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La avaricia de Adriano y el expolio del reino longobardo por Carlos




Pasу el invierno. Y mientras en el norte las ciudades longobardas iban cayendo una tras otra, el papa obstinadamente y en secreto procuraba adueсarse de las poblaciones longobardas de Italia central, pasando a sus manos un lugar tras otro. Sin embargo, estuvo especialmente interesado en el ducado de Spoleto donde precisamente habнa puesto como prнncipe a Hildebrando, quien despuйs se separу de йl reconociendo como su soberano a Carlos; йste a su vez ya no devolviу Spoleto al papa. Pero de inmediato el Estado de la Iglesia experimentу una ampliaciуn considerable.

En Pavнa hacнa ya mucho que habнan terminado con todos los animales domйsticos cazando ahora gorriones y ratas. Mas, pese a la hambruna feroz, pese a las epidemias y a las numerosas vнctimas mortales, la ciudad continuaba sin caer. Asн que antes de la Pascua Carlos dirigiу sus pasos a Roma para orar en la (pretendida) tumba del prнncipe de los apуstoles o, como se dice en los llamados Anales de Einhard: «para cumplir allн con su devociуn». Es una expresiуn que los Anales reales repiten cada vez que Carlos viajaba a Roma, para cumplir allн sobre todo con su devociуn.

Y allн tuvo una recepciуn triunfal el Domingo de Ramos, 2 de abril del 774. Ya a treinta leguas de Roma acudieron a saludar al franco los comandantes del ejйrcito papal. Cerca de la ciudad estaban los niсos de las escuelas con palmas y ramos de olivo. Hasta cruces -lo que habi-tualmente sуlo se acostumbraba con los supremos soberanos- enviу el atento anfitriуn a su huйsped. Йste por su parte se acercу al santo padre delante de San Pedro, en cuyo edificio se hospedaba por entonces con sus consejeros; Carlos subiу de rodillas las escaleras besando cada uno de los peldaсos, como hacнa todo el mundo. Ya arriba el pontнfice agradecido lo abrazу, rodeado de cardenales y dignatarios, mientras los sacerdotes cantaban: «ЎBendito el que viene en nombre del Seсor! ». Dбndose la mano acudieron a la (supuesta) tumba del apуstol Pedro y se arrodillaron reverentes.

Domingo y lunes se celebraron solemnes oficios religiosos, y sin duda que los banquetes y las comidas de trabajo no fueron menos impresionantes. (Carlos, que era un bebedor muy moderado, arremetiу a fondo con los manjares, como era su costumbre, necesitando una liebre entera con cuatro o cinco entremeses para quedarse satisfecho. ) Pero ahora, por deseo papal, se cantaron tambiйn las laudes regias y aclamaciones al papa, al rey y al ejйrcito franco. «ЎCristo, уyenos! » cantу con una voz potente quien luego serнa santo y a quien el papa Adriano honraba de continuo con el calificativo de «el Grande», sobrenombre con el que pasу a la historia («Carlomagno»),

El miйrcoles santo, 6 de abril, el anfitriуn abordу -en la iglesia de San Pedro- el asunto capital, que condicionarнa todo su largo pontificado.

Apremiado por el papa insaciable a cumplir entonces las promesas, que en tiempos su padre y йl mismo con su hermano Carlomбn habнan hecho al bienaventurado Esteban en el reino franco, Carlos renovу la «donaciуn pipiniana» del aсo 754. Mandу a su canciller (notario) Hite-rio que redactase un documento igual al de la tan controvertida donaciуn de Quierzy («con el contenido preciso de aquella donaciуn»). Es decir, que otorgaba a san Pedro «aproximadamente tres cuartas partes de Italia» (Kelly). El tal documento lo suscribieron йl y sus grandes, primero sobre el altar del apуstol y despuйs sobre su pretendida tumba, la Confessio beati Petri; dirнase que poniendo la propia mano sobre el cadбver (ausente) de san Pedro, «en firme seguridad y memoria eterna de su nombre y del reino de los francos».

Sуlo el cielo sabe lo que pudo pensar al respecto su soberano. En cualquier caso Carlos ya no se comportу como su padre Pipino. Supo distinguir entre el prнncipe de los apуstoles y el papa y, aunque se mostrу generoso en sus promesas, ciertamente que se quedу muy lejos de cuanto el santo padre habrнa querido. Y es que, como casi todos los santos padres, no podнa darse por satisfecho con aquella guerra.

De las 55 cartas que se conservan de Adriano1, 45 estбn dirigidas a Carlomagno y se refieren casi exclusivamente a las posesiones papales, al miedo de perderнas y al afбn de incrementarlas; todo desvelado, desnudo y nauseabundo. («Mi reino no es de este mundo». ) Querнa grandes zonas de Italia. No se contentaba sуlo con Tuscia, Spoleto y Cуrcega. Con «una audacia hasta entonces inaudita» (Ullman) pretendнa territorios, que nunca pertenecieron a los longobardos sino que eran bizantinos, como Venecia e Istria. ЎHasta amenazу al emperador con la excomuniуn por los territorios no devueltos!

Adriano, a quien incluso un concilio celebrado en Parнs, en el 825, calificу de «falta de juicio, supersticioso, insensato, indecente y vituperable», se reclamaba ya a la «Donaciуn constantiniana», por cuanto exhortaba a Carlos a imitar con celo el ejemplo del gran soberano, que bajo el papa Silvestre tan generoso se habнa mostrado con la Iglesia. «Los documentos sobre ese acuerdo se conservan en nuestros archivos de Letrбn», declarу a Carlos. Pero cuando йste solicitу echar un vistazo y quiso ver la testificaciуn de las donaciones, el papa rehusу presentar el original. 18

En vez de eso Adriano -«un maestro en el arte de pordiosear» (H. von Schubert)- enviу reclamaciуn tras reclamaciуn, enviу emisarios y exigiу todo «cuanto en el curso de los tiempos emperadores, patricios y otras gentes temerosas de Dios [habнan otorgado] al apуstol Pedro... », etc. «Crйenos, grande y cristianнsimo rey, hijo bueno e ilustrнsimo, y ten plena confianza en que el Dios omnipotente te otorgarб sin cesar salud y victoria incomensurable, en la medida en que con celo fiel y conforme con tu promesa [te mantengas] en el amor al prнncipe de los apуstoles... », etc., etc.

Durante largo tiempo, y confiando en el biуgrafo de Adriano, los historiadores creyeron que Carlos a su vez habнa ampliado notablemente la donaciуn de su padre y que le habнa asignado la mayor parte de Italia, aunque por desgracia con la exclusiуn del reino longobardo del norte. «Hoy esa opiniуn ha sido abandonada» (De Bayac). Pero mбs tarde hasta circulу la fбbula de que Carlos habнa cedido en Roma a san Pedro una parte de Sajonia, asн como de la provincia de Westfalia convertida ya al cristianismo, a lo que el papa Gregorio VII se reclamaba como un hecho universalmente aceptado. 19

Tras la conquista de Pavнa, encarnizadamente defendida y rendida por hambre a comienzos de junio del 774, Carlos que ahora se autotitu-lу «rey de los francos y longobardos y patricio de los romanos», se ciсу la corona de hierro y anexionу el reino longobardo al reino franco. No hubo ni elecciуn ni coronaciуn propiamente dicha. Todo ocurriу obedeciendo a su propia fuerza, gracias al «derecho» del mбs fuerte. El reino longobardo continuу existiendo, el ъnico que desapareciу fue su rey entrando Carlos en su puesto. En la historia de Europa ello supuso la primera «uniуn personal» (Fleckenstein).

El depredador ocupу el palacio de su ex suegro, se adueсу del increнble tesoro de los reyes longobardos y lo repartiу generosamente entre sus combatientes. Personalmente sуlo retuvo la parte septentrional del reino. Ravenna y Roma se las entregу al papa mostrбndose tambiйn en eso como un verdadero dйspota.

Desiderio, ъltimo rey de los longobardos, pasу con su mujer y su hija, ex mujer de Carlos, a una prisiуn franca, desapareciendo despuйs en un monasterio (probablemente en Corbie), donde todavнa sobreviviу algъn tiempo. Como quiera que fuese, desapareciу para siempre.

El reino longobardo fue borrado del mapa. Sуlo uno de sus ducados persistiу con una autonomнa relativa hasta el 1050: el ducado de Benevento, el mбs meridional y de mayor extensiуn. A comienzos del siglo vin, su йpoca de mбximo esplendor, comprendнa en el sur de la penнnsula algunos territorios de Calabria hasta Cosenza y zonas de Apulia hasta Tбrente y Brindis!, alcanzando provisionalmente por el norte hasta Chieti. El territorio era extenso y fйrtil con un comercio bien desarrollado. Internamente sus duques tuvieron casi tanto poder como los reyes longobardos en su reino, y en polнtica exterior casi fueron autуnomos. En dependencia llevadera de los francos al comienzo, despuйs hubieron de pagarles tributos cada vez mбs pesados.

Tras la depredaciуn de Longobardнa por Carlos, tras la eliminaciуn de su rey y la expulsiуn de su hijo en Italia, el duque Arichis II de Benevento continuу en cierto modo el reino de Pavнa. Fue un prнncipe especialmente interesado por las artes, al que Desiderio llamу a su lado en el 758 y con cuya hija Adelperga, sensata y culta como йl, se casу. Tomу entonces el tнtulo de princeps y se hizo coronar.

Los beneventinos odiaban a los francos y a ningъn precio querнan caer bajo su fйrula, como ya les habнa ocurrido a sus vecinos del ducado de Spoleto. Cuando Carlos atacу de nuevo a Sajonia, Arichis urdiу un complot dirigido contra el rey y contra el papa y con el apoyo de Adal-gis, el hijo de Desiderio huido a Bizancio. Con la ayuda de las tropas griegas tenнa que ponerse al frente de una sublevaciуn, que tambiйn apoyaban los duques Hrodgaud de Friul, Hildebrando de Spoleto y Re-ginbaldo de Chiusi. Pero antes de que la conspiraciуn pudiese estallar en marzo del 776 los conspiradores fueron traicionados y el papa Adriano alertу a Carlos sobre el inminente ataque «por mar y por tierra», para lo que empleу recursos retуricos muy similares a los que veinte aсos antes habнa utilizado el papa Esteban con Pipino. «Por lo que os conjuro por Dios vivo y el prнncipe de los apуstoles para que acudбis sin tardanza en nuestra ayuda a fin de que no perezcamos. »

Carlos, que acababa de regresar de una victoria aniquiladora sobre los sajones, acudiу presuroso a una guerra inmediata aunque corta, pese a lo desfavorable de la estaciуn, pues era pleno invierno del nuevo aсo 776. Con una tropa escogida cruzу los Alpes cubiertos de nieve, aplastу la sublevaciуn que sуlo habнa estallado en Friul y «sometiу toda Italia a su soberanнa», como dice lacуnicamente Einhard. El longobardo Hrod-gaud, cabecilla de los rebeldes, a quien el propio Carlos habнa constituido duque de Friul, cayу en el campo de batalla. Y Carlos castigу duramente a los conjurados. Muchos fueron desterrados siйndoles confiscadas sus posesiones, y se tomaron mбs rehenes que antes. En las ciudades levantiscas el vencedor estableciу guarniciones y sustituyу a todos los duces longobardos por condes francos (et disposuit omnesper Francos: Annales regni Francorum). Los longobardos colaboracionistas continuaron en sus cargos como condes, pero a su muerte tambiйn fueron sustituidos por nobles francos.

La rapiсa de un segundo paнs (despuйs de Aquitania), con el que ahora el reino franco llegaba hasta el Adriбtico, hizo posible al depredador ganarse a la nobleza feudal franca mediante distribuciones de tierras, ambicionadas especialmente por terratenientes medios (tierras que incluнan campesinos libres reducidos a esclavitud). Carlos trasladу a muchos francos y alamanes al sur, donde camparon por sus respetos (incluso en puestos subordinados). Y desde entonces dominу en Italia una clase nobiliaria totalmente franca.

Todavнa en el perнodo postcarolingio, entre, los aсos 888 y 962, de los cerca de 96 condes y margraves de Italia septentrional estб documentalmente probado que 74 procedнan de familias del norte de los Alpes, y de casi todos los otros puede suponerse lo mismo con gran probabilidad. Dentro de las fronteras originarias del reino esto no hubiera sido posible sin acometidas violentas a los bienes raнces de la Iglesia. Asн que, cual compensaciуn por los bienes de la Iglesia incorporados, Carlos hubo de concederle el derecho de un doble diezmo (la nona y la decima). Ahora bien, fueron numerosos los pequeсos terratenientes y colonos que se vieron mejorados en Italia, sobre todo en los lugares mбs importantes en el orden polнtico-militar, donde los vasallos, como «cusнodes francorum», asumieron funciones de ocupaciуn en nombre del rey, para mezclarse despuйs con avaros, griegos y otros pueblos. 20

Tambiйn a la Longobardнa enviу Carlos obispos y abades. Mбs aъn, fue la Iglesia nacional franca la que obtuvo especiales beneficios de la guerra victoriosa.

Las principales sedes episcopales pronto estuvieron ocupadas por francos, bбvaros y alamanes: Pavнa, Spoleto, Verona, Vicenza, Vercelli, Milбn, etc. Las manipulaciones fueron tales, que hasta el papa Adriano temiу ser suplantado por algъn franco. Sin ningъn motivo. Segъn parece, todo el territorio bajo la suprema autoridad papal, el futuro Estado de la Iglesia, fue «respetado y evitado con escrupulosa exactitud» d-нla-witschka) en el asentamiento de los vasallos. 21

Fuertemente favorecidos se vieron asimismo los monasterios francos. Asн, inmediatamente despuйs del derrumbamiento de la soberanнa franca Carlos otorgу al monasterio de Saint-Martin de Tours la isla de Sirmione en el lago Garda y toda la Val Camonica a la vez que otras posesiones en Pavнa. Saint-Denis obtuvo el valle de Veitlin, la abadнa de Saint-Maurice d’Augaune y fincas en Tuscia. Con tales donaciones el agresor buscaba sobre todo asegurarse los pasos alpinos. De ese modo Saint-Martin controlaba ahora el enlace con los sistemas de pasos de los Alpes grisones y de los Alpes orientales. Y Saint-Denis todos los pasos grisones. Los monasterios de Fulda, St. Emmeram (Ratisbona), St. Gallen y Reichenau obtuvieron mбs tarde posesiones en Italia y las hicieron administrar por sus monjes. (Tras la pйrdida de esas posesiones italianas intentaron los monasterios todavнa por largo tiempo mantener sus pretensiones con la falsificaciуn de numerosos documentos. )22

El monarca dotу tambiйn a ciertos monasterios italianos poniйndolos asн al servicio de sus intereses econуmicos y sobre todo militares. Sorprende a este respecto el que no beneficiase a ninguna de las casas sitas en el interior del paнs y que «por el contrario, todos los monasterios a los que hizo donaciones ocupasen puntos de singular importancia estratйgica, ya fuese en las fronteras del reino o en grandes vнas de comunicaciуn» (Fischer). Asн, privilegiу al monasterio de San Dalmazzo en Pedona, que aseguraba los pasos de Colle di Finestre y Col de Lar-che, conducentes al reino franco, a la vez que el camino hacia la costa ligur por el Col di Tenda. Al monasterio de Bobbio le otorgу Carlos, ya a los pocos dнas de la conquista del reino longobardo, todo el territorio entre el monasterio y el mar junto con Montelongo, porque e1 monasterio controlaba la vнa de Piacenza a Genova y la de Pavнa hacia Tuscia. Y motivos parecidos se dieron en las donaciones a los monasterios de San Pietro in Brugnato, Montamiata al suroeste de Chiusi, San Anti-mo, Farfa, etc. 23

Hasta una hambruna, que se cerniу sobre Italia en el 776, la aprovechу la Iglesia. Mucha gente, en efecto, malvendiу sus bienes y hasta los regalу convirtiйndose con sus mujeres e hijos en siervos de la gleba. Todo ello lo declaraba nulo una capitular de Carlos, el 20 de febrero del 776, Ўexceptuadas las ventas y donaciones hechas a las iglesias! Sobre las mismas debнa decidir el tribunal real junto con los obispos y condes. En la misma, sin embargo, el rey terminaba reprochando a los obispos de Italia su avaricia. 24

 

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