Confesión de obediencia a los Diez Mandamientos De La Ley Divina (la Torah) 3 страница
15: 18 Porque grande es la sabidurí a del Señ or, é l es fuerte y poderoso, y ve todas las cosas. 15: 19 Sus ojos está n fijos en aquellos que lo temen y É l conoce todas las obras del hombre. 15: 20 A nadie le ordenó ser impí o, ni dio a nadie autorizació n para pecar.
CAPÍ TULO 16
Los hijos impí os 16: 1 No desees un gran nú mero de hijos inú tiles, ni te alegres de los hijos impí os. 16: 2 Por muchos que sean, no te alegres de ellos, si les falta el temor del Señ or. 16: 3 No esperes que vivan mucho tiempo, ni te sientas seguro porque son numerosos: vale má s un hijo justo, que mil hijos impí os; y es mejor morir sin hijos, que tenerlos impí os. 16: 4 Con uno solo inteligente se puebla una ciudad, pero la estirpe de los hombres sin ley es arrasada.
El castigo de los pecadores 16: 5 Mis ojos han visto muchas cosas semejantes, y cosas peores aú n escucharon mis oí dos. 16: 6 En la reunió n de los pecadores, arde el fuego de Gehinnom, y contra la nació n rebelde como Sodoma, se enciende la ira. 16: 7 El Señ or no perdonó a los antiguos gigantes, que se rebelaron con toda su fuerza. 16: 8 No dejó sin castigo a Sodoma, la ciudad donde Lot viví a; ni a los Sodomitas, cuyo orgullo abominaba. 16: 9 No se apiadó de la nació n condenada al exterminio, de los que fueron expulsados a causa de sus pecados. 16: 10 Así trató tambié n a los seiscientos mil soldados, que se amotinaron por la dureza de su corazó n. 16: 11 Aunque fuera uno solo el hombre obstinado, serí a un milagro que quedara impune, porque en É l está la misericordia, pero tambié n la ira, es tan fuerte para el perdó n como pró digo para la ira. 16: 12 Tan grande como su misericordia, es su reprobació n: É l juzga a cada uno segú n sus obras. 16: 13 El pecador no escapará con su presa, ni será defraudada la constancia de los buenos. 16: 14 É l tiene en cuenta cada limosna, y cada uno recibirá conforme a sus obras.
La omnipresencia de Dios 16: 17 No digas: " Me ocultaré del Señ or, y allá en lo alto, ¿ quié n se acordará de mí? Entre tanta gente pasaré inadvertido: ¿ quié n soy yo en la inmensa creació n? " 16: 18 Mira: el Cielo y lo má s alto del cielo, el Abismo y la tierra se conmueven cuando é l los visita: 16: 19 las montañ as junto con los cimientos de la tierra tiemblan de espanto bajo su mirada. 16: 20 Pero no se reflexiona en estas cosas ¿ y quié n presta atenció n a sus designios? 16: 21 Como una tempestad que se desata sin que el hombre se dé cuenta, así la mayorí a de sus obras permanecen ocultas.
16: 22 " ¿ Quié n anuncia las obras de justicia? ¿ Quié n las espera? Porque la alianza está lejos": 16: 23 así razona el que no tiene entendimiento; el insensato, el extraviado, só lo piensa necedades.
El orden de la creació n 16: 24 Hijo mio, escú chame, y aprende sabidurí a: presta mucha atenció n a mis palabras. 16: 25 Te enseñ are la doctrina con mesura, con precisió n te mostrare en que consiste la ciencia. 16: 26 Por decisió n del Señ or existen sus obras desde el principio: desde que fueron hechas, é l fijó sus lí mites. 16: 27 É l ordenó sus obras para siempre, y su gobierno por todas las generaciones. Ellas no sufren hambre ni se fatigan y nunca interrumpen su actividad. 16: 28 No se chocan unas contra otras y jamá s desobedecen a su palabra. 16: 29 Luego el Señ or fijó sus ojos en la tierra y la colmó de sus bienes. 16: 30 La cubrió con toda clase de vivientes y todos volverá n a ella.
CAPÍ TULO 17
La creació n del hombre 17: 1 El Señ or creó al hombre de la tierra y lo hace volver de nuevo a ella. 17: 2 Le señ aló un nú mero de dí as y un tiempo determinado, y puso bajo su dominio las cosas de la tierra. 17: 3 Lo revistió de una fuerza semejante a la suya y lo hizo segú n su propia imagen. 17: 4 Hizo que todos los vivientes lo temieran, para que é l dominara las fieras y los pá jaros. 17: 6 Le dio una lengua, ojos y oí dos, el poder de discernir y un corazó n para pensar. 17: 7 É l colmó a los hombres de saber y entendimiento, y les mostró el bien y el mal. 17: 8 Les infundió su propia luz, para manifestarles la grandeza de sus obras, 17: 9 y les permitió gloriarse eternamente de sus maravillas: 17: 10 así alabará n su Nombre santo, proclamando la grandeza de sus obras.
La Alianza del Señ or con Israel 17: 11 Les concedió ademá s la ciencia y les dio como herencia una Ley de vida; 17: 12 estableció con ellos una alianza eterna, y les hizo conocer sus decretos. 17: 13 Ellos vieron con sus ojos la grandeza de su gloria, y oyeron con sus oí dos la gloria de su voz. 17: 14 É l les dijo: " Cú idense de toda injusticia", y dio a cada uno preceptos acerca del pró jimo.
La misericordia y la justicia del Señ or 17: 15 Los caminos de los hombres está n siempre ante é l, y no pueden ocultarse a sus ojos. 17: 17 É l asignó un jefe a cada nació n, pero Israel es la parte del Señ or. 17: 18 É l es su primogé nito, al que nutrió con su instrucció n, y cuando dispensa la luz del amor, no lo abandona. 17: 19 Todas sus obras son para é l claras como el sol, y É l tiene los ojos fijos en sus caminos. 17: 20 Sus injusticias no está n ocultas para el Señ or y todos sus pecados está n delante de é l. 17: 22 La limosna que da un hombre, es para Adonai como un sello, y tiene en cuenta un favor, como a la pupila de sus ojos.
17: 23 Despué s se levantará y les retribuirá, y pondrá sobre sus cabezas la recompensa merecida. 17: 24 A los que se arrepienten de corazó n, les permite retornar, consolando así a los que habí an perdido la esperanza de obtener perdó n Divino. Exhortació n al arrepentimiento 17: 25 Vuelve al Señ or Yah, y deja de pecar; suplica ante su rostro, y deja de ofenderlo. 17: 26 Vuelve al Altí simo, apá rtate de la injusticia, y odia profundamente toda abominació n. 17: 27 ¿ Quié n alabará al Altí simo en el Abismo, si los vivientes no le rinden homenaje? 17: 28 La alabanza no puede venir de un muerto, que es como quien ya no existe; solo el que vive y goza de salud, puede alabar al Señ or. 17: 29 ¡ Qué grande es la generosidad del Señ or, y su perdó n para los que vuelven a é l! 17: 30 Un hombre no puede tenerlo todo, porque el ser humano no es inmortal. 17: 31 ¿ Hay algo má s luminoso que el sol? ¡ y sin embargo, tambié n é l se eclipsa! ¡ Cuá nto má s la carne y la sangre, que só lo conciben el mal! 17: 32 El Señ or pasa revista al ejé rcito de los cielos, ¡ cuá nto má s a los hombres, que son tierra y ceniza!
CAPÍ TULO 18
La grandeza y la misericordia del Señ or 18: 1 El que vive para siempre creó todas las cosas por igual; 18: 2 só lo el Señ or Yah será hallado justo; no hay otro fuera de É l, y nadie hay mas que É l. 18: 3 É l gobierna el mundo con la palma de la mano, y todo obedece a su voluntad, ya que é l, por su poder, es el Rey de todas las cosas y separa las sagradas de las profanas. 18: 4 A nadie le dio el poder de anunciar sus obras: ¿ quié n rastreará su grandeza? 18: 5 ¿ Quié n podrá medir la magnitud de su fuerza, y quié n pretenderá narrar sus misericordias? 18: 6 No hay nada que quitar, nada que añ adir, y es imposible rastrear las maravillas del Señ or. 18: 7 Cuando el hombre ha agotado sus posibilidades de conocer a Dios, aú n está só lo al comienzo; cuando se detiene, no sale de su estupor, pues su debilidad solo sirve para resaltar la grandeza de Dios. 18: 8 ¿ Qué es el hombre? ¿ Para qué sirve? ¿ Cuá l es su bien y cuá l es su mal? 18: 9 La vida de un hombre dura cien añ os a lo má s: 18: 10 como una gota del mar y como un grano de arena, son sus pocos añ os frente a la eternidad. 18: 11 Por eso el Señ or es paciente con ellos y derrama sobre ellos su misericordia. 18: 12 É l ve y conoce qué miserable es su fin, y por eso multiplica su perdó n. 18: 13 El hombre só lo tiene misericordia de su pró jimo, pero el Señ or es misericordioso con todos los vivientes. É l reprende, corrige y enseñ a, y los hace volver como el pastor a su rebañ o. 18: 14 É l tiene misericordia con los que aceptan la instrucció n de su Torah; y está n siempre dispuestos a cumplir lo ordenado en las dos piedras.
El arte de hacer el bien 18: 15 Hijo mí o, no eches en cara los beneficios que haces, ni acompañ es tus dones con palabras ofensivas. 18: 16 ¿ No calma el rocí o el calor ardiente? Así, una buena palabra puede má s que un regalo. 18: 17 ¿ Acaso no vale má s una palabra que un obsequio? Pero el hombre caritativo sabe unir las dos cosas. 18: 18 El necio reprende sin ningú n miramiento, y el don del avaro hace correr las lá grimas.
La preocupació n en el obrar 18: 19 Antes de hablar, instrú yete bien en el asunto; y cuí date, antes de caer enfermo. 18: 20 Antes de juzgar a otros, examí nate a ti mismo; y hallará s perdó n, cuando te visite el juicio del Señ or. 18: 21 Humí llate antes de caer enfermo, y arrepié ntete apenas hayas pecado. 18: 22 Que nada te impida cumplir tus votos en el momento debido, y no esperes hasta la muerte para estar en regla. 18: 23 Antes de hacer un voto, prepá rate a cumplirlo, y no seas como un hombre que tienta al Señ or. 18: 24 Recuerda la ira de los ú ltimos dí as, y el tiempo del castigo, cuando el Señ or apartará su rostro. 18: 25 En tiempo de abundancia, recuerda el tiempo de hambre, y en los dí as de riqueza, la pobreza y la penuria. 18: 26 De la mañ ana a la tarde, el tiempo cambia, y todo pasa rá pidamente delante del Señ or. 18: 27 El hombre sabio está siempre alerta, y en la ocasió n de pecado, se cuida para no faltar. 18: 28 Todo hombre prudente conoce la sabidurí a y rinde homenaje al que la encuentra. 18: 29 Los que hablan con sensatez, son sabios ellos mismos, y derraman como lluvia proverbios acertados
El dominio de sí mismo 18: 30 No te dejes guiar por tus pasiones, refrena en cambio tus deseos. 18: 31 Si cedes a los impulsos de la pasió n, ella hará de ti la irrisió n de tus enemigos. 18: 32 Que tu alegrí a no consista en darte todos los gustos ni te endeudes para pagar lo que ellos cuestan. 18: 33 No te empobrezcas yendo de fiesta con dinero prestado, cuando no tienes nada en el bolsillo.
CAPÍ TULO 19
19: 1 Un obrero bebedor nunca se hará rico, y el que desprecia las cosas pequeñ as, poco a poco se arruinara. 19: 2 Vino y mujeres extraví an a los inteligentes, y el que frecuenta prostitutas se vuelve temerario: 19: 3 su herencia será la podredumbre y los gusanos, el hombre temerario perderá su vida.
La discreció n en el hablar 19: 4 Quien se confí a enseguida, no tiene buen juicio, y el que peca, a sí mismo se perjudica. 19: 5 El que se complace en el mal, será condenado. 19: 6 y el que detesta el mucho hablar, escapara del mal . 19: 7 No repitas nunca un chisme, y no sufrirá s ningú n dañ o. 19: 8 No se lo digas a nadie, sea amigo o enemigo; a menos que sea pecado para ti, no lo descubras: 19: 9 porque el que te escucha no se fiara mas de ti, y en la ocasió n mas propicia, te despreciara. 19: 10 ¿ Has oí do algo? Que muera contigo; no tengas miedo, no te hará reventar. 19: 11 El necio sufre cuando guarda un secreto, como la parturienta por su criatura. 19: 12 Como una flecha clavada en el muslo es el secreto en el pecho del necio.
La actitud frente a los rumores y calumnias 19: 13 Aclara las cosas con tu amigo: a lo mejor no hizo nada de lo que se le acusa; y, si lo hizo, para que no lo vuelva a hacer. 19: 14 Aclara las cosas con tu pró jimo: a lo mejor no dijo nada; y si lo dijo, para que no lo repita. 19: 15 Aclara las cosas con tu amigo: con frecuencia se calumnia, y no debes fiarte de todo lo que se dice. 19: 16 Se puede cometer un desliz sin querer, ¿ y quié n no ha pecado con su lengua? 19: 17 Aclara las cosas con tu pró jimo antes de amenazarlo, y luego da lugar a la Ley del Altí simo.
La falsa sabidurí a 19: 20 Toda sabidurí a consiste en temer al Señ or, y solo hay sabidurí a cuando se practican los diez mandamientos de la Ley. 19: 22 No es sabidurí a saber hacer el mal; y, seguir el consejo de los pecadores, no es inteligencia. 19: 23 Hay una astucia que resulta abominable, y el que carece de sabidurí a es insensato. 19: 24 Es preferible el poco inteligente que teme a Yah, al muy inteligente que quebranta los mandamientos de Adonai. 19: 25 Hay una astucia sutil, pero injusta , y hay quien usa de artimañ as para hacer valer su derecho . 19: 26 Hay un malvado que va encorvado por la tristeza, pero su interior está lleno de falsedad: 19: 27 se cubre el rostro y aparenta no oí r, pero si nadie lo ve, te saca ventaja. 19: 28 Si le falta fuerza para pecar, cuando encuentre una ocasió n, te perjudicará. 19: 29 Por la mirada se reconoce a un hombre; por su aspecto y su barba, al hombre sabio. 19: 30 La vestimenta del hombre, su manera de reí r y todo su porte revelan lo que é l es.
CAPÍ TULO 20
Saber hablar y callarse a tiempo 20: 1 Hay reprensiones que son inoportunas, y hay silencios que revelan al hombre prudente . 20: 2 Má s vale reprender que guardarse el enojo, y el que confiesa su falta, se libra de la desgracia. 20: 4 Como el castrado que desea desflorar a la señ orita, así es quien pretende hacer justicia, utilizando la fuerza. 20: 5 Uno se calla, y es tenido por sabio, y otro se hace odioso por su locuacidad. 20: 6 Uno se calla porque no tiene qué responder; y otro, porque espera la oportunidad. 20: 7 El sabio guarda silencio hasta el momento oportuno, pero el petulante y necio no se fija en el tiempo. 20: 8 El que habla demasiado se vuelve abominable y el que pretende imponerse se hace odioso.
Las paradojas de la vida 20: 9 A veces se saca provecho de la adversidad, y otras veces, la suerte acaba en desgracia. 20: 10 Hay regalos que no te dan provecho, y hay otros, que rinden el doble. 20: 11 Hay desgracias que provienen de los honores, y hay gente humilde que pudo levantar cabeza. 20: 12 Hay quien compra mucho a bajo precio, pero despué s tiene que pagarlo siete veces má s caro. 20: 13 El sabio se hace amar por sus palabras, pero los cumplidos del necio caen en el vací o. 20: 14 El regalo del insensato no te aprovechará, porque é l espera que le devuelvan mucho má s: 20: 15 da poco y echa en cara mucho, abre la boca como un pregonero, presta hoy y mañ ana exige. ¡ Qué detestable es un hombre así! 20: 16 El necio dice: " No tengo ni un amigo; nadie agradece mis beneficios; 20: 17 los que comen mi pan tienen la lengua olvidadiza". ¡ Cuá ntos y cuá ntas veces se reirá n de é l!
El desacierto en el hablar 20: 18 Má s vale resbalar en el piso, que con la lengua; así es como de repente caen los malvados. 20: 19 Un hombre grosero, es como un cuento inoportuno, que siempre está en boca de los mal educados. 20: 20 Nadie aprueba el proverbio dicho por un necio, porque nunca lo dice en el momento oportuno. 20: 21 A algunos la indigencia los preserva del pecado; y, cuando descansan, no sienten remordimientos. 20: 22 Hay quien se pierde por timidez, y se pierde por temor a un insensato. 20: 23 Hay quien por timidez hace promesas a un amigo y se gana un enemigo inú tilmente.
La mentira 20: 24 La mentira es para el hombre una mancha infamante: siempre está en boca de los ignorantes. 20: 25 Mejor es el ladró n, que el mentiroso obstinado; aunque uno y otro heredará n la perdició n. 20: 26 El que se acostumbra a mentir, cae en la deshonra, y su ignominia lo acompañ a constantemente.
Ventajas y peligros de los sabios 20: 27 El sabio se abre camino con sus palabras y el hombre prudente agrada a los poderosos. 20: 28 El que cultiva la tierra, llena hasta arriba su granero; y, el que agrada a los grandes, expí a la falta que cometerá hacia ellos. 20: 29 Las dá divas y los regalos ciegan a los sabios, y son como un bozal, que acalla sus crí ticas. 20: 30 La Sabidurí a escondida, y el tesoro invisible: ¿ de qué sirven una cosa y la otra? 20: 31 El hombre que disimula su necedad, actú a mas sabiamente que aquel que oculta su sabidurí a.
CAPÍ TULO 21
Exhortació n a evitar el pecado
21: 1 ¿ Has pecado, hijo mí o? No lo vuelvas a hacer, y pide perdó n por tus faltas pasadas. 21: 2 Huye del pecado como de una serpiente, porque si te acercas, te morderá; sus dientes son dientes de leó n, que arrebatan la vida de los hombres. 21: 3 Toda transgresió n es como espada de dos filos: no hay remedio para su herida. 21: 4 La violencia y la soberbia hacen perder las riquezas: así será arrasada la casa del orgulloso. 21: 5 La oració n del pobre va directamente desde su boca, hasta los oí dos del Señ or, y la sentencia divina no se hace esperar. 21: 6 El que odia que lo reprendan, sigue las huella del pecador; pero, el que teme a Adonai Yah, se convierte de corazó n. 21: 7 Al charlatá n se le reconoce desde lejos, pues el hombre que reflexiona detecta sus artificios. 21: 8 El que acrecienta su hacienda a cuenta de dinero ajeno, es como el que trabaja para su destrucció n; como quien amontona piedras para su propia tumba. 21: 9 La reunió n de los pecadores es como un montó n de estopa, y su fin es la llama del fuego. 21: 10 Amplio es el camino de los pecadores, pues está despejado de piedras; pero desemboca en lo profundo del Abismo; en las tinieblas y tormentos de Gehinnom.
El sabio y el necio 21: 11 El que observa los diez mandamientos de la Ley, está completo , pues domina sus instintos, y el temor del Señ or es la culminació n de la sabidurí a. 21: 12 El que no posee habilidad, no puede aprender; pero hay habilidades que producen amargura. 21: 13 La ciencia del sabio crece como una inundació n, y su consejo es como fuente de vida. 21: 14 La mente del necio es como un vaso roto: no retiene ningú n conocimiento. 21: 15 Si un hombre de saber oye una palabra sabí a, la elogia, y le añ ade otra suya; si la oye un necio, le desagrada, y la pone en su espalda, donde no pueda verla. 21: 16 Soportar la conversació n del necio es como llevar una carga pesada durante un largo viaje; pero, los labios del inteligente saben como agradar. 21: 17 La opinió n del prudente es requerida en la asamblea, y todos reflexionan sobre sus palabras. 21: 18 Como una casa en ruinas es la sabidurí a del necio, y la ciencia del insensato es una serie de incoherencias. 21: 19 La instrucció n es para el tonto como un cepo en los pies, y como esposas en su mano derecha. 21: 20 El necio se rí e a carcajadas, pero el hombre sagaz sonrí e apenas y sin estré pito. 21: 21 La instrucció n es para el prudente como un adorno de oro y como un brazalete en el brazo derecho. 21: 22 El pie del necio entra rá pido en la casa, pero el hombre experimentado se acerca con vergü enza. 21: 23 El necio curiosea la casa desde la puerta, pero el bien educado se queda afuera. 21: 24 Es falta de educació n escuchar junto a la puerta: al prudente se le caerí a la cara de vergü enza. 21: 25 Los labios de los charlatanes hablan só lo de oí das, pero los prudentes pesan bien sus palabras. 21: 26 Los necios hablan siempre sin pensar; los sabios piensan, y luego hablan. 21: 27 Cuando el impí o maldice al adversario, se maldice a sí mismo. 21: 28 El chismoso se mancha a sí mismo, y es detestado por los que le rodean.
CAPÍ TULO 22
La holgazanerí a 22: 1 El perezoso se parece a una piedra ensuciada: todos silban despectivamente por su deshonra. 22: 2 El perezoso se parece a un montó n de excrementos: el que los levanta se sacude las manos.
Los malos hijos 22: 3 La vergü enza de un padre es tener un hijo mal educado, y si es una hija, viene al mundo para su desgracia. 22: 4 La hija prudente tendrá como herencia un marido, pero la desvergonzada será la tristeza de su padre. 22: 5 La hija insolente avergü enza al padre y al marido, y es despreciada por los dos. 22: 6 Como mú sica en un duelo, son las palabras inoportunas; pero el castigo y la disciplina son sabidurí a en todo tiempo. 22: 7 Los hijos que, en adició n a llevar una vida honesta, tienen con qué alimentarse, hacen olvidar el humilde origen de sus padres. 22: 8 Los hijos que son jactanciosos y mal educados, deshonran el noble origen que pueda tener su familia.
Precauciones en el trato con los necios 22: 9 Enseñ ar a un necio es tan difí cil como reparar una vasija rota, o despertar a alguien de un sueñ o profundo. 22: 10 Razonar con un necio es como razonar con un soñ oliento: al final dirá: " ¿ De qué se trata? " 22: 11 Llora por un muerto, porque ha perdido la luz; llora por un necio, porque ha perdido la inteligencia: llora serenamente por un muerto, porque é l reposa; la vida del necio, en cambio, es peor que la muerte. 22: 12 El duelo por un muerto dura siete dí as; por el necio y el impí o, todos los dí as de su vida. 22: 13 No hables demasiado con un insensato, ni andes en compañ í a del necio ; cuí date de é l, no sea que te cause un disgusto, y te salpique cuando se sacuda. Apá rtate de é l, y tendrá s descanso, estará s tranquilo, sin tener que preocuparte de sus arrebatos. 22: 14 ¿ Qué cosa es má s pesada que el plomo?, y ¿ que otro nombre darle sino " necio"? 22: 15 La arena, la sal, y una masa de hierro, pesan menos que un hombre insensato.
La firmeza de á nimo 22: 16 Casa bien trabada con vigas de madera, no se desmorona ni por un terremoto: así, un corazó n afirmado con madura reflexió n, no se acobardará cuando llegue el momento. 22: 17 Un corazó n apoyado en una reflexió n inteligente, es como el estuco que adorna un muro bien pulido. 22: 18 Una empalizada puesta sobre una altura, no puede resistir los embates del viento: así, un corazó n apocado por necias ideas, es incapaz de resistir el miedo a la muerte.
La amistad 22: 19 El que lastima un ojo, hace brotar las lá grimas; el que lastima el corazó n, hace aparecer los sentimientos. 22: 20 El que tira una piedra a los pá jaros, los espanta; el que afrenta a un amigo, rompe la amistad. 22: 21 Si has sacado la espada contra un amigo, no desesperes: es posible volver atrá s; 22: 22 si has abierto la boca contra un amigo, no te inquietes: es posible la reconciliació n. Pero ante la afrenta, el orgullo, la revelació n de un secreto, y el golpe traicionero, ante esas cosas, huirá cualquier amigo. 22: 23 Gá nate la confianza de tu pró jimo en su pobreza, para saciarte con é l en su prosperidad ; permanece con é l en el momento de la aflicció n y, si é l hereda, compartirá s su herencia. 22: 24 Antes del fuego, hay en el horno vapor y humo: así preceden los insultos a la sangre derramada. 22: 25 No me avergonzaré de proteger a un amigo , ni me ocultaré de su presencia; 22: 26 y, si por su culpa me sucede algú n mal, todo el que se entere se cuidará de é l.
Deseos del sabio 22: 27 ¡ Quié n le pusiera a mi boca un centinela, y a mis labios un sello de discreció n, para que yo no caiga a causa de ellos, y mi lengua no me lleve a la ruina!
CAPÍ TULO 23
Sú plica del sabio 23: 1 ¡ Señ or Yah, Padre y Dueñ o de mi vida, no me abandones al capricho de mis labios, ni me dejes caer por culpa de ellos!
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