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Empieza la disputa de las imбgenes




Si estamos bien informados sobre el siglo vi de la historia bizantina, gracias especialmente a las descripciones detalladas del historiador Pro-copio, los siglos vn y vm permanecen en una gran oscuridad. Ъnicamente las crуnicas de dos teуlogos, los dos defensores de las imбgenes y los dos muertos en el destierro: la del patriarca de Constantinopla Ni-cйforo y, algo mбs amplia, la de Teуfanes Confesor, que proyectan escasa luz sobre aquel perнodo violento, dentro del cual las postrimerнas del siglo vil y los comienzos del vm se consideran como una de las йpocas mбs tenebrosas de la historia bizantina.

El emperador Justiniano II (685-695, 705-711), que tanto se esforzу por derivar el poder imperial de la voluntad de Dios, hizo ejecutar a muchos miles de familias eslavas, deportadas por йl. El 695 fue expulsado del trono y, con la nariz cortada, desterrado a Crimea. Los gobernantes siguientes se sucedieron con gran rapidez y durante dos dйcadas triunfу la anarquнa total. Ademбs irrumpieron en el imperio los bъlgaros, nуmadas de los territorios del Volga y en el 711 avanzaron a las уrdenes de Chan Terwel hasta las inmediaciones de Constantinopla. En el 717 reaparecieron los бrabes y asediaron la capital, aunque Leуn III (717-741) el Isaurio pudo rechazarlos. Pero precisamente este salvador de Bizancio, tan exaltado por la cristiandad hasta hoy, fue tambiйn el autor de una cruenta querella cristiana, que sacudiу el mundo bizantino durante mбs de un siglo y con mayor violencia que cualquier otra disputa religiosa, contribuyendo ademбs de manera nada insignificante al alejamiento entre la Roma del este y la del oeste. 28

Segъn estimaciуn general el conflicto empezу el 726, cuando un terremoto desolador en el Egeo meridional se interpretу como un «juicio de Dios» a causa de la nueva «idolatrнa» que habнa penetrado en la Iglesia: el culto de las imбgenes. El emperador Leуn III ordenу la retirada de todas las representaciones de santos, mбrtires y бngeles; y en el 730 ordenу su destrucciуn, sin excluir las imбgenes de Cristo y de Marнa. El iconoclasmo o iconoclastia, que no sуlo prendiу en el clero sino tambiйn en las masas populares, aunque ha sido frecuente objeto de estudio se ha explicado quizб de forma mбs contradictoria que cualquier otro fenуmeno de la historia bizantina. Lo cierto es que sacudiу el imperio hasta lнmites difнcilmente imaginables. Mucho mбs que una mera disputa teolуgica o que un movimiento de reforma religiosa, representу tambiйn un enfrentamiento entre poder civil y eclesiбstico y redujo el Estado a un montуn de ruinas; y ello en tiempo de una cierta recuperaciуn polнtica dentro y fuera de las fronteras y cuando ya habнan terminado las controversias cristolуgicas. 29

Por lo demбs, el punto de arranque de la disputa de las imбgenes fue un problema puramente teolуgico-dogmбtico.

Ya la primitiva religiуn indoeuropea carecнa de imбgenes, entendiendo por tal las religiones vйdica, zaratustriana, romana antigua y germбnica antigua. Y lo fue tambiйn, y especialmente, la religiуn judнa. El Antiguo Testamento prohibнa ya de forma tajante todo culto de las imбgenes. Y tampoco el cristianismo primitivo conociу ninguna representaciуn figurativa de Dios. Bien al contrario. Asн como el judaismo antiguo condena expresamente la forja de representaciones y asн como los Profetas se burlan de «quienes hacen un dios y adoran un нdolo», «la obra de sus manos», «los que echan besos a los temeros», asн tambiйn los primeros padres de la Iglesia combatieron larga y tenazmente el culto de las imбgenes, que tanto auge conocerнa despuйs. Todavнa en el siglo iv son contrarios a las reproducciones grбficas teуlogos como Eusebio o el arzobispo Epifanio de Salamina, mientras que el concilio de Elvira prohibe la reproducciуn y adoraciуn de imбgenes. Por el contrario, fueron unos «herejes», los gnуsticos, quienes imciaron el cambio y quienes evidentemente introdujeron en el cristianismo la imagen de Cristo y su veneraciуn. 30

El uso se propaga por Oriente desde el siglo iv, y en el siglo vi se encuentra allн tan extendido como hoy; y no sуlo se veneran las imбgenes de Cristo, tambiйn lo son las de Marнa, de los santos y de los бngeles. Son principalmente los monjes los que fomentan tal prбctica, teniendo para ello motivos materiales muy concretos: la iconolatrнa era una parte de su negocio (por ejemplo, las peregrinaciones que aportaban dinero a las «imбgenes de gracia» o milagrosas). Y los teуlogos favorables a las mismas (iconodulos) lo justificaban todo ello, por cuanto segъn su interpretaciуn no era la imagen muerta la que se veneraba, sino al Dios vivo y -como decнa Nicйforo- «la visiуn conduce a la fe». Por el contrario, los destructores de las imбgenes (iconoclastas) intentaban dar renovada vigencia a las prescripciones cristianas, incuestionablemente mбs antiguas.

Pero el pueblo veneraba los iconos en sн como portadores de salud y milagrosos. El icono venнa a ser el contenido y sнntesis de su fe. Aparecнa grabado en los muebles, en los vestidos y en las arracadas. Gracias al cielo o al arte sacerdotal los iconos empezaron a hablar, a sangrar, a defenderse cuando eran atacados. Mбs aъn, acabу habiendo iconos que representaban una autйntica novedad, ya que «no estaban hechos por mano de hombre» (acheiropoiйtai), y otros que hasta ocupaban el puesto del padrino en el bautismo. Asн el pueblo creyente exaltу cada vez mбs las imбgenes identificбndolas con el santo que representaban. Besaba las estatuas, las representaciones y les encendнa cirios y lбmparas. Los enfermos tomaban en ocasiones partнculas coloreadas y rascadas de las mismas para obtener la salud. Se las incensaba y los fieles se arrodillaban ante ellas; en una palabra, el pueblo trataba tales objetos exactamente igual que los paganos a sus «нdolos».

Y como una especie de idolatrнa interpretaron justamente todo eso los adversarios de la iconolatrнa, los iconoclastas. Procedнan de la casa imperial, del ejйrcito y especialmente de ciertas regiones sometidas al influjo del islam contrario a las imбgenes, como eran en concreto los territorios del Asia Menor. Habitaban tambiйn en esas tierras fronterizas del este del imperio, en las que sobre todo los paulicianos -admiradores exaltados del apуstol Pablo- combatнan la adoraciуn de la cruz y de las imбgenes, las ceremonias y los sacramentos. Eran cristianos «herйticos», que aparecieron por vez primera en Armenia a mediados del siglo vn y que a lo largo de mбs de dos siglos representaron un poder extraordinariamente activo en la frontera oriental bizantina. 31

De todos modos no deja de ser curioso, a la vez que proyecta una cierta luz sobre toda la controversia, el que los emperadores y cнrculos del ejйrcito, que constituнan los enemigos mбs encarnizados del culto a las imбgenes, hubieran sido antes sus promotores especiales. Los gobernantes de los siglos vi y vil, aprovechando el delirio de las masas por las imбgenes, se habнan servido del mismo para sus fines polнticos y especialmente militares. Las imбgenes fueron conducidas a innumerables batallas y ciudades enteras fueron puestas bajo su protecciуn, convirtiйndolas en defensoras de fortalezas. Pero con demasiada frecuencia habнan fracasado en esa funciуn a medida que una ciudad tras otra iban cayendo en manos de los «infieles». Lo que sin duda nos acerca a la causa directa de la iconoclastia. En efecto, si las imбgenes hubieran realizado los milagros que de ellas se esperaban, muy probablemente no se habrнa llegado jamбs a su destrucciуn. «Pero los iconos no habнan aportado lo que de ellos se prometнa la gente... » (Mango). 32

La revuelta habнa partido sobre todo del episcopado oriental. El partido iconoclasta tuvo sus representantes principales en los obispos minorasiбticos Constantino de Nakoleia, el metropolitano Tomбs de Klaudioupolis y Teodoro de Йfeso. El partido iconoclasta tuvo tambiйn las primeras vнctimas mortales: varios de los soldados enviados a retirar las imбgenes fueron asesinados en un levantamiento popular. Los iconodulos, los veneradores de las imбgenes, se encontraban en casi todos los rincones del imperio. En Oriente se contaron entre los mismos el nonagenario patriarca Germanos de Constantinopla (715-730) y el metropolitano Juan de Symnada, asн como los monjes. En Occidente la gran masa defendнa el culto de las imбgenes, y sobre todo lo defendiу ya desde el comienzo el papado, que reclamaba ciertamente mayor autonomнa y hasta la direcciуn polнtica. No fue casual que la soberanнa bizantina sucumbiese de manera notable en Italia central.

Por lo demбs, durante mucho tiempo se sobrevalorу la importancia de la disputa de las imбgenes para Roma. La corte imperial pronto renunciу a las acciones iconoclastas en Italia. Aunque el monarca Constantino V (741-776), vehemente enemigo de las imбgenes, y que se declaraba verdadero amigo de Cristo y adorador no de su imagen sino de su cruz, redactу personalmente algunos escritos polйmicos y creу una teologнa propia especialmente contra la representaciуn de Cristo, que para йl era expresiуn de nestorianismo o de monofisismo, es decir, de la separaciуn o de la mezcla de «las dos naturalezas» en Cristo. Y el concilio de Constantinopla (757) rechazу tajantemente el culto de las imбgenes como obra de Satбn y como idolatrнa. 33

 

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