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El «mariscal de Dios» y «patrón del ganado vacuno»




El «mariscal de Dios» y «patró n del ganado vacuno»

Pero Comelio (representado a menudo con un vaso de cuerno) no só lo
aventajó en categorí a a sus competidores, sino que se hizo popular.
Como «papa» legí timo, como auté ntico santo (festividad: 16 de septiem-
bre) -santo especial en la cató lica Renania, completando a los catorce
santos remediadores («debido a sus servicios ú nicos y ayuda diaria»:

documento de 1479, de Colonia)- y como falso má rtir ascendió hasta
convertirse en uno de los cuatro llamados mariscales, «mayordomos
mayores de Dios», «abogados celestes», a los que se invocaba cuando se
producí an epidemias: el ermitañ o Antonio, sobre todo en Wesel; el obis-
po Huberto, en las Ardenas; el tribuno Quirino, en Neuss, y Comelio, en
Selikum, San Severino (Colonia), o la Komelimü nster, de Aquisgrá n. Si
bien el rico monasterio benedictino, secularizado en 1802, fue destruido
en 1310 por los habitantes de la ciudad, se le restauró má s tarde. Y aun-
que desde la Ilustració n se dejó de venerar a los «cuatro mariscales», no
sucedió lo mismo con los cuatro santos. Todaví a en el siglo xx, en la
festividad de san Comelio acuden miles de peregrinos a la Komeli-
mü nster, que incluso posee -meta de los devotos- la «cabeza» del ma-
yordomo, un «relicario de busto» en plata. (A finales de la Edad Media
se adoraban allí como piezas principales tambié n «el pañ o con el que el
Redentor se ceñ í a en la Ultima Cena [... ] y el sudario con el que se en-
volvió el santo rostro de Nuestro Señ or en la sepultura»: Beissel, SJ. )
Comelio se convirtió ademá s en «patró n del ganado vacuno», y por lo
tanto de todos los «idiotas», y ademá s se le invoca contra las convulsio-
nes, la epilepsia, etc.; aunque tambié n san Valentí n era má s competente
en este caso. 21                              , |

Tumultos, muerte y patrañ as. Los papas Marcelino, Marcelo, Milcí ades, Silvestre y otros

La controvertida cuestió n de la penitencia provocó disputas tambié n a
comienzos del siglo iv, con los papas Marcelo I y Eusebio. Durante la


persecució n de Diocleciano, el papa Marcelino (296-¿ 304? ), lo mismo
que muchos cristianos, prefirió su vida al martirio. Thurificatus y tradi-
tor,
ofreció sacrificios a los dioses y restituyó las «Santas Escrituras», si
bien los testimonios histó ricos, de cristianos, donatistas, no resultan in-
contestables. Sin embargo, hasta el papa Nicolá s lo aceptó como demos-
trado. Es muy significativo el hecho de que muchos de los catá logos pa-
pales antiguos no mencionan a Marcelino, haciendo justicia radical del
que apostatara durante la persecució n, la damnatio memoriae, un capí tu-
lo oscuro.

Una vez finalizada la persecució n, los cristianos se lanzaron los tras-
tos a la cabeza entre sí, unos en el partido estricto y otros en el laxo, cada
uno de ellos con un obispo. Dos veces sucesivas interviene el gobierno.
El obispo Marcelo, el obispo Eusebio, Heraclio, el jefe de la oposició n
clerical, tuvieron que exiliarse. Al parecer, despué s, hasta 335, existió un
doble obispado. El antiobispo es Marco, un hombre de especial «santi-
dad». Pero incluso el papa Dá maso I confirma la vehemencia de la dis-
puta: «furor, odium, discordia, lites, seditio, caedes, bellum, solvuntur
foedera pacis».
En el epitafio que Dá maso colocó a Marcelo, un estricto
rigorista, é ste sigue viviendo como «un cruel enemigo de todas las mise-
rias», lamenta «el odio furibundo» entre los cristianos, «discordia y desa-
venencia, tumulto y muerte». 22

Parece ser que Marcelino y sus tres presbí teros y sucesores hicieron
sacrificios a los dioses: los papas Marcelo I (308-¿ 309? ), que no accedió
al cargo hasta despué s de cuatro añ os de permanecer é ste vacante, el pe-
rí odo má s largo en la historia papal; Milcí ades (311-¿ 314? ) y Silvestre I
(314-335). Pero como sucede tan a menudo, las noticias son inseguras,
confusas y fueron sometidas tambié n a intencionadas falsificaciones por
parte del clero. En efecto, puede ser que Marcelino sea el mismo que
Marcelo I (el emperador Majencio fue en realidad tolerante frente a los
cristianos: fue enviado varias veces a las caballerizas y, segú n la leyenda,
tambié n murió en las caballerizas, catabulum, naturalmente como má rtir).
En cualquier caso, la Iglesia sigue venerando como santos a los tres, o
cuatro. No obstante, incluso el Lí ber Pontificalis, el libro oficial del pa-
pado, designa a Marcelino como traditor (renegado) y señ ala que ofreció
incienso a los dioses, aunque como expiació n admite su muerte en marti-
rio; por orden de Diocleciano, es decapitado. En el breve gobierno de
Milcí ades se produce la decisiva batalla del puente Milvio, se promulga
el edicto de tolerancia de Milá n y se condena a los donatistas.

El verdadero contemporá neo de Constantino es Silvestre I, «tan gran-
de como el tiempo» (Grone, historiador del papado). En realidad, el obispo
romano no desempeñ ó prá cticamente ningú n papel en las decisiones del
emperador. Aunque parece que «gobernó » durante veinte añ os, se sabe
de é l tan poco como de los restantes obispos del siglo iv. Las ficciones y


falsificaciones cristianas, a las que los papas deben todo su prestigio, dan
muchas má s informaciones. De san Silvestre no se conservan escritos au-
té nticos. Todo lo que nos ha llegado de é l es, literalmente, fá bula. «Pro-
fusamente cubierto de una corona de leyendas» (Seppeit y Ló ffler), cura
al emperador leproso, libera a Roma del aliento venenoso de un dragó n. " ^
Y puesto que al parecer hizo sacrificios a los dioses, los cuentos cristia-
nos ponen de relieve su firmeza. El gobernador, que quiere obligarle a re-
nunciar a las propiedades cató licas, muere atragantado con una espina de
pescado. En la lucha con los doce maestros judí os. Silvestre resucita a un
toro muerto por el ú ltimo de ellos. «Tu Dios puede matar, pero el mí o
puede volver a dar la vida. » (Y, efectivamente: en el altar mayor de Gre-
gorio Ehrhard, en Blaubeuren, 1493-1494, y tambié n en multitud de imá -
genes posteriores, el toro reposa a los pies de Silvestre. )23

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