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МегаЛекции

27:6 La verdadera naturaleza de un árbol, se manifiesta en sus frutos: de ese mismo modo, la verdadera naturaleza de un hombre, se manifiesta en sus palabras.




27: 7 No elogies a nadie antes de oí rlo razonar, porque allí es donde se prueban los hombres.

 

La bú squeda de la justicia

27: 8 Si buscas la justicia, la alcanzará s, y te revestirá s de ella como de una tú nica gloriosa.

27: 9 Los pá jaros buscan la compañ í a de sus semejantes y la verdad retorna a aquellos que la practican.

27: 10 El leó n está al acecho de su presa, y el pecado, de los que practican la injusticia.

 

La conversació n de los necios

27: 11 La conversació n del hombre bueno es siempre sabí a, pero el insensato es variable como la luna.

27: 12 Que el tiempo que inviertes con los necios sea corto; pero largo el que inviertes con la gente sabí a.

27: 13 La conversació n de los necios es odiosa y só lo les causa gracia el vicio desenfrenado.

27: 14 Los que juran constantemente hacen erizar los cabellos y cuando discuten, hay que taparse los oí dos .

27: 15 Riñ a de orgullosos hace derramar sangre, da pena escuchar sus insultos.

 

La indiscreció n, ruina de la amistad

27: 16 El que revela los secretos hace que le pierdan la confianza y no encontrará jamá s un amigo í ntimo.

27: 17 Sé afectuoso y confiado con tu amigo, pero si has revelado sus secretos, no corras tras é l,

27: 18 porque como el asesino destruye a su ví ctima, así has destruido la amistad de tu pró jimo:

27: 19 como un pá jaro que has dejado escapar de tu mano, así has perdido a tu amigo, y ya no lo recobrará s.

27: 20 No corras detrá s de é l, porque está muy lejos, huyó como una gacela de la red.

27: 21 Porque una herida puede ser vendada, y para la injuria puede haber reconciliació n, pero el que revela los secretos nada puede esperar.

 

La hipocresí a

27: 22 Algo malo trama quien guiñ a el ojo, y nadie logrará disuadirlo.

27: 23 Delante de tus ojos, su boca es toda dulzura, y se extasí a con tus palabras; pero, por detrá s, cambia de lenguaje, y usa tus palabras para causar escá ndalos.

27: 24 Yo detesto muchas cosas; pero, má s que nada, detesto al hombre que, en pú blico, ofrece con su boca paz a su hermano; pero, en su corazó n, le declara secretamente la guerra; ¡ Yah el Señ or tambié n lo detesta!

 

En el pecado, el castigo

27: 25 El que tira una piedra hacia arriba, la tira sobre su cabeza, y un golpe a traició n hiere tambié n al que lo da.

27: 26 El que cava una fosa, caerá en ella y el que tiende una red quedará enredado.

27: 27 Lo que el hombre siembra, eso mismo cosecha: Quien hace el mal, lo vera caer de vuelta sobre si mismo, sin saber de dó nde vino.

27: 28 Sarcasmos e insultos son propios de los soberbios, pero la venganza le acechara como un leó n.

27: 29 Los pecadores caerá n en la red; todos aquellos que se alegran de la caí da de los buenos; el dolor los consumirá antes de su muerte.

 

El rencor y la venganza

27: 30 Tambié n el rencor y la ira son abominables, y ambas cosas son patrimonio de pecador.

 

CAPÍ TULO 28

 

28: 1 Medida por medida: el hombre vengativo, sufrirá en carne propia la venganza del Señ or, que llevará cuenta exacta de todos sus pecados.

28: 2 ¡ Si perdonas, será s tambié n perdonado!: perdona el agravio a tu pró jimo, y entonces cuando ores, será n tambié n absueltos tus pecados.

28: 3 Si un hombre mantiene su enojo contra otro, ¿ có mo pretende que el Señ or lo sane?

28: 4 No tiene piedad de un hombre semejante a é l, ¡ y se atreve a implorar piedad por sus pecados!

28: 5 É l, un simple mortal, guarda rencor: ¿ quié n le perdonará sus pecados?

28: 6 Acué rdate del fin, y deja de odiar; piensa en la corrupció n y en la muerte, y sé fiel a los mandamientos ;

28: 7 acué rdate de los mandamientos, cuyo fin es no hacer dañ o a nadie, y no guardes rencor a tu pró jimo; piensa en la Alianza del Altí simo, y pasa por alto las ofensas que te han hecho.

 

Las discusiones y los altercados

28: 8 Evita los altercados y pecará s mucho menos, porque el hombre iracundo enciende las disputas.

28: 9 El pecador siembra la confusió n entre los amigos, y crea divisió n entre los que viví an en paz.

28: 10 El fuego arde segú n el combustible, y la disputa se enciende en la medida del empecinamiento;

segú n sea su fuerza, será la furia de un hombre, y segú n su riqueza, dará libre curso a su ira.

28: 11 Una discordia repentina enciende un fuego, y una disputa precipitada hace correr la sangre.

28: 12 Si soplas una chispa, se inflama; si le escupes encima, se extingue, y ambas cosas salen de tu boca.

 

La maledicencia

28: 13 Dios maldice al murmurador, y al de lengua doble; ellos han arruinado a mucha gente que viví a en paz.

28: 14 La lengua triple; un calumniador, un calumniado, y un oyente que propaga la calumnia, ha hecho tambalear a muchos, y los ha dispersado de nació n en nació n;

ella arrasó ciudades fortificadas, y echó por tierra casas de potentados;

28: 15 hizo repudiar a mujeres valerosas, y las privó del fruto de sus trabajos.

28: 16 El que le presta atenció n, no encuentra má s descanso, y ya no puede vivir en paz.

28: 17 Un golpe de lá tigo deja una marca, pero un golpe de lengua quiebra los huesos.

28: 18 Muchos han caí do al filo de la espada, pero son menos que los caí dos a causa de la lengua.

28: 19 ¡ Feliz el que está al resguardo de ella y no ha quedado expuesto a su furor, el que no ha tirado de su yugo, ni ha sido atado a sus cadenas!

28: 20 Porque su yugo es un yugo de hierro, y sus cadenas son cadenas de bronce.

28: 21 ¡ Muerte funesta es la que inflige, y es preferible el Abismo, a una lengua así!

28: 22 Pero ella no tiene poder sobre los hombres piadosos, y ellos no se quemará n en sus llamas.

28: 23 Los que abandonan al Señ or, será n sus ví ctimas: ella los abrasará sin extinguirse, se lanzará sobre ellos como un leó n y los destrozará como una pantera.

28: 24 Por eso, rodea tu posesió n con un cerco de espinas, guarda bien tu plata y tu oro;

28: 25 Ponle peso y balanza a tus palabras; ponle puerta y candado a tu boca.

28: 26 Presta atenció n, no sea que resbales a causa de la lengua, y caigas ante los que te acechan.

 

CAPÍ TULO 29

 

Los pré stamos

29: 1 El que practica la misericordia, presta a su pró jimo; y, al que acude en su ayuda, se le cuenta como si hubiese cumplido todos los mandamientos la Ley.

29: 2 Presta al pró jimo que tambié n teme al Señ or Yah, cuando esté necesitado; y, por tu parte, restituye a tiempo lo que te han prestado.

29: 3 Cumple tu palabra y sé leal con é l, y encontrará s en todo momento lo que necesites.

29: 4 Los impí os consideran el pré stamo como una ganga, y ponen en aprietos a quienes los han ayudado; Actú a como Avraham, con aquellos que invitaba a su mesa. Se generoso con todos, ¡ Pero no fortalezcas las manos de los enemigos de Yah!, sino da prioridad a quienes le temen .

29: 5 Hasta que reciben, besan las manos de la gente, y hablan con humildad de las riquezas del pró jimo, pero en el momento de restituir, piden pró rroga, só lo devuelven con palabras quejumbrosas, y echan la culpa a las circunstancias.

29: 6 Si llegan a pagar, el acreedor recibe apenas la mitad, y tiene que aceptarlo como un favor. Si no, lo despojan de sus riquezas, y é l se gana inú tilmente un enemigo, que le paga con maldiciones e insultos, y le devuelve desprecio en vez de honrarlo.

29: 7 Así, muchos se niegan a prestar, no por maldad, sino por temor a ser despojados sin razó n.

 

La limosna

29: 8 Pero tú sé generoso con el humilde, y no le hagas esperar tu limosna.

29: 9 Socorre al indigente, si quieres cumplir el mandamiento; y, en su indigencia, no le despidas con las manos vací as.

29: 10 Gasta dinero por el hermano y el amigo: que no se herrumbre bajo una piedra y lo pierdas.

29: 11 Utiliza tus bienes segú n los mandamientos del Altí simo, y obtendrá s una recompensa mas perdurable que el oro;

29: 12 que el tesoro encerrado en tus graneros sea la limosna que de ellos habrá s de dar, y ella te preservará de todo mal:

29: 13 mejor que un fuerte escudo, y una lanza pesada, combatirá a tu favor frente al enemigo.

 

Las fianzas

29: 14 El hombre de bien, sale fiador de su pró jimo, pero el que perdió la vergü enza lo deja abandonado.

29: 15 No olvides los favores de tu fiador, porque é l ha expuesto su vida por ti.

29: 16 El pecador dilapida los bienes de su fiador, y el desagradecido abandona al que lo salvó.

29: 17 La fianza perdió a muchos que viví an pró speramente, los sacudió como una ola del mar;

29: 18 obligó a expatriarse a hombres poderosos, que anduvieron fugitivos por paí ses extrañ os.

29: 19 El pecador que se ofrece como fiador y busca ventaja, se expone a ser procesado.

29: 20 En todas las cosas, busca el sabio balance: Socorre a tu pró jimo en la medida de tus recursos, pero ten cuidado de no arruinarte.

 

La humillació n del que vive en casa ajena

29: 21 Lo esencial para la vida es el agua, el pan, la ropa, y una casa para albergarse dignamente.

29: 22 Má s vale vida de pobre en una cabañ a de madera, que comida exquisita en casa ajena.

29: 23 En lo poco y en lo mucho pon buena cara, y no escucharas que te reprochan por ser un extrañ o.

29: 24 Triste vida es andar de casa en casa: donde eres un extrañ o, no puedes abrir la boca.

29: 25 Sirves de comer y beber a gente desagradecida, y encima tienes que oí r cosas amargas:

29: 26 —" Ven aquí, forastero, prepara la mesa, y si tienes algo a mano, dame de comer".

29: 27 — " Vete, forastero, deja el lugar para alguien má s importante; viene a hospedarse mi hermano, y necesito la casa" .

29: 28 ¡ Qué duro es para un hombre sensible que le reprochen la hospitalidad, y le echen en cara una deuda!

 

CAPÍ TULO 30

 

La educació n de los hijos

30: 1 El que ama a su hijo, lo castiga a menudo, para poder alegrarse de é l en el futuro.

30: 2 El que educa bien a su hijo encontrará satisfacció n en é l y se sentirá orgulloso entre sus conocidos.

30: 3 El que instruye a su hijo, pondrá celoso a su enemigo, y se sentirá dichoso delante de sus amigos,

30: 4 Cuando el padre muere, es como si no muriese, pues deja tras de sí un hijo semejante a é l.

30: 5 Mientras vive, se alegra de verlo, y a su muerte, no siente ningú n pesar:

30: 6 deja a alguien que lo vengará de sus enemigos, y devolverá los favores a sus amigos.

30: 7 No consientas demasiado a tu hijo: vendando todas y cada una de sus heridas, y angustiá ndote con cada grito de dolor que dé.

30: 8 Un caballo sin domar, sale arisco, y un hijo consentido sale insolente y libertino.

30: 9 Malcrí a a tu hijo, y te hará temblar; juega demasiado con é l, y te llenará de tristeza, pues nunca aprenderá el serio valor del trabajo.

30: 10 No bromees demasiado con é l, no sea que, perdié ndote el respeto, al final te cause sufrimiento, haciendo rechinar tus dientes.

30: 11 No les des rienda suelta en su juventud,

30: 12 pé gale sin temor mientras aú n es niñ o, no sea que se vuelva rebelde y te desobedezca.

30: 13 Educa a tu hijo y fó rmalo bien, para que no tengas que soportar su insolencia.

 

La salud corporal

30: 14 Má s vale pobre sano y vigoroso, que rico lleno de achaques.

30: 15 La salud y el vigor valen má s que todo el oro; y el cuerpo robusto, má s que una inmensa fortuna.

30: 16 No hay mejor riqueza material que la salud del cuerpo, ni mayor felicidad material que la alegrí a del corazó n.

30: 17 Es preferible la muerte, a una vida amarga; y el descanso eterno, a una enfermedad permanente.

30: 18 Manjares derramados sobre una boca cerrada, son los alimentos depositados sobre una tumba:

30: 19 ¿ de qué le sirve al í dolo la ofrenda si no puede comer ni gustar? Así pasa con el hombre perseguido por el Señ or:

30: 20 mira con sus ojos y lanza un suspiro, como un eunuco cuando abraza a una virgen.

 

La alegrí a del corazó n

30: 21 No dejes que la tristeza se apodere de ti, ni te atormentes con tus cavilaciones.

30: 22 Un corazó n alegre es la vida del hombre, y el gozo alarga el nú mero de sus dí as.

30: 23 Vive ilusionado con el bien deparado para los justos, y consuela así tu corazó n; aparta lejos de ti la tristeza, porque la tristeza fue la perdició n de muchos, y no se saca de ella ningú n provecho.

30: 24 La envidia y la ira acortan la vida, y las preocupaciones hacen envejecer antes de tiempo.

30: 25 Un hombre de corazó n alegre tiene buen apetito, y lo que come le hace provecho.

 

CAPÍ TULO 31

 

Peligro de las riquezas

31: 1 Los desvelos del rico terminan por consumirlo, y el afá n de riquezas hace perder el sueñ o.

31: 2 La preocupació n por el sustento no deja dormir, y priva del sueñ o má s que una grave enfermedad.

31: 3 El rico se fatiga por amontonar una fortuna, y si descansa, es para hartarse de placeres;

31: 4 El pobre se fatiga para vivir modestamente, y si descansa, cae en la indigencia.

31: 5 El que ama el oro nunca podrá ser justo; y, el afá n de lucro, hace extraviar al hombre.

31: 6 Muchos acabaron en la ruina por culpa del oro y se enfrentaron con su propia perdició n,

31: 7 porque el oro es una trampa para los que le ofrecen sacrificios; todos los insensatos quedaran atrapados en ella.

31: 8 ¡ Dichoso el rico de conducta intachable, que no corre tras el oro!

31: 9 ¿ Quié n es? Vamos a felicitarle, pues ha hecho maravillas en medio de su pueblo.

31: 10 ¿ Quié n fue tentado por el Oro, y no termino incliná ndose ante el? Tiene un buen motivo para gloriarse. ¿ Quié n pudo transgredir la Ley, y no la transgredió; hacer el mal, y no lo hizo?

31: 11 Sus bienes estará n asegurados y la asamblea publicará sus beneficios.

 

La frugalidad en los banquetes

31: 12 ¿ Te has sentado en una mesa opulenta? ¡ No abras la boca de par en par!; ni digas, relamié ndote los labios, " ¡ Cuá ntas cosas hay aquí! "

31: 13 Acué rdate que está mal tener un ojo á vido: ¿ ha sido creado algo peor que el ojo? Por eso derrama lá grimas por cualquier cosa.

31: 14 No extiendas la mano a todo lo que veas, para no tropezar con tu vecino en el plato.

31: 15 Juzga a tu pró jimo como te juzgarí as a ti mismo; y, en todo asunto, actú a con reflexió n.

31: 16 Come como persona educada lo que pongan delante, y no mastiques ruidosamente, para no hacerte odioso.

31: 17 Sé el primero en dejar de comer , por buena educació n, y no seas insaciable, así no tendrá s tropiezo.

31: 18 Si está s sentado entre muchos comensales, no extiendas tu mano antes que los demá s.

31: 19 ¡ Qué poco le basta a un hombre bien educado! Por eso no siente que se asfixia, cuando se acuesta en el lecho.

31: 20 A estó mago sobrio, sueñ o saludable: uno se levanta temprano, y está bien despierto. Insomnio penoso, ná useas y có licos: eso le espera al hombre insaciable.

31: 21 Y, si te han forzado a excederte en la comida, levá ntate, ve lejos a vomitar, y sentirá s alivio.

31: 22 Escú chame, hijo mí o, no me desprecies, y al final comprenderá s mis palabras: sé moderado en todas tus acciones, y nunca caerá s enfermo.

31: 23 Los labios bendicen al que sirve bien de comer, y el testimonio de su generosidad es digno de fe.

31: 24 La ciudad murmura del que mezquina el pan, y el testimonio de su mezquindad es exacto.

 

Beneficios y peligros del vino

31: 25 No te hagas el valiente con el vino, porque el vino ha sido la perdició n de muchos.

31: 26 Como la fragua pone a prueba el temple del acero, el vino prueba al hombre en las disputas de los prepotentes.

31: 27 El vino es como la vida para el hombre, siempre que se lo beba con moderació n. ¿ Qué es la vida cuando falta el vino? Porque é l fue creado para alegrí a de los hombres.

31: 28 Gozo del corazó n y alegrí a del alma es el vino bebido a su tiempo y en la medida conveniente.

31: 29 Amargura del alma es el vino bebido en exceso, con á nimo de desafiar y provocar.

31: 30 La embriaguez enfurece al necio hasta el escá ndalo, disminuye sus fuerzas y le provoca heridas.

31: 31 Mientras se bebe vino, no reprendas a tu pró jimo, ni lo humilles si se pone alegre; no le dirijas palabras injuriosas, ni lo importunes con reclamos.

 

CAPÍ TULO 32

 

La actitud del que preside el banquete

32: 1 ¿ Te toca presidir la mesa? No te envanezcas: compó rtate con los demá s como uno de ellos y atié ndelos bien antes de sentarte.

32: 2 Una vez cumplido todo tu oficio, ocupa tu puesto para alegrarte a causa de los comensales, y verte coronado porque todo está en orden.

 

La conversació n en los banquetes

32: 3 Habla, anciano, porque te corresponde hacerlo, pero con discreció n, y sin interrumpir la mú sica.

32: 4 Mientras se escucha, no te pongas a charlar ni te hagas el sabio fuera de tiempo.

32: 5 Sello de rubí en una alhaja de oro, es un concierto musical mientras se bebe vino;

32: 6 sello de esmeralda en un engaste de oro, es la mú sica melodiosa sobre la dulzura del vino.

32: 7 Habla, joven, cuando sea necesario, dos veces a lo sumo, si se te pregunta.

32: 8 Habla concisamente, di mucho en pocas palabras: sé como uno que sabe, y sin embargo se calla.

32: 9 En medio de los grandes, no pretendas igualarlos, y si otro habla, sé parco en tus palabras.

32: 10 El relá mpago brilla antes del trueno, y el encanto precede al hombre modesto.

32: 11 Levá ntate a tiempo, no seas el ú ltimo en irte, ve derecho a tu casa, sin entretenerte por el camino.

32: 12 Divié rtete allí como má s te guste, pero sin pecar con palabras arrogantes.

32: 13 Y por todo eso, bendice a tu Creador, que te embriaga con sus bienes.

 

El temor de Adonai Yah

32: 14 El que teme al Señ or acepta ser instruido, y los que lo buscan ardientemente alcanzará n su favor.

32: 15 El que busca la Ley se saciará de ella; pero, al que finge observarla, le sirve de tropiezo.

32: 16 Los que temen al Señ or, comprenden lo que es la justicia, y hacen salir de la oscuridad sus pensamientos.

32: 17 El pecador no tolera ningú n reproche, y siempre busca un pretexto para rechazar el reinado de Yah sobre su vida, haciendo lo que se le antoja.

32: 18 El hombre de consejo, no descuida la reflexió n; el impí o y el arrogante proceden temerariamente.

32: 19 No hagas nada sin el debido consejo, y no te arrepentirá s de tus acciones.

32: 20 No vayas por un camino lleno de obstá culos, y no tropezará s contra las piedras.

32: 21 No seas demasiado confiado: No te fí es de un camino inexplorado,

32: 22 y cuí date hasta de tus hijos.

32: 23 En todo lo que hagas, sé fiel a tus convicciones é ticas y morales, porque en esto consiste guardar los mandamientos.

32: 24 El que confí a en la Ley, presta atenció n a los mandamientos; y, el que confí a en Adonai Yah, no sufrirá menoscabo.

 

CAPÍ TULO 33

 

33: 1 El que teme al Señ or no sufrirá ningú n mal; y, en la prueba, será librado una y otra vez.

33: 2 El hombre sabio no aborrece la Ley; pero, el que finge observarla, es como un barco en la tempestad.

33: 3 El hombre sabio, confí a en los mandamientos de la Ley; obedecerlos es para el, seguro orá culo Divino, que presagia vida, paz, y bendició n.

33: 4 Prepara tu discurso, y así será s escuchado; ordena tus ideas, y luego responde.

33: 5 Los sentimientos del necio son una rueda de carro, y su razonamiento es como un eje que da vueltas.

33: 6 Un amigo burló n es como un caballo en celo: relincha bajo cualquier jinete.

 

El dominio del Señ or sobre los tiempos y los hombres

33: 7 ¿ Por qué un dí a es má s importantes que otro, si a todos los dí as del añ o la luz les viene del sol?

33: 8 Es la ciencia del Señ or la que los hizo diferentes, y É l diversificó los tiempos y las fiestas:

33: 9 a unos dí as los exaltó y consagró, y a otros los computó entre los dí as ordinarios.

33: 10 Todos los hombres provienen del suelo, y Adá n fue creado de la tierra;

33: 11 pero, en su gran sabidurí a, el Señ or los distinguió, y les permitió marchar por caminos diversos:

33: 12 a unos les permitió escoger bendició n y honra; les permitió consagrarse, y acercarse a É l. A otros les permitió escoger maldició n y humillació n, para derribarlos de sus puestos.

33: 13 Como está la arcilla en las manos del alfarero, que dispone de ella segú n su voluntad, así está n los hombres en las manos de su Creador, quien ha dispuesto que cada uno reciba el bien o mal que haya escogido.

33: 14 Frente al mal, está el bien; y, frente a la muerte, está la vida: así, frente al hombre bueno, está el pecador.

33: 15 Considera asimismo todas las obras del Altí simo: está n de dos en dos, una frente a otra.

 

El autor del Libro y su obra

33: 16 Yo, el ú ltimo en llegar, me mantuve alerta como quien recoge detrá s de los viñ adores.

33: 17 Por la bendició n del Señ or, he llegado a tiempo, y como un viñ ador, he llenado el lagar.

33: 18 Sepan que no me fatigué para mí solamente, sino para todos los que buscan la instrucció n.

33: 19 Escú chenme, grandes del pueblo, y ustedes, jefes de la asamblea, pré stenme atenció n.

 

Testamentos y administració n de los bienes

33: 20 Sea hijo o mujer, hermano o amigo, a nadie des autoridad sobre ti mientras vivas. Tampoco des a otros tus riquezas , no sea que, arrepentido, tengas que suplicar por ellas.

33: 21 Mientras vivas, y no te falte el aliento, no te entregues en manos de otro:

33: 22 es mejor que tus hijos te pidan, que tener tus ojos fijos en sus manos.

33: 23 En todo lo que hagas, muestra domino propio, y no manches con nada tu reputació n.

33: 24 Cuando lleguen a su té rmino los dí as de tu vida, a la hora de la muerte, reparte tu herencia.

 

El trato con los servidores

33: 25 Al asno el forraje, el bastó n y la carga; al servidor el pan, la disciplina, y el trabajo.

33: 26 Obliga a trabajar a tu sirviente, y encontrará s descanso; dé jalo desocupado, y buscará rebelarse.

33: 27 El yugo y las riendas doblegan la nuca, y para el sirviente perverso, está n la disciplina y el trabajo duro.

33: 28 Fué rzalo a trabajar, para que no se rebele, porque el ocio enseñ a muchas cosas malas.

33: 29 Oblí galo a trabajar como le corresponde, y si no obedece, limita su rango de movimiento.

33: 30 Pero a nadie le exijas má s de la cuenta, y no hagas nada sin justicia.

33: 31 Si no tienes má s que un servidor, considé ralo como a ti mismo, porque lo has adquirido con sangre;

33: 32 si no tienes má s que un servidor, trá talo como a un hermano, porque lo necesitas tanto como a ti mismo.

33: 33 Si tú lo maltratas y é l termina por escaparse, ¿ por qué camino lo irá s a buscar?

 

CAPÍ TULO 34

 

La veleidad de los sueñ os

34: 1 Vanas y engañ osas son las esperanzas del insensato, y los sueñ os dan alas a los necios.

34: 2 Tratar de asir una sombra o correr detrá s del viento, es dar cré dito a los sueñ os.

34: 3 Las visiones de los sueñ os pueden llegar a convertirse en un espejismo: un rostro ante el reflejo de su propia imagen.

34: 4 ¿ Puede sacarse algo puro de aquel que es completamente impuro? ¿ Puede salir verdad alguna de aquel que es pura mentira?

34: 5 Adivinaciones, augurios y sueñ os son vanas ilusiones, como fantasí as de una mujer en parto.

34: 6 A no ser que te conste que provienen del Altí simo, no prestes cré dito a sueñ o alguno.

34: 7 Porque los sueñ os han extraviado a muchos, que cayeron por poner en ellos su fe.

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