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Flagrante violaciуn jurнdica y separaciуn de Bizancio




En Italia los longobardos, a los que con tono tan lastimero habнa introducido el papado, acabaron tomбndose el desquite por medio de su rey Aistulfo (749-756), hermano de Ratchis. Forzado, continuу los ataques de Liutprando. Primero se adueсу de Comacchio en la desembocadura del Po y despuйs de Ferrara, y ya en el segundo aсo de reinado (751) conquistу casi sin lucha Ravenna. Ocupу todo el exarcado, a excepciуn de Venecia e Istria, y con ello todas las posesiones bizantinas en el norte y el centro de Italia. Amenazу incluso y ambicionу resueltamente la misma Roma, cuando allн precisamente el papa Zacarнas era suplantado por Esteban II, despuйs de que otro hubiera muerto a su vez repentinamente tres dнas antes de su entronizaciуn. (Digamos de paso que es uno de aquellos «papas» en razуn de los cuales resulta imposible saber cuбntos ha habido en realidad. Aquel Esteban [II] no figurу nunca como papa hasta el siglo xv, pero luego poco a poco se le presentу como tal papa Esteban II hasta el siglo xx, hasta 1960; desde entonces han vuelto a eliminarlo todas las ediciones del Annuario Pontificio oficial. )18

El «legнtimo» papa Esteban II -o III respectivamente- (752-757) era un teуlogo tan versado, que podнa citar como paulina una palabra del Antiguo Testamento o aducir supuestos pasajes del Nuevo Testamento que ni siquiera figuran en la Biblia; por lo demбs, fue «un defensor extraordinariamente valeroso de su redil», segъn canta su biografнa. En realidad tuvo suerte como polнtico. Primero solicitу inъtilmente en contra de Aistulfo la ayuda de su soberano el emperador Constantino V, que estaba retenido por los бrabes. Y recurriу al propio Aistulfo al retrasarse el ejйrcito bizantino, enviбndole a su hermano Paulo con ricos presentes. Una segunda embajada papal, formada por los abades de Monte Cassino y de San Vincenzo in Voltumo, tampoco tuvo йxito. En vano exigiу Esteban la devoluciуn de «las ovejas perdidas del Seсor» y de «las propiedades de su legнtimo dueсo». Evidentemente no pudo repetir una vez mбs las maniobras del papa Zacarнas, de feliz recordaciуn, frente a Liutprando y Ratchis; en cualquier caso, no con los longobardos, prуximos ya a su objetivo de conquistar Italia. 19

La situaciуn era grave. En Oriente se intensificaba mбs que nunca la lucha de las imбgenes. En Occidente Aistulfo, que acababa de adueсarse de la importante fortaleza de Ceccano, en el camino de Сapуles, presionaba por el avasallamiento. Y evidentemente estaba decidido a terminar con la soberanнa romana. Intensificу el servicio militar y la vigilancia de fronteras, a la vez que amenazaba con la confiscaciуn de bienes e] trбfico con los romanos sin licencia real.

El papa, con dotes demagуgicas muy superiores a sus conocimientos teolуgicos, supo influir fuertemente en las masas romanas: descalzo, la cabeza cubierta de ceniza y llevando sobre sus encorvadas espaldas la imagen de Cristo «no hecha por mano de hombre», organizу una procesiуn de rogativas como poniйndolo todo en las manos de Dios. En realidad volvнa a montar un doble juego. Mientras sus legados a Constantino-pнa suplicaban la ayuda del emperador para librar a Italia «del asalto del hijo de la injusticia», y mientras Aistulfo rugнa «como un leуn», enviу secretamente a un peregrino en demanda del auxilio de Pipino. Y йste, que como «ungido del Seсor» (papa) procuraba complacerle por todos los medios, enviу tambiйn de inmediato a Roma al obispo Chrodegang de Metz, con enorme prestigio en la corte de Carlos Martell y «cabeza del episcopado franco» (Oexle). Desde la capital catуlica el papa lo reenviу a toda prisa con dos misivas: una para Pipino con la exhortaciуn «cumple la palabra del Seсor», prometiйndole a cambio «el ciento por uno y la vida eterna»; y una segunda «a los ilustres varones, hijos nuestros, los prнncipes (duces) todos del pueblo de los francos», en la que les prometнa lo mismo. (ЎY quй otra cosa habrнa podido prometer! ) Al mismo tiempo se reclamaba sin cesar al «protector Pedro», al «prнncipe de los apуstoles», «al que tiene las llaves del cielo» y, naturalmente, «al trono del Juez eterno». «Pero prestad atenciуn, hijos mнos, Ўy esforzaos fervorosamente por tomar parte en lo que Nos deseamos! Pues ya sabйis que quienquiera que estб de la otra parte serб excluido de la vida eterna. »20

Cierto que las fuentes sobre todos estos sucesos son -como suele ocurrir a menudo en la Edad Media- escasas, confusas y tendenciosas. Pero estaba claro lo que el papa deseaba: ЎGuerra! «Ahora bien, Jesucristo era el Dios nacional de los francos» (Burr). Lo cual significaba a su vez:

«La lucha por Cristo y la Iglesia se les asigna a los francos como su vocaciуn histуrica» (Haller). Mas, como de primeras los francos no reaccionaron como el papa esperaba, a finales del otoсo del 753 el obispo de Roma se puso en camino entre los lamentos de los romanos. Acompaсado de mensajeros francos y de un enviado del emperador, recorriу el territorio longobardo y en la audiencia de Pavнa rompiу a llorar. Pero ni las lбgrimas ni los ricos presentes cambiaron la voluntad del rey.

Con hбbito de penitente cruzу los Alpes en pleno invierno, siendo el primer papa que pisaba suelo franco. A primeros de enero del 754 se encontrу con Pipino en el palacio real de Ponthion, en Chбlons-sur-Mame. A su entrada el santo padre cantу himnos y salmos. Segъn la Vita Stephani del Pontifical, que presenta al rey Pipino en adoraciуn ante el reciйn llegado «cum magna humilitate terrae protratus», Pipino, su mujer, sus hijos y los grandes dignatarios se postraron rostro en tierra ante el sumo sacerdote que entrу en el palacio cabalgando. El rey debiу de prestarle los honores de vasallaje; pero de eso nada sabe la fuente franca (los denominados Anales antiguos de Metz). Segъn la misma ocurriу mбs bien que, al dнa siguiente, el papa con toda su comitiva se postrу en saco y ceniza ante Pipino y con lбgrimas, y por los mйritos de los santos apуstoles Pedro y Pablo, le suplicу que los salvase a йl y a los romanos de manos de los longobardos (ut se et populum romanum de manu langobardorum et superbi regнs Heistulfi servitio liberare! ).

Esta exposiciуn difнcilmente puede ser inventada; descansa mбs bien, como puede comprobarse con otras fuentes, «en informaciones a todas luces fiables. Tambiйn la postraciуn papal tiene todos los visos de histуrica, pues algunas cartas posteriores del papa aluden repetidamente a la misma» (Fritze). «Y no quiso levantarse -refiere el cronista franco-hasta que el rey, sus hijos y los ilustres de los francos le dieron las manos y lo alzaron del suelo como seсal de la futura ayuda y liberaciуn» (Annales Mettenses priores).

Una y otra vez hablу el papa del «Estado del bienaventurado Pedro y de la santa Iglesia de Dios». ЎPues ya el emperador Constantino debнa de haber donado a los obispos de Roma la mayor parte de Italia! Pipino, que en el 751 habнa sido entronizado con el asentimiento de Zacarнas, jurу salvaguardar el «interйs de san Pedro en el imperio romano», mientras que el papa, asumiendo los derechos del emperador, nombrу en respuesta a Pipino y sus hijos patricios de los romanos. Ahora bien, el tнtulo «patricius romanorum», que hasta el 751 habнa llevado el exarca de Ravenna, significaba una flagrante violaciуn jurнdica y la separaciуn efectiva de Bizancio. 21

En la asamblea nacional de Quierzy (Carisiacum), en abril del 754, llegу la famosa «donaciуn de Pipino» y con ella la fundaciуn del Estado mбs superfluo del mundo: el Estado de la Iglesia. Como una cuсa iba a dividir Italia separando el norte del sur y condicionando una historia milenaria de incesantes miserias, querellas y guerras (hasta 1870), imposturas y derramamientos de sangre. Pipino hizo al papa increнbles promesas territoriales, garantizбndole, es decir, a san Pedro, nada menos que la mayor parte de Italia como obsequio: el exarcado de Ravenna con Istria y Venecia, los ducados de Spoleto y Benevento, la isla de Cуrcega y todo el territorio meridional del reino longobardo. Ў Y con ello le otorgaba a la Iglesia lo que ni a ella ni a Pipino habнa pertenecido jamбs, sino que era mбs bien propiedad legнtima del emperador! Desde luego que no hay documentos ni actas sobre el acontecimiento, excepciуn hecha del Lнber Pontificalis. 22

 

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