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Corceles que relinchan, monjas santas y un «negocio tan lucrativo»




El santo agasaja por lo demбs a su majestad, aunque ese rey (no es el ъnico regente cristiano) por impulso diabуlico fornica por doquier, y «lo que todavнa es peor... lo hace sobre todo con monjas santas y vнrgenes consagradas a Dios en los monasterios». El rey Osred de Northum-bria fue vнctima de la misma pasiуn, y asimismo la saciaba con vнrgenes y monjas consagradas a Dios -Ўque sin duda debнan de tener algo especial! -. Por otra parte, Bonifacio sabe que «tambiйn en las celdas de los monasterios actъa la impureza» y ve incluso a las «santas monjas» y a sus «hijos concebidos en la maldad... a los que a menudo matan en una gran parte... [" ЎProteged la vida germinal! " ] llenando a rebosar el infierno de pobres almas».

Y como las monjas, que como es bien sabido iniciaron la prostituciуn ambulante en Europa, tambiйn otras hermanas cristianas, incluso en sus peregrinaciones a Roma, «se pierden por completo en una gran parte», segъn escribe el apуstol Bonifacio al obispo Cudberht. Pues «hay muy pocas ciudades en Lombardнa, en Francia o en Galia, en las que no hay una adъltera o una ramera de la tribu de los anglos. Lo cual constituye un escбndalo y una vergьenza para toda vuestra Iglesia». El santo sufre ademбs porque «el pueblo de los anglos» no toma mujeres en legнtimo matrimonio, sino que «contra toda ordenanza divina» y «a la manera de los caballos que relinchan o de los asnos que rebuznan todo lo mancha y confunde vergonzosamente con el libertinaje y el adulterio». Pero, como observa en cierta ocasiуn Bonifacio, con la prostituciуn y el desenfrenado placer de los sentidos, «al final ni se es fuerte en la guerra profana (in bello saeculari fortem) ni constante en la fe». 10

El clero cristiano, en efecto, proclamaba que la fe «recta» se demostraba una y otra vez como condiciуn indispensable para el йxito con las armas y para la gloria militar. Mientras que con la lascivia y herejнa no se podнa conseguir nada en ese orden de cosas. He aquн lo que escribe el papa Zacarнas a finales del octubre del 745 a todos los obispos, abades, duques, condes y, en general, «a todos los temerosos de Dios que habitan en Galia y en las provincias de los francos»: «Hasta hoy, y como consecuencia de vuestros pecados, habйis tenido sacerdotes falsos y prisioneros del error, por lo que tambiйn todos los pueblos paganos han sido superiores a vosotros en la lucha... ». Pero sуlo si los francos tienen «sacerdotes castos», proclama el papa, y sуlo si son «obedientes en todo» al hermano Bonifacio, sуlo asн «ningъn pueblo aguantarб frente a vosotros, sino que todos los pueblos paganos se derrumbarбn ante vuestra presencia y vosotros serйis vencedores». Y ademбs promete generosamente «la vida eterna». "

Y de nuevo los anglos rijosos, pues, para ser justos, no todo era allн contrario «a todo ordenamiento divino», ni todo se hacнa a la manera de los caballos que relinchan y de los asnos que rebuznan. Pues, en sordina -no lo olvidemos- hubo tambiйn en Britannia otras voces diferentes, por completo y por completo cristianas.

Pura y casta por completo suena por las mismas fechas la carta de una discнpula de Bonifacio, la piadosa virgen Egburg, evidentemente sufre por la separaciуn, y quizб incluso bajo los efectos de la abstinencia -ciertamente que no en mal sentido-. Como quiera que sea, Egburg prefiere al «amable» Bonifacio (mi amande), como confiesa abiertamente y con un sentimiento perfectamente cristiano, «a casi todas las personas del sexo masculino con un amor cordial». Por ello lamenta tanto mбs el haber saboreado «el vнnculo de tu amor ъnicamente a travйs del hombre interior». Un motivo de queja, ciertamente. Pero «ese regusto persiste dulce como la miel». Ella desde luego sуlo quiere «abrazar siempre tu cuello con los brazos de una hermana»; mas por otra parte le dice: «Crйeme, y Dios es mi testigo, que te abrazo con el mayor amor» (summo complector amare). Ni basta eso: «Ningъn navegante, al que arroja la tempestad, suspira tanto por el puerto, ningъn campo reseco anhela tanto la lluvia... como yo querrнa gozar de vuestra presencia». Y, sin embargo, oh desgracia, «segъn estб escrito: el amor a un hombre provoca dolor». Y asн ella, la mбs pobre y culpable, siempre «en la desesperaciуn... bajo la presiуn de mis pecados y bajo la carga de numerosos delitos... postrada a los pies de tu grandeza y suplicando desde lo mбs hondo del corazуn, te escribo desde los confines de la Tierra, oh bienaventurado Seсor... ». 12

El beatissimus dominus se ocupу mбs de cerca de otras mujeres de «la tribu de los anglos». A su pariente Leoba, toda una generaciуn mбs joven que йl, la nombrу abadesa en la sede del arzobispado; a Tecla, pariente de Leoba, la hizo abadesa de Vitzingen y Ochsenfurt del Main. Y todo ciertamente por la gran causa, la misiуn de toda Alemania, por aquel a quien Gregorio III llamу «el apуstol de los alemanes» (en realidad: de Roma) y a quien en un nuevo viaje a la capital catуlica (732) nombrу arzobispo; todo por «el negocio tan ventajoso» (talis commercii lucro), como se dice explнcitamente en tal contexto. De ahн que el papa, con toda la Iglesia, victorease al apуstol.

Naturalmente que «el negocio» no significa la «pizca de plata y oro» (argenti et auri tantillum), que Bonifacio donу ocasionalmente al santo padre, sino la conversiуn del «paganismo y la heterodoxia al conocimiento de la fe verdadera». Desde Hesse a Frisia destruyу por doquier, «mбs en conquistador que en convertidor» o misionero, los lugares de culto paganos, y sobre sus ruinas, con sus mismas piedras y maderas, levantу iglesias cristianas. Demoliу los нdolos de Stuffo, Reto, Bil, la diosa Astarot, etc. Derribу sus altares, abatiу los бrboles sagrados del bosque de Hesse, probablemente allн donde, por estar bajo la protecciуn directa de la fortaleza franca de Bьraburg, no corrнa ningъn peligro personal, como las encinas de Donar en Geismar, el santuario tribal, erigiendo con su madera una capilla a san Pedro, «su primera seсal de victoria» (Haller). Pero Bonifacio hubo de presenciar tambiйn cуmo en Turingia volvнan a ser destruidas no menos de treinta iglesias y capillas. 13

El apуstol en Roma no combatiу, sin embargo, ъnicamente el paganismo, sino al menos en la misma medida, y probablemente aъn mбs, el cristianismo, que no era obediente a Roma, como entre los bбvaros y los alamanes. Esa fue la fase segunda y mбs breve, aunque mбs importante, de su actividad. 14

 

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