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El culto y la baza de san Pedro




El culto y la baza de san Pedro

їQuй motivo tuvo Pipino para tan monstruosa donaciуn? En no menos de 50 cartas de los papas a los carolingios, desde Carlos Martell hasta Carlos «el Grande», no hay ni una sola palabra que se refiera a un provecho polнtico real, una adquisiciуn de poder, una ventaja efectiva de los francos. Y es que no hubo nada de eso. Sн hubo en cambio una astucia grosera e insolente, frente a los sentimientos primitivos de los francos, para manejar incesantemente el prestigio legendario del apуstol Pedro, supuestamente enterrado en Roma, con el que se hicieron magnнficas promesas y se metiу miedo a prнncipes, reyes y emperadores supersticiosos, engaсбndoles de continuo con el patrocinio de aquel Pedro, portero del cielo, con la recompensa «en el mбs allб» o ya aquн sobre la tierra, y por supuesto amenazбndoles tambiйn con castigos eternos. La vieja mбscara seudometafнsica, tan extendida todavнa hoy.

Inmediatamente detrбs del papa, por asн decirlo, estaba san Pedro, que aquн fue la verdadera parte contratante y cuyo culto Roma habнa organizado sistemбticamente, especialmente entre los germanos. Para comienzos del siglo vm Pedro se habнa convertido en el santo mбs importante para los anglosajones y los francos (docenas de documentos merovingios, que se han conservado, estбn dirigidos a monasterios dedicados a san Pedro, aproximadamente 30 desde los tiempos de Dagoberto I). Los germanos acabaron venerando a san Pedro como fiador del poder tanto en йste como en el otro mundo, como el gran protector y guerrero y el portero que tenнa las llaves del cielo. Aъn desde los territorios mбs alejados peregrinaron sus mismos reyes hasta la supuesta tumba del apуstol, y muchos depositaron en ella su corona y sus riquezas para vestir la cogulla monacal.

Apenas hubo nada que reforzase tanto el poder, si es que no lo fundamentу, del papado a comienzos de la Edad Media y de sus representantes terrenos como el culto y baza de san Pedro. Y, sin embargo, de Pedro no se sabe ni cuбndo ni dуnde muriу ni dуnde estб enterrado; y todo cuando se refiere a su estancia en Roma no es otra cosa que «leyendas y fбbulas» (Kawerau). 23

Ya en las primeras misivas a Carlos Martell se dice: «Nos confiamos en que sois un hijo cariсoso del santo prнncipe de los apуstoles, Pedro, y de Nos y que por reverencia a йl obedecerбs nuestras instrucciones». «No cierres tus oнdos a mi requerimiento, y el prнncipe de los apуstoles no te cerrarб el reino de los cielos. » «Yo te conjuro por el Dios vivo y verdadero y por las llaves santнsimas de la tumba de san Pedro, que te enviamos como obsequio, a que no prefieras la amistad de los reyes longobardos al amor del prнncipe de los apуstoles. » «Nos te exhortamos delante de Dios y de su juicio terrible. » «Nos tememos que se te compute como pecado. » Y asimismo se incita a los nobles francos a la guerra «por vuestra madre, la Iglesia» o bien «con el perdуn de vuestros pecados por parte del prнncipe de los apуstoles y con el ciento por uno y la vida eterna de manos de Dios», o bien en caso de omisiуn les aterra con «el dнa de juicio futuro», con la rendiciуn de cuentas «ante el tribunal del juez eterno»... Una tбctica permanente de la zanahoria y el palo tan descarada como eficaz. 24

Todavнa el papa Paulo I, sucesor de Esteban II, le recuerda una vez a Pipino: «A travйs de vuestro escrito nos habйis hecho saber que ninguna persuasiуn, ninguna lisonja y ninguna promesa podrб apartaros del amor y de la promesa solemne, que tenйis hecha al prнncipe de los apуstoles, Pedro, y a su representante, nuestro predecesor y hermano de feliz recordaciуn, el seсor papa Esteban». Mбs aъn, le ensalza por sus guerras contra los lombardos: «Todo provecho terreno lo has despreciado como estiйrcol que se pisotea, teniendo a pecho el agradar a san Pedro y obedecer sus mandatos con todas tus fuerzas». 25

En resumen, no fueron motivos mнnimamente polнticos sino clericales y mojigatos los que hicieron de Pipino un servidor del papa. Pues, por muy impбvido que aparezca como guerrero, in puncto «metafнsica» fue literalmente un laico patйtico, un fiel que obedecнa con toda simplicidad al «orбculo romano» (Zwуlfer), para quien el «amor a san Pedro» fue pauta de conducta y cuyo servicio a san Pedro «se fundaba exclusivamente en motivos religiosos» (Ullmann). Un hombre ingenuo y de mentalidad crasa, como dice Haller, a quien el papa Esteban II, que le conocнa por el trato cotidiano, podнa prometer y amenazar: «ЎNo me dejes en la estacada y tampoco tъ serбs rechazado del reino de los cielos ni separado por la fuerza de tu dulcнsima esposa! ». 26

 

El usurpador del trono, ungido por el papa y rey «por la gracia de Dios», lleva a cabo dos guerras en favor del papa

El 28 de julio del 754 Esteban II ungнa por segunda vez solemnemente en la iglesia de Saint-Denis, y en nombre de la Santнsima Trinidad, al mayordomo Pipino, a quien desde siempre llamaba «compadre», y a sus dos hijos Carlos y Carlomбn como reyes de los francos «por la gracia de Dios» (Dei grafнa), para afianzar asн la legitimidad del usurpador del trono.

Posiblemente el papa no ungiу a la esposa de Pipino, tal vez sуlo la «bendijo» (benedixit), mientras que tambiйn posteriormente fueron ungidas las reinas consortes. Pero Pipino, hacнa hincapiй Esteban, habrнa sido ungido por Dios mismo (o por san Pedro). «El Seсor os ha ungido reyes a travйs de mi pequenez y por mediaciуn de san Pedro, a fin de que por vuestro medio sea exaltada su santa Iglesia y el prнncipe de los apуstoles obtenga su derecho», escribнa al aсo siguiente a Pipino y sus hijos.

Por una parte, la unciуn demostraba ciertamente la legalidad del soberano; por otra, sin embargo, lo constituнa en «servidor de la Iglesia» (Funkenstein); significaba una «consagraciуn al servicio de la Iglesia romana» (Sickel). «Mayor y mбs digno que el ungido es quien lo unge», dirнa mбs tarde Inocencio III. Bajo amenaza de excomuniуn prohibiу el papa a los francos que jamбs eligieran reyes de otro linaje, obligбndoles a que nunca proclamasen a un rey que no perteneciese a la familia destinada a la suprema dignidad, «la cual ha sido confirmada por intercesiуn de los apуstoles y consagrada por mediaciуn de su representante el papa».

Pipino a su vez jurу, tras esa «confirmaciуn divina» de su gobierno, respetar las leyes, impedir el robo y la injusticia y proteger y aumentar los bienes de la Iglesia. Esto ъltimo derivaba precisamente en saqueo e injusticia; sobre todo porque Pipino impuso como ley estatal el pago de los diezmos a la Iglesia y hasta reclamу como prйstamo eclesial un doble diezmo (nona et decima). Todo el mundo debe dar, quiйralo o no (aut vellet aut nollet), escribнa Pipino al obispo de Maguncia.

De nuevo realmente un «negocio provechoso».

Por lo demбs, todas aquellas conversaciones, juramentos y promesas, bien enmarcadas en el cuchicheo celestial del papa, no significaban otra cosa que guerra contra los longobardos. Pero desde hacнa mбs de cien aсos, desde los tiempos del merovingio Childeberto II, ningъn rey franco habнa combatido a los longobardos. Como ъnicos vecinos no se les podнa reprochar ningъn tipo de acciуn hostil. Tambiйn los francos eran sus amigos desde hacнa mucho. Veнan en ellos a unos parientes tribales y los consideraban compaсeros de armas en la lucha contra los бrabes. De ahн que los nobles francos se opusieran a las exigencias del papa casi hasta la rebeliуn y una parte hasta amenazase con abandonar al rey.

Incluso el hermano de Pipino, el depuesto mayordomo Carlomбn, a instancias de Aistulfo y en interйs de sus propios hijos acudiу desde Monte Cassino para impedir la guerra o -como dice expresamente el biуgrafo papal- «para socavar la causa de la santa Iglesia de Dios». Carlomбn impresionу fuertemente a los francos; pero el papa le impuso un castigo disciplinario y lo encerrу en un monasterio de Vienne sobre el Rуdano. Se «habrнa quedado» en Vienne, como dice elegantemente el analista real. Y allн, en la cбrcel monacal, muriу poco despuйs Carlomбn (cuando Pipino ya estaba de camino hacia Italia). Y mientras a sus acompaсantes, monjes de Monte Cassino se les tuvo presos durante aсos, tambiйn a sus hijos (de los que sуlo se conoce el nombre de Drogo) se les tonsurу y encerrу en el monasterio; el cadбver de Carlomбn ni siquiera recibiу sepultura en su tierra natal, sino que por orden de Pipino fue trasladado a Monte Cassino. Sуlo unos aсos antes el santo papa Zacarнas habнa tendido al usurpador su mano piadosa para eliminar a los legнtimos merovingios, y ahora el santo papa Esteban II tendнa la suya para la exclusiуn definitiva de unos verdaderos parientes de Pipino. Con tal fin aportу todo tipo de asistencia eclesiбstica. 27

La promesa fundamental e histуrica de Pipino comprometiйndose a hacer la guerra la obtuvo el papa ya en el verano del 753. «Lo especialmente desconcertante del plan era que por deseo del santo padre tenнan que guerrear cristianos contra cristianos, por lo cual el representante en la tierra del prнncipe de los apуstoles les aseguraba a los nobles francos que Pedro y Dios mismo les otorgarнan el perdуn de los pecados, la recompensa terrena del ciento por uno y la vida eterna» (K. Hauck). 28

Asн que en el verano del 754 Pipino, sуlo por amor a san Pedro y por la recompensa divina -como йl mismo declarу expresamente- avanzу con su ejйrcito, en medio del cual se encontraba el papa, a travйs de Mont Ceснs, no sin haber celebrado inmediatamente antes un solemne oficio religioso en Saint-Jean-de-Maurienne, ъltima ciudad en suelo franco. Tambiйn entregу Pipino al papa el dinero que Aistulfo le habнa ofrecido a tнtulo de compensaciуn. Pronto encerrу al ejйrcito longobardo en una especie de tenaza, presionбndole por la vanguardia y la retaguardia hasta infringirle una grave derrota. De ese modo los francos, como escribнa Esteban II inmediatamente despuйs de la guerra, «superaron a todos los otros pueblos en el servicio de san Pedro». El propio Aistulfo a duras penas logrу escapar a la muerte y con el resto de su ejйrcito se refugiу en Pavнa. El ejйrcito franco saqueу y devastу los alrededores, hasta que los atacados por sorpresa firmaron la paz bajo duras condiciones y con el pago anual de un tributo de 5. 000 sуlidos. Mientras tanto el papa, que recibiу aquello a lo que Pipino se habнa comprometido en Ponthion, pero que no recibiу lo que habнa prometido en Quierzy, continuу empujando a la guerra, de la que los francos estaban ya hartos por completo.

En efecto, apenas de vuelta en casa, Aistulfo rompiу la paz que se le habнa impuesto. Y mientras asolaba el paнs, robaba grandes cantidades de reliquias de las iglesias y sepulturas, cercaba Roma por completo con varios ejйrcitos desencadenando asalto tras asalto durante tres meses contra la ciudad, cuya defensa dirigнa el abad franco Wamshar vistiendo la coraza, el papa organizу procesiones de rogativas llevando personalmente en una la cruz del redentor de la basнlica de Letrбn, a la que iba fijado el tratado de paz que el rey longobardo habнa roto. Incesantes resonaron entonces en los oнdos de Pipino los gritos de ayuda de los romanos; el santo padre pedнa y conjuraba recurriendo a todos los registros de su arte clerical y retуrico, sin escatimar exageraciones de todo tipo. Mбs aъn, en caso de desobediencia amenazaba a Pipino y a sus hijos con la excomuniуn y con una especie de anticipo del juicio final. 29

En varias cartas al rey, a los prнncipes eclesiбsticos y civiles del reino franco, al ejйrcito y a todo el pueblo, «sus hijos adoptivos», Esteban II describнa con abundancia de palabras la miseria de san Pedro, las viсas arrancadas, los niсos degollados, las monjas ultrajadas, y afirmaba que el deshonor inferido a la Iglesia no habнa lengua humana que pudiera contarlo y hasta las piedras podrнan llorar.

En un latнn horroroso, salpicado de frases bнblicas y de predicados en el peor estilo cancilleresco bizantino (desde «la mirada y rostro dulces como la miel» a «vuestra gracia meliflua» y «chorreante de Dios», (deifluo), lamentaba, exhortaba y advertнa por Dios Nuestro Seсor, la Virgen Marнa, san Pedro naturalmente, por todos los ejйrcitos celestiales, mбrtires y confesores, a realizar por una parte la buena obra y hacer «justicia» a san Pedro y, por otra, a pensar en la salud del alma. «De todo deberбs dar cuenta con todos tus funcionarios ante el tribunal de Dios. » «Tendrйis que dar cuenta a Dios y a san Pedro el dнa del juicio terrible. » «Sabed que el prнncipe de los apуstoles tiene vuestra donaciуn como un pagarй. » «Si obedecйis prontamente, recibirйis una recompensa grande... » «Pero si, lo que yo no creo, vacilбis..., sabed que yo, en nombre de la santa Trinidad y en virtud del ministerio de gracia apostуlico... os excluyo del reino de Dios y de la vida eterna. »30

Por ъltimo, y con el mбximo afecto, tambiйn el apуstol Pedro escribiу personalmente una carta a los francos. Y naturalmente tan mala y ampulosa. Y tambiйn, ya se entiende, el portero del cielo protestaba, exhortaba y mandaba, tambiйn йl brindaba la posesiуn del paraнso, como lo hacнa «la siempre Virgen Marнa, madre de Dios», todos los «tronos y dominaciones y el ejйrcito todo de la milicia celeste», tambiйn los mбrtires y confesores; y por supuesto exactamente igual que escribнa el propio papa.

Pero no, ahн hablaba personalmente el apуstol en favor de la «santa Iglesia, para que os apresurйis a rescatarla y redimirla de manos de los perseguidores longobardos, a fin de que ni mi cuerpo [Ўfaltarнa mбs! ], que sufriу por el Seсor Jesucristo, ni la tumba en que reposa por orden de Dios, sean profanados por ellos, ni que el pueblo que me pertenece sea destrozado y asesinado por esos longobardos... ». Y naturalmente tambiйn san Pedro amenazaba con «el creador terrible de todas las cosas». Y, naturalmente tambiйn, encandilaba «con el premio eterno y la morada sin fin del paraнso». Pero habнa que darse prisa, mucha prisa. «Apresuraos, apresuraos, os exhorto y ruego por el Dios omnipotente, apresuraos... »

Asн que los embaucados francos en el 756 emprendieron una segunda guerra con el objetivo de conquistar la Italia central para el papa. Pipino volviу a cruzar una vez mбs Mont Cenis, y de nuevo exclusivamente por amor a san Pedro, a quien los viejos soldados francos solнan ya invocar antes de sus batallas, y por el perdуn de los pecados. Y una vez mбs cayу como una tormenta sobre los longobardos descendiendo de los elevados desfiladeros que conducнan a Italia, los sitiу en Pavнa y allн les impuso unas condiciones de paz mбs gravosas. Aistulfo pasу a ser tributario de Pipino; es decir, vasallo franco. Los francos volvieron entonces, entusiasmados por «la abundancia de tesoros y regalos». Y ya al aсo siguiente pudo el santo padre comunicar al rey franco la muerte del «tirano», «del seguidor del diablo, del devorador de sangre cristiana, del destructor de la Iglesia», que habнa sido «traspasado por la puсalada de Dios y precipitado en el abismo del infierno». 31

Pero el papa temнa, y no sin razуn, a Bizancio. Y asн informу que 300 naves habнan partido de Constantinopla y que su destino eran probablemente Roma y el reino franco. Mas no apareciу flota alguna. Ni sobrevino ataque alguno por la nueva campaсa de rapiсa que la Iglesia habнa llevado a cabo en el Adriбtico, para la que el papa ya se habнa procurado ayuda, pues «la maldad impнa de los griegos herйticos sуlo maquina la destrucciуn de la Iglesia catуlica y aniquilar la recta fe y la tradiciуn de los padres».

El papa, sin embargo, tenнa mбs motivos para el jъbilo que para el miedo. Ahora era seсor no sуlo de la ciudad de Roma, lo era tambiйn del exarcado y de la Pentбpolis. 22 ciudades y burgos al norte y al este de los Apeninos le proporcionaban grano. Y con el ducado de Roma formaron el «patrimonio de san Pedro», el Estado medieval de la Iglesia. B izando habrнa podido esperar, y de hecho esperу, que Pipino le entregase ese territorio. Pero en vez de eso su plenipotenciario, el abad Fuirad de Saint-Denis, fue de lugar en lugar tomando como rehenes a la crema de la sociedad y puso las llaves de las puertas de las ciudades a los pies de san Pedro. Pipino habнa donado mediante documento todo aquel territorio a san Pedro y a su representante como posesiуn eterna y habнa rechazado las protestas del emperador griego con la declaraciуn de que lo hacнa no por un hombre, sino por amor a san Pedro y para la salvaciуn de su alma. 32

Todavнa en el siglo vm el clero agradecido llamaba a Pipino con los tнtulos de «David», «Salomуn» y «nuevo Moisйs». Y el papa Paulo I exaltaba a los francos como «pueblo santo». La curia tenнa ahora su propio estado, el Estado de la Iglesia. Mas, como el obispo romano, tambiйn poco a poco quiso cada obispo y hasta cada abad su «estado sacerdotal». Y al igual que los papas adquirieron el suyo mediante la guerra y el engaсo, y a lo largo de un milenio con la guerra y el engaсo procuraron conservarlo y aumentarlo, asн tambiйn los demбs servidores de Cristo mantuvieron a travйs de los tiempos querellas y discusiones, exhibiendo a ejemplo de Roma incontables documentos de donaciуn, no menos falsos y amaсados que la denominada Donaciуn de Constantino. 33

Y, dado que los francos habнan forjado el Estado de la Iglesia exclusivamente con el conjunto de saqueos, realizados en dos grandes guerras por «san Pedro», no quiso Roma dejar el asunto tranquilo y con visos tan poco cristianos. Y asн se dispuso (o ya estaba dispuesta) a cometer una estafa mayor aъn que la estafa sangrienta cometida: la nueva creaciуn territorial, impuesta por la espada de los francos y por un doble golpe de mano, la convirtiу en un tнtulo jurнdico antiquнsimo en apariencia.


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