu Dios, que andes en sus caminos, y Guardes sus (10) Mandamientos, sus estatutos y sus decretos, para que vivas y seas multiplicado... » (Deut. 30: 15-16)
«Pesa exacta y justa tendrá s; efa cabal y justo tendrá s, para que tus dí as sean prolongados sobre la tierra que י ה ו ה tu Dios te da. Porque abominació n es a י ה ו ה tu Dios cualquiera que hace esto, y cualquiera que hace injusticia» (Deut. 25: 15-16)
«Nunca se apartará de tu boca este libro de La Ley, sino que de dí a y de noche meditará s en é l, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en é l está escrito; porque entonces hará s prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Yah tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas» (Josué 1: 8-9)
«Obedece mis mandamientos, y vivirá s (para siempre); Y, (guarda) mi Ley, como (a) las niñ as de tus ojos»- Prov. 7: 2.
«La lengua y el corazó n son las partes mas dulces del hombre; cuando su alma es pura, estando limpia de la injusticia, la crueldad, y el orgullo. Pero, La lengua y el corazó n son las partes mas amargas del hombre, cuando su alma es impura, estando contaminada con la injusticia, la crueldad, y la soberbia»
«Sacrifica a Dios alabanza, Y paga tus votos al Altí simo; E invó came en el dí a de la angustia; Te libraré, y tú me honrará s» -Salmo 50: 14-15
«Cuando el Dios de los menesterosos y quebrantados habite dentro de su corazó n, sera usted como las estrellas del cielo; pues la luz de sus buenas obras alumbrara la oscuridad moral de la noche que es el presente siglo»
La ancestral fuente de sabidurí a Hebrea que antecedió tanto al Judaismo Rabí nico, como al Cristianismo y al Islam
CAPÍ TULO 1
La Sabidurí a. don del Señ or 1: 1 Toda sabidurí a viene del Señ or Yah, y está con É l para siempre. 1: 2 ¿ Quié n puede contar la arena de los mares, las gotas de la lluvia y los dí as de la eternidad? 1: 3 ¿ Quié n puede medir la altura del cielo, la extensió n de la tierra, el abismo y la sabidurí a? 1: 4 Antes que todas las cosas fue creada la sabidurí a y la inteligencia previsora, desde la eternidad. 1: 5 El manantial de la sabidurí a es la Palabra de Dios que fue escrita en los Cielos; y sus canales son los Diez Mandamientos. 1: 6 ¿ A quié n fue revelada la raí z de la sabidurí a, y quié n conoció sus secretos designios? 1: 7 ¿ A quié n se le manifestó la ciencia de la sabidurí a, y quié n comprendió la diversidad de sus caminos? 1: 8 Só lo uno es perfectamente sabio, temible en extremo: Yah el Señ or, que está sentado en su trono. 1: 9 Es el Señ or Yah quien creo la sabidurí a; la vio y la midió, y la derramó sobre todas sus obras: 1: 10 la dio a todos los hombres, segú n su generosidad, y la infundió abundantemente en aquellos que lo aman.
El temor del Señ or, fuente y plenitud de la Sabidurí a
1: 11 El temor del Señ or es gloria y motivo de orgullo, es gozo y corona de alegrí a. 1: 12 El temor del Señ or Yah deleita el corazó n, da gozo, alegrí a y larga vida. 1: 13 Todo terminará bien para el que teme al Señ or Yah; en el dí a de su muerte, será bendecido con una gloriosa recompensa. 1: 14 El fundamento de la Sabidurí a, es obedecer los mandamientos de Yah, el Rey del Universo: la Sabidurí a es creada junto con los fieles, en el seno materno. 1: 15 Anidó entre los hombres para siempre, y permanecerá fielmente con su descendencia. 1: 16 La plenitud de la sabidurí a es temer a Adonai Yah, y ella embriaga a sus fieles de sus frutos: 1: 17 les colma la casa de bienes preciosos, y con sus productos llena sus graneros. 1: 18 La corona de la sabidurí a es el temor del Señ or Yah: ella hace florecer el bienestar y la buena salud. 1: 19 El Señ or la vio y la midió, hizo llover la ciencia y el conocimiento, y exaltó la gloria de los que la poseen. 1: 20 La raí z de la sabidurí a es el temor del Señ or, y las ramas del á rbol de la Sabidurí a, son una vida sin fin. 1: 21 El temor del Señ or aleja los pecados: el que persevera en é l aparta la ira divina.
La paciencia y el dominio de sí mismo 1: 22 Un arrebato indebido no puede justificarse, porque el í mpetu de la pasió n lleva a la propia ruina. 1: 23 El hombre paciente soporta hasta el momento oportuno, pero al fin se llenará de gozo: 1: 24 é l reserva sus palabras hasta el momento oportuno, y los labios de muchos proclamará n su inteligencia.
Condiciones para alcanzar la Sabidurí a 1: 25 En los tesoros de la sabidurí a está n los enigmas de la ciencia; pero, adorar a Adonai Yah, es algo que repugna al impí o. 1: 26 Si deseas la sabidurí a, obedece los mandamientos, y el Señ or te la dará abundantemente. 1: 27 Porque el temor del Señ or es Sabidurí a, y Torah: a é l le agradan la fidelidad y la mansedumbre. 1: 28 No seas reacio al temor del Señ or, ni te acerques a é l con doblez de corazó n. 1: 29 No seas hipó crita delante de los hombres, y presta atenció n a tus palabras. 1: 30 No te exaltes a ti mismo, no sea que caigas, y atraigas sobre ti el deshonor: el Señ or revelará tus secretos, y te humillará en medio de la asamblea, por no haberte acercado al temor del Señ or y porque tu corazó n está lleno de falsedad.
CAPÍ TULO 2
La constancia en medio de la prueba 2: 1 Hijo, si decides servir al Señ or Yah, prepara tu alma para la prueba . 2: 2 Endereza tu corazó n, sé firme, y no te inquietes en el momento de la desgracia. 2: 3 Ú nete al Señ or y no te separes, para que al final de tus dí as seas enaltecido. 2: 4 Acepta de buen grado todo lo que te suceda, y sé paciente en las vicisitudes de tu humillació n. 2: 5 Porque el oro se purifica en el fuego, y los que agradan a Dios, en el crisol de la humillació n. 2: 6 Confí a en Adonai Yah, y É l vendrá en tu ayuda, endereza tus caminos y espera en é l. La confianza en Dios 2: 7 Los que temen al Señ or, esperen su misericordia, y no se desví en, para no caer. 2: 8 Los que temen al Señ or, tengan confianza en é l, y no les faltará su recompensa. 2: 9 Los que temen al Señ or, esperen sus beneficios, el gozo duradero y la misericordia. 2: 10 Fí jense en las generaciones pasadas y vean: ¿ Quié n confió en el Señ or y quedó confundido?
¿ Quié n perseveró en su temor, y fue abandonado? ¿ Quié n lo invocó y no fue tenido en cuenta? 2: 11 Porque el Señ or es misericordioso y compasivo, perdona los pecados y salva en el momento de la aflicció n. 2: 12 ¡ Ay de los corazones cobardes y de las manos que desfallecen, y del pecador que va por dos caminos! 2: 13 ¡ Ay del corazó n que desfallece, porque no tiene confianza! A causa de eso no será protegido. 2: 14 ¡ Ay de ustedes, los que perdieron la constancia! ¿ Qué van a hacer cuando el Señ or los visite? 2: 15 Los que temen al Señ or no desobedecen sus palabras y los que lo aman siguen fielmente sus caminos. 2: 16 Los que temen al Señ or tratan de complacerlo y los que lo aman se sacian de su Ley. 2: 17 Los que temen al Señ or tienen el corazó n bien dispuesto, y se humillan y se postran delante de é l: 2: 18 " Abandoné monos en las manos del Señ or y no en las manos de los hombres, porque así como es su grandeza es tambié n su misericordia" .
CAPÍ TULO 3
Los deberes hacia los padres 3: 1 Hijos, escú chenme a mí, que soy su padre; hagan lo que les digo, y así se salvará n. 3: 2 Porque el Señ or quiere que el padre sea respetado por sus hijos, y confirmó el derecho de la madre sobre ellos. 3: 3 El que honra a su padre, expí a sus pecados 3: 4 y el que respeta a su madre, es como quien acumula un tesoro. 3: 5 El que honra a su padre, encontrará alegrí a en sus hijos; y, cuando ore, será escuchado. 3: 6 El que respeta a su padre, obtendrá vida eterna ; y, el que obedece al Señ or, da tranquilidad a su madre. 3: 7 El que teme al Señ or honra a su padre; y sirve como a sus dueñ os, a quienes le dieron la vida. 3: 8 Honra a tu padre de palabra y obra, para que Su bendició n descienda sobre ti, 3: 9 porque la bendició n de un Padre afianza la casa de sus hijos, pero la maldició n de una madre arranca sus cimientos. 3: 10 No busques tu gloria a costo del deshonor de tu padre, porque su deshonor no es una gloria para ti: 3: 11 La gloria de un hombre depende de la honra de su padre; y, una madre despreciada, es un oprobio para los hijos. 3: 12 Hijo mí o, cuida de tu padre en su vejez, y no le causes tristeza mientras viva. 3: 13 Aunque haya perdido la cabeza, sé indulgente con é l; no lo desprecies, tú que está s en la plenitud de tus fuerzas. 3: 14 La compasió n que muestres a tu padre, no será olvidada, y te servirá de reparació n por tus pecados. 3: 15 Cuando esté s en tribulació n, el Señ or se acordará de ti, y tus pecados se diluirá n como el hielo ante el calor. 3: 16 El que abandona a su padre, es como un blasfemo; y, el que irrita a su madre, será maldito por el Señ or. La humildad 3: 17 Hijo mí o, actú a con dulzura en todo lo que hagas, y te querrá n mas que al hombre generoso. 3: 18 Cuanto má s grande seas, má s humilde debes ser, y así obtendrá s el favor del Señ or, 3: 20 porque el poder del Señ or es grande y é l es glorificado por los humildes. 3: 21 No pretendas lo que es demasiado difí cil para ti, ni trates de indagar lo que supera tus fuerzas: 3: 22 reflexiona sobre lo que te ha sido ordenado en las dos tablas de piedra, porque a ti no te conciernen las cosas secretas.
3: 23 No te ocupes de cosas que está n por encima de ti: lo que te ha sido revelado ya es demasiado para la inteligencia. 3: 24 Porque muchos se extraviaron por sus vanas especulaciones, y su imaginació n perversa falseó sus pensamientos. 3: 25 Si no tienes pupilas, te faltará la luz; y, si careces de ciencia, no garantices con certeza nada de lo que afirmas.
Contra el orgullo 3: 26 Corazó n obstinado, mal acaba; y, el que ama el peligro, perecerá en é l. 3: 27 El corazó n obstinado soportará muchos males, y el pecador acumula un pecado sobre otro. 3: 28 No hay remedio para el mal del orgulloso, pues el orgullo es una planta maligna, que ha echado en é l raí ces. 3: 29 El corazó n inteligente medita los proverbios y el sabio desea tener un oí do atento.
La limosna 3: 30 Así como el agua apaga las llamas del fuego, así la limosna en secreto expí a los pecados. 3: 31 El que devuelve los favores, piensa en lo que vendrá despué s, y cuando esté por caer, encontrará un apoyo.
CAPÍ TULO 4
La ayuda a los necesitados 4: 1 Hijo mí o, no prives al pobre de su sustento, ni hagas languidecer los ojos del que es indigente. 4: 2 No hagas sufrir al que tiene hambre , ni irrites al que está en la miseria. 4: 3 No te ensañ es con el que tiene un corazó n desesperado, ni retrases la ayuda al mendigo . 4: 4 No rechaces la sú plica del atribulado , ni vuelvas la espalda al pobre. 4: 5 No apartes tus ojos del indigente, ni des lugar a que alguien te maldiga: 4: 6 porque, si te maldice con amargura en su alma, su Creador escuchará su plegaria. 4: 7 Procura hacerte amar de la congregació n; e inclina tu cabeza ante tus superiores . 4: 8 Escucha al pobre con atenció n, y devué lvele el saludo con dulzura. 4: 9 Libra al oprimido del opresor , y no tengas miedo de hacer justicia. 4: 10 Sé un padre para los hué rfanos y como un marido para su madre: así será s como un hijo del Altí simo y é l te amará má s que tu propia madre.
La pedagogí a y los dones de la Sabidurí a 4: 11 La sabidurí a educa a sus hijos, y cuida de aquellos que la buscan. 4: 12 El que la ama, ama la vida, y los que la buscan ardientemente será n colmados de gozo. 4: 13 El que la posee heredará la gloria celestial, y dondequiera que vaya, el Señ or lo bendecirá. 4: 14 Los que la sirven rinden culto al Santo y los que la aman son amados por el Señ or. 4: 15 El que la escucha juzgará a las naciones y el que le presta atenció n habitará seguro. 4: 16 El que confí a en ella, la recibirá en herencia, y sus descendientes tambié n la poseerá n. 4: 17 Al comienzo, ella lo conducirá por un camino sinuoso, le infundirá temor y estremecimiento y lo hará sufrir con su disciplina, hasta que tenga confianza en é l y lo haya probado con sus exigencias. 4: 18 Despué s, volverá a é l por el camino recto, lo alegrará y le revelará sus secretos. 4: 19 Si é l se desví a, ella lo abandonará y lo dejará librado a su propia caí da.
La prudencia y la justicia 4: 20 Ten en cuenta el momento y cuí date del mal, y no te avergü ences de ti mismo. 4: 21 Porque hay una vergü enza que lleva al pecado, y hay otra vergü enza que es gloria y gracia. 4: 22 No te perjudiques por tener en cuenta a los demá s, y que la vergü enza no provoque tu caí da. 4: 23 No dejes de hablar cuando sea necesario, ni escondas tu sabidurí a. 4: 24 Porque la sabidurí a se reconoce en las palabras, y la instrucció n, en la manera de hablar. 4: 25 No digas nada contrario a la verdad ; y avergü é nzate de tu falta de instrucció n. 4: 26 No tengas vergü enza de confesar tus pecados ni pretendas oponerte a la corriente de un rí o. 4: 27 No te sometas a un hombre insensato ; ni seas parcial, favoreciendo al hombre poderoso. 4: 28 Lucha hasta la muerte por la verdad , y el Señ or Dios luchará por ti. 4: 29 No seas atrevido con la lengua , ni perezoso y descuidado en tus acciones. 4: 30 No seas como un leó n con tu familia , pero miedoso y apocado con tus servidores.
4: 31 No tengas la mano abierta para recibir y cerrada cuando hay que dar.
CAPÍ TULO 5
La falsa seguridad del rico y del pecador 5: 1 No te fí es de tus riquezas ni digas: " Con esto me basta". 5: 2 No dejes que tu deseo y tu fuerza te lleven a obrar segú n tus caprichos. 5: 3 No digas: " ¿ Quié n podrá dominarme? ", porque el Señ or da a cada uno su merecido. 5: 4 No digas: " Pequé, ¿ y qué me sucedió? ", porque el Señ or es paciente. 5: 5 No esté s tan seguro del perdó n, mientras cometes un pecado tras otro. 5: 6 No digas: " Su compasió n es grande; É l perdonará la multitud de mis pecados", porque en É l está la misericordia, pero tambié n la ira, y su indignació n recae sobre los pecadores. 5: 7 No tardes en convertirte al Señ or Yah; no lo dejes de un dí a para otro, porque la ira del Señ or se enciende de repente; y, en el dí a del castigo, perecerá s. 5: 8 No te fí es de las riquezas adquiridas injustamente: de nada te servirá n en el dí a de la adversidad.
Contra los pecados de la lengua 5: 9 No te dejes llevar por todos los vientos, ni vayas por cualquier camino: así obra el pecador que habla con doblez. 5: 10 Mantente firme en tus convicciones y que tu palabra sea una sola. 5: 11 Está siempre dispuesto a escuchar y sé lento para responder. 5: 12 Si sabes, responde a tu pró jimo; de lo contrario, qué date callado. 5: 13 Las palabras traen gloria o deshonor, y la lengua del hombre puede provocar su caí da. 5: 14 Que no tengan que llamarte chismoso, y no enredes a los demá s con tu lengua, porque la vergü enza cae sobre el ladró n, y una severa condena sobre el que habla con doblez. 5: 15 No faltes ni en lo grande ni en lo pequeñ o, y de amigo, no te vuelvas enemigo
CAPÍ TULO 6
6: 1 porque la mala fama heredará vergü enza y oprobio: esta es la suerte del pecador que habla con doblez.
Contra los arrebatos de la pasió n 6: 2 No te dejes arrastrar por el impulso de tu pasió n , no sea que te desgarre como un toro: 6: 3 devorarí as tus ramas, perderí as tus frutos y te convertirí as en un tronco seco. 6: 4 Una pasió n violenta, pierde al que la tiene, y hace que sus enemigos se rí an de é l.
La verdadera y la falsa amistad 6: 5 Las palabras dulces multiplican los amigos, y un lenguaje amable, favorece las buenas relaciones. 6: 6 Que sean muchos los que te saludan; pero, el que te aconseja, sea uno entre mil. 6: 7 Si ganas un amigo, gá nalo despué s de la prueba, y no tengas prisa en confiarte de el. 6: 8 Porque hay amigos ocasionales, que dejan de serlo en el dí a de aflicció n. 6: 9 Hay amigos que se vuelven enemigos, y para avergonzarte, revelan el motivo de la disputa. 6: 10 Hay amigos que comparten tu mesa y dejan de serlo en el dí a de tu aflicció n. 6: 11 Mientras te vaya bien, será n como tú mismo y hablará n abiertamente con tus servidores; 6: 12 pero si te va mal, se pondrá n contra ti y se esconderá n de tu vista. 6: 13 Sepá rate de tus enemigos, y no te fí es demasiado de tus amigos. 6: 14 Un amigo fiel es un refugio seguro : el que lo encuentra, ha encontrado un tesoro. 6: 15 Un amigo fiel no tiene precio, no hay manera de estimar su valor. 6: 16 Un amigo fiel es un bá lsamo de vida, que encuentran los que temen al Señ or. 6: 17 El que teme al Señ or encamina bien su amistad, porque como es é l, así tambié n será su amigo.
El aprendizaje de la Sabidurí a 6: 18 Hijo mí o, desde tu juventud, busca la instrucció n, y hasta en tu vejez, encontrará s la sabidurí a. 6: 19 Acé rcate a ella como el que ara y el que siembra, y espera pacientemente sus buenos frutos: al cultivarla, te fatigará s un poco, pero muy pronto comerá s de sus productos. 6: 20 ¡ Qué dura parece la sabidurí a a los ignorantes! El insensato no se mantiene fiel a ella: 6: 21 ella lo oprime como una piedra pesada y no tarda en sacá rsela de encima. 6: 22 Porque la Sabidurí a hace honor a su nombre y no se manifiesta a muchos. 6: 23 Escucha, hijo mí o, acepta mi doctrina y no rechaces mi consejo . 6: 24 Mete tus pies en sus cepos, y tu cuello en su collar. 6: 25 Doblega tus espaldas, y carga con ella, y no te irrites por sus cadenas. 6: 26 Acé rcate a ella con toda tu alma, y permanece en sus camino con todas tus fuerzas. 6: 27 Sigue sus huellas, y bú scala: la Sabidurí a se te dará a conocer, y una vez que la poseas, no la dejes, 6: 28 porque al fin encontrará s en ella el descanso de tu alma, y ella se convertirá en tu alegrí a. 6: 29 Sus cepos será n un refugio poderoso, y sus collares, un manto de gloria. 6: 30 Su yugo será un adorno de oro , y sus cadenas, un tejido de jacinto. 6: 31 Te revestirá s de ella como de un manto de gloria y te la ceñ irá s como una corona de jú bilo. 6: 32 Si quieres, hijo mí o, será s instruido, y si pones empeñ o, sabrá s desenvolverte. 6: 33 Si te gusta escuchar, aprenderá s, y si prestas atenció n, llegará s a ser sabio. 6: 34 Frecuenta las reuniones de los ancianos y si hay algú n sabio, adhié rete a é l. 6: 35 Procura escuchar todo lo que se refiera a Dios, y que no se te escapen las má ximas profundas. 6: 36 Si ves a un hombre inteligente, ve en seguida hacia é l y que tus pies gasten el umbral de su puerta . 6: 37 Examina detenidamente los preceptos del Señ or, y medita sin cesar sus mandamientos: É l mismo afirmará tu corazó n, y te dará la sabidurí a que deseas.
CAPÍ TULO 7
La conducta en la vida pú blica 7: 1 No hagas el mal, y el mal no se apoderará de ti; 7: 2 apá rtate de la injusticia, y ella se apartará de ti. 7: 3 No siembres, hijo mí o, en los surcos de la injusticia, no sea que coseches siete veces má s. 7: 4 No pidas al Señ or un puesto importante, ni al rey un sitial de honor. 7: 5 No quieras pasar por justo delante del Señ or, ni te hagas el sabio delante del rey. 7: 6 No aspires al cargo de juez, no sea que no puedas extirpar las injusticias o te dejes intimidar por un poderoso, y así pongas en peligro tu rectitud. 7: 7 No ofendas a la asamblea de la ciudad, ni te degrades delante de la multitud. 7: 8 No incurras dos veces en pecado, porque ni uno solo quedará impune. 7: 9 No digas: " El Señ or apreciará la multitud de mis dones; cuando los presente al Dios Altí simo, é l los aceptará ". 7: 10 No dejes de orar confiadamente ni te olvides de dar limosna. 7: 11 No te burles del hombre que está amargado, porque hay Alguien que humilla y tambié n exalta.
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