Bueyes, asnos y el comentario de Gregorio al Libro de Job
Las obras del papa Gregorio —«un testimonio elocuente de sus elevadas facultades y de la fuerza divina que poseí a», segú n el historiador cató lico Seppelt— rebosan en realidad de falta de ingenio, ignorancia, superstició n, banalidad y absurdos. En ello está n de acuerdo autores tan diferentes como Mommsen, Harnack, Caspar, Haller o Dannenbauer. El santo pesimista, que tan acongojado lamenta la miseria de su tiempo, de la que a su vez se alegra, por cuanto una y otra vez anuncia el fin del mundo, no retrocede ante ninguna necedad de la exposició n teoló gica. No só lo nos enseñ a que la larga cabellera del obispo delata sus preocupaciones externas mientras que la tonsura simboliza su mentalidad interiorizada, sino que ve tambié n demostrada la naturaleza divino-humana de Jesú s en el hecho de que é ste oyera al pasar al ciego que le llamaba y que lo curase detenié ndose ¡ porque el ser del hombre es movimiento, mientras que Dios permanece eternamente igual! 86 Gregorio, que en sus 35 libros de Moralia in Job proclama que hay una triple manera de exponer la Sagrada Escritura, ya en el libro IV no se preocupa má s del sentido histó rico, y a partir del libro V su exposició n es exclusivamente alegó rico-moral, aun a sabiendas de que todo sentido desaparece, si se ignora el sentido histó rico. 87 Pero eso facilitaba notablemente el procedimiento. Y así sus recursos alegorizantes apenas conocen fronteras, en la lí nea ciertamente de lo que ya habí an hecho Ambrosio o Agustí n. Pese a lo cual todaví a hoy una cierta ciencia se inclina profundamente ante Gregorio, al «exegeta de sentido exquisito», que «revela plenamente su maestrí a en los Moralia in Job» (Reallexikon fü r Antike und Chrí stentum). Escrita «para consuelo» propio y de los demá s, empezada ya en Constantinopla y concluida hacia 595 en Roma, la obra monumental del papa proporciona «un testimonio elocuente de su profundo conocimiento del hombre y de su ilustrada sabidurí a vital» (Altaner/Stuiber). Job, por ejemplo, es ahí la figura del redentor, y su mujer naturalmente es un tipo de vida carnal. Sus siete hijos son unas veces, en sentido moral, los siete dones de gracia del Espí ritu Santo, y otras en sentido alegó rico con un vaticinio de los doce apó stoles, pues si 7 son 3+4, 12 es tambié n el resultado de 3 x 4. En la Biblia los bueyes son unas veces los necios, otras los buenos y en ocasiones son los judí os; los asnos representan a los paganos, mientras que las ovejas y los camellos simbolizan a los judí os y a los paganos convertidos. Mas debajo del camello podrí a entenderse tambié n a Cristo o el pueblo de los samaritanos. La langosta representa la resurrecció n de Cristo: «Pues, como la langosta, mediante el salto de su repentina resurrecció n escapó de las manos de sus perseguidores». El caballo descrito en Job 39, 19 ss («No puede contenerse, cuando suena el clarí n; a cada toque de trompeta grita: ¡ Hi! ») simboliza a la vez cinco cosas, y entre ellas a un piadoso predicador, cuya pré dica brota de su interior como el relincho del pecho del corcel. 88
Nada tiene por tanto de extrañ o que, ya a mediados del siglo vil, el obispo Taio de Zaragoza peregrinase piadosamente a Roma con el fin de copiar para su instrucció n y la de todos los españ oles la parte de los famosos escritos de Gregorio, que todaví a le faltaba. Y nada tiene de extrañ o que tales escritos hiciesen furor tanto en Oriente como en Occidente. Ni que precisamente la exposició n alegó rica de la Biblia por par-
te de Gregorio ejerciera «una influencia profunda» sobre los monjes y la teologí a moral de la Edad Media (Baus). Y evidentemente aú n despué s, por cuanto esos disparates seudopiadosos continú an interesando. Así, Kari Baus, ex profesor cató lico de historia de la Iglesia en Bonn, reprocha a un gran historiador, como es Johannes Haller, una «falta de comprensió n de las cualidades religiosas y morales de Gregorio», a la vez que exalta con el mismo entusiasmo al «pueblo creyente de Italia y posteriormente de los demá s paí ses de Europa occidental», que habrí an «percibido con instinto seguro la grandeza del corazó n del papa» y «voluntariamente se habrí an dejado marcar durante siglos por el mundo religioso de Gregorio». Pobres idiotas... bastante caro lo han pagado. 89 Los triunfos de lo abstruso, por no decir de la necedad, en no menos de 35 libros, que el propio autor calificó de libri morales y que en la Edad Media, a la que sirvieron de compendio de moral, se llamaron «Magna Moralia», con incesantes resú menes, compilaciones, comentarios y enorme difusió n. Y esa creació n de Gregorio, la má s antigua y vasta, fundamentó su fama como expositor de la Escritura («deifluus», irradiador de Dios), como teó logo moral: el producto de una cabeza, que los contemporá neos y la posteridad pusieron por encima de Agustí n y que exaltaron como incomparable, cuyas obras en copias o en epí tomes y resú menes inundaron todas las bibliotecas medievales ¡ y durante siglos ofuscaron a Occidente! Con razó n comenta Dannenbauer que Job no habí a sufrido tanto de Satá n como de su expositor Gregorio, quien no habrí a percibido lo má s mí nimo de la fuerza lingü í stica y de la belleza de la grandiosa obra bí blica. «Ciertamente que en toda la literatura universal jamá s una gran obra poé tica fue tan cruelmente maltratada. »" *' El famoso libro papal, que como todo lo escrito por Gregorio carecí a de cualquier originalidad, compendiaba segú n se dijo, lo que ya habí an formulado los tres «grandes padres» latinos, que fueron Tertuliano, Ambrosio y Agustí n, a la vez que transmití a a la Edad Media la exé gesis antigua de los corifeos cató licos. Y sin duda que esa labor grandiosa merece consideració n. Nació, sin embargo, «en un estado de enfermedad», como confiesa su propio autor: «Porque cuando el cuerpo se debilita por la enfermedad y el espí ritu asimismo está abatido, nuestros esfuerzos por expresarnos son igualmente dé biles». ¿ Dé biles? Resulta una palabra dé bil y sin fuerza para tanta debilidad. Y el autor defiende —¿ cabe decirlo de otro modo? — lo así expresado diciendo que aun así «todo fue inspirado directamente por el Espí ritu Santo». Mas si el papa estuvo casi permanentemente enfermo y a menudo, segú n propia confesió n, «atormentado por un dolor continuo y fuerte» y puesto que tales confesiones se amontonan en sus cartas, de modo que durante la segunda mitad de su ministerio raras veces abandonaba el lecho, y puesto que
su martirio fue creciendo segú n se dilataba su pontificado, quiere decirse que su debilidad espiritual fue aumentando, si ello era posible y si hemos de dar fe a su propia declaració n. Y quizá todo ello en colaboració n constante con el Espí ritu Santo... 91
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