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Los fraudulentos santos «Ciro» y «Juan»




Otro gran centro de peregrinaciones egipcio fue Menuthis, aunque
desde el siglo v. Estaba situado cerca de la capital Alejandrí a y era un su-
burbio de Kanobos, antiguamente ya centro de peregrinaje pagano, «el
reverendí simo templo de Serapis, que tambié n hací a curaciones; al me-
nos así lo creen los hombres má s ilustres y duermen allí en incubació n,
en beneficio propio y ajeno. Algunos apuntan las curaciones, otros la uti-
lidad del orá culo» (Estrabó n). Todo esto es muy parecido a los centros de
peregrinació n cristianos. Tambié n a la mala fama de Kanobos, al desen-
freno de los peregrinos, al juego y al baile dí a y noche, se adhirieron má s
tarde algunos impulsos peregrinadores cristianos. 115

El Serapeo de Kanobos fue ví ctima, en el siglo iv, de la fiebre destruc-
tiva de templos del patriarca Teó filo. Hizo que lo destruyeran por com-
pleto, transformó en una iglesia el templo de Isis de Menuí his, venerado
desde hací a mucho tiempo, y lo consagró a los evangelistas. Era preciso
que aquí y allá desapareciesen sin má s antiguas y poderosas religiones. A
los desalmados clé rigos, sin embargo, ese proceso no les parecí a suficien-
temente rá pido. Los intelectuales a menudo todaví a eran seguidores del
neoplatonismo y amplios grupos del pueblo de la tan amada (especial-
mente por las mujeres) diosa Isis, cuyo retrato de cabellos casi grises se
convirtió en Marí a. El sucesor del rabioso Teó filo, el Padre de la Iglesia
Cirilo, el ejecutor de la primera gran «solució n final» y verdadero asesino
de la mundialmente conocida filó sofa Hipatí a, decidió por lo tanto ani-
quilar de manera definitiva la adoració n a Isis. 116

Para ello se valió del burdo pero eficaz mé todo del engañ o de su cole-
ga milanos Ambrosio. Lo mismo que é ste, encontrá ndose en una situa-
ció n de polí tica religiosa difí cil, desenterró en una iglesia a los má rtires
«Gervasio» y «Protasio», incorruptos y con la tierra todaví a roja por la
sangre de los hé roes, que eran totalmente desconocidos en el mundo has-
ta entonces, para multiplicar así el fervor religioso de sus ovejas, Cirilo
sacó ahora en la iglesia de San Marcos de Alejandrí a los esqueletos de
dos supuestos má rtires, del monje «Ciro» y del soldado «Juan», y los lle-
vó a la iglesia de los Evangelistas de Menuthis, en el santuario robado, el
lugar de peregrinaje de la diosa Isis Medica. Lo mismo que a los «má rti-
res» descubiertos por Ambrosio só lo los conocemos a travé s deé l, otro
tanto sucede con los de Cirilo. E igualque Ambrosio ensalzó en solem-


nes sermones a sus dos «má rtires», así lo hizo naturalmente su colega Ci-
rilo. Sus homilí as son la ú nica fuente informativa sobre los santos «Ciro»
y «Juan»; todas las biografí as posteriores, es decir, las leyendas, las men-
tiras, se basan en ellas. Es lo mismo que con Ambrosio. Y lo mismo que
é ste tuvo é xito, tambié n Cirilo. 117

Ahora bien, así como antañ o no se habí a prestado cré dito -ni siquiera
por parte de los cristianos- al fraude del milanos, tampoco faltaron ahora
quienes no se lo prestaron a Cirilo. Incluso su posterior hermano en el
cargo, Sofronio, desde 634 patriarca de Jerusalé n y siempre un defensor
de la «verdadera» fe, encuentra dé biles las «pruebas» de Cirilo y poco con-
vincentes sus garantí as. Pero despué s, «Ciro» y «Juan» curaron al propio
Sofronio de una enfermedad ocular; evidentemente no era ningú n caso
grave: una dilatació n de pupila que le sobrevino en Alejandrí a; se dirigió
a la cercana Menuthis y sanó al cabo de unos pocos dí as, escribiendo en-
tonces un panegí rico sobre «Ciro» y «Juan», una «laudatio Sanctorum».
Pero no siendo suficiente, recopiló la mayor colecció n de milagros y con
70 prodigios superó en mucho al nú mero de lá mala (curaciones) de Epi-
dauro: 35 alejandrinos curados milagrosamente, 15 egipcios curados mi-
lagrosamente y 20 curados milagrosamente que procedí an de otros paí -
ses; «todos los pueblos acuden [... ]». La descripció n en detalle: aburrida,
amanerada, cada caso siguiendo el mismo esquema retó rico. Admite que
algunos de sus milagros los podrí an haber hecho los mé dicos; otros los
construye é l mismo fabulosamente a partir de los exvotos; algunos parecen
simplemente robados de otras colecciones; en unos milagros fue «testi-
go» o le informó un «testigo». '18

Pero el archibellaco y arzobispo Cirilo, tras su descubrimiento de am-
bos «má rtires» habí a declarado que desempeñ aban ahora el papel de los
«demonios» paganos; habí a que acercarse a ellos con «la misma confian-
za». Se expulsó a Isis pero su culto continuó en secreto. Sin embargo, las
criaturas cirí licas entraron en boga, aunque «Juan» quedó eclipsado por
«Ciro», mucho má s popular y al que finalmente, lo mismo que a «Juan»,
Cirilo dio curso como mé dico celeste, como auté ntico mé dico; tanto que en
la capital egipcia se mostraba su «consulta», se hací a burla de los que bus-
caban ayuda en (otros) mé dicos y a los propios discí pulos de Esculapio
se les insultaba como «medicuchos». Evidentemente, el santuario consi-
deraba a los mé dicos como competidores.

Dentro y fuera del paí s, el engendro de Cirilo se convirtió en el com-
pasivo «Abba Kyros», y se le veneró hasta en el Peloponeso, en Epidauro,
donde se hizo cargo de las funciones de Asclepio, las continuó y, lo mis-
mo que el dios pagano, obró milagros. En Roma se le dedicó una iglesia
desde el siglo vn u vm y su nombre perdura hoy en la toponimia como
Aboukir. De la antigua empresa pagana, Menuthis se transformó en una
floreciente empresa cristiana que, segú n Sofronio, atrajo a los peregrinos

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de todo el mundo: «romanos, galos y cilicios, asiá ticos, insulanos y feni-
cios, habitantes de Constantinopla, bitiní os y etí opes, tracios, medas, si-
rios, gentes de Elam [... ]». 119

La invasió n á rabe parece que no le sentó bien a la iglesia (de la que
habí a un camino directo hasta el mar), ni tampoco a los huesos de «Ciro»
y «Juan». Y de este lugar de peregrinaje, antañ o resplandeciente en má r-
mol, no queda hoy ni una piedra. Ha desaparecido de la superficie de la
Tierra. 120

La pareja de santos mé dicos Cosme y Damiá n:

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