Una sospechosa misión diplomática de Ambrosio y una guerra entre soberanos católicos
En el añ o 383, mientras en Italia, las Galias e Hí spanla la hambruna causaba estragos, los soldados destacados en Britania nombraron Augusto al general Quinto Aurelio Má ximo, un cató lico. Al intentar derribar al usurpador, tras una serie de pequeñ as escaramuzas, el emperador Graciano, abandonado por sus descontentas tropas, fue perseguido por el Ma-gister equitum Andragatio, general de caballerí a y amigo de Má ximo, ^ capturado en Lyon y allí, el 25 de agosto, cuando contaba veinticuatro añ os de edad, fue muerto a traició n en el curso de un banquete. Sin embargo, mientras huí a de Parí s a los Alpes a la cabeza de 300 jinetes, y las puertas de todas las ciudades se cerraban ante é l y todos sus amigos le evitaban, encontró, afirma Ambrosio, ayuda y consuelo en la religió n, en má s de un salmo, en la fe sobre la inmortalidad de su alma. Y su ú ltima palabra, informa Ambrosio, fue: «Ambrosio». 84 \ El hecho es que con Graciano, de quien Ambrosio, sobre todo en los, ' ú ltimos tiempos, era el que má s pró ximo estaba, nadie se sentí a satisfecho, y el propio Teodosio participó en su eliminació n. Por un lado tení a con é l grandes diferencias en cuanto a polí tica de la Iglesia, por otro habí a luchado antañ o junto a Má ximo, un pariente suyo, lo que no hizo má s que favorecer la caí da de Graciano. 85
Está claro que los paganos no se afligieron por el pupilo de Ambrosio. Tampoco los cató licos le lloraron mucho, pues gozaba de escasa popularidad por haber suprimido todas las exenciones de impuestos y privilegios en favor de unos pocos, llegando esas mismas leyes (de 19 de enero y 5 de marzo de 383) aperjudicar tambié n a la Iglesia, así como por su polí tica frente a los priscihanistas, restituyendo los «templos» a los sectarios incluso en contra del deseo de los obispos de Milá n y Roma. Pero Má ximo, el compañ ero de armas y pariente de Teodosio, como riguroso cató lico arremetió faná ticamente contra los «herejes». ¿ Acaso pudo haber sido má s há bil? 86 En cualquier caso, Ambrosio fue por dos veces a visitar al usurpador, al asesino de su^protegido, aunque por encargo de la emperatriz madre Justina, su enemiga personal y rival polí tica, la «hereje». Al parecer, ella misma, con el pequeñ o Valentiniano de la mano, se lo pidió. ¿ A quié n, pregunta el clé rigo diplomá tico, aludiendo só lo de manera excepcional a la sospechosa misió n, a quié n deben proteger má s los obispos si no es a las viudas y los hué rfanos? Tambié n en las Galias la «sucia adulació n» de los obispos (foeda adulatio: Sulpicio Severo) rodeaba al vencedor Má ximo. Incluso el má s importante prí ncipe de la Iglesia galo, Martí n de Tours, acudí a a la mesa imperial y dejaba que en la corte del usurpador é ste y la emperatriz le veneraran. Así, el asesino del piadoso Graciano, el cató lico celador, acaba siendo reconocido como señ or de Britania, Galia e Hí spanla, conformá ndose el hermanastro del asesinado Graciano, Valentiniano II, con la parte media del Imperio: Italia, Á frica e Iliria. 87
Sin embargo, Valentiniano II, de educació n cristiana aunque no bautizado, estaba bajo la influencia de su madre, que era manifiestamente amana; es decir, era un «hereje». Y mientras que Ambrosio, el protector de viudas y hué rfanos, se enemistaba cada vez má s con los dos, Má ximo, que aunque usurpador era ortodoxo, instaba a Valentiniano, el «hereje» pero emperador legí timo (una situació n paradó jica), «a cesar la lucha contra la fe verdadera» y «no renunciar a la piadosa ortodoxia del padre». Má ximo exigí a la conversió n, una enmienda rá pida, y amenazó con una guerra, que inició en 387, aunque só lo, como afirma solemnemente, para defender la fe nicena. Sin encontrar resistencia, avanza hasta Milá n, donde el obispo Ambrosio puede permanecer confiado, mientras que Valentiniano, con su madre, su hermana y la corte, busca refugio junto a Teodosio, quien se apresura a afirmar que sus desgracias son el castigo por su apostasí a y consigue que se pasen a la ortodoxia. Teodosio, viudo reciente -su mujer, Aelia Flavia Flaccilla, acababa de morir-, se enamora de Galla, la joven hermana de Valentiniano, y pronto se casa con ella, aunque en realidad má s por razones diná sticas y a la vista de una «guerra necesaria pero sucia» (Holum). Se pertrecha, recoge las profecí as favorables del anacoreta egipcio Juan y se dirige contra el ortodoxo Má ximo. (La delicada situació n del alto clero explica el fracaso del patriarca ale- jandrino Teó filo. Querí a ser el primero en felicitar al vencedor y, como demostració n de sus dones profé ticos, envió a Italia al mismo tiempo regalos y cartas para Teodosio y Má ximo. Su enviado, el presbí tero Isidoro, debí a entregar una u otra misiva segú n fueran las circunstancias, pero se las robó su lector y todo el asunto se hizo pú blico, con lo que debió regresar apresuradamente a Alejandrí a. )88 Teodosio venció en el verano de 388 en dos batallas que tuvieron lugar en Siscia (Esseg) y Poetovio (Pettau). Má ximo, el compatriota, pariente y buen cató lico, que no dejaba pasar ocasió n de declararse protector de la cristiandad ortodoxa y de afirmar que su victoria era el testimonio de la voluntad de Dios para que reinara, fue capturado y muerto. Ambrosio recuerda entonces el salmo 37, versí culos 35-36: «Vi al impí o arrogante y alzado como los cedros del Lí bano. Y entonces pasé y ya no estaba». Tambié n fue liquidada la guardia personal á rabe de Má ximo. Ademá s, por orden del emperador, a muchos de los «bá rbaros» que se habí an pasado con é l al ejé rcito romano y que despué s habí an huido a las regiones pantanosas y a los bosques de las montañ as de Macedonia, se les persiguió y degolló. El general Andragatio, el asesino de Graciano, se ahogó. Tambié n el hijo de Má ximo, Flavio Ví ctor, que era todaví a un niñ o y habí a regresado a la Galia, fue pasado a cuchillo, y los prelados españ oles y galos que habí an colaborado con el usurpador fueron inexorablemente desterrados. 89
El joven Valentiniano, tras la victoria sobre Má ximo y la muerte de su madre amana, habí a ido cayendo cada vez má s bajo la influencia de Teodosio y Ambrosio. Adopta su fe y dicta las correspondientes leyes de religió n. El 14 de junio de 388 prohibe a los «herejes» reunirse y predicar, construir altares y celebrar cualquier tipo de servicio religioso. El 17 de junio de 389 se lanza (junto con Teodosio) contra los maniqueos. Se les prohibe la permanencia en todo el orbe, pero sobre todo en Roma, bajo pena de muerte; sus bienes revierten al pueblo. En el añ o 391 Valentiniano amenaza con graves multas (de hasta 15 libras de oro para los funcionarios de mayor rango) a los paganos que entren en los templos y recen a los dioses, así como a los «herejes», prohibié ndoles reunirse en ciudades y pueblos, y por ú ltimo, con especial dureza, a los apó statas: no solamente no pueden transmitir ni recibir por herencia, sino tampoco prestar testimonio, hacer penitencia ni recibir la absolució n. Deben perder todos los tí tulos y quedar deshonrados para siempre. En 392 Valentiniano II resulta asesinado, probablemente tambié n por intervenció n de Teodosio. 90
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