Главная | Обратная связь | Поможем написать вашу работу!
МегаЛекции

Serapis, Isis y la Virgen María




Serapis, Isis y la Virgen Marí a

Lo que fue Asclepio en el á mbito de la cultura griega, lo fue Serapis
en Egipto. A mediados del siglo u d. C. habí a allí 42 templos dedicados


al dios egipcio má s popular junto a Isis. Sus santuarios de Alejandrí a y
Kanapos recibí an numerosos visitantes y a la adoració n al dios se unió la
avanzada ciencia mé dica, a la que el cristianismo tuvo poco aprecio o in-
cluso combatió. Lo mismo que Asclepio, Serapis es considerado un auxi-
liador universal, un dios panteí sta. Hay tambié n un dogma trinitario de
Serapis: Isis, Serapis, Horus. Junto con otros dioses y con personalidades
histó ricas como los Seié ucidas en Siria y los Ptolomeos en Egipto, Sera-
pis porta el titulo sagrado de «salvador», como má s tarde el Jesú s bí blico.
Se acude tambié n a la «mesa del Señ or Serapis» como má s tarde a la
«mesa del Señ or». Serapis tení a monjes y vale la pena citar el hecho de
que Paconio, el fundador del primer monasterio cristiano, habí a sido an-
tes monje de Serapis. En la é poca helenista se podí a fusionar a Serapis
con Asclepio, aunque su culto iba igualmente unido al de Isis. Habí a tem-
plos suyos en Corinto, Esparta, Petra, Kopai, tres (desde el 220 a. C. ) en
la isla de Dé los, varios en Roma. Y con la interpretació n de los sueñ os, la
lectura de los orá culos, etc., sus santuarios tuvieron el mismo movimien-
to de peregrinos que los de Asclepio. 19

Un importante centro de peregrinació n en la Antigü edad fue Efeso, la
capital de la provincia de Asia y sede principal de la diosa madre pagana.
Aquí, donde se mezclaban la religiosidad de Asia Menor con la piedad
griega, culminó el culto a Artemisa, se fundió la Artemisa Efesia dotada
por Zeus de virginidad eterna con Isis, la má s famosa de las diosas egipcias.

La religió n de Isis conocí a la revelació n, las escrituras sagradas, una
organizació n de su Iglesia con divisiones jerá rquicas y tantos milagros
que los artistas se enriquecieron representá ndolos. Las fiestas de Isis se
transformaron en el culto mariano, de aparició n relativamente tardí a. (El
navigium Isidis se celebra en las costas del sur de Francia hasta la fecha en
honor de Marí a. ) Pero Isis, como divinidad curativa y donadora de orá cu-
los fue lisonjeada en la isla de Filae, en el Nilo, con romerí as, procesio-
nes y ofrendas hasta el siglo vi d. C. Mucho antes que a Marí a de Naza-
ret, se rindió tributo a la virgen divina Isis con el hijo de Dios, la Madonna
pagana, a la que acudí an en especial muchachas y mujeres, con letaní as,
ofrendas, ayunos, ejercicios, se la ensalzó como madre, protectora de la
vida, señ ora de la naturaleza, auxiliadora en las penas del parto, como be-
nefactora «de la que viene todo lo bueno», como «amada señ ora», «madre
amantí sima», «reina de los cielos», «reina de los mares», «salvadora», «in-
maculada», «sancta regina», «mater doloroso», como «madre de la hier-
ba y de las flores». Y no es casual que despué s de largas luchas dogmá ti-
cas, en el Concilio de É feso del añ o 431 Isis tuviera que ceder finalmen-
te su tí tulo de «madre de Dios» {mwt ntr\ que ya llevaba en el antiguo
Egipto, a la madre de Jesú s, que ocupó entonces su puesto. 20

Lo mismo que en todos los lugares de peregrinació n y santuarios del
mundo precristiano, tambié n en Efeso tuvieron lugar «milagros y prodi-

2Í 3


 

gios». Se han encontrado exvotos, cerca de 800, en las proximidades del
altar, con representaciones de todos los miembros humanos, muestras de
agradecimiento por todo tipo de «atenciones». Habí a incluso un instituto
bancario en el templo -el mayor banco de la provincia-, y tambié n una
fá brica local que producí a exvotos y recuerdos para vender a los peregri-
nos. Habí a todo un ejé rcito de empleados del templo, no só lo comercian-
tes, los vendedores de talismanes y amuletos, sino tambié n servidores para
los sacrificios, vigilantes, mú sicos, cantantes del coro, magos, adivinos y
naturalmente el clero, los sumos sacerdotes con sus acó litos, las «abe-
jas». Y lo mismo que hoy las numerosas grutas de Lourdes en el mundo
cató lico no reducen la atracció n de Lourdes, tampoco debilitaron la de
É feso las numerosas filiales que surgieron por doquier de esta diosa. Sus
santuarios llegaron por occidente hasta Marsella y segú n Pausanias se la
adoraba en toda la Tierra. 21

La peregrinació n en el judaismo precristiano

Tambié n en el antiguo Israel floreció la peregrinació n.

Centros de peregrinaje muy apreciados eran Silo, Betel, Guilgal, Ber-
seba. Se rezaba y se hací an donaciones, se ofrecí a harina, vino y ganado
vacuno. A menudo se celebraban banquetes y se llegaba al embriagamien-
to (como todaví a hoy en numerosas romerí as cató licas, si bien no exacta-
mente en las iglesias sino al lado). Lo mismo que con frecuencia en los
santuarios fenicios y sirios, hubo de vez en cuando una prostitució n de
culto. «Id a Betel a prevaricar, a Guilgal a multiplicar vuestras prevarica-
ciones», dice Amos encolerizado por el celo y advierte así: «¡ No visité is
Betel, no peregriné is a Guilgal! Y no acudá is a Berseba». (Por cierto que
algunas biblias traducí an así el pasaje 2, 7 de Amos: «El varó n acude al
copioso banquete con su propio padre», donde debiera decir, y dice usual-
mente, «a la misma muchacha» o «a la misma sierva». )22

El principal centro de peregrinaje era, evidentemente, el santuario
principal, Jerusalé n, donde se conglomeraba el poder clerical judí o.

La peregrinació n a Jerusalé n fue obligatoria durante mucho tiempo para
los israelitas varones a partir de los 13 añ os, mientras que para las muje-
res era optativa. (Má s tarde tambié n el Islam creó el deber de la peregri-
nació n a la Meca, la má s famosa y con una estricta ritualizació n, mien-
tras que es voluntario acudir a Medina a visitar la tumba de Mahoma. ) Si
viví an lejos, los israelitas debí an acudir una vez al añ o con motivo del
Passa, la Pascua, mientras que si residí an cerca debí an hacerlo tambié n
en Pentecosté s, en la fiesta de los Taberná culos y el dí a de las Expiacio-
nes. Los sacerdotes no reconocí an ninguno de los otros templos de Yah-
veh que habí a fuera de Jerusalé n. El filó sofo judeohelenista Filó n de Ale-

 


jandrí a escribe que só lo puede haber un santuario, «ya que só lo hay un
Dios. Hay tambié n quienes quieren hacer sacrificios en casa, pero Aqué l
no lo permite y les pide que emprendan el camino desde los confines del
mundo y acudan a este santuario». En casi todos los sitios la religió n lle-
ga a su apogeo, tambié n en los negocios. 23

Durante semanas se hací an preparativos en Palestina antes de que
llegara la masa principal de peregrinos, se acondicionaban los puentes y
se abrí an las fuentes. Muy pronto se construyeron calles y plazas en Je-
rasalé n. Y si bien no acudirí an durante el Passa en tiempos de Neró n los
2. 700. 000 judí os que aseveraba Flavio José exagerando hasta el lí mite,
puede muy bien calcularse que para una població n en aquella é poca de
55. 000 personas llegarí an má s del doble de peregrinos. Procedí an de to-
das las provincias del Imperio romano de Oriente y nadie podí a aparecer
con las manos vací as. La religió n ocupaba tambié n el punto central y cada
dí a acudí an varios miles por agua y por tierra procedentes de todos los
puntos cardinales, como relata Filó n, para alcanzar «en la piedad y la ado-
ració n a Dios un reposo indispensable»; y el alto clero cobraba: de las
donaciones obligatorias, de muchas ofrendas, de tasas de licencia para el
montaje de tiendas y de otras fuentes. Tení a bancos y atrajo sobre sí a los
bandidos, incluyendo a los gobernadores romanos. No es fortuito que se
eligieran los dí as de peregrinació n para la ejecució n de los criminales. 24

El comienzo de la peregrinació n cristiana a Jerusalé n:

Поделиться:





Воспользуйтесь поиском по сайту:



©2015 - 2024 megalektsii.ru Все авторские права принадлежат авторам лекционных материалов. Обратная связь с нами...